Villa histórica,
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de las Ferias
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04-03-19 - Presentación ciclos expositivos marzo-abril 2019 Museo de las Ferias
Presentación de las nuevas obras y documentos de los ciclos expositivos del Museo de las Ferias. Meses de marzo y abril de 2019
El próximo jueves, 7 de marzo de 2019, a las 11,00 h., se presentarán en el Museo de las Ferias las nuevas obras y documentos correspondientes a los dos ciclos expositivos temporales patrocinados por la Diputación de Valladolid:
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"LA OBRA DESTACADA" nº. 184: Ecce Homo. Luis Fernández de la Vega. Hacia 1650. Escultura en madera policromada / 81 x 61 x 41 cm. Santiario de la Virgen del Carmen Descalzos. Medina del Campo |
Esta "Obra Destacada" está relacionada con la Semana Santa de Medina del Campo y, de este modo, un año más, nuestra Institución colabora con el programa de actividades organizado por la Junta Local de la Semana Santa, estudiando y exponiendo en el Museo de las Ferias obras destacadas del patrimonio histórico artístico de Medina del Campo, relacionadas con el Tiempo de Pasión y Semana Santa.
DOCUMENTO ARCHIVO SIMÓN RUIZ Nº 20:
Escutura concordia para la creación del Hospital General.
Medina del Campo, 23 abril 1591.
Manusvrito sobre papel / Folio. Cuadernillo de 14 hojas.
Archivo Simón Ruiz ASR, H 21, 1 |
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Los ciclos expositivos "La Obra Destacada2 y " Doumentos Archivo Simón Ruiz" son actividades patrocinadas por la Diputación de Valladolid |
Ecce Homo.
Luis Fernández de la Vega.
Hacia 1650.
Escultura en madera policromada /81 x 61 x 41 cm.
Santuario de la Cirgen del Carmen de Carmelitas. Medina del Campo
La iconografía del Ecce Homo, esto es la presentación ante el pueblo de Cristo azotado y coronado de espinas (pasaje evangélico narrado en Juan 19, 5-7), puede rastrearse en el arte español desde los últimos tiempos medievales, difundiéndose sobre todo a partir del siglo XV. Con muy pocas variaciones, Jesucristo aparece desnudo, maniatado, sosteniendo un cetro de caña, cuerda al cuello y con las llagas de la flagelación en todo su cuerpo; tocado con manto de color púrpura sobre sus hombros y una corona de espinas trenzada sobre su cabeza, es la viva imagen de un rey ultrajado que ha sufrido un doloroso proceso de vejaciones y escarnios que culminará con la inmediata crucifixión. En otras ocasiones este tema se desarrolla en el marco de una escena general en la que intervienen varios personajes situados a las puertas del Pretorio, como ocurre, por ejemplo, en las conocidas composiciones de los grabadores Martin Schongauer o Israel van Meckenem.
La existencia en el actual convento de padres carmelitas descalzos -antes de agustinas recoletas- de este busto del Ecce Homo, admitido sin reservas como obra personal del escultor asturiano Luis Fernández de la Vega (1601-1675), tiene su explicación en los encargos que Don Bernardo Caballero de Paredes, obispo de Oviedo y natural de Medina, hace a dicho artista para ornamentar la iglesia del referido convento, obra edificada bajo su patrocinio con el fin de que le sirviera de enterramiento. En efecto, este prelado, tras no llegar a un acuerdo con el Cabildo de la Colegiata de San Antolín acerca de las condiciones de la capilla que estaba construyendo en ella, se decide por financiar las obras del templo conventual de las recoletas (comunidad establecida en 1604), trasladando a este edificio el retablo relicario que había previsto instalar en aquélla y encomendando a Fernández de la Vega, en 1650, la parte escultórica de dos retablos colaterales, dedicados uno a San José y el Niño y otro al Alimento Místico de San Bernardo (Urrea, 1973, pp.500-502 y Ramallo Asensio, 1983, pp.41-42), cuyo grupo central no se conserva; asimismo, se le encarga la escultura orante de la hermana del obispo, Dª Catalina de Paredes.
Refiriéndonos ahora concretamente a la representación de medio cuerpo de Jesucristo, variante iconográfica de inspiración italiana y frecuente en la escultura castellana desde las décadas centrales del siglo XVI, el primer ejemplo que conocemos de esta tipología es el excepcional Ecce Homo atribuido a Alonso Berruguete por Arias Martínez y Hernández Redondo (Clausuras II, 2001, pp.76-77), conservado en el coro alto del convento de la Concepción de Olmedo y fechado hacia 1525; al que seguiría cronológicamente el de Juan de Juni del Museo Diocesano de Valladolid, que el genial escultor francés realizaría poco antes de 1544.
