CONOCERÉIS LA VERDAD
11480 - Los Reyes Católicos promulgan la primera ley reguladora del libro impreso. Por ella queda libre del pago de todo tipo de tributos la introducción en España de libros extranjeros. Tal era el interés de los Reyes por la propagación de la cultura y, a la vez, favoreció la civilización en las tierras descubiertas.
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Cuando la religiosidad abandona la senda de la razón, y se deja llevar por un miedo incontrolado, se convierte en superstición, fanatismo, profetismo... y violencia. En favor de la razón, los tribunales de la Inquisición investigaron a los charlatanes-brujos, fantasmagóricos adivinos… Y como no se estudia un elefante con los ojos vendados ni se defiende de la pantera, el ciego…
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Los hombres de la Iglesia son, desde siglos, custodios y favorecedores del ‘Patrimonio artístico como historia de la humanidad’.
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La Casa de Medina-Sidonia está considerada la más importante de España por ser el primer ducado hereditario que se concedió, en el año 1445. La residencia principal de este ducado, que conserva un importante archivo, está situada en Sanlúcar de Barrameda (Cádiz).
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¡COMUNISMO!: El Gobierno del régimen comunista de Rumania saqueó, quemó, robo y destruyo millares de ‘todo tipo de obras de arte del milenario patrimonio cultural del país’, incluyendo soberbias obras del arte religioso pertenecientes a la Iglesia ortodoxa rumana, patrimonio de la historia de la humanidad. También el déspota régimen nacional-socialista comunista, confiscó en 1948 ciertos cuadros para exponerlos en el Museo Nacional de Bucarest. Entre ellos se cuentan piezas excepcionales como «La Crucifixión», de Antonello da Messina; «San Jerónimo», de Lorenzzo Lotto; dos retratos de «Donadores», de Hans Memling; «El hombre del gorro azul», de Jan van Eyck, y «La matanza de los inocentes», de Brueghel «el Viejo».
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HISTORIA - para adentrarse en la época de la gran gesta hispanica [1492 - 1592] y analizar la magnitud del descubrimiento, es necesario penetrarlo estudiando el contexto histórico; solo así podremos llegar a un discernimiento moderado y con el sentimiento sano del deber o de una conciencia objetiva. Con este objetivo presentamos tantos temas y acontecimientos -aparentemente- en discontinuidad.
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Mosaicos en Volubilis (Mauritania Tingitana) |
La historia de la España africana se remonta cuando menos a tiempos del gran Imperio Romano, cuando en el año 69 d.C. el emperador Otón agregó la provincia imperial de la Mauritania Tingitana, que tenía su capital en Tánger (Tingis), a la provincia Bética de la Hispania Ulterior y al convento jurídico de Cádiz, llamándola Hispania Transfretana (más allá del fretum -estrecho-).
Tras la desaparición del poder romano (430), la Mauritania Tingitana siguió formando parte de Hispania, con la Monarquía hispano-goda, hasta la invasión agarena.
Es comprensible por tanto, que la posterior Reconquista no sólo se dirigiera a recuperar la España peninsular, sino también la provincia hispánica de la Tingitania como muestra, por ejemplo, el Testamento de Isabel la Católica.
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Se escuchan voces que se auto-llaman ‘progresistas’ y piden que se olvide lo que Colón logró hacer porque a esta conquista le siguieron las acciones feroces de algunos conquistadores; como siempre, los hombres son capaces de lo mejor y lo peor. No puede negarse y es verdad que algunos comportamientos fueron deplorables, pero tampoco puede negarse la grandeza de la Roma antigua y la necesidad que tenemos de la Grecia clásica. La espléndida aventura de Colón tuvo su saldo altamente positivo: rompió una lanza en favor de nuestra autoestima. Ya está bien de que nos flagelemos y de que siempre tengamos que pedir perdón. Podemos avergonzarnos de algunos excesos-comportamientos de la justicia de la Inquisición como de la Justicia de nuestros días y en todos los países del mundo, pero no de lo que logró Colón. La acertada y gran aventura de Cristóbal Colón enciende luces y alarga sombras: Colón fue un magnífico navegante y un pésimo gobernante, pero ahí estaba la Reina Isabel para frenar sus intentos de sometimientos exagerados o esclavitud. Fue la gran Reina Isabel la Católica su protectora al cien por cien. Colón es el primer navegante que se atreve a penetrar en el mar ignoto, en el mar Tenebroso para alcanzar las Indias Orientales, que resultan ser las tierras del Nuevo Continente. Esa es la magnífica aventura de Colón de la que nadie puede negar y enorgullece el coraje de las generaciones futuras, hace suntuoso el anhelo de descubrir respetando la vida. Como decía Séneca: ««No se descubrirá nunca nada, si se considera satisfecho de lo ya descubierto».
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VIAJE A ISABEL LA CATÓLICA - PARTE 2º
Dejas atrás Arévalo. Monotonía en verde hasta Madrigal de las Altas Torres. De las murallas que rodeaban la villa en el siglo XI quedan muñones y algún torreón. Posiblemente por tener esta doble condición de seguridad y accesibilidad, Juan II la eligió como sede de la Corte. Los cartelitos, que anuncian la exposición sobre Isabel la Católica, te llevan a un gran escenario posiblemente idéntico al histórico en el que se levanta el palacio -luego convento de Agustinas- en donde nació la Reina Isabel. Para acceder a él hay que atravesar un pequeño patio triangular, de ladrillo y tapial, con balconcillos de madera, muy al estilo de las casas de buena labranza. Me intriga una especie de palomar que hay sobre el tejado y desde el que mirarían hacia el exterior reyes y abadesas. Porque hacia el interior la vida se organiza en torno a un claustro que parece negarse a sí mismo, de generoso y abierto que es. Aquí balbucea el Renacimiento entre formas mudéjares. La exposición comienza en la planta baja pero yo tengo una cierta ansiedad por ver el lugar en el que nació la Reina. La escalera regia está cubierta por una techumbre que te lleva los ojos. «Maestros de armar en lo blanco» llamaban a los carpinteros especializados en estos artesonados. En el piso superior del claustro se mantienen los suelos de ladrillo de barro, que pasan a ser ya baldosa en la que fue habitación de los reyes y que se prolonga con una alcoba de seis metros cuadrados. Aquí nació Isabel. Los diseñadores de la exposición han tenido el acierto de dejar como protagonista el mero y brevísimo espacio. Tan sólo rompe su desnudez -o quizá la realza- un retrato de la Reina, obra de un anónimo flamenco.
Ahora ya me detengo en la alacena y la arqueta mudéjares, en los objetos nazaríes, en los platos de Manises y Triana y en la Piedad procedente de Baviera, testimonio de la conexión que hubo entre la imaginería alemana y la castellana. Al salir, una de las catorce monjas que forman la comunidad me dice con orgullo que las agustinas llevan aquí desde 1531. Hago referencia a Ana de Espinosa y se ruboriza. Ésta era la hermana que le hacía a Fray Luis de León unos polvos que le venían muy bien para sus «melancolías y males del corazón», de los que siempre estuvo muy necesitado pero sobre todo en sus tiempos de cárcel.
Continúo a Medina del Campo, donde murió la Reina. Ahora la llamada es interrumpida por pinares, más frecuentes a medida que te acercas a la ciudad. Aquí, donde murió la Reina, la segunda parte de la exposición está dedicada a la caballería y a la devoción. Sobresalen Gil de Siloé y Alejo de Vahia, pero yo voy a quedarme con una pieza anónima: la cabeza, en mármol, de un paje de la época en la que el desconocido autor quiso representar sin duda el espíritu del Renacimiento y las aspiraciones de una sociedad que soñaba, como su Reina, con un Estado y con unos horizontes que ni siquiera habrían podido imaginar Juan II e Isabel de Portugal desde el palomar de Madrigal de las Altas Torres.
Otro día tendré que ir a Valladolid para ver «los esplendores artísticos» de la corte castellana, tercera parte de la exposición. Tengo la seguridad de que echará por tierra las tesis de autores como Corominas sobre la incapacidad de Castilla para la riqueza. Creo que han sido no castellanos los que más han contribuido a levantar falsos esencialismos sobre Castilla y sobre Isabel la Católica. Agradecemos al autor - César Alonso de los Ríos - ´ABC´ 18. IV. MMIV.
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Miniatura de los Reyes Católicos. Biblioteca del Colegio de Santa Cruz, Valladolid. |
Isabel la Católica
Madrigal de las Altas Torres 1441 - Medina del Campo 1504
Reina vencedora, mujer derrotada (I) y (II)
Como es bien sabido, la Iglesia católica instruyó un proceso para la beatificación y canonización de Isabel I (...). Un proceso de canonización consta de varias fases y se busca un fin: que no haya errores en la elección del individuo que ha de servir de modelo para los demás católicos.
