Cuenta la gente de Medina,
que hace un gran número de años existía
un bicho de terrible fiereza, que tenía catorce metros
de longitud por tres de circunferencia. Su aspecto terrible
se volvía sanguinario cuando el hambre se le presentaba.
Vivía de forma habitual
entre el extenso follaje del Chopal y cuando tenía hambre
salía hasta el antiguo camino de Madrid, muy cerca de
la ermita de San Roque. Allí no acosaba a la gente, se
abalanzaba sobre ella y de forma insaciable les asesinaba comiéndose
después la carne hasta que se satisfacía.
Pero tanta fiereza se tornaba en inocencia y mansedumbre cuando
se le buscaba dentro de su guarida en el Chopal o fuera de ella,
y se le ofrecía con cuidado y hasta con educación
medio cuartillo de leche. Era tal su mansedumbre cuando bebía
la leche, que hasta movía su monstruosa cabeza en señal
de agradecimiento.
Por aquellas épocas
de misterio y temor, cuentan que vivía en Medina un ciudadano
llamado Villazán, que era valiente y osado, pues tenía
la costumbre de adentrarse en el Chopal aprovechando los escasos
momentos en los que tan terrible bicho dormía. Se jactaba
de salir siempre ileso, por lo que las gentes cansadas ya de
aconsejarle, le decían a su paso cantando:
Cuando el paraje
del Chopal dejó de existir como tal, se comenzó
a pensar y a decir: ¿Qué fue del sanguinario bastardo?
¿Falleció?... ¿Vive por ventura?
Sobre este acontecimiento
se ha hecho circular un rumor, que ha llegado hasta nuestros
días, que dice que está profundamente dormido
en uno de los innumerables subterráneos que existen próximos
al Castillo de la Mota. Su estado letárgico nos aventura
que cuando despierte y comience a sentir la necesidad de manjares
con qué alimentarse, no tendrá suficiente con
tres hombres para el desayuno
Yo sólo
os diré, que en un artículo publicado en El Norte
de Castilla el 6 de noviembre de 1993, se dice que se le ha
vuelto a ver en las inmediaciones de la laguna de las Claras,
por donde antiguamente corría el agua del arroyo de la
Adajuela. Así se le describe:
Quienes lo han
visto lo describen como un ser de varios metros de envergadura,
de cuello largo, la cabeza chica y una cola muy larga. Y que
al parecer sólo se aparecía los días de
bruma y niebla, y en las horas más tenebrosas.
Parece que el
origen de esta leyenda se remonta al S.XVIII. Así, Antonio
Ponz en su libro Viaje de España (1772-1794), dedica
estos comentarios al paraje del Chopal:
A la salida
del pueblo, camino de Madrid, hay un soto que llaman El Chopal,
el cual unos treinta años ha que lo destinaron para paseo,
formando calles de chopos, de álamos blancos y olmos,
que prevalecieron grandemente y con sus infinitos retoños
habría plantones de sobra para los parajes oportunos
de todo el término; pero la codicia en aprovecharse del
corto producto que rinde el arriendo de las hierbas, ha impedido
una utilidad mucho mayor. Hoy está destinado a semillero;
quiera Dios que prevalezca y que se transplanten los árboles
con inteligencia para que no se pierdan allí y en donde
los lleven.