Cuando Luis Gil, promotor de estas jornadas sobre la Trashumancia y el Comercio de la Lana, me invitó a participar en su tercera edición, regresaron a mi memoria recuerdos que hace tiempo fueron muy gratas vivencias acerca de un acontecimiento económico, social y cultural de un interés e importancia fundamentales para la historia -o al menos para la intrahistoria unamuniana- de Castilla y de nuestra Villa, Medina del Campo.
Lo que me atrajo, en un principio de la trashumancia, de su entorno y circunstancias, fue su lógica y natural connotación con la cultura tradicional y de ella con su folklore y sus diversas expresiones el vivir y el saber populares: la tradición a través de las costumbres, la música, la poesía, usos artesanales, ritos y fiestas y otras asignaturas de esta índole. (Lo digo entre comillas) ignoradas o marginadas en libros, publicaciones y otros medios escritos y hablados, (salvo puntuales y excelentes excepciones destinadas a la Universidad o a esa minoría que se inventó Juan Ramón), de lo que pudiéramos llamar cultura convencional, tantas veces, tantas, municipal y espesa, en la palabra de Rubén Darío.
A través de breves reseñas y notas de prensa o algunas imágenes en la televisión, todas ellas muy escasas y esporádicas, tratadas, la mayoría, como un mínimo suceso, raro y exótico, promovido por un grupo de añorantes carcas, supe que personas en soledad, o agrupadas en alguna asociación, trataban, en lucha incansable contra los elementos, por mantener viva la memoria y la actualidad de la trashumancia y sus reflejos colaterales, junto a los restos de un histórico y excepcional legado, oculto u olvidado, como decía antes, o en todo caso, prácticamente desconocido para la mayoría de nuestros convecinos contemporáneos. Algunas de esas personas, de esos románticos, están hoy aquí, con nosotros: Consuelo Escribano, etnógrafa; Jesús Garzón, presidente de la Asociación "Trashumancia y la Naturaleza"; Loli Tejero, promotora y directora el gran museo etnográfico "Santa Eufemia" de la Zarza, Valladolid.
Hablo de unas personas (por supuesto, también hay otras) inmersas de corazón y vocación en esta tarea, siendo una de las más arduas y difíciles la de sacar a la luz las cañadas, cordeles, veredas, ramales, es decir, las vías pecuarias con sus abrevaderos y descansaderos, que fueron tránsito, durante siglos, de reatas de ganado, sobre todo rebaños de ovejas y sus correspondientes guías y valedores, los pastores, origen de una fuente de extraordinario poder y riqueza para Castilla, dirigida y amparada por el Honrado Concejo de la Mesta, que en tiempos de su máximo esplendor llegó a tener más de tres millones y medio de cabezas de ganado: vías pecuarias que, con el tiempo, fueron absorbidas y secuestradas por una agricultura cada vez más incontrolada y apabullante.
En el recuerdo más vivo tengo la llegada a Medina, hace ya muchos años, por la cañada de Extremadura hasta la Plaza de San Agustín (uno de los más antiguos descansaderos de esta ruta trashumante) de un rebaño de más de tres mil ovejas, acompañado de su correspondiente cortejo de pastores, perros, caballerías, además de la impedimenta e intendencia necesaria para tan largo y duro viaje.
De madrugada fui a despedir al último rebaño que descansó a Medina... La del alba sería cuando partió entre una sinfonía de balidos, tintineo de esquilas y cencerros, voces de pastores, ladridos de perros, relinchos de jumentos y otros sonidos, vibraciones, acordes y tonos que a mí me parecieron música celestial.
En el estudio de la primera emisora de Televisión de Castilla y León que se instaló en Valladolid, realizamos una serie de grabaciones sobre la cultura tradicional de Castilla y león, que el canal emitió en trece programas de una hora de duración cada uno (1980 -81). En "La Corrobra", que así titulamos el programa, estuvieron, junto al maestro Joaquín Díaz, mis compadres de "Candeal", Toño Félix, Antonio Sánchez del Barrio: hoy Cronista Oficial de la Villa de Medina el Campo y director del Museo de las Ferias; profesores de Etnografía de la Universidad y otros expertos, amigos y amantes del asunto que nos ocupa.
Por el programa desfilaron numerosos personajes que seguían viviendo en su lugar de origen: el llano a la montaña, el cereal y el majuelo, el aprisco o el huerto, apartados del mundanal ruido, como quiso vivir el poeta. Conservaban y guardaban buena parte de su cultura, un extraordinario legado que mantenían y expresaban con emocionante sinceridad, gracia y encanto, porque en sus venas fluía la cultura en la sangre, como descubrió García Lorca.