El Ecce Homo que ahora nos ocupa fue atribuido a Fernández de la Vega por Martín González (1985, pp.474-476), dejando patente la dependencia de los modelos de su maestro Gregorio Fernández, especialmente en el modo de concebir la cabeza del Cristo. Llama la atención la larga cabellera que cae por los hombros y se extiende por la espalda en mechones ordenadamente separados, así como la espesa barba de madejas independientes y minuciosamente talladas de modo similar a la del San José de uno de los retablos laterales. El resultado final de la pieza presenta muchas semejanzas con dos relieves del mismo autor que representan al Resucitado: uno de ellos es el que podemos contemplar en la portezuela del sagrario del retablo lateral del lado del Evangelio en el crucero de esta misma iglesia; el otro, prácticamente idéntico al anterior, es el que remata, en el ático, el retablo de la capilla de San Martín de la catedral de Oviedo, en ambos casos, conjuntos realizados en 1650 y 1652, respectivamente, por Fernández de la Vega en colaboración con Pedro Sánchez de Agrela, ensamblador que ejecutó la parte arquitectónica.
Como ya advirtiera Martín González, se aparta de la estética vallisoletana la forma de concebir el manto, con duros pliegues acanalados y una rica policromía de diferente acabado al habitual en otras obras castellanas de la misma cronología. En definitiva, podemos comprobar en esta magnífica escultura cómo el dramatismo de las primeras representaciones del Ecce Homo ha desaparecido; Jesucristo muestra ahora un rostro sereno con la cabeza ligeramente inclinada y la mirada dirigida a lo alto implorando al Padre el perdón para el género humano, circunstancia que se acentúa con el uso de ojos de cristal.
Antonio Sánchez del Barrio
Escritura de concordia para la creación del Hospital General
Madrid, 23 abril 1591
Manuscrito sobre papel / Folio. Cuadernillo de – ff.
Archivo Simón Ruiz. ASR, H 21, ------
El 23 de abril de 1591 tenía lugar, en las casas y ayuntamiento de Medina del Campo, con la presencia de don Diego Ruiz de Montalvo, abad de la colegiata, el otorgamiento y firma de la escritura de capitulación y concordia entre la justicia y regimiento de la villa, de una parte, y Simón Ruiz, vecino y regidor de ella, de la otra, para la fundación y dotación de un Hospital General. La escritura en cuestión trasladaba al papel el ofrecimiento que desde hacía algunos meses venía realizando el acaudalado mercader y hombre de negocios medinense de erigir una capilla, iglesia y hospital para recoger a enfermos y peregrinos de todas las clases, habida cuenta de que el viejo proyecto de creación de un hospital general en la villa, en el que se habían de reunir e incorporar todos los hospitales y cofradías que hacían hospitalidad, siguiendo a este respecto los breves apostólicos y provisiones reales dadas con carácter general para todo el reino desde los años sesenta y setenta, aunque aprobado finalmente en 1587, no había llegado a ejecutarse por, entre otros motivos, resultar insuficientes las rentas de los hospitales reducidos y carecer del edificio adecuado. Confirmada y aprobada por Felipe II mediante provisión real de 23 de abril de 1592, la susodicha concordia tenía presentes el trabajo realizado y las decisiones adoptadas durante el referido proceso de reducción; pero era, ante todo, la expresión del nuevo y renovador impulso –en todos los sentidos– dado al proyecto de creación del Hospital por Simón Ruiz, devenido en protagonista indiscutible de la fundación.
Simón Ruiz, en efecto, se comprometía a gastar de su hacienda 10.000 ducados en la fábrica del edificio y a dotarle con una renta anual de 1.000 ducados, cantidades que incrementaría sensiblemente en su testamento de 1 de abril de 1596. También hacía donación de los ornamentos y objetos necesarios para el culto, y del aceite que debía arder delante del Santísimo, y se obligaba a correr con los gastos de adquisición de las camas y ropa no excediendo de los 300 ducados. A su vez, el abad y el concejo conferían a Simón Ruiz y sus sucesores el patronazgo del establecimiento, y disponían la incorporación de todos los bienes y rentas de los hospitales reducidos. El concejo proporcionaba, además, el “sitio” donde se iba a construir el hospital, y garantizaba la provisión de toda la piedra y madera necesarias para la obra; y, por supuesto, se comprometía a seguir contribuyendo con las mismas 50 cargas de trigo y las 24 carretadas de leña que anteriormente repartía entre los hospitales de El Amparo y Bubas.
