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09-05-24 - El joven pescadero que compra y distribuye marisco por todo el mundo.
Iván Rodríguez. Premio Espíritu emprendedor
S. G.
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| Iván Rodríguez, en su intervención de agradecimiento por el premio. Carlos Espeso |
Iván Rodríguez siempre tuvo las cosas claras en cuanto a su futuro profesional y desde bien joven, con tan solo 16 años, soñaba con montar una pescadería en Valladolid. La elección no era algo casual. Es la tercera generación de una familia de pescaderos de la localidad de Villaverde de Medina (Valladolid), un negocio con el que comenzó su abuelo allá por el año 1955, recogiendo con su bicicleta el fresco que llegaba a la estación de tren de Medina del Campo.
Su madre se sumó a ese negocio con 18 años, después llegó la venta ambulante con la ayuda de su marido; y la pescadería de Nava del Rey; y tantas cosas más.
«Yo les ayudaba pero cuando cumplí 21 años me vine a Valladolid, a una pescadería en Tudela de Duero», recuerda. Los comienzos no fueron sencillos, pero una vez que el negocio arrancó, llegó el momento de situarse en un supermercado en Medina del Campo, después en Tordesillas. En 2009 inauguro la primera Pescadería Alondra en el muy poblado barrio vallisoletano de Parquesol.
«Siempre quise hacer una pescadería de calidad, vender productos de calidad, y ahí empezamos a trabajar con hostelería y a movernos». Después fue el turno de la Alondra de la calle Estadio, del Mercado del Val y de Don Sancho.
Pero cuando uno se sitúa a un determinado nivel, la calidad hay que buscarla, y en un momento dado, también por volumen, comenzó a viajar para empezar a comprar el pescado directamente en los puertos. «Puedo comprar en lugares tan distintos como Dinamarca, Escocia, Irlanda, Noruega, Italia, Francia, Portugal o Marruecos, cada sitio es diferente, pero también influye la temporada», y todo con el objetivo de atender las demandas de un abanico de clientes que no ha dejado de crecer.
Una vez que cumplió ese sueño de montar una pescadería en Valladolid, reconoce que «vas buscando otras cosas», entre las que se incluía el canal Horeca o la exportación, sin olvidar la fuerte apuesta que la empresa ha hecho por la innovación.
A Iván Rodríguez, CEO de Mar Adentro y Grupo La Alondra, se le ha reconocido con el Premio Espíritu Emprendedor por la actividad desarrollada en los últimos años, que ha hecho de la innovación y la tradición conceptos compatibles. «Más aún, la innovación mejora los procesos tradicionales, además de la calidad del producto final», señala, a la vez que ha hecho de la investigación y el desarrollo (I+D+i) piezas claves «para poder crear productos únicos y competitivos que mejoren lo que se le ofrece al consumidor en el mercado actual».
Junto a ello, su hacer diario busca la mejor adaptación a las necesidades del consumidor, la demanda creciente de productos frescos, con mayor durabilidad y en un menor tamaño.
Tecnologías únicas
Partiendo de esas premisas, hace unos meses, dentro de este grupo empresarial, nació Lamarca, productos ultracongelados tratados con tecnología de última generación. «El mercado demanda una serie de productos que no se encuentran porque el mar es caprichoso o, simplemente, no se pesca, y otras temporadas hay muchísimo pescado que el mercado no absorbe», justifica el motivo de dar otro paso empresarial al frente.
«Buscábamos productos de calidad, iguales que los frescos, y ahí empezamos a darle vueltas y llevamos más de tres años con esta historia, muchos productos no salían bien pero al final dimos con la tecla de todo esto, centrándonos en mariscos como el bogavante, la langosta, la cigala, el percebe, el camarón, la nécora o la navaja».
«Hemos conseguido un producto con cero mermas, no dejamos de hablar de un producto caro y sobre todo el hostelero tiene que arriesgar, por eso damos una regularidad de precios durante todo el año, le hacemos subir su nivel de negocio porque cualquier día de la semana puede acceder a estos productos y, encima, con una calidad única en el mercado».
El sistema que utilizan para tratar esos mariscos es pionero y les ha llevado a colaborar con referentes en la investigación como el Instituto Tecnológico Agrario de Castilla y León (Itacyl), algo que el empresario reconoce como «un lujo».
Este producto tiene otro sabor y otra textura respecto a otras técnicas, además de tener una durabilidad más amplia de lo habitual. «Nos dura dos años, tiene un precio estable y puede estar doce meses en el congelador, que en diez minutos está preparado sin perder calidad», expone Rodríguez.
Más innovación
También es novedosa su manera de trabajar con el pulpo y el año pasado montaron una fábrica en Mercaolid donde tienen un cocedero de pulpo. «Somos los únicos en el mercado que lo hacemos de esta determinada manera», subraya.
«Vamos a seguir profundizando en la innovación», adelanta. «Somos gente muy inquieta, nos movemos mucho, cada vez que vemos una feria intentamos estar para ver cómo se mueve el mercado, ver tendencias», apunta.
Toda esta evolución no ha hecho que Iván deje atrás esos sueños de juventud. «Me siento pescadero», afirma, y reconoce que sus padres ya se han acostumbrado a que siempre tenga entre manos un nuevo proyecto. En el caso de su abuelo, el primer pescadero de la familia, llegó a conocer las tiendas situadas en Valladolid.
Una mente inquieta como la suya, trabaja constantemente en nuevas ideas, algunas, incluso, podrían considerarse hasta lógicas dentro de la propia evolución de la empresa. «Seguimos desarrollando cosas, estamos haciendo pescados cocinados que saldrán en breve, también salmón ahumado».
Además, la demanda no deja de crecer y tras su reciente paso por un punto de encuentro de referencia como es el Salón Gourmet de Madrid, donde el producto «ha pegado fuerte», aumenta el listado de clientes que quieren pulpo o productos de Lamarca.
El límite es el mundo. Los pedidos van lo mismo a Dubai, que a Francia, Italia, Polonia o Portugal, un marisco único, que sale de Castilla y León, por mucho que pueda llamar la atención.
Iván Rodríguez, además de tener ese espíritu emprendedor, es una ejemplo de que la innovación y la tradición pueden ir de la mano, no son conceptos que estén reñidos; al contrario, la calidad y el sabor se ven enaltecidos por la tecnología.
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