Entre esos personajes, que habían ejercido los más diversos oficios, (o los seguían ejerciendo): en el campo, el taller, la fragua, la alfarería, el tejar, la taberna, la sacristía..., tuvimos con nosotros a pastores de la trashumancia que nos trajeron junto a sus rabeles, gaitas y tamboriles, panderos zambombas y caramillos, vistosas ropas, prendas y chambergos de trabajo y fiesta con la hermosa tradición oral de romances de lobos y corderas, coplas, cuentos y leyendas, y otros relatos de los que había vivido, escuchando y aprendiendo de sus antepasados en el oficio.
Con Celestino, un pastos que en aquel tiempo vivía en Toro, convivimos, en la cocina bajo de su casa, veladas mágicas que entre relatos, historias, anécdotas romances y cantares, acompañados de la gaita y el tamboril, tragos de la bota y tientos de la olla, nos tenía suspenso el corazón y la cabeza hasta las claritas del día.
Contaba Celestino, por ejemplo, que cuando el rebaño transitaba por las callejuelas más estrechas de una aldea o un pueblo, tan apretado por lo numeroso que rozaba tapias y casas del lugar por donde pasaba, los vecinos ocultos tras las puertas de doble hoja, provistos de un gancho, a manera de garfio pirata, engendraban a la oveja más próxima, a la que introducían, en un abrir y cerrar de ojos, dentro de la casa, aunque pastores, zagales y perros, ya sobre aviso, trataban de impedirlo a toda costa. Pienso que más que una acción delictiva era de pura necesidad la supervivencia.
Dada mi propensión a la belleza de la lengua castellana, en un contrato de esquileo leí esta breve jota literaria-contractual: el esquileo debe ser hecho "en día claro", al sol salido, y el corral barrido, no regado"... A la memoria me vino, entonces, tanta redacción ágrafa, ilegible e inteligible, de muchos "escritos" que eructan administraciones, instituciones, escribas y escribanos como los de aquel contrato que parodió el genial Groucho Marx: La primera parte contratante, de la segunda parte contratante... "etc., etc. Y qué decir de lo que se entiende por lo puramente folklore: música de rabeles, flautas, gaita y tamboril, zambombas, panderos y tejoletas y otros muchos instrumentos arrancados a los aperos de labranza, pastoreo y otros trabajos, del taller a la fragua, utensilios o cacharros domésticos, pieles, vísceras, huesos y otras protuberancias de animales, acompañantes de romances, coplas y canteras, de una belleza épica y lírica inigualable, y que henos recordado anteriormente:
Para hablarnos de otros aspectos, transcendentes y fundamentales, de la trashumancia y el comercio de la lana contamos, aquí y ahora, con personalidades estudiosas, investigadoras y expertas en la materia, de las que ya hemos hecho referencia anteriormente. Yo apenas tengo algo que decir, a no ser la noticia muy superficial por mi parte, de la vinculación de Segovia y Medina sobe ese comercio de la lana: Segovia la gran suministradora de la materia prima y Medina el enorme y célebre mercado del que salía la lana para diversos lugares de España, Europa y América. Y como anécdota: hace unos años, visitando ese precioso rincón segoviano donde se alza el Santuario de Nuestra Señora de la Fuencisla, en la parte superior de la espléndida reja situada en la cabecera del templo, podía leerse esta inscripción: "Dórose esta reja a expensas del gremio de cardar y apartar la lana. 1764.
Seguramente en este templo, como en otros lugares de pastoreo y trashumancia se celebraba, en la Misa del Gallo de Nochebuena, la Representación de la Pastorada o Corderada, la ofrenda de la cordera al Niño de Belén, en la que los pastores interpretaban su propio papel dentro de la dramatización popular.
Antes de acabar creo que es el momento de hacerme una pregunta, como la que se hizo Jorge Manrique cuando murió su padre:
¿Qué hizo aquel trovador las músicas acordadas que traían?
Mi pregunta es: ¿Qué fue y qué queda de aquella gloriosa trashumancia, de sus vías pecuarias, de aquel mercado de lana? ¿Cuál es tu actualidad? ¿Cuál será su futuro?
Termino este sincero y humilde testimonio de enamorado, agradecido y emocionado espectador de una labor que unas personas, en soledad o en grupos de tan hermosa ilusión e inquietudes comunes, están llevando a cabo por reivindicar y divulgar unos hechos históricos, económicos, sociales y culturales entroncados en la Trashumancia y el Comercio de la Lana.
Con un cordial abrazo
Firmado: Mariano García Pásaro