22-07-2019 - Mariano García: «La cima del ser humano ha de ser haber vivido de manera coherente, de la cuna a la tumba, con sus ideas, ilusiones y vocación»
Escritor e investigador de tradiciones populares.
J. I. Foces
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Mariano García Pásaro, en el despacho de su casa de la Plaza de Segovia de Medina del Campo, rodeado de libros. Rodrigo Jiménez |
He aquí un sabio. Mariano García Pásaro. Que sabe de la vida todo (incluso más) lo que la propia vida enseña; que sabe de la vida lo que ha aprendido a base de vivir, observar, preguntar, formar, investigar, bucear en la cultura popular y empaparse ... de las enseñanzas que recibió en el hogar paterno, con la figura inigualable de su progenitor, don Mariano García Sánchez, quien fuera cronista oficial de Medina del Campo. Con sus 80 años recién cumplidos y sus 'Coplas de vida y muerte para una tarde de toros' que acaba de editarle la Mancomunidad Tierras de Medina, el sabio García Pásaro echa la vista atrás y concluye sobre el ser humano, como los clásicos han hecho siempre, y él es un clásico: «¡Qué verán nuestros nietos!».
'Coplas de vida y muerte para una tarde de toros'. Con los malos tiempos que soplan para la tauromaquia, ¿por qué ha editado estas coplas? Anda que no hay otros temas para unas coplas...
Mi afición a los toros tiene mucho de literatura. Antes de que yo pudiera acudir a ver una corrida de toros...
Que seguro que se acuerda cuándo fue...
En 1949, cuando se inauguró la plaza de toros de Medina del Campo, de fábrica. Pues bien, a mí con ocho y nueve años ya me gustaba leer cosas sobre la tauromaquia. Y le oía a mi padre hablar sobre la posible empresa que iba a tener la plaza de toros, ¡que era, nada más y nada menos, que Domingo Ortega!
¡Domingo Ortega! La esencia del toreo.
Lo conocí en mi casa, en Medina del Campo. La tauromaquia me atraía mucho desde el punto de vista literario, cultural. Después han venido todos a defender la tauromaquia como un hecho cultural...
Es decir, que cuando ellos iban, usted ya venía. ¿Se puede entrar entonces al mundo taurino por otra puerta que no sea la de una plaza de toros?
La vena literaria de los toros... Todo lo que ha producido la tauromaquia en la literatura es bellísimo. Y es que la lengua la tenemos llena de términos taurinos, llena, plena.
Acaba de cumplir usted 80 años. No encontraremos en estas coplas un intento suyo de 'metaforear' en plena madurez vital, ¿verdad?
Lorca, cuando escribió el memorable poema de 'Llanto por Ignacio Sánchez Mejías', habla, entre otra de sus grandes virtudes, de «la madurez insigne de su conocimiento». ¡Fíjese lo que abarcan esas cinco palabras!: Madurez insigne de su conocimiento. Conocer algo, trabajar en algo, estudiar algo y llegar a la madurez de ese algo. Es que cuando llegas a la madurez has alcanzado la cima de ese conocimiento.
Sus 'Coplas de vida y muerte para una tarde de toros' constan de siete capítulos, que empiezan con el paseíllo y acaban con el arrastre. Nacimiento, muerte...; metidos en metáforas, ¿la del ser humano?
Es que los antitaurinos se aprovechan de una situación que puede ser contradictoria, porque no llegan al fondo sublime de la interpretación de la tauromaquia.
¿Y eso?
La tauromaquia se está reproduciendo día a día, ¡día a día!, en unos ámbitos y en unos paisajes que nos son muy conocidos a través de la prensa: Las guerras, los genocidios, los niños muertos, el terrorismo. ¿Qué estamos haciendo? Matar de una manera alevosa y sin ninguna explicación posible, ni humana, ni ética, ni moral, asesinando y retirando de la vida al ser humano. El problema que se plantea es vital.
¿A dónde quiere llegar?
A que es dificilísimo comunicarse con otro que no esté en la onda, que es el valor del ser humano y el valor del ser animal. De ahí parte toda la controversia taurina, que está en los valores humanos o en los animales. Se llega a valorar la vida del ser humano como la vida del animal y eso es imposible: Son dos cosas distintas. Por muchos motivos.
Ya puestos, detalle alguno
El conocimiento, la memoria, el lenguaje, la sensibilidad, la libertad. El animal es una especie que se rige por instintos, y condicionado también por el ser humano, por supuesto. El hombre nace libre y, luego, claro, en el espacio, en el paisaje, le vienen mal o bien dadas, y se hace bueno o malo. Pero la raíz del hombre es la libertad.
¿Qué toro, de los muchos que se ha encontrado usted en la vida, le ha sido más difícil de lidiar?
