Medina del Campo. Villa histórica, monumental, escultórica y paisajística
Villa
de las Ferias
04-09-1982 - Excelentísimo Señor Herrero, homenaje en Medina del Campo a Fermín de la Fuente Sánchez.
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Fermín de la Fuente Sánchez |
Medina del Campo ha rendido un homenaje a Fermín de la Fuente Sánchez, medinense de pura cepa, noventa y cinco años de edad, y disfruta de todo como un joven. Este excelentísimo señor, que lo es, que para algo le han dado la medalla de Oro de la Cruz Roja, lleva desde los nueve años trabajando y es ahora, cuando cuenta con unos añitos más, cuando se le va a rendir un, esperado, gran homenaje. La razón de nuestra entrevista, a parte del tributo, que no es muy usual que a un hombre se le rinda admiración cuando está vivo, es hablar sobre esa Medalla de Oro y sobre esa "vida entregada a los demás" que dicen que ha vivido. Y la ha vivido.
Antes de nada, señor de la Fuente, ¿qué le parece a usted eso del excelentísimo señor, le gusta que le llamen así?
- A mi me da igual, que me llamen como quieran.
¿A que se debe esta Medalla de Oro de la Cruz Roja?
Hombre, a tantos años como he estado en el cuerpo. Llevo desde 1911 en la Cruz Roja y he hecho muchos servicios.
Por ejemplo...
Pues mire, en Matapozuelos, que se chocaron dos trenes y allí estuve de camillero, pues quitando y salvando a la gente... Seis muerto hubo. Otro caso que tuve continúa e señor de la Fuente, fue el de Salamanca, que es el más grave. Fue un siniestro tremendo, hubo una explosión en una de las máquinas de tren y fíjese que los maquinistas estaban a menos de treinta metros y les llevó la onda y los tiró. Allí saque yo dieciséis cadáveres. Mire usted, me colgaban cachos de carne en el bigote y luego, mi cuñada, con un mandil me los fue quitando. ¡Aquello si que fue...! Y luego hay más casos; Yo he estado en muchos siniestros y descarrilos. Camillero era. En el caso de Salamanca, era ya brigada y, claro, era yo el primero que salía.
"Una vez un tren me agarró por la pelliza y me arrastró cien metros. Por si fuera poco, al llegar a la curva caí dentro de las ruedas, osea, en la vía. Allí estuve echado, debajo del tren, hasta que pasó. Me partió la pierna izquierda, los huesos de las caderas, me dio muchos golpes en la cabeza... Me llevaron a un sanatorio en Madrid y estuve allí tres meses. Luego me levanté y anduve con muletas y más tarde el médico me dijo, "Mira Fermín, como yo no te puedo decir que estás inútil, te doy de alta", y así hasta ahora.
"Ese accidente, aunque parezca lo contrario, me dio diez años más de vida".
"Nosotros, -dijo una hija suya-, creíamos que le habían matado porque el médico al principio le tapó como si estuviera muerto. ¡Vaya susto que nos levamos!".
"Todas las tardes me bebo dieciséis vasos de vino y no me asa nada. El otro día con mi médico me bebí cinco cubas-libres seguidos".
Pero, ¿le deja el médico?
¡Anda!, no le digo que estuve con él. Si yo lo aguanto bien.
Ha trabajado como herrero durante toda su vida, y como tal se le conoce en el pueblo.
Yo empecé a trabajar a los nueve años como herrero y ganaba todos los domingos veinticinco céntimos para comprar piñones y cacahuetes, lo que quisiera. Luego pasé a la herrería de don Eusebio Martín y allí ganaba setenta duros al año. Y, mayormente, cuando estaba yo arreglando un carro, el eje, pasó por allí una chavala y la dije "adiós guapa" y ella me contestó "ya te veré a la tarde", y empezamos a tratar. Era la que llegó a ser mi esposa, Jesusa Encinas Díez, ---En este momento Fermín se desentiende de todo lo que me estaba contando y comienza a hablarme de la relación con su esposa---. Luego yo pedí entrada a su padre, porque se le había muerto un familiar y me dijo: "Yo te doy entrada pero pórtate bien, porque sino con este palo te voy a dar ¿eh?, y yo ya le dije, que como siempre bien".
Después nos habla de como le fue en la "mili", de cómo fue maestro armero, de cómo vendió seiscientos aparatos de puntería al Ejército en la Línea de ka Concepción por dieciocho mil pesetas... Y hoy todavía sigue trabajando no solo como herrero sino también como fontanero. Ha contado cerca de cuarenta calefacciones y ha hecho un sinnúmero de trabajos.
Ahora son las fiestas en Medina, ¿va a disfrutar de ellas?