(...) Curiosamente se pretendía canonizar a una sierva de Dios que ni había tenido experiencias místicas, ni había obrado milagros. La carencia la supliría por un sin fin de virtudes morales (que se ven más adelante. O por una profunda e indubitativa fe ya puesta de manifiesto por sus más cercanos colaboradores (Marineo Sículo la representa orando y gobernando sin cesar; el viajero alemán Münzer en su Itinerarium Hispanicum de 1494-1495 es quien nos informa de que ella hablaba de Guadalupe como de «su paraíso»).
Tres han sido las causas de carácter histórico esgrimidas para explicar el porqué del retraso de la puesta en marcha del proceso de beatificación de Isabel, teniendo en cuenta que siempre ha sido tenida por santa... o casi. En primer lugar, se ha pensado que el paso de una dinastía a otra pudo haber generado una especie de desinterés en la excesiva exaltación de los predecesores, no fuera a hacerles sombra, «la vinculación entre unos reyes nuevos y reyes antiguos era muy distendida». En segundo lugar, nunca se pudo realizar el ingente esfuerzo de acopiar toda la documentación generada por la sierva de Dios y, en tercer lugar, problemas de relación con la Santa Sede.
Es natural que un proceso se incoe al poco de morir el señalado. En este caso no se hizo, argüían los peritos históricos, porque la Reina había tocado resortes de política interior y exterior y su actuación requería el sedimento «de dos generaciones, por lo menos». En cualquier caso, hasta el siglo XIX no se empezará a movilizar una parte del mundo católico en pro de la canonización de la Reina.
En 1957, el arzobispo de Valladolid García Goldáraz hizo las primeras pesquisas por ver si tendrá sentido poner en marcha la causa(...), a lo que se le contestó positivamente desde Roma.
(...) Durante doce años (se empezó en 1958) se estuvo trabajando buscando informaciones de lo más variado sobre la candidata y el saldo final fue de veintisiete volúmenes de documentos y una larga lista de publicaciones y de científicos consolidados a raíz de este proyecto. (...) En los archivos de Simancas, Corona de Aragón, Histórico Nacional, General de las Indias, Palacio Real, El Escorial, Secreto Vaticano, algunos municipales y otros particulares nobiliarios se examinaron todos los decretos de gobierno y de justicia firmados por Isabel o por los diarcas. Asimismo se vaciaron los fondos de las secciones relativas a las relaciones diplomáticas y en especial a las relaciones con el Papado. No dejaron de lado el análisis de la documentación de la casa real o de la «economía doméstica» de Isabel: contadurías, casas reales, sitios reales y libros de limosna regios. Se analizaron bulas y dispensas, reacciones políticas a tal o cual acontecimiento y cuanta documentación se pueda imaginar. (...) Con fecha de 3 de julio de 1970 la Congregatio pro causis sanctorum autorizó a que empezasen los trabajos preparatorios. El 26 de noviembre de 1971 se constituyó el Tribunal de Valladolid y se inició el proceso que se clausuró el 15 de noviembre de 1972 haciéndose entrega en el palacio episcopal de la capital castellana del Instrumento de clausura del «Proceso Ordinario» en estuche de cuero, sellado y lacrado, así como otros once paquetes con la ingente masa documental a don Vicente Rodríguez Valencia para que lo llevara a Roma y lo presentara todo ante la Congregatio pro causis sanctorum.
(...) El 18 de noviembre de 1972 se presentó la documentación en Roma y dos días más tarde tuvo lugar la apertura canónica del proceso, aprobándose
¿Cuáles son los criterios seguidos para que toda esta ingente, sobrehumana tarea tenga los resultados necesitados? Veamos los «Rasgos biográficos de la Sierva de Dios» que se describían en esta Positio. En las páginas dedicadas a sus primeros años, se deja claro que tiene una dirección espiritual encomendada primero a fray Llorente del Convento, franciscano, y a fray Martín de Córdoba. Igualmente, que rehúsa vivir en la corte segoviana «porque le resultaba peligrosa para su alma». Isabel, igualmente aceptó no derrocar a su hermano tras la muerte de Alfonso «porque Enrique IV es el Rey legítimo», por lo que se acordó el Pacto de Guisando en el que Enrique IV reconoció no tener sucesión legítima porque Juana era hija de la Reina, «no suya», o porque el matrimonio con doña Juana de Portugal era nulo por falta de dispensa pontificia. Por su parte, Isabel en 1469, «previa dispensa pontificia», contrae matrimonio con Fernando «echando las bases de la unidad de España» (como se vería tras su muerte y el caos en que acabó su reinado). Y siguen las afirmaciones: «El matrimonio fue muy afortunado en sus empresas». De él nacieron cuatro hijas y un hijo». El análisis textual me hace dudar sobre qué quiere decir la primera de las frases, en especial qué son las empresas de un matrimonio y cuáles fueron las de éste en concreto, si sólo tener cinco hijos, o los enfermizos celos que se acallan de momento.
Entre las virtudes de la Reina estarían las de haberse asesorado de Talavera y Cisneros. 05.2002. ‘ABC’
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Luego vino la guerra civil en la que intervino Alfonso V tras casarse con Juana la Beltraneja (en la Positio se habla siempre de «la Beltraneja» y en este caso no sé si tiene mala intención el que la citen, predisponiendo al lector contra el Rey, casado con una mujer hija adulterina). Isabel actuó con los vencidos «con regia generosidad y caridad ejemplar».
Luego vino la guerra civil en la que intervino Alfonso V tras casarse con Juana la Beltraneja (en la Positio se habla siempre de «la Beltraneja» y en este caso no sé si tiene mala intención el que la citen, predisponiendo al lector contra el Rey, casado con una mujer hija adulterina). Isabel actuó con los vencidos «con regia generosidad y caridad cristiana ejemplar».
Llegó la reorganización del reino. Una frase me ha llamado la atención (...): el reino, se afirma, fue «dejado en un estado lastimoso por su hermanastro el impotente». Creo que «el impotente» no fue el único culpable de las guerras civiles de Castilla. Creo, que, según tengo entendido, hubo algunos más.
Entre las virtudes, la convocatoria de todos sus vasallos. Así, en primer lugar, la constitución en 1478 de la congregación del clero, que sirvió «para echar las bases de una amplísima reforma eclesiástica del clero». En las Cortes de Toledo de 1480 se reunió a nobles y pueblo. De ambas asambleas hubo un resultado general, «el inmenso ascendiente que se conquistó la Reina viniendo a ser moralmente Reina absoluta».
Por otro lado, luchó denodadamente por la reforma del clero, una reforma necesaria que ella encauzó con unas premisas esenciales: por medio del derecho de «suplicación» (que no era ?dicen? de patronato regio) o de intervención en la designación de los obispos que «debían ser santos, letrados y residentes». Para evitar el absentismo de las sedes, debían ser «nacionales». Así logró reformar el clero, los institutos religiosos y las costumbres públicas. Su acción de gobierno en materia religiosa es aplaudida, porque lo hizo casi todo un siglo antes que el Concilio de Trento y «con ello preservó a España de las guerras religiosas que ensangrentaron a Europa y preparó a la Iglesia para la evangelización de América».
Lo que no tiene desperdicio es la interpretación de la implantación de la Inquisición en Castilla (1478), lo cual se hizo «por deseo insistente de Sixto IV (...) para conjurar el peligro de los falsos conversos judaizantes». Y continúa la exculpación: con la Inquisición se estaba ventilando «el ser o no ser del catolicismo en España». Sin embargo, algo inmoral debió de haber en esta institución cuando se asevera, ¿de manera exculpatoria?, que trató de hacerla innecesaria con una intensa campaña misional reteniendo entre tanto la Bula (fundacional) por casi dos años». El tema queda expuesto en cuatro renglones.
Lo que no tiene desperdicio es la interpretación de la implantación de la Inquisición en Castilla (1478), lo cual se hizo «por deseo insistente de Sixto IV (...) para conjurar el peligro de los falsos conversos judaizantes». Y continúa la exculpación: con la Inquisición se estaba ventilando «el ser o no ser del catolicismo en España». Sin embargo, algo inmoral debió de haber en esta institución cuando se asevera, ¿de manera exculpatoria?, que trató de hacerla innecesaria con una intensa campaña misional reteniendo entre tanto la Bula (fundacional) por casi dos años». El tema queda expuesto en cuatro renglones.
Con respecto a la reconquista de Granada, llama la atención cierto infantilismo: empeñó las joyas y al no haber dinero circulante, la Reina «se inventó el resguardo de papel (el billete de banco)». (¡qué dirían de esa afirmación los grandes hombres de negocios italianos, flamencos o alemanes!); y como quiera que ella proveía y abastecía su hospital ambulante anticipó «en siglos a la Cruz Roja» (!). Igualmente como Fernando solía estar en el frente y ella en retaguardia ocupándose del avituallamiento de los ejércitos, «creó la intendencia militar»
(...) Gracias al patronato real (1486) lograron, se afirma de manera poco verdadera, que «en los primeros años del siglo XVI ya no había infieles en el Reino». ¿De verdad que en los primeros años del siglo XVI ya no había infieles? Entonces, ¿qué ocurrió después: una nueva invasión? Porque tal vez don Juan de Austria tras lo de Lepanto luchó en las Alpujarras contra molinos de viento, en vez de contra musulmanes; o los protagonistas de la deportación de 1571 fueron sombras inánimes; o la expulsión de 1609 se hizo con maniquíes. No, la verdad es otra: en los primeros años del XVI y del XVII en España había musulmanes. Aunque fueran apóstatas o descendientes de apóstatas. (...)
