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15-12-14 - Los palos y las rondas se fusionan para llenar de música Medina del Campo.
Luis Falcón
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Actuación estelar de Algazara de Candeleda (Ávila) que puso el broche de oro./ Luis FALCÓN
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Los llamados Conciertos de la Escuela, en referencia al centro de música de Medina del Campo, dependiente del Ayuntamiento de la histórica ciudad, celebran su segunda edición –siempre superándose- de Músicas y Danzas de Castilla y León. De la mano de su director, Manuel Río, y los profesores y coordinadores Rafa Cubillo, Luis Alberto Jiménez ySantiago Manzano, más conocido como ‘El Archiperrero’ –todo bondad y colaboración desinteresada-, lograron llenar de ritmos de palos y alegres rondas en el Auditorio de Medina del Campo.
Al esconderse este sábado el hermoso crepúsculo y asomar sus primeras luces la noche de la meseta, lo mejor del paloteo y las rondas se fusionaron para llenar de música los espacios del Auditorio medinense. La música reinó en el espectro cultural de Medina. No quiere decir que no haya espectáculos top en el resto del tiempo. Sin embargo, los conciertos de músicas y danzas tradicionales llenaron los escenarios este fin de semana en un maremágnum de grupos espectacular.
Grupo de Paloteo de Bernardos (Segovia)
Todo comenzó con el Grupo de Paloteos de Bernardos, que llegaban de Segovia, con sus ritmos a golpe de palos y trenzados casi imposibles. Estos grupos se formaban tradicionalmente en el municipio en cada una de las romerías de la subida de la Virgen del Castillo a su ermita, que a partir de la Guerra Civil tiene lugar cada 10 años en los años acabados en cero. Unas danzas, al igual que en el resto de Castilla y León así como en la zona fronteriza –hablamos del ‘planalto’ mirandés –Miranda do Douro-, que en sus inicios sólo ejecutaban hombres y, además, tradicionalmente lo hacían los quintos. Danzas que se solían realizar en todas las celebraciones y romerías religiosas entre las que destaca el Corpus Christi –aquí también se unifican celebraciones con un solo tronco ibérico-.
Las coreografías de los paloteos –también como en Portugal- las realizan ocho –oito- danzantes y se dividen en cinco partes llamadas calles al ritmo de melodías de danzas antiguas, cánticos religiosos o romances, de las cuales en muchas de ellas se conoce la letra, y en las otras ya no se distingue si es que no la tenían o con el paso del tiempo se ha perdido. Dichas melodías son interpretadas por la dulzaina y el tamboril o caja. Pero en el caso de Bernardos el ritmo del tamboril lo marcan los palos al ser entrechocados unos con otros.
Llama la atención que entre los danzantes haya un personaje llamado La Zorra o El Zorra ataviado con traje de colores vivos y muy llamativos. Es un integrante más del grupo, con una vara de mando compuesta por un palo y en su punta una zambomba, con la cual su función era la de castigar a base de zambombazos a los danzantes que se equivocaban, aparte de molestarles y estar entrelazado con ellos. Pero la función fundamental de La Zorra es la de proteger al grupo, es decir, que los espectadores no se acerquen demasiado a los danzantes. Otra de las funciones de El Zorra, es la de sustituir a cualquiera de los danzantes en cualquier momento de necesidad. Llevando siempre palos de repuesto por posibles roturas.
Un grupo que fue muy del gusto del público –que llenaba el Auditorio- por su maestría, ritmo frenético y calles imposibles, además de una música agradable de la tradición más genuina segoviana.
Nuevas Raíces, el paloteo de Torrelobatón (Valladolid)
El paloteo ha dejado de ser cosa sólo de hombres en Torrelobatón, localidad vallisoletana en la que unas cuantas mujeres han conseguido poner en marcha un grupo de esta danza tradicional. Esas danzantes, de blanco impoluto, fueron las que también encandilaron al público medinense. Nuevas Raíces es el grupo de paloteo y de jotas integrado por unas trece mujeres en la que durante décadas solo los hombres practicaban esta danza. La puesta en marcha del grupo de chicas ha servido para recuperar el uso de complementos como las alpargatas, que calzan las danzantes. Aunque la motivación inicial era el paloteo, el grupo ha ido ampliado su repertorio también con jotas castellanas, con lo que actualmente ofrece más variedad en sus actuaciones. Tal como dejaron entrever en la ejecución de su último tema, a ritmo de jota y acompañamiento de castañuelas.
Sí dejaron patente este grupo de chicas –y mujeres- que cada paloteo tiene su ‘cosilla’, porque aunque parece que son iguales, incluso en el nombre de los lazos o tipos de danza, cada uno tiene su movimiento, su ritmo o su letra en cada pueblo, aunque el nombre sea igual al de otro lugar. El origen de las danzas con palos –hablamos concretamente de Torrelobatón- se remonta en los tiempos hasta ritos paganos, guerreros o relacionados con las cosechas, cristianizados posteriormente en fiestas como las del Corpus Christi, el patrón o la Virgen protectora de cada pueblo.
Algazara de Candeleda (Ávila) pone el broche de oro
Alegría, ritmo, emoción, conjunción y buen hacer fue el mejor broche de oro que se podía esperar para cerrar el festival de este 2014 que ya fenece. El grupo de folklore Algazara de Candeleda (Ávila) entusiasmaron a los presentes con esas melodías conocidas, pegadizas y alegres, muy alegres. Rondas y alboradas, jotas y, cómo no en esta fechas, villancicos con su gran zambomba… Cachis el utensilio para humedecer la mano.
Algazara –con catorce integrantes, nueve hombres y cinco mujeres- trajo música tradicional fusionada de ritmos manchegos y también de La Vera, están en la falda de Gredos –hablamos de Cáceres-, porque Candeleda –como mi pueblo, Villarino- es vértice de tres provincias. Catorce integrantes que tocan los más diversos instrumentos –todos tradicionales, qué suerte encontrar un grupo del nuevo folk que no haga uso de la electricidad, aunque Algazara es la formación clásica, de aquellos primeros años del Mester, Pequeña Compañía o el mismo Jarcha, salvando tiempos y distancias-. Guitarras, laudes, bandurrias, zambombas, almireces, morteros, el inconfundible caldero –muchos calderos grandes y menos grandes-, botellas de anís, cántaros… y de por medio, el baile de una jota con los mantones de Manila aleteando en el aire… Y, como colofón, la ronda. Y qué ronda… pues eso, que a mi gusta el pipiripipí.
De la bota empinar. Y comer con el agasajo de amistad y cobijo por parte de Santiago Manzano y su cuñado en las afueras de Medina del Campo, allá por la ermita de San Roque. Una cena entrañable, de amigos, donde desde la familia Pascual, la Beato de Toro, Juanjo de Alquitara, o Melchor de las Eras, el de San Frontis, el fotógrafo y artista con quien el viajero mantuvo una amena charla de la ciudad de Doña Urraca, y, cómo no, los amigos del grupo de Candeleda, dieron buena cuenta de la música y el baile, del asado y el vino, del café de puchero y la hospitalidad de Manzano… Y las cenas de Navidad en Nava, cachis!
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