Cristóbal de Mondragón y Mercado nació en Medina del Campo en el año 1514. Su padre Martín de Mondragón, descendiente de hidalgos de la homónima localidad vizcaína, había nacido también en Medina y casó con Mencía de Mercado de familia rica e hidalga perteneciente a uno de los siete linajes de la Villa. Siendo el menor de los hermanos, buscó en el servicio de las armas la mejor forma de alcanzar fama y fortuna y con 18 años se alistó en el ejército probando su coraje en los campos de batalla de Italia, Túnez, Provenza, Alemania y Países Bajos. Durante sesenta y cuatro años luchó por España suscitando la admiración de sus mandos como Luis de Requesens, Alejandro Farnesio, el Duque de Alba y Juan de Austria, demostrando su bravura y su genio militar lo que le valió el sobrenombre de ‘El Coronel’, un héroe de los Tercios de Flandes que fue todo en el ejército, desde soldado, alférez, capitán, maestre de campo del Tercio Viejo que con el tiempo llevaría su nombre, Tercio de Mondragón, y casi octogenario fue nombrado capitán general y maestre de campo general del ejército de Flandes. En diciembre de 1595 se retiró al castillo de Amberes del que fue su gobernador y donde moriría el 4 de enero del año siguiente. A pesar de los servicios prestados a lo largo de toda una vida, no consiguió el reconocimiento de ningún título nobiliario ni para sí ni para sus descendientes. Su sobrino y yerno don Alonso de Mondragón, capitán de caballería, trasladó sus restos a Medina del Campo para ser enterrado bajo un arcosolio del presbiterio de la iglesia de Santa María del Castillo, llamada popularmente de la Cruz o de la Vera Cruz, donde sus glorias militares más sobresalientes quedaron grabadas en una inscripción de su lápida sepulcral.
El primero de los grabados que presentamos procede del libro Armamentarium Heroicum, un catálogo de la colección de armas que el Archiduque Fernando II del Tirol (1529-1595) había comenzado a hacer en el palacio de Ambras, en Innsbruck. El artista flamenco Dominicus Custos es el autor de los 125 grabados con retratos de príncipes y generales famosos con armadura completa que realiza a partir de dibujos de Giovanni Battista Fontana. Las láminas se acompañan de un texto breve escrito por el secretario del archiduque, Jacob von Schrenck Notzing, con el fin de enfatizar el papel histórico de los Habsburgo y recordar los logros más sobresalientes de los propietarios de estas armas. El ejemplar que exponemos pertenece a una edición alemana realizada en 1603 en Augsburgo por Daniel Baur. Este Catálogo de la Armería del Archiduque Fernando representa a Cristóbal de Mondragón de una manera bastante realista si tenemos en cuenta el parecido que guarda este grabado con el realizado sólo tres años después de la muerte del Coronel por Hillebrant Jacobsz van Wouw para la obra Historie der Nederlandscher ende haerder naburen oorlogen ende geschiedenissen... (La Haya, 1599) y que sin duda sirviría de inspiración para posteriores representaciones de nuestro héroe de Flandes, incluido el cuadro de corte historicista pintado por Ricardo de Madrazo en 1912 que se conserva en el Museo del Ejército. En este grabado vemos a Cristóbal de Mondragón como un anciano, de pie con armadura completa, mirando hacia izquierda, dentro de un nicho flanqueado por columnas ornamentales; la mano izquierda sobre la espada mientras que la derecha sostiene un bastón de mando o bengala; casco a sus pies y debajo una cartela en blanco flanqueada por 2 putti que portan un mosquete y una espada, respectivamente, a modo de trofeo militar.
Por su parte, el siguiente grabado procede del libro titulado De Bello Belgico, una obra de carácter histórico escrita por el jesuita romano Famiano Strada por expreso deseo del Duque de Parma, Alejandro Farnesio, quien le ofreció acceso a sus archivos personales para narrar las guerras de Flandes entre los años 1555 y 1590. La obra escrita originalmente en latín, consta de veinte libros divididos en dos décadas o volúmenes pero debido a la notable difusión que adquirió se empezó a publicar en un solo volumen y a traducir a otras lenguas como el castellano, inglés, francés o neerlandés. Este grabado de Cristóbal de Mondragón guarda poco parecido con la imagen del anterior: mucho más joven y de medio cuerpo, dentro de un doble óvalo con la leyenda en latín que recuerda su cargo como gobernador de la castellanía de Amberes.