En ocho líneas queda reflejada la opinión de la Positio sobre la expulsión de los judíos: «Les retiran el permiso de estar en sus Reinos» (¡como si no fueran suyos también¡) por una causa que era su «ley constitucional»: la de «salvar la fe católica». Con estas palabras se sintetiza el carácter de la presencia judaica en España: faltaban «pertinazmente al pacto de tolerancia» (...) y eso que habían sido beneficiarios de una «situación privilegiada» incluso en la misma Corte, en la que había judíos «de gran valor». Con esos vaivenes de exaltación y exposición de sus traiciones, no hay otra salida para la conclusión general: «La medida era la más humana y benévola (...)» y la ejecución del decreto «se hizo de la forma más justa que se podía desear».
Por su parte y con respecto al descubrimiento de América, se parte del principio de que «el Gran Kan deseaba y estaba esperando misioneros cristianos» (!). Con esa idea inicial es de suponer que quien mandara allá misioneros sería moralmente laudable. ¿Quién si no la sierva de Dios? Pero es que resulta que obró contra corriente: nadie creía en la posibilidad del viaje que proponía Colón excepto ella, que «queda impresionada y acoge benignamente a Colón». El fin último ?como se demuestra por los más de cien documentos que hacen alusión a ello? era el de llevar allá la fe católica. Así que dejó puestas las bases de la evengelización y nuevas concepciones sobre los indios americanos; «se preocupa maternalmente de sus nuevos súbditos, a quienes llama sus hijos». Como resultado de sus intereses, la mitad del catolicismo actual está en las Américas.
(...) Capítulo especial merecen las alusiones a su papel como esposa y madre. «Amó a su esposo apasionadamente». Ella fue superior a él en ingenio y dotes de gobierno, pero hacía «que el mérito se atribuyese a él». Era celosa sí, pero cuando alguna dama se acercaba al Rey más de lo necesario, «procuraba apartarla del modo más delicado y ventajoso para ella». Se dan por hechos ?no hay manera de negarlos, claro? los devaneos amorosos del Rey, «cubrió sus infidelidades hasta el punto de no saberse de reacción alguna por ellas (!), aunque tampoco toleró que los vástagos de Fernando arrollaran por doquier. Asimismo, «la fidelidad de Isabel es proverbial»; «era la castidad misma»; cuando el Rey se ausentaba, «solía dormir en la cámara común con sus damas, después con las hijas» (...). Amó y educó esmeradamente a los hijos, y a ellas les dio una formación inusual. Sin embargo, «no tuvo suerte con los hijos; fueron su cruz interior en los últimos diez años de su vida». Agradecemos a Don Alfredo Álvarez Izquierdo - ABC.13.V.MMII
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Historia - «Conocer y profundizar el pasado de un pueblo es afianzar y enriquecer su propia identidad. ¡No rompáis con vuestras raíces cristianas! Sólo así seréis capaces de aportar al mundo». S. S. Juan Pablo II – Madrid. 2003.05
Visión objetiva: Con frecuencia en los análisis históricos se peca de falta de objetividad por juzgar con valores actuales los sucesos del pasado. Esto no significa relativizar el juicio valórico de los sucesos, sino extirpar ciertos moralismos actuales que no son reales, que suponen una "moral" moderna y postmoderna que juzga enloquecidamente las cosas
Desde una perspectiva objetiva tenemos que condenar sin reserva los errores ocurridos en l período analizado, pero sin rasgar vestiduras por la "monstruosa" noticia del descubrimiento y civilización europea en América, maldiciendo la hora en que se produjo al estilo del cuestionado activista verde Jacques Cousteau quien declaró en 1992 que la llegada de la Colón a América "fue un desastre peor que la lluvia de meteoritos que acabó con los dinosaurios en la prehistoria".
Aquí la premisa tribalista de "cada uno en su tierra sin invadir otra" queda desvanecida por el absurdo ante el dinamismo y realidad de la historia. Toda civilización es el fruto de una mezcla frecuentemente nada pacífica. La misma epopeya del Pueblo de Dios suponía conquistar una tierra prometida ocupada por tribus locales. Los mismos europeos provienen de invasiones y nuevas invasiones que mezclaron sus sangres e hicieron nacer las distintas culturas que dan alma al Viejo Mundo.
Frente a la historia - « La fe y la razón son como las dos alas con las cuales el espíritu humano se eleva hacia la contemplación de la verdad». (VIS, 8.I.2004)) S.S. Juan Pablo II
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Historia - «Una investigación histórica, libre de prejuicios y vinculada únicamente con la documentación científica es insustituible para derrumbar las barreras entre los pueblos» (S. S. Juan Pablo II – P.P.)
Historia - «Una investigación histórica, libre de prejuicios y vinculada únicamente con la documentación científica es insustituible para derrumbar las barreras entre los pueblos» (S. S. Juan Pablo II – P.P.)
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Historia - Al estudiar la historia, se suele hacer desde los prejuicios de la mentalidad actual, cosa que esteriliza la labor principal del historiador. No podemos dar a conocer unos hechos del pasado sin antes reflejar el imaginario colectivo de la época donde tuvieron lugar.
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Pentateuco hebreo. Biblioteca de la Real Academia de la Historia, Madrid |
Isabel «La Católica»:
Eslabón entre dos tiempos
La obra de Isabel «la Católica», al frente de aquella España emergente del siglo XV, se definió caminando hacia el ideal del pensamiento político del Renacimiento. Isabel I «la Católica» vivió su juventud en la Edad Media. Cuando tomó Castilla, en 1474, a la muerte de su hermano Enrique IV «el Impotente», las estructuras medievales se encontraban recias y vigorosas. Dos años de vida contaba, en 1453, cuando Mohamed II de Turquía, se apoderó de Constantinopla. Este hecho produjo un éxodo de humanistas de Oriente, que terminó por modificar la vida y la sociedad de Occidente. En cambio... ¿qué diferencia más profunda existió entre el Estado, la sociedad, la cultura y la vida entre el reinado de Enrique IV «el Impotente» y el de Isabel I «la Católica»!
Se advierte en la gobernación de esta gran mujer un viraje para encarar España con las doctrinas económicas del capitalismo que había estado emergiendo desde el siglo XIII con la alborada de la Revolución Comercial. También se advierte el latir de los movimientos culturales y científicos alumbrados por la alborada del Humanismo. Por último, se vislumbra la búsqueda de una influencia en Europa a través de una meditada política de matrimonios. Isabel I «la Católica», la más grande estadista florecida en la dinastía de los Trastámaras, ofreció a España, la estructura de un nuevo Estado, que labró sus cimientos a través de una unidad racial, de una unidad confesional y de una unidad territorial. Estos tres soportes para la creación y sostenimiento de un nuevo Estado, aunque se pueden encontrar huellas en el pensamiento de algún monarca castellano, tiene su más fuerte inspiración en la sensibilidad de Isabel I «la Católica» como una soberana que se encontraba identificada con la corriente que estaba marcando Europa dentro de las concepciones del moderno estado renacentista. Grandes monarcas medievales, como Sancho II «el Fuerte», Fernando III «el Santo», Alfonso X «el Sabio», Sancho IV «el Bravo» y Alfonso XI «el Justiciero», fueron soberanos que reinaron sobre una sociedad pluriracial, pluricultural y pluriconfesional. Estos reyes reinaron sobre judíos, árabes y castellanos; tres etnias con culturas distintas, razas variadas y religiones diferentes. Ello hacía tan compleja como difícil la labor de legislación de estos monarcas.
Por ello, Isabel I «la Católica» acudió a la acción de fortificar la estructura interna del Estado y a simplificar la arquitectura de la sociedad para conseguir una armonía derivada de un equilibrio de poderes. Desembocó en este objetivo a través de tres hechos fundamentales; unidad política de un Estado autoritario para conseguir una estructura estatal que se desenvolviera desprovista de las grietas que se observan en algunos reinados medievales; imposición de la autoridad del soberano mediante la simplificación de los estamentos de una sociedad que no admitía ya la vieja arquitectura plurirracial y expansión territorial como arboladura para conseguir una nación moderna de acuerdo con las visiones del Renacimiento occidental. El nuevo estado que diseñó Isabel I «la Católica» condensaba más visiones del capitalismo que del feudalismo.