Mi vocación literaria, mi vocación artística y cultural, que estaba como sigue estando, muy poco acompañada. No encuentro ahora mismo un chaval, un joven, que pueda en mi tertulia literaria de los jueves de fin de mes leer decentemente un poema. ¡No lo encuentro!
Permita que le diga que le imprime usted a esa aseveración un tono a mí me parece que... ¿dramático?
¡Claro! Si echamos la vista atrás y hablamos de Humanidades, de la enseñanza, se explica todo: como se quisieron desterrar las Humanidades, literatura, latín, griego... Y no quiero decir que tengan que ser asignaturas fundamentales en la andadura formativa del hombre, no; pero son imprescindibles, de eso estoy seguro.
Capítulo 3 de 'Coplas de vida y muerte para una tarde de toros': La lidia. Habla de que «los olés no valen nada». ¡Si algunos en vida matarían por tenerlos!
Claro, claro, claro. Ahí está uno de los problemas, lo superficial. ¡Hay que ahondar! Esto está inspirado en una de las canciones que recogió Lorca, un forongo: «Las flores no valen nada, lo que valen son tus brazos cuando de noche me abrazan». Ahí está el fin de la tauromaquia: es vida o muerte. Es el hombre solo ante la fiera el que sabe que le puede matar. Entonces, ¿qué tiene más mérito en el sentido no de valentía, sino de querer realizar tu misión como torero, como hombre en la tierra, que arriesgar tu propia vida hacia un ideal y, en este caso, aparte de romanticismo, vulnerable e intrascendente? Porque un torero que tenga en su casa 28 millones de euros, ¿se pone delante de un toro con la posibilidad de que a los cinco minutos ese toro le mate? ¿Qué le condiciona?
Admito que no alcanzo a ver adónde quiere llegar...
¿Qué condiciona, por ejemplo, a esos misioneros, a esas misioneras que andan por el mundo, entre leprosos y enfermos, que mueren afectados por esas enfermedades que van a paliar? ¿No se están jugando la vida?
Sí, lo hacen por una causa justa y noble. Pero el torero, también: él su causa y su nobleza es disponer de su propia vida ante una muerte que le puede esperar.
Rehilete: Capítulo 4: «La luz de las banderillas». Luz una banderilla, lo que se dice luz...
Bueno, esto es pura estética. El color de las banderillas. Cuando el torero va a ponerlas, es uno de los momentos en los que peligra su vida. Se asoma a ese abismo y su única defensa son las banderillas, que al quiebro, al lance, es lo que le da luz para salir indemne de ese trance.
Y habla de «la larga vara del varilarguero». Banderillas, varas,... ¿Es buena conclusión preguntarse adónde se puede ir en este mundo sin una buena herramienta defensiva?
Más que defensiva, en el caso del picador, la idea primordial de la tauromaquia es que sirva para amainar en el toro su empuje sangrándole. Los que defendemos la tauromaquia decimos, a lo mejor un poco exageradamente, que el picador se defiende de la embestida del toro. Antes los caballos no tenían peto y han llegado a morir picadores.
En el sexto capítulo, la estocada, se centra en «el arte supremo». ¡Qué duro de lograr en la vida el arte supremo! ¿Dónde radica para el ser humano el arte supremo?
El arte supremo es haber vivido la vida de acuerdo con las coordenadas que está planteando la propia vida: la coherencia. Ser coherente desde la cuna a la tumba es dificilísimo. Hay algunos que lo han conseguido. La cima del ser humano es ser coherente con tu idea, tu ejemplo, tus aficiones, ilusiones, vocaciones... Seguir recto es tu cima. Eso, cuando tienes ya uso de razón y la suerte de tener a alguien, un buen maestro al lado, una buena familia, buenos amigos y tu sigues ordenadamente, es la ilusión de la vida. Y cuando ya llegas al final, dices '¿De qué me voy a lamentar?' No te puedes lamentar de haber vivido.
Ya dijo San Juan de la Cruz aquello de que «al atardecer de la vida, te examinarán del amor».
¡Qué bonito! Fíjese: '...te examinarán del amor'. No se puede hacer un resumen más bonito de lo que te puedes exigir tu mismo y de lo que te pueden exigir dar a la vida: que te examinen al final del amor.
Desde su recién cumplidos 80 años, ¿cómo se ve la eterna corrida de toros que es la vida?
Es difícil. Mucho. Habiendo vivido en una época en la que todas las cosas cambian cada 5 minutos, es difícil hace un balance de cómo ves la vida. Es tan rápido todo... O te adaptas o si te quedas con los versos de Jorge Manrique de que cualquier tiempo pasado fue mejor, te equivocas. Y si dices que todo lo que estás viviendo es mejor, también te equivocas, porque no es verdad. Hacer balance de una vida de 80 años, con todo el proceso científico, en un periodo tan breve en la historia de la Humanidad... ¡Qué verán nuestros nietos!
