Durante el mes de marzo del presente año, podrá contemplarse en la Fundación Museo de las Ferias, como “Pieza del Mes”, un poco conocido lienzo que representa a la Virgen del Rosario, atribuido Francisco Martínez, destacado pintor de la escuela vallisoletana del siglo XVII que falleció en Medina del Campo en 1626. Esta obra pertenece a los fondos de la Colegiata de San Antolín de Medina del Campo y ofrece una interesante versión iconográfica de esta devoción mariana, con la representación seriada de los quince misterios en pequeñas escenas de composición circular que rodean el motivo central.
La Virgen del Rosario
Francisco Martínez (atrib.)
Hacia 1620
Óleo sobre lienzo / 185 x 146 cm.
Colegiata de San Antolín. Medina del Campo
Esta actividad cuenta con el patrocinio de la Diputación de Valladolid
Más información e imágenes en: www.museoferias.net/marzo2007.htm
La obra artística de Francisco Martínez (Valladolid 1574 – Medina del Campo 1626), se enmarca en el contexto de la escuela vallisoletana del siglo XVII de la que fue, junto con Bartolomé de Cárdenas y Diego Valentín Díaz, un destacado exponente. De merecida fama como retratista y policromador de retablos y esculturas, su obra conocida -dedicada casi exclusivamente a temas religiosos- no llegó a la calidad de la producción artística de su padre, el pintor Gregorio Martínez, con quien se formó profesionalmente.
Durante su vida estuvo al frente de un acreditado taller del que salieron numerosos retablos y conjuntos artísticos encargados por parroquias, conventos, cofradías y particulares. Llegó incluso a trabajar en varias ocasiones con el maestro Gregorio Fernández, conociéndose sus composiciones por el buen trazo de su dibujo y el uso discreto de colores de tonos fríos y poco vivaces.
A su etapa de madurez pertenece el cuadro que presentamos como “Pieza del Mes” de marzo en el Museo de las Ferias, La Virgen del Rosario, del que hemos de decir, en primer término, que su concepción compositiva se ajusta a lo que etimológicamente significa la palabra rosario: corona de rosas; y más concretamente, una corona formada por ciento cincuenta rosas de tonos blancos y rosados repartidas en quince grupos de diez flores cada uno, que corresponden a los quince misterios (los pequeños rosarios de cuentas utilizados en el rezo de esta plegaria suelen tener la disposición reducida, estando compuestos por cincuenta bolas de cuenta repartidas en cinco decenas).
Esta gran corona de rosas aparece en el cuadro rodeando la escena central y está formada por una aureola de medallones circulares que separan cada una de las quince decenas de flores; en ellos están representados los quince misterios fundamentales de la vida de Jesús y María, a saber (desde la parte superior y siguiendo el sentido de las agujas del reloj): los misterios gozosos: La Encarnación, la Visitación, el Nacimiento de Jesús, la Purificación de la Virgen y Jesús entre los Doctores; los misterios dolorosos: la Oración en el huerto, la Flagelación, la Coronación de espinas, el Camino del calvario y la Crucifixión; y los misterios gloriosos: la Resurrección, la Ascensión, Pentecostés, la Asunción y la Coronación de la Virgen.
Respecto a la Virgen del Rosario, su modelo iconográfico es el más depurado de los propuestos por Réau en su Iconografía del arte cristiano , ya que aparece desprovista de contaminaciones arcaicas tomadas de otras representaciones marianas (de la Misericordia o de los Siete Cuchillos). En nuestro caso, María está sentada con el Niño sobre su regazo, rodeada por una corte de angelitos y querubines, dos de los cuales la coronan con rosas. Es muy significativo que no aparezca Santo Domingo recibiendo el rosario o algún santo dominico en alusión a la orden de tanto difundió esta tardía devoción.
El primero en atribuir esta obra a Francisco Martínez fue Jesús Urrea en su artículo “Notas a la exposición vallisoletana ‘Antonio de Pereda'” (Valladolid, 1979). Aceptando esta asignación, hemos de suponer que el artista realizaría el cuadro en los primeros años de la década de 1620, ya que en 1622 estaba trabajando en la Colegiata en la hechura de cuatro lienzos dedicados a otros tantos pasajes de la infancia de Jesús, para el primitivo retablo mayor de la capilla de las Angustias (actualmente están dispuestos en los retablos colaterales). También a esos años hay que remontar otras obras de este pintor conservadas en Medina del Campo como el pequeño retablo en que actualmente se halla la Virgen de la Expectación, en la parroquia de Santiago (con cuatro Santos pintados en su banco); o el cuadro de la Aparición del Nazareno a San Juan de la Cruz, del convento de Padres Carmelitas descalzos.