La mayor parte de los cincuenta y un capítulos de la escritura de concordia, previa y pacientemente negociados con las autoridades eclesiásticas y concejiles de la villa, trataban de aspectos relacionados con la gerencia y administración del Hospital, y fijaban las obligaciones y cometidos de sus distintos ministros y oficiales. Y detallaban, de manera aún más minuciosa, el orden que se había de tener en la atención y cuidado de los pobres enfermos. Como Hospital General que se pretendía que fuera, puesto bajo la advocación de Nuestra Señora de la Concepción y San Diego de Alcalá, en él se habían de curar, en principio, todo tipo de enfermedades y recibir pobres enfermos “de toda la Christiandad”, pues “la charidad a todos abraça y a nadie excluye”. Dicha finalidad tendría su concreción arquitectónica en el establecimiento, previsto asimismo en la escritura de concordia, de aposentos separados, bien según el sexo de los enfermos, bien según las enfermedades padecidas, e, incluso, en la existencia de vanos abiertos en la pared para el alojamiento de las camas, que garantizaban una cierta intimidad a los asistidos. Semejante división del espacio se imponía igualmente, con idéntico propósito de prevenir cualquier posibilidad de contagio, en las restantes dependencias del hospital –ropero, cocina, lavandería, botica–, así como en los cuartos destinados a convalecientes y peregrinos. Toda una serie de adelantamientos, en suma, que harán de la fundación auspiciada por Simón Ruiz una auténtica novedad dentro del sistema hospitalario de la época. Con ella se cumplían, además, los sueños de eternidad de tan ilustre personaje al que la escritura de concordia reservaba la capilla mayor de la iglesia del Hospital como lugar de su enterramiento.
Alberto Marcos Martín
Catedrático de Historia Moderna. Universidad de Valladolid
DOCUMENTOS ARCHIVO SIMÓN RUIZ 20 / MARZO – ABRIL 2019
Escritura de concordia entre el regimiento de Medina del Campo y Simón Ruiz para la fundación del Hospital General
Medina del Campo, 23 de abril de 1591
Manuscrito sobre papel
Archivo Simón Ruiz. ASR, H 21,1
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Escritura de concordia entre el regimiento de Medina del Campo y Simón Ruiz para la fundación del Hospital General
Medina del Campo, 23 de abril de 1591
Manuscrito sobre papel
Archivo Simón Ruiz. ASR, H 21,1 |
El 23 de abril de 1591 tenía lugar, en las casas y ayuntamiento de Medina del Campo, con la presencia de don Diego Ruiz de Montalvo, abad de la colegiata, el otorgamiento y firma de la escritura de capitulación y concordia entre la justicia y regimiento de la villa, de una parte, y Simón Ruiz, vecino y regidor de ella, de la otra, para la fundación y dotación de un Hospital General. La escritura en cuestión trasladaba al papel el ofrecimiento que desde hacía algunos meses venía realizando el acaudalado mercader y hombre de negocios medinense de erigir una capilla, iglesia y hospital para recoger a enfermos y peregrinos de todas las clases, habida cuenta de que el viejo proyecto de creación de un hospital general en la villa, en el que se habían de reunir e incorporar todos los hospitales y cofradías que hacían hospitalidad, siguiendo a este respecto los breves apostólicos y provisiones reales dadas con carácter general para todo el reino desde los años sesenta y setenta, aunque aprobado finalmente en 1587, no había llegado a ejecutarse por, entre otros motivos, resultar insuficientes las rentas de los hospitales reducidos y carecer del edificio adecuado. Confirmada y aprobada por Felipe II mediante provisión real de 23 de abril de 1592, la susodicha concordia tenía presentes el trabajo realizado y las decisiones adoptadas durante el referido proceso de reducción; pero era, ante todo, la expresión del nuevo y renovador impulso –en todos los sentidos– dado al proyecto de creación del Hospital por Simón Ruiz, devenido en protagonista indiscutible de la fundación.
