La reciente
restauración del cuadro de la Inmaculada Concepción,
auspiciada por
la "Asociación de Amigos del Museo de las Ferias
y del Patrimonio de Medina del Campo", es el motivo fundamental
de su selección por el Museo como "Pieza del Mes"
de octubre.
Considerada
como una de las mejores pinturas conservadas en el convento de
Sta. María Magdalena de MM. Agustinas, este lienzo de gran
formato fue identificado en 1972 por Enrique Valdivieso ("Tres
nuevas obras de Alonso del Arco", BSAA, t.XXXVIII, p.537)
como perteneciente a la producción del prolífico
pintor Alonso del Arco (1635-1704), destacado artista de la denominada
"Escuela pictórica madrileña del siglo XVII"
y fiel discípulo de Antonio Pereda.
Este conjunto
de artistas, entre los que destaca, además de Pereda, el
burgalés Mateo Cerezo, Antonio Palomino, Antonio Van de
Pere, Francisco Ignacio Ruiz de la Iglesia, etc. (estos dos últimos
también con obra en Medina del Campo), surge de la plenitud
alcanzada por la pintura cortesana, heredera de las innovaciones
de Velázquez, luego desarrolladas por Carreño de
Miranda,
Claudio Coello, Francisco Rizi y otros grandes maestros. Las numerosas
obras que podemos encontrar de los discípulos de estos
autores en la provincia vallisoletana muchas de ellas rescatadas
del olvido gracias a la exposición celebrada en Valladolid
hace ahora veinte años- se explica, en primer término,
por el éxito logrado por la pintura procedente de Madrid,
especialmente durante la segunda mitad del siglo XVII, cuando
la fama de los artistas de la Corte era incomparablemente superior
a la de los pintores vallisoletanos, excepción hecha de
Diego Valentín Díaz, la gran figura de las décadas
centrales de aquella centuria; el otro factor fundamental del
auge de la pintura madrileña en Valladolid, fue la importancia
de las relaciones comerciales entre ambas ciudades, personalizada
tanto en los artistas y los activísimos marchantes, como
en los miembros de las familias adineradas de la capital castellana,
cuyos encargos a los pintores cortesanos fueron más que
frecuentes por el prestigio social que ello traía consigo.
Quizá
a esta última circunstancia, el prestigio social, se deba
la llegada del lienzo
que nos ocupa al convento agustino de Medina. Aunque no conozcamos
con certeza la procedencia concreta del cuadro de la Inmaculada,
hemos de pensar en la donación por parte de algún
personaje ligado al patronato del convento, quizá en las
últimas décadas del siglo, siguiendo la estela de
lo que acontece en otras clausuras de la capital, como en las
de San José, de capuchinos; Jesús y María,
de franciscanas, o Ntra. Sra. de la Laura, de dominicas.
El cuadro,
instalado actualmente en el coro bajo, repite el modelo establecido
por Alonso del Arco en otra Inmaculada firmada, perteneciente
a una colección particular de Valladolid, incluso en una
tercera conservada en la iglesia parroquial de Villanubla, según
apunta Valdivieso en el artículo citado. Representa a la
Virgen con aureola estrellada, rodeada por una nube de ángeles
y querubines que portan ramos de flores y atributos marianos como
el cetro, la corona, etc., todo ello dotado del dinamismo y riqueza
de movimiento que caracteriza a los pintores de esta escuela,
aunque precisamente en ello nuestro autor no sea el principal
de sus exponentes. Mucho más logradas son las calidades
cromáticas que Alonso del Arco logra tanto en los azules
del manto como en los blancos de la túnica que luce la
Virgen, en ambos casos surcados por numerosos pliegues. Esta característica
es ahora mucho más perceptible tras la limpieza y restauración
a que ha sido sometida la pieza.