Ya le digo...
Yo me agarro mucho a los valores humanos. Siempre que nos referimos a los avances tecnológicos... ¡Es la ciencia! Pero lo que no puede cambiar es el valor humano, la consciencia y la conciencia del valor humano hacia el prójimo, hacia la familia, hacia los amigos, hacia la sociedad. Ese valor, si no se mantiene, te vas a la ciencia: el problema eterno entre la fe y la razón. Y no quiero filosofar.
Usted ha incidido en su función y vocación en el mundo de la cultura tradicional. ¿Docente, conservador de tradiciones, transmisor?
Conservador de tradiciones. Yo he aprendido de los maestros, no he inventado nada. A mí desde niño me atraían tanto las coplas, lo popular, que desde muy pronto mi madre me llamaba porque en el aparato de 'telefunken' de radio que teníamos en casa, que era grandísimo, se escuchaba alguna copla muy difícil, propia de aquí, aquellos nuestros cantos preciosos... No habría música sin el soporte popular de la música.
¿Cuál es el soporte popular de la música?
Lo dijo Machado: «Hasta que el pueblo las canta, las coplas coplas no son; y cuando las canta el pueblo, ya nadie sabe cuál son».
La cultura popular que pasaba de abuelos a padres, de padres a hijos... ¿está en peligro de extinción?
¡Totalmente, totalmente! Los medios que tienen ahora los niños son tan desorbitados... Están en manos de las tabletas y las pantallitas.
¿Y hay que ver Internet como amenaza o como salvación para el mantenimiento de la cultura popular?
El problema que se me plantea es que Internet ni lo entiendo ni quiero entenderlo.
No me interesa para nada.
Pero si se dice que es el futuro...
Bueno, vale, pero yo no soy el futuro. Yo me quedo con mis diccionarios, con preguntar al más viejo del lugar... Entiendo perfectamente que es una comodidad darle al botoncito y enterarte de todo lo que te de la gana. Pero como a mí no me interesa todo lo que existe en el mundo, sino lo que me atañe a mí y eso lo busco yo fuera de Internet: eso lo busco yo, lo vivo yo, lo escribo yo, y lo canto yo, y lo bailo yo, no me hace falta Internet para nada.
¿Cómo lleva usted eso de Hallowen en vez de las ánimas, Papá Noel en lugar de los Reyes Magos...?
¡Fatal, fatal, muy mal! Pero es que tenemos alternativa. Si no la tuviéramos, pero es que la tenemos. Es igual que el lenguaje. Pero, ¿qué hacemos poniendo cosas en inglés para dirigirnos a castellanos como nosotros?
Usted heredó de su padre, don Mariano García Sánchez, el amor por las raíces. ¿Ha sido capaz de transmitirlo a sus hijos? Y si lo ha hecho, ¿ha tenido éxito?
Mire, es que no hace falta. Es cuestión de convivencia, cuestión de educación familiar. A mí cuando oigo hablar a algunos de que se llevan tan bien con su hijo que es que es su amigo, me río, me río muchísimo. 'Es que les ha educado mal', dicen otros de otros. ¿Por qué? No es un problema de educación, es de convivencia, de ver el hijo lo que está haciendo el padre. Malo cuando te dicen que tu hijo ha hecho una barrabasada; malo. Porque seguro que ese niño no se ha enterado de la formación que tenía en casa. O es que estaba a otra cosa. En mi época estabas pendiente del padre, de lo que hacía, de lo que decía... ¡No hace falta que le digas al hijo lo que tiene que hacer! Si te está viendo, eres el maestro, a cada instante, con el ejemplo. Para bien y para mal.
¿La tauromaquia se acabará porque nadie vaya a los toros o porque los grupos animalistas acaben triunfando en su oposición a los espectáculos taurinos?
De momento es muy poca la fuerza de los antitaurinos. Ahí están los llenos de la Feria de Sevilla, de la de Madrid. Y ahí está la presencia de gente joven en las plazas y en los bolsines taurinos. Va a ser difícil mientras quede la tradición de los festejos populares, que esos van a quedar.
De dónde venimos, a dónde vamos, quiénes somos son preguntas que el ser humano se responde a lo largo de la vida. ¿Cómo lleva esa tarea a sus 80 años?
Voy con Rubén Darío: «Solo, haciéndome la pregunta».
Acaba de cumplir 80 años. De mayor, ¿qué quiere ser?
El mismo. Es que no hay otra. ¿Que rectificaría alguna cosilla? Pues quizás limase algunas asperezas que he tenido, por mi culpa, con el entorno de mi vida. Pero nunca, nunca me voy a lamentar de no haber aprovechado las muchas oportunidades, que he tenido muchas y servidas en bandeja, para muchas cosas importantes. Soy, de momento, un tímido absoluto y un autocrítico exagerado. ¡Que me quede como estoy!