CALVARIO DE SANTO TOMÁS

El Calvario de Santo Tomás

El Calvario de Santo Tomás

En el año 1595 Doña Leonor de Garibay, viuda del Maestre de Campo de la Nueva España Francisco de Bracamonte, adquirió la capilla mayor de la iglesia de Santo Tomás en Medina del Campo para instalar en ella un enterramiento familiar. Gracias a una copia del testamento, conservada en el Archivo Histórico Nacional (Sección Clero, Libro nº 16330), conocemos la total renovación del patrimonio de la iglesia a causa de dicha fundación. Entre las donaciones se incluían, aparte de obras de gran envergadura como el retablo y una reja, diversas imágenes de escultura, un nacimiento, un juego completo de objetos de plata para el uso litúrgico y un interesante conjunto de ropas de culto.

Lo que a la Semana Santa afecta es el retablo mayor, pues de él de desmonta, desde el año 1993, el grupo del Calvario que el Viernes Santo es acompañado por la cofradía de la misma advocación; participando también, en la procesión de la noche del Jueves, la talla de la Virgen como de la Amargura.

A pesar del arraigo en la escultura castellana del tema de María y Juan al pie de la Cruz, resulta curioso comprobar que rara vez fue empleado en solitario para la escultura procesional; prefiriéndose normalmente incluir en escenas más complejas como la lanzada de Longinos. Por este motivo, es bastante frecuente que se recurra a la actualidad a imágenes de retablo que en muchas ocasiones presentan en los pasos problemas de tamaño, volumen y actitudes, al ser más planas y menos gesticulantes que las pensadas para la calle.

El retablo de Santo Tomás se construyó en fecha inmediata al 1600, año en el que se concluye la renovación arquitectónica de la capilla, según consta en la inscripción que la recorre. El contrato de la policromía a comienzos de 1605 muestra con toda certeza que en ese momento el conjunto ya estaba asentado. Lamentablemente, hubo una profunda reforma a comienzos del siglo XIX que afectó a la policromía de las tallas, llegándose a pintar de blanco toda la decoración de la cornisa superior y el banco para dar a la madera impresión de mármol.

La escultura del conjunto se debe a Francisco Rincón, figura indiscutible de la escuela vallisoletana en el paso de los siglos XVI y XVII. Conocido en un principio por haber contado entre sus oficiales con el entonces joven Gregorio Fernández, el amplio número y la calidad de las obras que hoy se atribuyen, le acreditan como uno de los principales eslabones en la evolución de la escultura castellana desde el manierismo romanista hacia la gran escuela barroca. Sus aportaciones no se limitan al terreno de lo formal como demuestra, por citar un ejemplo que siempre se recuerda al hablar de Semana Santa, el grupo de la Elevación por el que se inicial los grandes pasos en madera policromada. En los últimos estudios que sobre él se han publicado se coincide en señalar que solo su temprana muerte en 1608, a la edad aproximada de 41 años, le privó de alcanzar la categoría de genio.

El Cristo responde a un modelo que utilizó en diversos ejemplos, tanto monumentales como de reducido tamaño, con escasas variaciones. La cabeza, totalmente vencida sobre el hombro derecho y coronada con doble espino trenzado, y el paño de pureza, abierto en la cadera derecha y de caída angulosa, suponen casi una firma. Las figuras de María y San Juan coinciden también con las empleadas en otros Calvarios de Rincón como el de el retablo de la iglesia de la Cruz quedan equilibradas con la disposición de los brazos sobre el pecho.

La policromía fue encargada a los pintores vecinos de Medina del Campo Pedro de Herrera el Viejo, Pedro de Herrara el Mozo y Lázaro Andrés, autores también de las desaparecidas pinturas que contemplan el retablo. Los repintes y restauraciones han motivado que el recubrimiento que hoy contemplamos, especialmente en la Virgen y el Apóstol, nada tenga que ver con el original. Como prueba de ello, es interesante la lectura del párrafo del contrato donde se habla del Calvario: "y es condición que la caxa del cristo crucificado a de yr al olio echa la ciudad de jerusalen en lejor y san juan y maria an de yr estofados de colores que pide cada una aciendo brocados conforme al color lo pidiere y sus orillas de pintura de pincel vien echas de todos los colores y el paño del cristo dorado y colorido y la cruz de un color al olio".

Bibliografía

García Chico, 1946, pp. 217-220. Martín González y otros, 1970, p. 180. Urrea Fernández, 1973. Urrea Fernández y Parrado del Olmo, 1986, p. 705. Andrés Ordax, 1993

Última restauración: 16-01-07 - Restauradora Consuelo Valverde. Importe 600 euros

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