En
el reinado de Isabel de Castilla nos encontramos con un grupo de brillantes
y sabias mujeres renacentistas, destacándose Beatriz Galindo,
quizá la humanista más conocida e importante en esta corte.
Nació en Salamanca, según la mayoría de las opiniones
hacia 1465. Sus progenitores eran hidalgos arruinados, pero esta situación
no les impidió sostener una numerosa prole de la que la pequeña
Beatriz fue designada para engrosar la vida del claustro conventual.
Con tal motivo comenzó a instruirse en la disciplina lingüística
del latín, a fín de entender mejor rezos, escrituras y
cánticos. Muy pronto destacó por su lúcida inteligencia,
lo que la permitió entrar en las aulas de la célebre universidad
salmantina, un lugar donde impartían clases magistrales reputados
intelectuales como Antonio de Nebrija, autor de la primera gramática
castellana y que, muy posiblemente, se convirtió en mentor de
la brillante joven. Mostró grandes dotes para el latín,
no sólo en la traducción y lectura de los textos clásicos,
sino que también era capaz, a los quince años, de hablar
con gran corrección en esta lengua. Su fama se extendió
primero por Salamanca y después por todo el reino y empezó
a ser conocida como «La Latina». Le atraía especialmente
Aristóteles. En 1486, cuando se estaba preparando para ingresar
en el convento como monja, la reina Isabel I de Castilla se fijó
en ella mientras buscaba preceptores para la educación de sus
hijos y solicitó que la joven se trasladase a la corte con el
propósito de formar parte de un selecto grupo de damas sabias
que asesoraba a la monarca católica en diferentes cuestiones
relacionadas con la cultura. La reina Isabel quiso completar una deficiente
formación en latín para desarrollar sus actividades diplomáticas
en igualdad de condiciones con su esposo, el rey Fernando, que sí
había sido educado en el dominio del latín en la corte
de su padre Juan II de Aragón. Beatriz, su maestra, tendría
apenas 16 años y era una joven de tez blanca y ojos oscuros y
expresivos. La llamada de la reina cambió su destino monacal
pues desde ese momento acompañaría a la reina, impartiendo
sus clases en palacio o en la tienda real, según las necesidades
de una corte de carácter itinerante que visitaba distintos reinos,
a veces en situaciones de asedio o de guerra. La reina tenía
en muy alta estima sus consejos y fue también maestra de las
infantas Isabel, Juana , María y Catalina.
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Beatriz
Balindo, La Latina
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En
diciembre de 1491 se casó, a instancias de los Reyes Católicos,
con el oficial de artillería Francisco Ramírez, un madrileño
entrado en madurez que había enviudado recientemente con cinco
hijos a su cargo. El Artillero, como así era llamado en los ambientes
palaciegos, era un hombre de confianza de los monarcas a los que había
servido en sus guerras contra Portugal y Granada. A su lado, Beatriz
compartió casi diez años de serena felicidad en los que
vinieron al mundo dos hijos: Fernán y Nuflo, si bien ella quiso
por igual a los vástagos aportados por su marido, el cual falleció
en 1501 combatiendo a los musulmanes rebeldes de Las Alpujarras. Beatriz
Galindo tenía 36 años cuando enviudó y desde entonces
alternó sus obligaciones junto a la reina con la fundación
de los conventos de la Concepción Franciscana y de la Concepción
Jerónima, en los que se impartían clases para mujeres
sin recursos, así como del llamado Hospital de los Pobres, conocido
después como hospital de La Latina. Se conserva abundante documentación
relativa a estas fundaciones donde se pone de manifiesto la contribución
de la reina a estas empresas, así como la prodigiosa capacidad
de administración y organización de Beatriz Galindo, que
se refleja hasta en los más pequeños detalles y que puede
observarse en las estrictas y solidarias normas de sus estatutos, desde
que sólo pudieran ser acogidos los pobres o que no abandonaran
la institución hasta tener un trabajo para no acabar en la mendicidad,
hasta hacer trasladar un matadero cercano para evitar malos olores a
sus acogidos. Beatriz, que había visto aumentada su hacienda,
gracias a las donaciones de la reina y a su propio trabajo, instituyó
dos mayorazgos en 1504, en beneficio de sus dos hijos. Estuvo junto
a la reina Isabel hasta su muerte en 1504 acompañándola
incluso en el duro y largo viaje desde Medina del Campo hasta Granada,
donde la soberana quiso ser enterrada. Desde la muerte de la reina,
se recluyó, en régimen de clausura mitigada, en el convento
de la Concepción Jerónima y, después, en el de
la Concepción Francisca, en los que vivió con gran austeridad,
entregada a sus fundaciones benéficas y al estudio. Tuvo que
vivir el dolor de que su primogénito, Fernán, le pusiera
un pleito por unas casas que consideraba que lesionaban su mayorazgo;
la intervención del rey Fernando amenazando mediante real cédula
con la ira regia si su ahijado persistía en su actitud, prueba
una vez más la estrecha relación de la corona con la que
había sido colaboradora de la reina.
No
vio con buenos ojos y criticó con dureza el segundo matrimonio
de Fernando el Católico con Germana de Foix, pero acudió
solícita al llamamiento del joven rey Carlos I, cuando le pidió
el mismo asesoramiento que en su día había dado a su abuela.
En sus años finales soportó con amargura la muerte de
sus hijos, quedando como único consuelo de su existencia las
obras de caridad y el amor de su nieta Beatriz. Se le atribuyen, aparte
del testamento, el estudio Notas y Comentarios sobre Aristóteles,
dos cartas en latín y algunos poemas, notables y conocidos en
su época, también en latín, pero excepto del primero,
no ha quedado constancia textual alguna. En el inventario de la biblioteca
de la reina hay una referencia sobre "un libro pequeño de
pergamino, escrito de mano en latín"; como trataba de Aristóteles
y era un manuscristo en latín, se ha apuntado que quizás
pudiera tratarse del citado estudio de Beatriz Galindo sobre el filósofo
griego que su autora habría regalado a la soberana.
En
noviembre de 1535, moría Beatriz Galindo en el convento de la
Concepción Francisca, donde residió casi los diez últimos
años de su vida, vigilando la educación que recibían
las jóvenes acogidas en su colegio. Está enterrada, por
su voluntad, en el coro bajo y no en el suntuoso sepulcro del Convento
de las Jerónimas, como se creyó durante siglos. Hoy en
día uno de los barrios más castizos de Madrid lleva su
popular y recordado sobrenombre.
Fuentes:
http://www.escritorasypensadoras.com/fichatecnica.php/259
http://www.elmundo.es/suplementos/magazine/2006/350/1149878809.html
http://es.wikipedia.org/wiki/Beatriz_Galindo