Frente a la figura histórica de esta mujer que modernizó la estructura del Estado en una encrucijada de la vida europea, cabe preguntarse... ¿cómo era Isabel I «la Católica»...? Nació en 1451 en Madrigal de las Altas Torres, de Ávila, en el pontificado de aquel Nicolás V que encargó a Fray Angélico la decoración de una parte del Vaticano y falleció en 1504, en Medina del Campo, cuando regía la cristiandad Julio II, que proyectaba la colocación de la primera piedra de la basílica de San Pedro, de Roma. Fue el último pontífice del Renacimiento. Le sucedió León X; el más ilustre Papa de la reforma.
Hernando del Pulgar la describió con estas palabras: «Era de mediana estatura, bien compuesta en su persona y en la proporción de sus miembros, muy blanca y rubia, los ojos verde-azules, el mirar gracioso y honesto, la reacciones del rostro bien puesta, la cara muy hermosa y alegre...». Münze, que la conoció en 1494, cuando contaba con 43 años, la retrató con estas palabras: «Era de estatura prócer y un tanto corpulenta, pero de rostro muy agraciado y aparentaba bastantes menos años de los que en realidad tenía...». Isabel I «la Católica» tenía plena conciencia de que se encontraba en los umbrales de una nueva época, donde los movimientos humanistas y las exploraciones geográficas terminarían por definir unos tiempos modernos, tanto en sus esencias como en sus formas. Tal vez contribuyeron a ello la presencia en la corte de humanistas, como Pedro Mártir de Anglería, Lucio Marinero Sículo, Beatriz Galindo «la Latina» y Antonio de Nebrija.
Mujer de recio carácter.
Existe una frase acuñada que define la existencia de un carácter recio y fuerte; muy difícil de doblegar. Cuando se levantó la ciudad de Segovia, ratificó a un grupo de segovianos que le solicitó no entrase en ella, acompañada del Conde de Benavente y de Andrés de Cabrera: «Olvidáis que soy la reina de Castilla y no es mi costumbre someterme a condiciones impuestas por súbditos rebeldes».
También dejó latente las dimensiones de su carácter en las instrucciones que pasó, en 1501, a Fray Nicolás de Ovando sobre el comportamiento y trato que se debían observar con los indios de La Española al imponerle: «... que fuesen tratados con mucho amor y dulzura sin consentir que nadie le hiciese agravio porque no fuesen impedidos en recibir nuestra santa fe y porque sus obras no aborrecieran a los cristianos».
En el año 1475 se planteó a Isabel I «la Católica» la problemática de la renovación del nuevo estado que encarnaba; el encuadramiento de la figura de Fernando V de Aragón dentro de la nueva estructura estatal. Para ello, recurrió al dictamen de dos grandes hombres de la época: Alonso Carrillo de Acuña, arzobispo de Toledo, y Pedro González de Mendoza, obispo de Sigüenza. En aquella reunión alcanzaron unas conclusiones que contribuyeron a ofrecerle vida y forma al nuevo estado a través de aquel lema: «Tanto monta, monta tanto Isabel como Fernando».
Ello dejó evidente que existían dos reyes con igualdad de poderes en las dos grandes vértebras que habían formado la España emergente de los Reyes Católicos. La España de los Reyes Católicos se extendió desde 1474 en que Isabel I «la Católica» recibió en Segovia la corona de Castilla, hasta 1516, en que falleció Fernando V «el Católico» en Madrigalejos. El segundo avance en la creación de este nuevo estado se encuentra en el proyecto isabelino de controlar la capacidad de mando y decisión de las órdenes militares. En 1478, la orden de Santiago, en 1487, la de Calatrava y en 1494, la de Alcántara, pasaron a quedar vinculadas en la figura de Fernando V «el Católico». Fue un paso decisivo hacia el robustecimiento de la musculatura del estado isabelino. En 1492, culminó la arquitectura del nuevo estado con la conquista de Granada y la expulsión de los judíos. Tanto los judíos como los árabes que no aceptaran el agua bautismal se verían obligados a ausentarse, definitivamente, de las tierras españolas.
Expansión española ultramarina
También en este año, tuvo lugar el descubrimiento de América por la expedición que mandaban Cristóbal Colón y Martín Alonso Pinzón. Trazaron aquellos modernos argonautas una poética singladura sobre las aguas tornasoladas del océano Atlántico. Con este hecho se inició la expansión de España y lo español por las tierras ultramarinas. El pontífice Alejando VI otorgó a España el Patronato de Indias. Las bulas alejandrinas ofrecieron una arboladura misionera a la actividad expansiva española por América. En el orden cultural, Isabel I «la Católica» sintió que ese Estado tenía que propulsar la expansión de la cultura occidental. Tres grandes universidades nacieron en este ciclo histórico. A las universidades florecidas en la Edad Media siguieron la de Zaragoza, creada en 1474; la de Mallorca, en 1483; la de Valencia, en 1500; y la de Alcalá de Henares, en 1502, que cerró este proceso.
En 1474 comenzó a extenderse por las ciudades de España la imprenta como instrumento de expansión de la cultura occidental. Sevilla, Valencia y Alcalá de Henares contemplaron cómo la imprenta florecía en sus entrañas, con el sueño de servir a la cultura, a la civilización y al pensamiento. Destacaron humanistas tan brillantes como Hernando Alonso de Herrera, Antonio de Nebrija, Bartolomé Carranza de Miranda, Pedro Ciruelo, Fray Francisco Ramírez, Miguel Pardo, Demetrio Douckas, Hernán Núñez «el Comendador Griego» y Alonso de Zamora. En este ciclo histórico se escribieron el «Cancionero de Stuñiga», en 1458; «Coplas de Mingo Revulgo», en 1465; «Corbacho», en 1470, del Arcipreste de Talavera; «Coplas a la muerte de su padre», de Jorge Manrique, en 1476; «Libro de los claros varones de Castilla», de Hernán Pérez del Pulgar, en 1485; «Cárcel de amor», de Diego de San Pedro, en 1492, y «La Celestina», de Fernando de Rojas, en 1499, entre otras.
En la vida de Isabel I «la Católica», Miguel Ángel labró en 1499 la imagen de «La Piedad», Pedro de Berruguete terminó, en 1500, el retablo de la Catedral de Oviedo, y Bramante terminó en 1502 el Templo de San Pedro en Montorio. Por esta capacidad para crear un estado de arboladura renacentista, gran latido de la España unificada, y por apoyar la iniciación de una expansión territorial sin precedentes en la historia occidental, merece ser comprendida Isabel I «la Católica» como una de las figuras históricas más grandes de Europa. De esta forma Isabel I «la Católica» fue eslabón de conexión entre el institucionalismo medieval y las visiones estatales renacentistas. Agradecemos al autor - MANUEL MARÍN CAMPOS.LA RAZÓN-11.VIII.MMIII.
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Jacques Cousteau quien declaró en 1992 que la llegada de la Colón a América "fue un desastre peor que la lluvia de meteoritos que acabó con los dinosaurios en la prehistoria"
Aquí la premisa tribalista de "cada uno en su tierra sin invadir otra" queda desvanecida por el absurdo ante el dinamismo y realidad de la historia. Toda civilización es el fruto de una mezcla frecuentemente nada pacífica. La misma epopeya del Pueblo de Dios suponía conquistar una tierra prometida ocupada por tribus locales. Los mismos europeos provienen de invasiones y nuevas invasiones que mezclaron sus sangres e hicieron nacer las distintas culturas que dan alma al Viejo Mundo.
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Cartas de compromiso de Rodrigo de Borja: Real Academia de la Historia, Madrid |
Análisis histórico - Con frecuencia en los análisis históricos se peca de falta de objetividad por juzgar con valores actuales los sucesos del pasado. Esto no significa relativizar el juicio valórico de los sucesos, sino extirpar ciertos moralismos actuales que no son reales, que suponen una "moral" moderna y postmoderna que juzga enloquecidamente las cosas. Desde una perspectiva objetiva tenemos que condenar sin reserva los errores ocurridos en l período analizado, pero sin rasgar vestiduras por la "monstruosa" noticia del descubrimiento y civilización europea en América, maldiciendo la hora en que se produjo al estilo del cuestionado activista verde.
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Árbol genialógico de los Reyes Católicos |
El desconocido retrato de una reina
En el 2004 se celebrará el quinientos aniversario de la muerte de una mujer controvertida, Isabel la Católica, Reina de Castilla y Sierva de Dios, celebrada en el Nuevo Mundo como Madre de América, cuyo proceso de beatificación a nivel diocesano fue incoado en 1957, aunque las primeras voces que pidieron formalmente su elevación a los altares datan del siglo pasado, y pasó a Roma en 1972. La Positio fue aprobada en 1990. Sin embargo, las acusaciones no probadas de antisemitismo (por la expulsión de los judíos), así como algunas dudas sobre su actuación ante la evangelización americana (considerada por algunos historiadores como un atentado contra la dignidad de los indios), la instauración de la Inquisición, han contribuido seguramente a ralentizar el proceso, en lo que influyó también la muerte de su propulsor, don Vicente Rodríguez Valencia. Precisamente para dar luz sobre la verdad histórica, el arzobispado de Valladolid ha creado una comisión de historiadores, a la que pertenecen diversos especialistas, entre ellos don Vidal González Sánchez, autor del libro que ilustra estas páginas: Isabel la Católica y su fama de santidad: ¿Mito o realidad?
