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MANUEL MATEO MASCULINO

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04-01-19 - Masculino, el de los inmensos peinetones femeninos

Oriundo de Castilla, este comerciante impuso por más de una década una moda incómoda como tantas otras. El edicto de policía y los testimonios de los viajeros.

FUENTE: www.gacetamercantil.com

Peinetones femeninos
Peinetones femeninos

En su edición del 28 de enero de 1833, La Gaceta Mercantil publicaba estas líneas: “…estos peinetones, que arruinan a los ricos, despiden a los pobres y engordan a los gringos”.

Claro que esto venía de lejos ya que el periódico La Argentina, en su edición del 5 de diciembre de 1830, denunciaba jocosamente a unos “arrebata peinetas”. Pero El Iris, en su edición del 20 de junio de 1833, se preocupaba por los crecientes hurtos de peinetones y denunciaba el de “una peineta calada de última moda de siete octavas, que hace algunos días desapareció de la calle de las Piedras”.

¿Quien era el responsable de esta moda? El español Manuel Mateo Masculino, natural de Medina del Campo, en Castilla, donde había visto la luz en 1797. Recibió una esmerada educación e ingresó a la milicia en el Real Cuerpo de Guardias de Corps en Madrid, y en el arsenal de Cádiz,  con aspas de buey aprendió a construir tragaluces para los navíos.

Cansado de esa vida pidió la baja y el 16 de abril de 1823 llegó a Buenos Aires, donde con suficiente capital instaló una fábrica de peines de marfil y peinetas de carey en la calle Potosí (hoy Adolfo Alsina), próxima a la iglesia de San Francisco (Defensa).

Así fue el responsable de la moda de las peinetas gigantescas que durante casi diez años usaron las damas argentinas, al extremo de que César Hipólito Bacle en sus famosas litografías publicó algunas de las exageraciones de ese adminículo ridiculizándolo en extremo.

Lo cierto es que las peinetas llegaron a ser tan grandes que dos damas no podían caminar al mismo tiempo por la misma vereda y la policía debió dictar una ordenanza que le daba derecho de tránsito a la que circulaba por la derecha.

Hasta entonces las porteñas, según apuntó el inglés Alexander Gillespie, “no usaban sombrero y el largo cabello negro lo recogían con un rodete, que aseguraban con una peineta sumamente adornada, en el centro de la cabeza”.

La nueva moda impuesta por Masculino fueron esos peinetones que eran verdaderas obras de arte, realizadas por artesanos expertos en el calado, cincelado e incrustaciones; los fabricaba con carey y, más tarde, también con aspas de vacuno.

Coincidiendo con el gobierno de Juan Manuel de Rosas, muchos llevaban la efigie del Restaurador, como el que ilustra esta nota o la leyenda "Federación o muerte".

El uso de estos peinetones, frágiles e incómodos, comenzó a decaer hacia 1836, cuando volvieron a lucirse las peinetas tradicionales, de menor tamaño y más discretas.

El científico Alcid d´Orbigny, que recorrió nuestros país desde 1826, apuntó que “siempre hará que se distinga a una porteña del resto de las mujeres del mundo, un adorno especial, un adorno a que tienen como a la vida, o casi me atrevo a decir más que a ella: es una inmensa peineta que parece un abanico convexo, más o menos precioso, y más o menos adornado, según rango y bienes de quien la lleva”.

Las peinetas de carey eran extremadamente caras, pero nuestro artesano impuso sus famosos peinetones de más de 60 centímetros en su ancho mayor, aunque alguno llegó a duplicar esa medida, muchas veces de aspa de buey que tan bien había aprendido a trabajar, los que le dieron prosperidad económica.

El viajero francés Arséne Isabelle, que estuvo en el Río de la Plata desde 1830, habló del encanto de las criollas de “bustos magníficos y gestos voluptuosos, que llevan todo el edificio de cabello sobre la cabeza, y tiene que ser así, para sostener las peinetas y peinetones que llegaron a medir en 1832 hasta un metro y diez centímetros de ancho”.

Masculino había casado con María Jesús Escudero, con quien formó un prestigioso hogar. Santiago Calzadilla lo recuerda como “un lindo mozo”. Su magnífica casa de la calle Venezuela 730 estaba decorada en su patio interno con cuatro estatuas de mármol que representaban las cuatro estaciones, que hizo traer especialmente de Barcelona y que hoy se lucen en los patios del Complejo Museográfico “Enrique Udaondo”, de Luján, donde se exhiben también algunos de sus peinetones, lo mismo que en los museos Fernández Blanco y Saavedra, los que pertenecieran a la colección de Celina González Garaño.

Otro de los peinetones de Masculino se conserva en poder de los descendientes de doña Genara Peña y Lezica de Bunge, y gracias a la gentileza de Carmen Acevedo Díaz y su familia lo reproducimos en esta nota. De él tuvimos noticia gracias a una nota anterior en la actual Gaceta Mercantil sobre las joyas de las porteñas.

Este peinetón es el que luce doña Genara en el retrato que Carlos Henrique Pellegrini le hiciera hacia 1830, quien también retrató a Masculino, a su mujer y a su hijo Manuel Bernardo.

A la caída de Rosas, el 3 de febrero de 1852, por su respetable posición fue designado comisario honorario de policía, empleo que ejerció hasta agosto de ese año. Fallecería en Buenos Aires el 22 de julio de 1859.

Ese fue Masculino, el que rigió durante doce años la moda femenina de Buenos Aires hace casi dos siglos. 

* Historiador. Académico de número y vicepresidente de la Academia Argentina de Artes y Ciencias de la Comunicación.

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