21-12-07 - El halcón de Zorrilla El club contrata a un cetrero para que las rapaces ahuyenten a las maricas y grajos que dañan el césped.
- E. DE LA P.
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Uno de los halcones gerifaltes sobre el puño de su amo y ante su lugar de trabajo los próximos dos meses. / MIGUEL ÁNGEL SANTOS |
Jesús Navarro, el jefe de instalaciones del Real Valladolid, no terminaba de explicárselo. En los dos últimos años maricas y grajos, pero especialmente las primeras, habían tomado al asalto el preciado césped de Zorrilla, la alfombra que con tanto esmero cuida. Y, para más inri, se cebaban con el tapiz en invierno, en plena temporada. «Hay días que vienes por la tarde y te encuentras el campo como si acabaran de jugar un partido de fútbol», comenta el bueno de Navarro. Y no era que un grupo de chavales se hubiera colado para imitar a su ídolos. No. Más bien se trataba de un equipo de urracas que, escoltadas por media docena de grajos, juegan su particular encuentro observados sólo por las vacías gradas. «Buscan lombrices, gusanos, invertebrados», explica Jesús Navarro, «y para ello meten el pico en la tierra, que está blanda, hacen palanca y levantan lonchitas de césped». El ataque de las picas exigía una respuesta urgente.
Y la solución llegó por la vía de la cetrería, de la altanería. Un control de plagas sostenible, acorde con los tiempos. Contra los topillos, veneno, y contra los córvidos, halcones.
Gerifaltes y peregrinos
Mariano Pérez Rodrígez es cetrero con una amplia experiencia. Vive en Medina del Campo, y desde allí va a desplazarse todos los días durante dos semanas para poner a sus halcones a volar sobre el césped de Zorrilla y en los alrededores del estadio con el objetivo de que las maricas y los grajos se vayan olvidando de la costumbre de considerar la zona como área de aprovisionamiento. «El halcón no ataca normalmente a una urraca o a un grajo», explica su propietario, «salvo que le enseñes y le acostumbres. Lo que pasa es que a esos pájaros no les gusta nada estar cerca de los halcones, y cuando perciben su presencia se van».
Para tan ecológico y natural menester, Mariano trabajará con dos halcones gerifaltes, propios del Norte de Europa, y dos peregrinos, el habitual de la península ibérica. A ellos se les unirá un halcón harris, de origen americano.
Durante dos meses hará volar a las rapaces por el campo de juego varias veces, hasta que urracas y grajos desistan de volver. La incógnita, claro, es qué pasara cuando el vuelo de los halcones deje de asustar a sus adversarios. La operación le cuesta al club 2.000 euros al mes, que será un precio barato si se consigue erradicar el problema. Porque, hoy por hoy, no hay otra fórmula mejor para espantar a unas aves muy adaptadas al ser humano y que difícilmente se dejan atrapar.
Navarro confía en que para entonces los córvidos hayan encontrado un lugar donde alimentarse y 'pasen' del húmedo y gratificante césped de Zorrilla. El cetrero piensa que la esperanza de Navarro es fundada. Malos tiempos para los córvidos en Zorrilla.