Rubia y de ojos azul-verdosos,
afirman de ella que era hermosa y prudente, aunque enérgica y de carácter determinado. Su ascensión al trono supuso un episodio sumamente agitado de la historia del Reino de Castilla en las postrimerías del medioevo, al tener que defender sus derechos contra la ilegítima de su hermano Enrique IV, doña Juana la Beltraneja, lo que costó una larga guerra civil y dos guerras con Portugal. Isabel, junto con su esposo Fernando, heredero de Aragón, realizó el ideal de unidad hispánica que había estado presente continuamente durante la Edad Media, consumó la Reconquista con la toma de Granada, y puso las bases de lo que sería el Imperio español con el descubrimiento de América. Consolidó el poder real frente al nobiliario; inauguró en diversos aspectos el Derecho de Gentes, sobre todo en lo que concierne a los indios; dio un gran impulso a la administración de justicia e inició la reforma eclesiástica, que sería luego instituida en toda la cristiandad por el Concilio de Trento.
Pocos personajes como Isabel la Católica han ocasionado tantas reacciones, de adhesión unas, otras de rechazo, dictadas muchas de ellas más por los sentimientos que por el criterio de la objetividad. Se han dado fanatismos en unos y en otros, lo que no ha propiciado precisamente la claridad y la verdad de una obra y una figura importantes y, en todo caso, decisivas en la historia de España y en la historia de la Iglesia. Son palabras del arzobispo de Valladolid, monseñor Delicado Baeza, creador el año pasado de la Comisión Isabel la Católica la cual, entre otros objetivos, pretende difundir el conocimiento de la figura de esta Reina para preparar los festejos del 500 aniversario de su muerte en el próximo 2004.
Muchas son las leyendas no probadas sobre Isabel que la investigación histórica se ha encargado de desmentir; por ejemplo, las dudas sobre su legitimidad al trono de Castilla, sobre lo que, según los historiadores, no se han encontrado sino pruebas de su integridad y honradez. Otra de las aureolas es la de su apoyo a la Inquisición, si bien parece ser que fue precisamente ella quien cortó por lo sano con los frecuentes abusos e intromisiones de los tribunales eclesiásticos frente al poder civil. Pero quizás el mayor escollo es la espinosa cuestión de la expulsión de los judíos, aunque según los historiadores de la Comisión, otros como Jean Dumont y algunos incluso poco sospechosos de hispanismo, como Prescott, resaltan, en cambio, su legislación humanitaria frente a los judíos, a quienes Isabel tomó frecuentemente bajo su protección personal, así como con los indios, a quienes asimiló a sus Reinos como ciudadanos de pleno derecho, a pesar de que en aquella época la misma Santa Sede permitía la esclavitud en el caso de los infieles.
Otras acusaciones en lo relativo a su conducta personal quedan, según Vidal González, deshechas frente a las numerosas muestras de su piedad y de su conducta recta en los asuntos familiares y de Estado; perdonó algunas esporádicas infidelidades de su esposo, sobrellevó con gran dolor la difícil suerte de sus hijos, en especial la muerte del heredero Juan; y en lo tocante a la administración de justicia, siempre intentó favorecer al pueblo llano.
Afirma monseñor Delicado: Hoy, cuando se ha investigado ya prácticamente todo sobre esta mujer controvertida y fascinante, parece llegado el momento de abandonar toda postura radical e intransigente y hacer el esfuerzo, obligado por otra parte, de situarse en su tiempo y en su entorno, con las luces y las sombras, las costumbres, la sociedad, el ambiente cortesano&, e incluso la religiosidad y la vida de la Iglesia del siglo XV, y desde ahí acercarse con el respeto y la sinceridad de quien sólo busca la verdad, a la vida y los hechos de la Reina castellana. Inma Álvarez. alfayomega.com 13.VII.2000
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Los Reyes Católicos con santa Elena y santa Bárbara, del Maestro
de Manzanillo. Museo Lázaro Galdiano, Madrid |
Isabel la Católica, de España
Fue un 22 de abril, el día de Jueves Santo, cuando un correo, lanzado al galope, trajo a Madrid la noticia de que acababa de nacer a la reina Isabel, venida de Portugal, segunda esposa de Juan II una niña, primera de su matrimonio, a quien pusieron el nombre de su madre. No había muchas posibilidades de que llegara a reinar en un mundo de hombres: dada la escasez de vástagos reales, aquella niña rubia y de ojos azules debía prepararse para algún matrimonio conveniente que sirviera a los altos intereses del reino, pero nada más. Algunas mujeres habían desempeñado ya papeles de gran importancia en la vida política de los reinos españoles, pero ¿reinar? Una sola, doña Urraca, se empeñó en hacerlo, y la triste memoria de sus desaciertos aún se arrastraba entre los castellanos.
Isabel llegaría a reinar. Aquellas campanas de Madrigal de las Altas Torres el día de Jueves Santo parecían indicar una especie de premonición. Isabel iba a recibir del Papa el título de católica, que llevarían después sus sucesores hasta muy cerca de nuestros días y que se asocia a una singular forma de Estado, la Monarquía española. Una voluntad fuerte y decidida iba a crecer en aquel puñado de carne y sangre que, abiertos los ojos, contemplaba un mundo sobre el que influiría. Ante todo, porque nadie pudo imponerle un matrimonio invocando aquellos altos intereses que, como de costumbre, no eran sino los de la facción que estaba en el poder. Hubo un novio, Pedro Girón, que estuvo a punto de alcanzar la meta: pero Dios dispuso que se muriera en el camino que le conducía a las tierras de Castilla.
VERDAD ABSOLUTA
Isabel creció, hubo de ser reconocida princesa de Asturias a falta de otros vástagos con mejor derecho, y escogió entonces el marido que a ella convenía: su primo segundo Fernando, heredero de la Corona de Aragón. Muchos años después, en vísperas de su muerte, la reina, haciendo una reflexión extrema, llegó a la conclusión de que el mayor don que de Dios recibiera era precisamente aquel marido, el mejor rey de España.
Al conmemorar ahora un aniversario más de aquel nacimiento, conviene recordar las implicaciones que el calificativo católico llegaría a alcanzar. Lo primero que en la Reina descubrimos es que para ella el catolicismo no era opinión a la que sería lícito adherirse o no, sino verdad absoluta, ante la cual no cabe rectamente el aislamiento, la negación o el rechazo. La verdad es el bien, la mentira, el mal.
Separados de ella por quinientos años, es el momento de una profunda reflexión. Yo aquí, quiero llamar la atención de los católicos acerca de algunos aspectos esenciales. La Reina y el Rey constituyeron unidad en el sacramento del Matrimonio haciendo del deber de convivencia un mandato de amor. Ese empeño que pusieron en que los documentos y noticias de su reinado no permitieran separar sus nombres, es muy significativo. Ella dió un paso fortísimo en el reconocimiento de su condición de reina propietaria, siendo mujer: de este modo la feminidad ganaba terreno. Al mismo tiempo, otorgando a su marido las mismas funciones que a ella correspondían, fortalecía el desarrollo de la soberanía. De este modo la Monarquía, sometida a la fe y al orden ético que de la fe dimana, se convertía en Estado de Derecho, custodia de las leyes, forma esencial para el desarrollo de la libertad.
Lo que el cristianismo afirmaba, ya entonces con el mismo énfasis que hoy, es que el secreto de toda existencia se apoya en que Cristo asumió entera la naturaleza humana, alcanzando así la redención para todos los seres humanos. Desde sus años juveniles, era ésta una lección que Isabel aprendió en aquel libro del Jardín de las nobles doncellas que para ella escribió fray Martín de Córdoba.
LA ESENCIAL LIBERTAD
De aquí surge una conciencia esencial de libertad. Isabel se enfrenta con el problema de los indígenas habitantes de las islas y tierra recién descubiertas y resume, en el codicilo de su Testamento, una doctrina: los hombres nacen, criaturas de Dios, dotados de unos derechos que implican sus correpondientes deberes y que, en esencia, son vida, libertad y propiedad de los bienes que rectamente hayan allegado. De este modo, en apariencia tan simple, se formularon, partiendo de la doctrina de la Iglesia y en un documento del más alto nivel, los derechos naturales humanos. No se trata de algo que los hombres convengan entre sí, lo que los convertiría en variables, sino de una condición inherente a la naturaleza humana.
