El Compromiso de Caspe
(1410-1412)
En 1412 un
controvertido acontecimiento estuvo a punto de propiciar una
guerra civil en la Corona de Aragón. El 31 de mayo de
1410, la muerte de Martín I, -conocido como el Humano
por su carácter bondadoso y por la protección
que le prestó a las Humanidades- originó un problema
sucesorio, ya que un año antes Martín el Joven,
hijo de Martín I y de María, condesa de Luna,
había muerto también sin descendencia; y de su
segundo matrimonio con Margarita de Prades, Martín I
no tuvo hijos.
El
trono quedó sin herederos directos y deseado por muchos
pretendientes iniciándose así un período
denominado Interregno, que culminó con el Compromiso
de Caspe.
Ante
esta situación, las Cortes, reunidas en Alcañiz
decidieron intentar nombrar un nuevo rey y encomendaron dicha
tarea a nueve compromisarios -tres por cada uno de los estados forales- que a tal efecto
se reunieron en la localidad de Caspe.
Los
aspirantes al trono fueron el Infante de Castilla D. Fernando
de Antequera, hijo de Dª Leonor, hermana mayor de D. Martín;
D. Jaime, Conde de Urgel, biznieto por línea paterna
de Alfonso IV de Aragón; el duque de Gandía D.
Alfonso, primo segundo de D. Martín y nieto por línea
paterna de Jaime II: D. Luis, duque de Calabria, hijo del Rey
de Nápoles Luis de Anjou y de Dª. Violante, hija
de Juan I de Aragón y sobrina carnal de D. Martín;
y finalmente D. Fadrique, hijo natural de D. Martín de
Sicilia, legitimado por Benedicto XIII y por quien D. Martín
el Humano había mostrado bastante afecto. Todos mandaron
embajadas para exponer sus derechos. El que menos interés
suscitó fue el duque de Gandía, pues era anciano
y murió pronto. D. Fadrique, menor de edad, tenía
pocos partidarios; el duque de Calabria contaba con el apoyo
de los Luna y buscó también el de Granada e Inglaterra.
D. Fernando de Antequera tenía en Aragón un numeroso
partido, la influencia de Castilla, la del Papa Benedicto XIII
y la del elemento eclesiástico.
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Compromiso Caspe |
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El
15 de febrero de 1412, representantes de los tres Parlamentos
-aragonés, catalán
y valenciano- acordaron elegir a nueve personas que decidieran
acerca de la sucesión en el trono, en el término
de dos meses prorrogables por otros dos. Las deliberaciones
tuvieron lugar en la villa de Caspe, equidistante de las capitales
de los tres Estados. El señorío de la villa se
entregó, durante el tiempo que durasen las deliberaciones,
a los nueve compromisarios. Se colocó en la localidad
una importante guardia armada a fin de reforzar la seguridad
de los comisionados.
Fueron
designados compromisarios personajes de cierto renombre. Por
Aragón, Domingo Ram, Obispo de Huesca; Francés
de Aranda, donado por la Cartuja de Porta Coeli y Berenguer
de Bardají, letrado; por Cataluña, Pedro Sagarriga,
arzobispo de Tarragona, Guillén de Vallseca, letrado
y Bernardo de Gualbes, letrado y conseller de Barcelona. Y por
Valencia, Bonifacio Ferrer, prior general de la Cartuja; el
maestro fray Vicente Ferrer, dominico y el letrado Giner Rabasa,
que fue sustituido por Pedro Beltrán.
El
18 de abril se reunieron los compromisarios en el castillo de
Caspe, donde oyeron los alegatos de los pretendientes. Desde
el principio, la controversia parecía limitada a dos
de los aspirantes: D. Fernando de Antequera y el Conde de Urgel.
El primer compromisario que habló fue San Vicente, a
favor de D. Fernando al que debía adjudicarse el trono
"por justicia, según Dios y en su conciencia"
(indicaba Zurita). El arzobispo de Tarragona creía "más
útil" la elección de D. Fernando, aunque
consideraba preferentes los derechos del conde de Urgel y el
del duque de Gandía, con el inconveniente de que los
dos eran de condición similar. A esta opinión
se adhirió Vallseca. Pedro Beltrán declaró
que no estaba en condiciones de fallar.