Anda, ¡a ver! Ya tengo las zapatillas blancas con cintas coloradas, la visera, el pañuelo. Y así salgo, como todos. Yo voy delante de los gigantes y cabezudos y, si se tercia, luego me bailo una jota con una chavala, y, eso sí, me gusta ir al desencajonamiento de los toros porque así los veo y compro las entradas para las corridas que veo yo mejores. Me suelo poner mejor por abajo, no porque no me pueda subir, que ya ve, sino porque allí me pillan mejor para bajar al ruedo. Luego me voy a Olmedo, los tres últimos días, allí a correr los toros.
¿Como Va?
Voy y vengo todos los días, no ve que soy mundialmente famoso, Yo me pongo en la carretera, pongo la mano así, y ya está, ya me han cogido. No hay problema.
Verdaderamente uno se maravilla al ver el entusiasmo de este hombre.
¿Qué le parece lo del homenaje?
Bien, creo que me lo merezco. Mire usted, no he faltado nunca a ningún entierro que haya habido en Medina. Nunca. Siempre me ha gustado cumplir con la iglesia y lego salir a dar el pésame. Y yo he hecho muchas obras muy grandes y muy buenas todas.
Y claro que se lo merece, faltaría más. Y si a alguien le molesta que a un herrero se le llame excelentísimo señor, peor para él porque a quien se lo merece pues se le llame.
Miguel Ángel Rodríguez.
28-08-1992 - 75 años al servicio de la Cruz Roja.
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Por primera vez, en su dilatada y rica historia, Medina del Campo ha tenido desde el mes de mayo de 1974 hasta el 17 de octubre de 1990, es decir, durante más de 16 años, a un trabajador autónomo en el duro oficio de herrero, como portador de a insignia Medalla de Oro de la Cruz Roja Española, con tratamiento especial de "excelentísimo señor", dándose la circunstancia que en ese tiempo y hasta la fecha, ninguno de sus 20.000 habitantes ha tenido ni tiene por Ley dicho alto tratamiento según recogemos de autorizadas fuentes.
Deseo que nuestro buen convecino amigo Fermín de la Fuente Sánchez, reciba, a través de etas líneas, el tardío homenaje y recuerdo de la Asamblea Local de la Institución a la que sirvió abnegada y desinteresadamente durante más 75 años no supo rendirle, quizás por crasa, ignorancia o mala memoria, con ocasión de su fallecimiento y entierro a los 103 años de edad.
Voy a tratar algunas circunstancias y servicios prestados por este trabajador manual medinense a lo largo de su dilatada vida, ya que nació en esta villa de Medina del Campo el 11 de octubre de 1887, en ella transcurría toda la existencia hasta su fallecimiento, rodeado de sus diez hijos sobrevivientes, porque en su matrimonio tuvo 13 en total, quedando viudo a los 49 años, y perteneciendo a la Cruz Roja medinense desde su fundación, el 5 de septiembre de 1911, como soldado-camillero.
El primer domicilio social de la Asamblea Local medinense estuvo ubicada en la casa de soportal (reduída recientemente sita en la Puerta del Sol, hoy de Segovia), esquina a la calle de Bravo (antes de la Carpintería), siendo su primer presidente el prócer Eusebio Giraldo Crespo, y como oficial de tropas sanitarias al, entonces, joven Francisco González Vicente y secretario lo fue Carlos Íñigo Barés.
En 1917
La importante estación ferroviaria de Medina del Campo dio trabajo a la sección de camilleros de la recién fundada Cruz Roja local, pero un servicio importante prestado por Fermín de la Fuente como camillero tuvo lugar en la noche del 22 de diciembre de 1917, en la que el correo de Irún "alcanzó" a un mensajerías en el trayecto ferroviario entre Matapozuelos y Pozaldez, con un trágico balance de 14 muertos, de ellos cuatro medinenses, ente los mismos el ilustre medico Don Teodoro Diez Sangrador junto a numerosos heridos.
Poco después el camillero Fermín de la Fuente intervino de forma destacada y ejemplar con ocasión de la explosión de la máquina de vapor del tren expreso procedente de Salamanca, que tuvo lugar frente a "Las Fuentecillas", en "las afueras de Medina", siendo las tres y media de la madrugada del 10 de enero de 1918, catástrofe ferroviaria con un saldo trágico de trece muertos, dos heridos muy graves y numerosos de considerable consideración.
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Vuelve a tener significativa actuación el herrero soldado-sanitario en la epidemia de gripe de 1918, de carácter muy grave a partir de septiembre de dicho año, con 73 fallecimientos, teniéndose que instalar por las autoridades sanitarias, en la estación del ferrocarril, un pabellón "Docker", prestando meritorios servicios la Cruz Roja medinense, y nuestro Fermín de la Fuente en primera línea.