No es vano llamar a Isabel madre de América. Con ella se inició esa difícil andadura de desvivencia de España para que, al otro lado del mar, surgieran nuevas naciones, en simbiosis de dos culturas, pero conservando siempre esa nuclear afirmación. Los maestros españoles siguieron trabajando en esta línea para elaborar toda una doctrina del Derecho de gentes. En esa línea deberíamos trabajar también nosotros en ese alborear de un nuevo milenio: sin olvidar que los derechos del hombre son parte de su naturaleza y nunca una dependencia de consensos o compromisos alcanzados. Muchas veces nuestro siglo XX, que ahora se despide con una pirueta trágica, lo olvidó; tal vez por ello merezca ser llamado el más cruel de la Historia.
Agradecemos a don Luis Suárez FERNÁNDEZ- nº162-Alfa y Omega.Esp.
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Cartas de Fernando a Isabel . Real Academia de la Historia, Madrid |
¿Quién teme a la Reina Isabel? - La cátedra Sánchez-Albornoz de Buenos Aires relanzaba hace unas semanas la iniciativa de la canonización de Isabel la Católica. Ya ha comenzado la polémica. Es lógico: hay católicos que están en contra. Lo que no es tan lógico es que los no creyentes tomen partido como si les fuese algo en ello o como si la subida de la Reina a los altares afectase a las relaciones Iglesia/sociedad.
Es una actitud muy propia de los españoles agnósticos esto de entrar en los debates interiores de la Iglesia y hacerlo con tal autoridad y tal fogosidad como si nunca hubieran abandonado la casa del padre. Por supuesto no me refiero a quien juzga el hecho con la imparcialidad del espectador, sino a esa forma personal de asumir los principios y los valores de la Iglesia como si se sintieran como propios.
Me resulta conmovedora la pasión de muchos agnósticos cuando denuncian las contradicciones internas de la Iglesia. Acaso siguen perteneciendo al cuerpo místico sin querer confesarlo.
Pero al margen de esta cuestión de la «legitimidad» para sentirse concernido por una canonización, ya sea la de Isabel la Católica o la de Escrivá de Balaguer, en el caso de la Reina de Castilla podemos imaginar ya la desautorización de su personalidad humana, se le va a presentar como el paradigma del integrismo, del racismo, un precedente hitleriano. Y esto es lo que más me interesa: por qué razones no se va a tratar a la Reina Isabel a partir de los valores culturales de su tiempo, como se hace con todas las figuras históricas. Se le descontextualiza para condenarla. Y se le condena porque a través del ajuste de cuentas con ella se pretende condenar su legado, el Estado. Cierto que esa obra la compartió con Fernando de Aragón y que incluso éste fue, según algunos historiadores, el cerebro de la unidad étnica, religiosa e institucional. Eso fue lo que lleva a Maquiavelo a convertirle en paradigma de Príncipes. Habrá que pensar que la razón de los odios está en su condición castellana. De nada sirven tampoco las contribuciones de historiadores sobre el lado humano de la Reina. Cuenta Joseph Pérez que con motivo de una visita de la Reina al cerco de Granada dejaron de pelear de mutuo acuerdo moros y cristianos. Tal era el respeto a la Reina entre los árabes. Según él, la perversión de los mecanismos institucionales perjudiciales para los musulmanes se dio precisamente después de su muerte.
En el libro de Jacques Attali, «Les juifs, le monde et l´argent», que acaba de aparecer en las librerías francesas, el autor nos recuerda que, siendo cierto que la Reina estaba obsesionada por la conversión de los judíos, España era junto a algunas ciudades alemanas e italianas «uno de los últimos lugares de la Europa Occidental en los que se toleraba a los judíos». Pero lo de menos es la verdad histórica cuando cuentan los intereses del presente. En ese caso los episodios del pasado (expulsión de judíos y moriscos) se convierten en presente activo. Nadie juzga como antifeminista a Shakespeare, a Cervantes o a Goethe, ni siquiera alguien pone en cuestión a Juana de Arco. Si acaso se contextualiza a todos. Pero la Reina Isabel tiene el privilegio de tener detractores como si fuera un personaje contemporáneo. Es una prueba de la vigencia de su obra. El hecho de que haya gentes que necesiten hacerle un ajuste de cuentas demuestra hasta qué punto su biografía marcó nuestra historia. Y la del Nuevo Mundo. ¿Imperialismo, evangelización, genocidio? Los que consideran condenable este proceso cuando se trata de España lo alaban en el caso del Imperio inglés.
Pero volviendo a la canonización, la Iglesia sabrá por qué lo hace. Si lo hace. Es su facultad. Ella administra la política de ejemplaridad católica. César Alonso de los Ríos ABC 28.II.2002
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Isabel convocó Cortes muy pocas veces durante su reinado. Las más importantes fueron la de Madrigal de 1476 en las que se abordaron los temas de la Contaduría y las relaciones entre la Iglesia, la Corona y los nobles y se establece la Hermandad General que tomaría un papel tan importante que hacían innecesarias las Cortes.
Las otras fueron las de Toledo de 1480 en las que se pusieron los medios y las leyes para organizar la economía del reino pues las arcas estaban bastante vacías.
Se reordenó el valor de las distintas monedas que circulaban por Castilla, León y Aragón (doblas, moriscas, florín aragonés y el ducado) con respecto al maravedí. Así, por ejemplo, se estableció el valor de la dobla en 480 maravedíes. Se rescataron muchos juros que podrían asimilarse a la actual Deuda Pública ya que eran títulos (a veces hereditarios) que garantizaban una cantidad periódica sobre el capital prestado a la corona. También se decidió que Asturias retornara al Patrimonio Real ya que era una especie de feudo de Diego Fernández de Quiñones, Conde de Luna.
Se fijó de forma clara el conjunto de las leyes del reino con el nombre de Ordenamiento de Montalvo, debido a su recopilador, Alfonso Pérez de Montalvo. A partir de ese momento los reyes legislaron por medio de pragmáticas por lo que, las Cortes Legislativas perdieron parte de su importancia. Toda la legislación quedaba compuesta por el Ordenamiento, las pragmáticas, la doctrina supletoria de las Partidas y el Consejo Real.
Todos los temas fueron objeto de atención por parte de los reyes:
En el de educación favorecieron las Universidades y los estudios para la mayor parte posible de alumnos creando Colegios en las ciudades que tenían Universidad, especialmente en Salamanca y en Valladolid.
Establecieron que los médicos no podrían ejercer como tales si antes no superaban unas determinadas pruebas.
Atendieron una demanda de las Cortes en el sentido de que debía de restringirse el nombramiento de profesores extranjeros porque quitaban puestos a los españoles, lo mismo que ocurría con los eclesiásticos. Para remediarlo los reyes consiguieron de Roma (Sixto V) que redujera considerablemente el nombramiento de obispos que pasaba a la jurisdicción de la corona mediante el acto de presentación (propuesta de los candidatos) que ha perdurado hasta 1975. Los monarcas pudieron poner en esos puestos a personas idóneas ya que Roma se guiaba más por criterios endogámicos o de parentesco. Lo que no quiere decir que también Isabel Y Fernando cayeran, en ocasiones, en esa endogamia de la sangre o de las familias nobles.
Escrito por Rafael Osset Manso de Zúñiga -Sábado 16 de Octubre de 2004.
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Viaje a Isabel la Católica
Dejas atrás Arévalo. Monotonía en verde hasta Madrigal de las Altas Torres. De las murallas que rodeaban la villa en el siglo XI quedan muñones y algún torreón. Posiblemente por tener esta doble condición de seguridad y accesibilidad, Juan II la eligió como sede de la Corte. Los cartelitos, que anuncian la exposición sobre Isabel la Católica, te llevan a un gran escenario posiblemente idéntico al histórico en el que se levanta el palacio -luego convento de Agustinas- en donde nació la Reina Isabel. Para acceder a él hay que atravesar un pequeño patio triangular, de ladrillo y tapial, con balconcillos de madera, muy al estilo de las casas de buena labranza. Me intriga una especie de palomar que hay sobre el tejado y desde el que mirarían hacia el exterior reyes y abadesas. Porque hacia el interior la vida se organiza en torno a un claustro que parece negarse a sí mismo, de generoso y abierto que es. Aquí balbucea el Renacimiento entre formas mudéjares. La exposición comienza en la planta baja pero yo tengo una cierta ansiedad por ver el lugar en el que nació la Reina. La escalera regia está cubierta por una techumbre que te lleva los ojos. «Maestros de armar en lo blanco» llamaban a los carpinteros especializados en estos artesonados. En el piso superior del claustro se mantienen los suelos de ladrillo de barro, que pasan a ser ya baldosa en la que fue habitación de los reyes y que se prolonga con una alcoba de seis metros cuadrados. Aquí nació Isabel. Los diseñadores de la exposición han tenido el acierto de dejar como protagonista el mero y brevísimo espacio. Tan sólo rompe su desnudez -o quizá la realza- un retrato de la Reina, obra de un anónimo flamenco.
