En ella San Juan aparece arrodillado ante un Nazareno de medio cuerpo y entre ellos se entabla un diálogo místico, reproducido en filacterias, en el que Jesús le pregunta “QUID VIS P[RO] LABORIB[US] TUIS, IOANES,” (“Juan qué quieres por lo que has hecho por mí”, en inscripción retrógrada), a lo que es respondido “D[OMI]NE, PATI PRO TE ET CO[N]TEMNI” (“Señor, padecer y ser menospreciado por Vos”). Bajo la mesa de altar, hay dos libros en los que leemos las inscripciones “IUSTITIAE CARMELO JSA.32” y “CARMINA IN NOCE JO6.35”, sobre los que asoman unos lirios, símbolo de la pureza. En el cuadro que nos ocupa, aparece otra escena en un segundo plano en la que un personaje arrodillado –se identifica como Francisco de Yepes, hermano del Santo-, recibe el escapulario de manos de la Virgen del Carmen. La escena principal sigue fielmente una estampa de Antoine Wierix fechada en 1591, repetida en numerosas ocasiones, de manera especial en las portadas de las obras del santo (como en la de Madrid de 1649, con grabado de Diego de Astor). En versiones posteriores, como en la de la estampa de Pieter de Jode, de 1628, Jesús aparece ya crucificado en vez de cargando con la cruz camino del Calvario.
Respecto a la autoría del lienzo, años atrás planteamos la atribución de esta obra a Francisco Martínez (ARIAS, HERNÁNDEZ y SÁNCHEZ, Catálogo Monumental de Medina del Campo, 2004, p.203), artista perteneciente a la escuela vallisoletana del siglo XVII que se forma en el taller de su padre, el reconocido pintor Gregorio Martínez. Su estancia en Medina del Campo está documentada durante la década de 1620 (aquí morirá en 1626), trabajando tanto como pintor como policromador de retablos al frente de un acreditado taller. Sus composiciones pictóricas, de buen trazo aunque de tonalidades frías y planas, podemos admirarlas en esta obra de grandes dimensiones y, además, en cuatro lienzos dedicados a la infancia de Jesús realizadas originariamente para el retablo mayor la capilla de las Angustias de la Colegiata (actualmente en los laterales), o en otros cuatro pequeños lienzos dedicados a santos que se hallan en el banco del retablo de la Virgen de la Expectación, en la parroquia de Santiago.
Es interesante recordar, por último, que la aparición del Nazareno y el consiguiente diálogo milagroso con un personaje del santoral, en el que se alude a la frase evangélica “El que quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame” (Mt. 16,24; Mc. 8,34, y Lc. 9,23), no es exclusiva del santo carmelita ya que al otro gran santo fundador de la época, San Ignacio, también se le aparece el Nazareno en la capilla de la Storta, llegando a ser considerada esta visión sobrenatural por algunos autores como el “bautismo” de la Compañía.