Fernando Ramos González
“Listini” o cotizaciones de los cambios de moneda en las ferias de Lyon y Piaçenza
Lyon (feria de agosto de 1580) y Piaçenza (feria de Todos los Santos de 1580)
Impeso y manuscrito sobre papel / 25,5 x 5,5 cm
Archivo Simón Ruiz. ASR, CC, C 203, 282 y 287
Gracias a los mercaderes-banqueros de la península italiana, en el siglo XVI, Lyon se convirtió en el corazón de la economía europea. En la segunda mitad del siglo XVI, los encuentros feriales se desplazaron al Franco Condado (territorio de los Austrias), en concreto a Besançon y los banqueros genoveses fueron tomando progresivamente el control hasta conseguir trasladarlas a Italia, primero a Piacenza y, posteriormente, en 1621, a Novi Ligure, bajo la jurisdicción del Senado de la República de Génova. En los primeros años del siglo XVII las ferias de cambio fueron controladas directamente por los operadores genoveses y constituyeron un mecanismo económico privilegiado para dirigir los préstamos de la Corona de España (asientos) y para reembolsar las inversiones de los particulares en la deuda pública castellana (juros).
Sería restrictivo pensar en estos operadores económicos como “mercaderes” en su acepción más tradicional. Los nuevos banqueros operaban a alto nivel, a escala europea, aprovechando al máximo las particulares condiciones del mercado del crédito y de las divisas. Con el paso de los años, dichos banqueros se esforzaron en perfeccionar especialmente las técnicas relacionadas con el cambio, transformando el comercio del dinero en su actividad principal y de mayor rentabilidad. En la feria, un reducido grupo de operadores financieros acreditados (banqueros o negociantes) se reunían en un lugar preestablecido con frecuencias periódicas (cada tres meses) para regular el conjunto de las órdenes de pago (libranzas) que llegaban a la feria y la masa de las órdenes de cobro (remesas) que de la misma se remitían. La letra de cambio era emitida por el prestatario de la divisa (librador) que la dirigía a un tercer sujeto (librado) con el fin de que la pagase; sin embargo, la letra era entregada materialmente al dador de la divisa (remitente), quien a su vez la enviaba a un cuarto sujeto encargado del cobro.
Para fijar la relación entre las distintas cantidades de monedas se debía distinguir aquella que constituía la res del cambio (cierta y estable) de aquella que representaba el pretium (incierto y variable). Para concluir un cambio, pues, debía llegarse a un acuerdo sobre el precio de la moneda res. Así que, sin ningún abono de dinero, en estas ferias las cuentas se compensaban con un sistema parecido a una moderna cámara de compensación bancaria (clearing house). El banquero intentaba también lucrarse sobre la diferencia entre los precios de “ida” y los precios de “vuelta” de las letras de cambio. La "ida" representaba el precio que, en una plaza dada, había que pagar en moneda local para obtener en la feria la misma suma en moneda ferial (“escudos de marcas”). La “vuelta”, en cambio, era el precio que, en la misma plaza, había que pagar en moneda local para cobrar los “escudos de marcas”.
Debemos recordar que en las ferias de cambio de Lyon (siglos XV-XVI) existía una relación entre la unidad de cuenta (écu d’ or) y el oro, que se decide de nuevo en cada sesión de la feria, con vistas a la compensación internacional que se realiza mediante el pago de todas las letras de cambio. Lo que es más interesante, luego en Besançon la unidad de cuenta (scudo di marche) se fijó de una vez por todas en una determinada cantidad de oro, precisamente para permitir un recurso sistemático a los instrumentos financieros proporcionados por la feria.
En estos “listini” podemos ver las principales plazas que cotizan en las ferias de cambio de Piaçenza y de Lyon en el siglo XVI: Génova, Milán, Florencia, Roma, Venecia, Nápoles, Amberes, Medina del Campo y Lyon; así como el resultado de los precios cotizados para las monedas en la feria de agosto de Lyon y en la de Todos los Santos de Piaçenza del año 1580. Cabe destacar que en ambos encuentros feriales cotiza la plaza de Medina del Campo aunque Lyon está mejor conectada con la Península Ibérica (también cotizan Barcelona y Zaragoza) y con el Atlántico (plaza de Londres). En la parte baja de estas tiras se informa de los precios monetarios acordados para la feria siguiente (la de Epifanía en el caso de Lyon y la de la Aparición para Piaçenza) si bien este valor oculta un interés no del todo legal y con unos números difíciles de comprender para los que no forman parte del grupo de “hombres de negocios”.
Claudio Marsilio
Gabinete de História Económica e Social (GHES)/CSG
Instituto Superior de Economia e Gestão (ISEG) - Universidade de Lisboa