Ahora ya me detengo en la alacena y la arqueta mudéjares, en los objetos nazaríes, en los platos de Manises y Triana y en la Piedad procedente de Baviera, testimonio de la conexión que hubo entre la imaginería alemana y la castellana. Al salir, una de las catorce monjas que forman la comunidad me dice con orgullo que las agustinas llevan aquí desde 1531. Hago referencia a Ana de Espinosa y se ruboriza. Ésta era la hermana que le hacía a Fray Luis de León unos polvos que le venían muy bien para sus «melancolías y males del corazón», de los que siempre estuvo muy necesitado pero sobre todo en sus tiempos de cárcel.
Continúo a Medina del Campo, donde murió la Reina. Ahora la llamada es interrumpida por pinares, más frecuentes a medida que te acercas a la ciudad. Aquí, donde murió la Reina, la segunda parte de la exposición está dedicada a la caballería y a la devoción. Sobresalen Gil de Siloé y Alejo de Vahia, pero yo voy a quedarme con una pieza anónima: la cabeza, en mármol, de un paje de la época en la que el desconocido autor quiso representar sin duda el espíritu del Renacimiento y las aspiraciones de una sociedad que soñaba, como su Reina, con un Estado y con unos horizontes que ni siquiera habrían podido imaginar Juan II e Isabel de Portugal desde el palomar de Madrigal de las Altas Torres.
Otro día tendré que ir a Valladolid para ver «los esplendores artísticos» de la corte castellana, tercera parte de la exposición. Tengo la seguridad de que echará por tierra las tesis de autores como Corominas sobre la incapacidad de Castilla para la riqueza. Creo que han sido no castellanos los que más han contribuido a levantar falsos esencialismos sobre Castilla y sobre Isabel la Católica.
Agradecemos a don: César Alonso de los Ríos
http://www.conoze.com/doc.php?doc=2268
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Así llegó el día 26 de noviembre de 1504 en que muere Isabel apaciblemente habiendo tenido tiempo de redactar su testamento (uno de los documentos históricos más importantes) y un codicilo anejo. Pudo reinar gracias a la sentencia arbitral de Segovia de 1475 que permitía reinar a las mujeres.
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Méjico - Guadalupe: demostración científica de la estupidez del cientifismo
Merece la pena escuchar el programa del profesor Javier Paredes, sobre la historia de la Virgen de Guadalupe, que incluye una narración abreviada del Nican Mopohua y merece la pena reparar hoy, 12 de diciembre festividad de la patrona de México y de Iberoamérica. Guadalupe es muchas cosas, pero, es, ante todo, una demostración científica de la estupidez cientifista, una demostración empírica de la necedad del empirismo. En definitiva, no sirve de nada mostrarle y demostrarle un milagro a un progresista: su credo a priori le prohíbe creer en ello. Y así la modernidad negado el milagro del indio Juan Diego, burlándose de esa historia de niños... a pesar de que no hay explicación racional para que alguien haya pintado cuatro escenas, con muchos personajes, hace 400 años, en las diminutas retinas de la imagen. Como es milagroso que una tilma de tela basta, besuqueada durante 4 siglos por millones de personas, permanezca incólume y haya sobrevivido hasta un atentado.
Merece la pena escuchar el programa del profesor Javier Paredes, sobre la historia de la Virgen de Guadalupe, que incluye una narración abreviada del Nican Mopohua y merece la pena reparar hoy, 12 de diciembre festividad de la patrona de México y de Iberoamérica. Guadalupe es muchas cosas, pero, es, ante todo, una demostración científica de la estupidez cientifista, una demostración empírica de la necedad del empirismo. En definitiva, no sirve de nada mostrarle y demostrarle un milagro a un progresista: su credo a priori le prohíbe creer en ello. Y así la modernidad negado el milagro del indio Juan Diego, burlándose de esa historia de niños... a pesar de que no hay explicación racional para que alguien haya pintado cuatro escenas, con muchos personajes, hace 400 años, en las diminutas retinas de la imagen. Como es milagroso que una tilma de tela basta, besuqueada durante 4 siglos por millones de personas, permanezca incólume y haya sobrevivido hasta un atentado.
Los pormenores lo tienen en el libro de Francisco Ansón Tres Milagros para el Siglo XXI.
¿Quieren milagros, ahora mismo, en el siglo XXI? Pues vayan a Guadalupe. A lo mejor es que no los desean tanto como presumen. Y es que no hay nada tan poco científico como el cientifismo. Ni nada tan tonto.
Eulogio López - 2007-12-12HISPANIDAD.COM
-.-Existe Guadalupe en España-Extremadura).-
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Historia - La tolerancia que emanaba de Roma hacia los judíos no siempre era respetada por muchos obispos y predicadores, que consideraban que la presencia judía no acarreaba ningún bien, y lanzaron contra los judíos toda clase de invectivas. En 1199, Inocencio III publicó la Constitutio contra iudaeis, estableciendo las normas de obligado cumplimiento para los cristianos en relación con los judíos: estancia legal en tierra cristiana, protección de personas y bienes, conservación de la fe mosaica, inviolabilidad de sinagogas y cementerios. Para la Iglesia, el judaísmo se presentaba como el depósito de la revelación de la Verdad hasta la llegada de Jesucristo y, un día, acabarían por llegar al "nuevo" Israel.
Lutero, como padre espiritual de la Alemania moderna, tiene una responsabilidad muy grave en el proceso de odio que se desarrolló contra los judíos.
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DISCERNIR - A todos se les pide el saber cultivar un atento discernimiento y una constante vigilancia, madurando una sana capacidad crítica ante la fuerza persuasiva de tantos medios de comunicación que no cesan de inventar, suponer o repetir ‘leyendas negras’, difamaciones o mentiras históricas… mienten sabiendo de mentir.
Los que escuchan no deben ser obligados a imposiciones ni compromisos, engaño o manipulación. Jesús enseña que la comunicación es un acto moral “El hombre bueno, del buen tesoro saca cosas buenas y el hombre malo, del tesoro malo saca cosas malas. Os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres darán cuenta en el día del Juicio. Porque por tus palabras serás declarado justo y por tus palabras serás condenado” (Mt 12, 35-37).
“Por tanto, desechando la mentira, hablad con verdad cada cual con su prójimo, pues somos miembros los unos de los otros. […]No salga de vuestra boca palabra dañosa, sino la que sea conveniente para edificar según la necesidad y hacer el bien a los que os escuchen” (Ef 4, 25.29).
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Historia - La tolerancia que emanaba de Roma hacia los judíos no siempre era respetada por muchos obispos y predicadores, que consideraban que la presencia judía no acarreaba ningún bien, y lanzaron contra los judíos toda clase de invectivas. En 1199, Inocencio III publicó la Constitutio contra iudaeis, estableciendo las normas de obligado cumplimiento para los cristianos en relación con los judíos: estancia legal en tierra cristiana, protección de personas y bienes, conservación de la fe mosaica, inviolabilidad de sinagogas y cementerios. Para la Iglesia, el judaísmo se presentaba como el depósito de la revelación de la Verdad hasta la llegada de Jesucristo y, un día, acabarían por llegar al "nuevo" Israel.
Lutero, como padre espiritual de la Alemania moderna, tiene una responsabilidad muy grave en el proceso de odio que se desarrolló contra los judíos.
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La Reina Católica y los libros |
Una de las dimensiones más notables del reinado de Isabel la Católica fue el interés entusiasmado por los libros.
Era una de las herencias de su padre Juan II, cuya corte literaria y cultural ha sido destacada por los especialistas. Se sabe de las lecturas y de los libros de la Reina, de sus aficiones, de su biblioteca con verdaderas joyas impresas, pero en estas breves líneas no vamos a fijarnos en ello sino en su política en relación con los libros, en su compromiso por la lectura no tanto personal cuanto por la de los castellanos y, como veremos, y en ello hay que insistir, en la de las castellanas de su tiempo.
En primer lugar, no conviene olvidar que en aquella segunda mitad del siglo XV el libro impreso, con las nuevas técnicas de los impresores que ella se encargó de importar, era una novedad. Al contrario de lo que sucedería con otras, esta de los libros no encontró las contradicciones cordialmente misoneístas que encontrarían otras innovaciones. También es necesario recordar cómo el libro y, por tanto, su lectura, se vio por la Reina como un agente privilegiado no sólo de cultura sino también de dignificación personal y colectiva, de gobierno integral. Y por ello se explican las medidas extraordinarias de protección, en algunas de las cuales nos vamos a fijar.
Cuando su reinado estuvo afianzado, tras superar la crisis dinástica ventilada tras la guerra de sucesión, las Cortes de Toledo de 1580 supusieron algo así como el nuevo orden, la fundamentación del reinado ya incuestionado. Entre tantas decisiones trascendentales de aquellas cortes cuasiconstitucionales tuvo lugar la referida a la política de protección del libro en su vertiente más sensible, la de la exención fiscal al liberar a los libros importados de cualquier gravamen impositivo que dificultara su importación y circulación. Las peticiones de los procuradores de las Cortes encontraron una respuesta antológica, expresiva a más no poder, una especie de canto a la bondad de los libros en aquella loa a los “libros muchos buenos” como fundamento del funcionamiento, de la honra y del provecho de la república. Las palabras de la decisión son más explícitas que cuantos comentarios podamos hacer.