Ya con la graduación de Brigada de la Sección de Tropas Sanitarias de la Cruz Roja de Medina, Fermín de la Fuente interviene en algunos servicios humanitarios en los primeros días de la Guerra Civil y, después, fue muy destacada su actuación en las dos grandes inundaciones que padecía la villa por desbordamiento del río Zapardiel en los años de 1946 y 1956. Su labor en la Asamblea Local de la Cruz Roja de Medina del Campo, en las distintas campañas sanitarias y benéficas de la referida institución, fue siempre constante, entusiasta y desinteresada por parte del Brigada de Tropas Sanitaria de la Cruz Roja Española.
Medalla de Oro
Por todo ello es por lo que la Asamblea Suprema, que presidía el Conde de Toreno le otorga a nuestro convecino y amigo Fermín de la Fuente Sánchez, el 8 de mayo de 1974 su más alta condecoración personal, es decir, la Medalla de Oro de a Cruz Roja Española, cuyo diploma y condecoración le entrega, semanas después, en el Salón de Sesiones de la Casa Consistorial, el entonces alcalde de la villa, Juan Antonio Cendón Tadeo, que presidió este señalado acto.
A partir de este momento, nuestro Fermín el "herrero", va dejando su trabajo y aficiones de modo paulatino y culmina su cien años con un nutridísimo almuerzo-homenaje que todas las clases sociales de la villa, con el alcalde-presidente de su Excelentísimo Ayuntamiento a la cabeza, le rinden al cumplir esta edad de cien años, con plenitud de energías físicas y mentales que conservó hasta los últimos meses e su vida, toda ella dedicada al trabajo, al servicio humanitario, a los demás, y a sus amigos, hijos, nietos y biznietos. Y el 16 de octubre de 1990, a los cinco días de haber cumplido 103 años, entregó en paz su alma al creador el Excelentísimo Señor Fermín de la Fuente Sánchez, Brigada que fue de las tropas sanitaria de la Asamblea Local de la Cruz Roja y Medalla de Oro de la Institución, entre otras varias condecoraciones recibidas en su transcurso de sus más de setenta y cinco años de servicios ininterrumpidos.
Ricardo Sendino.
13-01-1992 - Pasa los días en casa y casi no se puede mover.
El Señor Fermín, 104 años de vivencias y recuerdos
De ve en cuando aun canta para sus hijos.
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Poca gente se habrá percatado de que el abuelo entrañable, el señor Fermín, se está consumiendo. Quizás es comprensible la falta de atención, el 92 que ha llegado invadiendo absove demasiado entre olimpiada, exposición universal, capital cultural, feria ganadera, quinto centenario y otras zarandajas.
Fermín "El herrero", el abuelo de Medina ya no pasea por la plaza, ya no merienda en el Continental del que tan buenos recuerdos guarda -según dijo en una entrevista que le hizo Gremios en 1986- ya no fuma farias, ya no hace casi nada...
Ahora permanece recogido en casa de su hija Tere, sentado en su silla arropado junto a las faldillas, con su eterna gorra, su poblado bigote blanco y expresión sosegada.
El señor Fermín nació el 11 de octubre e 1887, no hace mucho que cumplió los 104 años.
Pero aun está entre nosotros, y en su duelo particular con la supervivencia ha ganado durante más de 104 años, que no es poco.
Ahora el señor Fermín casi no habla con nadie excepto sigo mismo, repitiéndose sin darse cuenta en voz alta conversaciones que mantuvo, 40, 50, 60 o 70 años, quien sabe.
Sumergido en su propio mundo, casi inaccesible, el señor Fermín parece ajeno a lo que acontece a su alrededor, pero no es así, a poco que se alce la voz para que sus oídos entiendan responde lucidamente, con esfuerzo, si, pero "presto".
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. ¡Padre! -le inquiere su hija- cantemos la copla que se sabe.
Y el señor Fermín canta. Con vi cansada y mirada inexpresiva entona la copla que tantas veces coreó probablemente en compañía de amigos que ya se fueron.
¡Padre!, -insiste la hija-, sonría que le van a hacer una foto.
¡Ya sonrío ya! -contesta el señor Fermín-. y adopta una postura estática de retrato antiguo y una sonrisa forzada, casi inexpresiva y oculta bajo su bigote.
A tiempo que el disparador de la cámara es accionado el flash, ilumina el rostro del abuelo, una cara sorprendentemente conservada, sin marcas profundas a pesar de los fríos y calores de 104 años de vida ajetreada y azarosa. A pesar del duro trabajo trabajó en épocas oscuras y míseras para sacar adelante los 13 hijos el señor Fermín conserva bien sus trazos.
De cuando en cuando, entre la maldición a Solchaga y a la película de televisión sería deseable recordar al señor Fermín y otros como él. Solo por reconocer el esfuerzo de las gentes por las que estamos aquí, solo por respeto.
José Ramón Cebolleda.
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