“Nació en Medina del Campo, provincia de Valladolid, es decir, en la cuna de Castilla. Y cuando aún no había sido tostado por el sol hiriente de su tierra, vino a enraizarse bajo el cielo nuboso, húmedo y gris de Galicia. Es pues un binomio castellano-galaico, con reminiscencias de los grandes imagineros castellanos. Quien nace en Vlladolid, vive en Galicia y tiene en sus manos la gracia ondulante del buril y en su alma el culto de la forma, ha de nacer casi sin percibirlo, al influjo de los grandes escultores que ennoblecieron a castilla y a Galicia, acogido a la sombra benéfica de los maestros insignes, deslumbrado por su luz estelar: Gregorio Hernández, Maestro Mateo,…”
Así escribia en su artículo titulado “Cuando nace un artista…”, publicado en Faro de Vigo en Marzo de 1971, con motivo de la primera exposición, el crítico de arte y doctor en medicina D. Darío Alvarez Blázquez, impresionado por un joven escultor con poco más de 25 años, autodidacta, que sacaba del marfil, del hueso o de la madera, personajes humildes, sufridos ejemplares de obreros de cada uno de los oficios más cotidianos de una ciudad marinera como Vigo, escenas de la pasión de Cristo, arlequines o ramos de rosas que, en su perfección, parecían emanar dulces aromas.
La Casa Real, la Presidencia de la Xunta de Galicia, los museos de Zamora y de Castrelos en Vigo, acogen la obra de este artista, con miniaturas en marfil marcadas por el protagonismo de la figura humana, llenas de fuerza expresiva y del realismo que imprime el escultor a cada una de sus obras.
Su primer éxito se vio confirmado en Madrid en la Casa de Galicia, con toda la obra vendida, y con numerosos encargos por parte de coleccionistas privados que desde muchos puntos de España y Sudamérica, fueron adquiriendo toda su obra durante muchos años, de forma que Julio César Flores ha trabajado prácticamente para coleccionistas, hasta el año 2005, fecha en la que decidió diversificarse, mostrando su obra al público en nuevas exposiciones en Madrid, Cataluña y Andalucía.