EL DESCENDIMIENTO DEL SEÑOR

Grupo procesional realizado por el escultor salmantino Francisco González Macías (Béjar, El DescendimientoSalamanca, 1901 - Madrid, 1982) en 1952, por encargo de la cofradía medinense del Descendimiento, con sede eclesial en la parroquia de San Miguel de dicha villa.

Compuesto de siete figuras, representa el misterio pasional conocido como "Lamento", en el que se agrupan las escenificaciones del "Descendimiento de la Cruz", "Deposición" y "Lamentación", escenas que inciden en la narración del trágico pasaje posterior a la muerte de Cristo en la cruz, y que se corresponde con la hora de vísperas, cercana al anochecer.

Según contrato efectuado por ambas partes -escultor y cofradía-, y con el acuerdo conforme de la junta extraordinaria, reunida en los locales de la Escuela de los Ferroviarios, sobre la conveniencia y necesidad de adquirir un nuevo paso del "Descendimiento" (el proyecto del mismo aparece implícitamente citado en el acta nº 27, de noviembre de 1950), diciéndose que sustituirá al anterior, de reducidas dimensiones y bastante deteriorado, "siendo deseo unánime, procesionarlo en la próxima Semana Santa". El primer presupuesto, cifrado en 30.000 ptas., con figuras del tamaño de 1,20 m. de altura, es posteriormente aumentado a 60.000 ptas., con figuras de 1,60 m.

El grupo procesional no se finaliza en su totalidad hasta enero de 1958 (acta nº 50), quedando compuesto por siete imágenes talladas en madera de pino seco, policromadas con colores fijos, sin dorados ni estofados.

La escenificación del denominado "Descendimiento" representa compositivamente el momento trágico pasional narrado con brevedad por los sinópticos, en que el cuerpo muerto de Cristo es bajado tras la petición efectuada a Pilato por José de Arimatea, ayudado por Nicodemo. Junto a ellos, se sitúa la Virgen, San Juan y dos Marías (Magdalena y Salomé) que supuestamente estuvieron presentes en dicho pasaje.

Según la tesis de Emile Mâle, ratificada por G. Miller, el relato del Descendimiento de la Cruz, con sus variantes, es de origen bizantino y, conforme a la documentación localizada en el siglo X, José de Arimatea sostiene el cuerpo de Cristo, Nicodemo extrae el clavo de la mano izquierda, la Virgen toma el brazo derecho con las manos veladas y culmina la escena San Juan que se lleva la mano al rostro en señal de duelo.

Posteriormente en la baja Edad Media, con las "Meditaciones" del Pseudo-Buenaventura y las escenificaciones teatrales sobre asuntos sacro-religiosos, el pasaje se amplía con la integración de nuevos personajes como la Magdalena, que es tratada iconográficamente en la actitud de besar los pies de Cristo, hecho que introduce mayor humanización a la escena.

En la Contrarreforma se introducen "versiones actuales" con la inclusión de personajes, que, subidos a sendas escaleras, se sitúan en ambos lados de la cruz, configurando así una singular composición plástica que será adoptada y dignificada en la fase barroca con la búsqueda de la perspectiva ascendente y apoyatura en la base piramidal. Se mantiene una triangular disposición priorizando el eje central sito en el madero de la cruz (signo cristiano) y las escaleras de cierre de complicada geometría adoptada en diversidad de variantes pictóricas, junto al empleo de líneas diagonales y el consiguiente amaneramiento de actitudes convulsionadas que incitan a una mayor devoción.

El artista salmantino Francisco González Macías, realizó en madera policromada un cuadro escénico de estudiada armonía y significado, con suaves policromías de patinadas tonalidades, sin parangón con otros grupos de similar temática y precedentes barrocos, entre los que merecen ser citados: por el conjunto retablístico con destino a la sevillana capilla de la Caridad, de la autoría de Pedro Roldán, o el conocido y popular "Reventón" atribuido a la gubia de Gregorio Fernández, con destino a la vallisoletana cofradía de la Vera Cruz, tan distantes de las seriadas y reiteradas representaciones sobre dicho asunto que tomaron cuerpo y base en el modelo impuesto por el pincel de Pedro Pablo Rubens, cuyo lienzo goza de reiterada aceptación entre los múltiples encargos realizados con posterioridad por buena parte de las cofradías penitenciales.

En la obra artística de este escultor, caben destacar algunas piezas meritorias, de carácter procesional, como la emplazada en su Béjar natal o en la capital salmantina, además de numerosas piezas pasionales dispersas por las distintas localidades asturianas como Gijón, Ribadesella o la capital ovetense, ciudad en la que vivió varios años.

La biografía y obra escultórica de González Macías merece ser incorporada en amplio estudio monográfico, con mayor detenimiento y rigor documental, en el que se recoja y articule, a modo de catálogo, su quehacer plasmado con oficio y profesión desde sus orígenes salmantinos, hasta su permanencia de tres años en la capital parisina, junto a su estancia en Salamanca y su posterior traslado a tierras asturianas.

Texto: Antonio Bonet