El
24 de junio se procedió a la votación. El primero
en votar a favor de D. Fernando fue San Vicente Ferrer y a su
voto se adhirieron su hermano Bonifacio Ferrer, los aragoneses
Francés de Aranda, Berenguer de Bardají, el obispo
de Huesca y el catalán Bernardo de Gualbes. El arzobispo
de Tarragona no votó a D. Fernando, aunque manifestó
creer conveniente su elección; Vallseca se declaró
abiertamente por el conde de Urgel.
Y
así resultó elegido el infante de Castilla, D.
Fernando de Antequera, hijo mayor de la hermana mayor de D.
Martín I el Humanom por seis votos contra dos y una abstención.
La
designación de Fernando de Antequera correspondió
así a dos reinos, Aragón y Valencia, al apoyo
de la Iglesia a través de Benedicto XIII y por medio
del cartujo Bonifacio Ferrer y el dominico Vicente Ferrer, y
a la burguesía barcelonesa representada por el conseller
Bernardo de Gualbes.
La
elección no obedecía tanto a razones de legalidad
como de utilidad. Pues un interés económico vinculaba
a la burguesía catalana con Fernando de Antequera; la
lana castellana de La Mesta, en manos del poderoso Infante de
la casa de Trastámara, necesaria para su industria textil,
y encontrar nuevos mercados para sus productos. D. Fernando
obtuvo en Caspe la unanimidad aragonesa, la mayoría valenciana
con los dos votos de la Iglesia y la minoría catalana
con el voto del burgués Bernardo de Gualbes. Al apoyar
la causa de Fernando, la burguesía catalana hizo triunfar,
con la nueva dinastía, la fórmula pactista como
derecho constitucional de la Corona de Aragón. Esta oligarquía
se hizo pagar los servicios prestados en Caspe. Las Cortes d
1413 regularizarían y darían forma estable y permanente
a la Diputación del General o Generalidad y ello consagró
el triunfo del principio pactista.
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Compromiso Caspe |
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Los
documentos notariales de las deliberaciones del fallo de Caspe
fueron leídos
solemnemente el 28 de junio de 1412, después de un sermón
de San Vicente. La sentencia fue muy celebrada en Aragón,
menos en Valencia y mucho menos en Cataluña. Este descontento
trató de paliarlo San Vicente con un nuevo sermón
exaltando las virtudes de D. Fernando, el cual había
demostrado ampliamente su valía y dotes de gobierno durante
su regencia en Castilla, en la minoría de su sobrino
Juan II, hijo de su hermano Enrique III.
La
decisión de elegir a Fernando de Antequera fue más
por evitar una guerra con Castilla que por otra cosa y aumentó
el malestar dentro de la Corona.
De
este modo la rama menor de la casa de Trastámara quedó
instalada también en la Corona de Aragón. El establecimiento
de una misma dinastía en Castilla y Aragón fue
un poderoso factor en el camino de la unificación española.
Con
el paso de los años se vio que el compromiso de Caspe
resultó ser más desfavorable para Aragón
que beneficioso. La decisión que se hizo para evitar
una guerra, puso en el trono a un rey que el pueblo no quería,
que por ser castellano, eliminó muchas costumbres aragonesas
(una de ellas, la Fabla el idioma aragonés, con
todos sus dialectos-, ya que fue el principio del fin de esta
lengua que se empezaría a considerar de clase baja),
y además, más adelante traería una unión
con Castilla (Fernando el Católico, su descendiente,
se casaría con Isabel de Castilla) que perjudicaría
a Aragón.
El
Compromiso ha sido contemplado como ejemplo de madurez de las
instituciones de la Corona catalano-aragonesa, que afrontaron
la transición dinástica sin caer en la guerra
civil. Con él quedaron vinculadas dinásticamente
las coronas de Aragón y Castilla y se gestó la
potencia política hispánica que daría sus
primeros frutos a fines del siglo XV.
Fue
una solución pacífica a la situación de
vacío monárquico en que estaba inmersa la Corona
de Aragón.