Simón Ruiz, en efecto, se comprometía a gastar de su hacienda 10.000 ducados en la fábrica del edificio y a dotarle con una renta anual de 1.000 ducados, cantidades que incrementaría sensiblemente en su testamento de 1 de abril de 1596. También hacía donación de los ornamentos y objetos necesarios para el culto, y del aceite que debía arder delante del Santísimo, y se obligaba a correr con los gastos de adquisición de las camas y ropa no excediendo de los 300 ducados. A su vez, el abad y el concejo conferían a Simón Ruiz y sus sucesores el patronazgo del establecimiento, y disponían la incorporación de todos los bienes y rentas de los hospitales reducidos. El concejo proporcionaba, además, el “sitio” donde se iba a construir el hospital, y garantizaba la provisión de toda la piedra y madera necesarias para la obra; y, por supuesto, se comprometía a seguir contribuyendo con las mismas 50 cargas de trigo y las 24 carretadas de leña que anteriormente repartía entre los hospitales de El Amparo y Bubas.
La mayor parte de los cincuenta y un capítulos de la escritura de concordia, previa y pacientemente negociados con las autoridades eclesiásticas y concejiles de la villa, trataban de aspectos relacionados con la gerencia y administración del Hospital, y fijaban las obligaciones y cometidos de sus distintos ministros y oficiales. Y detallaban, de manera aún más minuciosa, el orden que se había de tener en la atención y cuidado de los pobres enfermos. Como Hospital General que se pretendía que fuera, puesto bajo la advocación de Nuestra Señora de la Concepción y San Diego de Alcalá, en él se habían de curar, en principio, todo tipo de enfermedades y recibir pobres enfermos “de toda la Christiandad”, pues “la charidad a todos abraça y a nadie excluye”. Dicha finalidad tendría su concreción arquitectónica en el establecimiento, previsto asimismo en la escritura de concordia, de aposentos separados, bien según el sexo de los enfermos, bien según las enfermedades padecidas, e, incluso, en la existencia de vanos abiertos en la pared para el alojamiento de las camas, que garantizaban una cierta intimidad a los asistidos. Semejante división del espacio se imponía igualmente, con idéntico propósito de prevenir cualquier posibilidad de contagio, en las restantes dependencias del hospital –ropero, cocina, lavandería, botica–, así como en los cuartos destinados a convalecientes y peregrinos. Toda una serie de adelantamientos, en suma, que harán de la fundación auspiciada por Simón Ruiz una auténtica novedad dentro del sistema hospitalario de la época. Con ella se cumplían, además, los sueños de eternidad de tan ilustre personaje al que la escritura de concordia reservaba la capilla mayor de la iglesia del Hospital como lugar de su enterramiento.
Alberto Marcos Martín
Catedrático de Historia Moderna. Universidad de Valladolid
BIBLIOGRAFÍA
Bustamante García, A. (2016), “El Hospital de Simón Ruiz de Medina del Campo”, en Sánchez del Barrio, A. (ed.), Simón Ruiz. Mercader, banquero, fundador. Medina del Campo, Fundación Museo de las Ferias, pp. 67-77.
Lapeyre, H. (2008), Una familia de mercaderes: los Ruiz. Contribución al estudio del comercio entre Francia y España en tiempos de Felipe II. Valladolid, Junta de Castilla y León.
Marcos Martín, A. (1978), Auge y declive de un núcleo mercantil y financiero de Castilla la Vieja. Evolución demográfica de Medina del Campo durante los siglos XVI y XVII. Valladolid, Universidad de Valladolid.
Navarro García, L. (1998), El Hospital de Simón Ruiz en Medina del Campo. Fábrica e idea. Salamanca, Junta de Castilla y León.
Sánchez del Barrio, A. (2000), “Simón Ruiz y el Hospital General de Medina del Campo”, en Urrea Fernández, J. (coord.),Arte y mecenazgo. Valladolid, pp. 225-248.
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Han asistido a la presentación de la "Pieza Destacada", José María Magro en representación del Ayuntamiento de Medina del Campo, D. Antonio Sánchez del Barrio, Director del Museo de las Ferias, Carlos García, presidente de la Junta de Semana Santa y Guzmán Gómez Alonso, actual alcalde de la localidad de Nava del Rey y candidato a la alcaldía de Medina del Campo. |
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Han asistido a la presentación de la "Pieza Destacada", José María Magro en representación del Ayuntamiento de Medina del Campo, D. Antonio Sánchez del Barrio, Director del Museo de las Ferias, Guzmán Gómez Alonso, actual alcalde de la localidad de Nava del Rey y candidato a la alcaldía de Medina del Campo y Carlos García, presidente de la Junta de Semana Santa |
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