TEMA: Nuestros Personajes

 

Cristóbal de Olea: Natural de la Tierra de Medina del Campo. Su fama de valiente, esforzado y diligente le hizo acreedor de las simpatías de sus compañeros de armas en la conquista de México. Murió por salvar a Cortés. De él nos proporciona Bernal este gran relato [Bernal Díaz del Castillo: Historia verdadera..., 2 b, pp. 450-451]:

"Paseamos a un muy esforzado que se decía Cristóbal de Olea natural de la Tierra de Medina del Campo; sería de edad de veinte y seis años cuando acá pasó; era de buen cuerpo y membrudo, ni muy alto no bajo; tenía buen pecho e espalda, el rostro algo robusto, mas era apacible, e la barba e cabello tiraba algo como crespo, e a la voz clara; este soldado fue en todo lo que le venían hacer tan esforzado e presto en las armas, que le teníamos muy buena voluntad e le honrábamos, y él fue el que escapó de muerte a don Fernando Cortés en lo de Suchimilco cuando los escuadrones mexicanos le habían derribado del caballo "el Romo", e le tenían asido y engarrafado para lo llevar a sacrificar; e asimismo le libró otra vez cuando en lo de la calzadilla de México lo tenían otra vez asido muchos mexicanos para lo llevar vivo a sacrificar, e le habían ya herido en una pierna al mismo Cortés, y le llevaron vivos setenta y dos soldados. Este esforzado soldado hizo cosas por su persona, que, aunque estaba muy mal herido, mató a cuchillo e dio estocadas a todos los indios que le llevaban a Cortés, que les hizo que lo dejasen; e así le salvó la vida, y el Cristóbal de Olea quedó muerto allí por lo salvar."

En dos ocasiones, según indica con precisión su paisano Bernal del Castillo, salvó la vida de Hernán Cortés. El primer suceso tuvo lugar cuando atacaba la ciudad de Xochimilco Cortés [Antonio de Solís: Historia de la conquista de México. Madrid, Espasa Calpe, 1970, nº. 699 de la Colección Austral, capítulo XVIII, libro V, p.385.].

"rompió con alguna dificultad la trinchera que defendían, y reincidió en la culpa de olvidar su persona en sacando la espada, porque se arrojó entre la muchedumbre con más ardimiento que advertencia, y se halló solo con el enemigo en todas partes, cuando quiso volver al socorro de los suyos. Mantuvosé peleando valerosamente hasta que se le rindió su caballo; y dejándose caer en tierra le puso en evidente peligro de perderse, porque se abalanzaron hacia él los que se hallaron más cerca y antes de que se pudiera desembarazar para servirse de sus armas, le tuvieron poco menos que rendido, siendo entonces su mayor defensa lo que interesaban aquellos mexicanos en llevarle vivo a su príncipe. Hallándose a la sazón poco distante un soldado conocido por su valor que se llamaban Cristóbal de Olea, natural de Medina del Campo, y haciendo reparo en el conflicto de su general convocó algunos tlascaltecas de los que peleaban a su lado y embistió por aquella parte con tanto denuedo y tan bien asistido de los que le seguían, que dando la muerte con sus manos a los que inmediatamente oprimían a Cortés, tuvo la fortuna de restituirle a su libertad: con que se volvió a seguir al alcance; y escapando los enemigos a la parte del agua, quedaron por los españoles todas las calles de la tierra. Salió Hernán Cortés de este combate con dos heridas leves, y Cristóbal de Olea con tres cuchilladas considerables, cuyas cicatrices decoraron después la memoria de su hazaña. Dice Antonio de Herrera que se debió al socorro de Cortés a un tlascalteca, de quien ni antes se tenía conocimiento ni después se tuvo noticia, y deja el suceso en reputación de milagro; pero Bernal Díaz del Castillo que llegó de los primeros al socorro, le atribuye a Cristóbal de Olea...".

La segunda vez en que Olea socorrió a Hernán Cortés tuvo lugar durante l fracasado ataque concéntrico en la conquista de la capital mexicana. Como cundirse el desorden y el pánico entre las tropas, que huían, Hernán Cortés quiso contenerlas. Pero los españoles fueron envueltos en una estrecha calzada, capturados más de sesenta soldados por los mexicanos y sacrificados de forma inmediata. Cortés herido en una pierna, fue agarrado por seis o siete capitanes aztecas. Fue salvado por Hernando de Lerma y nuevamente por Cristóbal de Olea, que, luchando bravamente, mató a cuatro de los jefes. La oportuna llegada de Cristóbal de Olea resolvió el peligro, pero el valiente medinense Olea perdió allí la vida. Bernal Díaz recuerda con dolor a su paisano y pariente lejano, que pereció gloriosamente en plena juventud, pues tenía 26 años cuando se incorporó a la conquista. Así describe Bernal el último combate y muerte de Olea [Bernal Díaz: Historia..., 2 b, p.79.]:

"porque en aquel instante luego llegó allí un muy esforzado soldado, que se decía Cristóbal de Olea, natural de Castilla la Vieja; ... y desque allí le vio asido de tantos indios, peleó luego tan bravosamente, que mató a estocadas cuatro de aquellos capitanes que tenían engarrafado a Cortés, y también le ayudó otro muy valiente soldado que se decía Lerma, y les hicieron que dejasen a Cortés, y por le defender allí perdió la vida el Olea..."

Quizá sea Cristóbal de Olea uno de los conquistadores que dejó un recuerdo más vivo en Bernal Díaz. El hecho de ser un paisano debió dejar profundos recuerdos en el cronista medinense [Ibid., 2 b, p.431.]:

"e pasó un muy esforzado soldado en que se decía Cristóbal de Olea, natural de la tierra de Medina del Campo, y bien se pudo decir que, después de Dios, por éste salvó la vida Cortés la primera vez en lo de Suchimilco, cuando se vio Cortes en gran aprieto, que lo derribaron los indios mexicanos del caballo, que se decía "el Romo", y este Olea llegó de los primeros a socorrerle, e hizo tales cosas por su persona, que tuvo lugar Cortés de cabalgar en el caballo, y luego le socorrieron tlascaltecas y otros soldados que en aquel tiempo llegamos, y el Olea quedó mal herido; y la postrera vez que le socorrió este Olea, cuando en México en la calzadilla le desbarataron los mexicanos y le mataron sesenta y dos soldados, y a Cortés le tenía ya engarrafado un escuadrón de mexicanos para le llevar a sacrificar, y le habían dado en una pierna, y el buen Olea con su ánimo tan esforzado peleó tan bravosamente que se le quitó, y allí perdió la vida este esforzado varón que ahora que lo estoy escribiendo se me enternece el corazón, y me parece que ahora le veo y se me representa su presencia y grande ánimo como muchas veces nos ayudaba a pelear; y d aquella derrota escribió Cortés a su majestad que no fueron sino veinte y ocho los que murieron, y como he dicho, fueron sesenta y dos."

 
 

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