Se decía en aquellos acuerdos: “Considerando los Reyes cuánto era provechoso y honroso que a estos sus reinos se trujesen libros de otras partes, para que por ellos se hiciesen los hombres letrados, quisieron y ordenaron que de los libros no se pagase alcabala. Porque de pocos días a esta parte algunos mercaderes nuestros naturales y extranjeros han tratado y cada día tratan libros muchos buenos, lo cual paresce que redunda en provecho universal de todos y ennoblecimiento de nuestro reino. Por ende ordenamos e mandamos que, allende de la dicha franqueza, de aquí adelante, de todos los libros que trujesen a estos nuestros reinos, así por mar como por tierra, no se pida ni se pague ni lleve almojarifazgo, ni diezmo, ni portazgo, ni otros derechos algunos por los nuestros almojarifes ni por los diezmeros ni portazgueros ni otras personas algunas...mas de todos los dichos derechos y diezmos e almojarifazgos sean libres y francos los dichos libros”.
Era el signo de aquella apertura humanista a todos los vientos, es decir, a todos los libros de fuera, que se truncaría definitivamente cuando, más de medio siglo más tarde, por 1550 (todavía en tiempos del Emperador), la Inquisición lograra imponer tan densas barreras a la penetración de libros extranjeros y a la circulación de los de dentro por exigencias de ortodoxia.
No se trataba, en aquella Castilla de la Reina Católica, sólo de cantidad. Su política de mecenazgo se fijaba en la calidad. García Oro ha resaltado el significado de provisiones reales como la expedida para Salamanca en 1493, que quizá tenga que leerse como estímulo dignificador mejor que como indicio de censura, inexistente todavía: “Mandamos, se decía, a los dichos libreros y imprimidores y mercaderes y factores que hagan y traigan los dichos libros bien hechos y perfectos y enteros y bien corregidos y enmendados y escritos de buena letra e tinta y con buenas márgenes y en buen papel, y no con títulos menguados, por manera que toda la obra sea perfecta y que en ella no pueda haber ni haya falta alguna”.
El libro miraba a los lectores, y la Reina quería que llegara también a las lectoras. La verdad es que el analfabetismo femenino tardaría mucho en descender en sus índices, que se andan revisando actualmente por los historiadores de la lectura y de la escritura. Pero no es menos sabido cómo en aquella época de la Reina Católica minorías de mujeres, eso sí, privilegiadas, estuvieron dotadas de una formación que, pocos años más tarde, Erasmo se encargaría de certificar en sus Coloquios. No tanto para ellas cuanto para otro sector numeroso y menos analfabeto que el resto de sus congéneres, es decir, para las monjas, pensó Isabel en hacer accesible la lectura de los libros en latín, pero no en el escolástico ni sólo el del breviario. Era el latín de los humanistas, el que quería Nebrija y para cuyo aprendizaje había escrito unas Introducciones que en su tiempo tuvieron mucha más aceptación que la famosa Gramática de la lengua castellana. Iban en latín, naturalmente, en sus impresiones. Pero la Reina se empeñó en que este arte del aprendizaje del buen latín fuera accesible a las mujeres, no sólo a los hombres, y encargó a su protegido que lo imprimiese en latín y, a la vez, en castellano, con líneas entreveradas en una y otra lengua respectivamente. De nuevo volvamos a las palabras de Nebrija debidamente valoradas por Francisco Rico.
Decía en su prólogo a aquel ensayo, que en principio no le agradó en demasía, que accedía al mandato regio (y de fray Hernando de Talavera a la verdad), que estaba pensado para que las mujeres tuvieran autonomía de aprendizaje (y también para que el latín y la lectura se convirtiesen en instrumentos de aquellas reformas que entraban tan dentro del programa político y eclesiástico de los Reyes Católicos): “De donde a lo menos se seguirá aquel conocido provecho que de parte de Vuestra Real Majestad me dijo el muy reverendo padre y señor obispo de Ávila: que no por otra cosa me mandaba hacer esta obra en latín y romance sino porque las mujeres religiosas y vírgenes dedicadas a Dios, si participación de varones pudiesen conocer algo de al lengua latina”. Teófanes Egido 06/04/2004
Isabel, la reina que quiso evangelizar
26 de noviembre 2004: V aniversario de la muerte de Isabel la Católica
Reina y, sobre todo, creyente, Isabel la Católica no sólo reunificó y reconquistó España de la mano de su marido, Fernando, sino que abrió las puertas al Nuevo Mundo. Y, en América, no quiso conquistar, quiso llevar la Palabra de Diosa un pueblo al que consideró, desde el principio, tan digno como sus súbditos. Estas páginas están ilustradas con algunas de las imágenes del Catálogo de la exposición conmemorativa, abierta en la Real Academia de la Historia, y del Catálogo de la exposición organizada por Caja Segovia en el Palacio del Torreón de Lozoya, de Segovia
«Isabel la Católica fue espejo de equilibrio y de serenidad». Con estas palabras definía don Pablo Domínguez Prieto, Decano de la Facultad de Teología San Dámaso, de Madrid, a Isabel la Católica. El 26 de noviembre de 1504, moría la reina que reunificó y reconquistó España. Ahora que se celebran los quinientos años de su fallecimiento, y en pleno proceso de beatificación, la imagen de Isabel la Católica es más real que nunca gracias a numerosos estudios, conferencias y exposiciones.
Destaca monseñor Braulio Rodríguez, arzobispo de Valladolid, sede desde la que se promueve la Causa para elevar a la reina a los altares, que Isabel la Católica nunca quiso sólo conquistar América. Su gran objetivo era evangelizar. Y lo consiguió hasta tal punto que «la parte más numerosa del pueblo católico, al dirigirse a Dios, habla español», añade el arzobispo, que recordó de Isabel su austeridad, su castidad, su prudencia, su templanza...; incluso fundó una escuela para sus hijos, su corte y los criados. Su religiosidad queda demostrada por los «muchos libros de devoción empleados por Isabel la Católica», explican doña Carmen Manso y don Luis Suárez, al hablar del Comentarios al Padrenuestro, su libro de oración, reproducido en el Catálogo editado por la Real Academia de la Historia.
Don Luis Suárez afirma, en la revista España Real, que en el Testamento de la Reina, ahora expuesto en la Real Academia de la Historia, recoge tres de sus pensamientos: «Primero, que su mayor fortuna fue contar con su marido, Fernando, al que califica de el mejor rey de España. Segundo, que deben ser reparadas las deudas, vendiendo para ello todos sus bienes. Y tercero, que los moradores de las islas y tierras recién descubiertas, como seres humanos que son, deben ser conservados en los derecho naturales de vida, libertad y propiedad». Si Isabel quiso a su esposo, también Fernando la adoró a ella, como demuestra la carta autógrafa que le escribió en las últimas horas de su vida. Destaca don Luis Suárez que «las muestras de afecto parecen algo más que simples fórmulas»
Gran defensora de la igualdad de las personas, luchó contra la esclavitud adelantándose a su tiempo. Sin embargo, sus detractores resaltan de ella que fue durante su reinado cuando se firmó, en 1942, el decreto de expulsión de los judíos. El profesor Luis Suárez ya se ocupó de matizar y situar en su contexto esta realidad. De hecho, cuando los reinos de Castilla y Aragón expulsan a los seguidores de la Torá, ya antes Gran Bretaña, Francia, Nápoles, Austria y varios principados alemanes los habían echado de sus territorios. Don Julio Valdeón explica, en el Catálogo de la exposición de la Real Academia de la Historia, a raíz del Pentateuco Hebreo, que este libro pone «de manifiesto la indudable fuerza con la que contaba la comunidad judáica instalada en tierras hispánicas».
Isabel la Católica cumple ahora quinientos años desde su muerte cristiana. Mientras continúa el proceso de beatificación, su figura seguirá siendo estudiada y recordada como la de una gran reina.
Agradecemos al autor . María S. Altaba – 2004.11.
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«Tener prejuicios contra Isabel es ignorancia»
El autor publica «Los Reyes Católicos» y critica los planes de estudio que marginan la Historia de España
El miembro de la Real Academia de la Historia Luis Suárez presentó ayer el libro «Los Reyes Católicos», en el que repasa su relación, su forma de gobernar, sus aciertos y errores con «objetividad». El historiador reclamó que la Historia de España se enseñe ya dentro del contexto de la Historia de Europa.
J. Ors
Madrid- Luis Suárez ha publicado «Los Reyes Católicos» (Ariel), una obra escrita «sin iras ni odios» que sintetiza el conocimiento que ha adquirido durante años de trabajo sobre el reinado de Isabel y Fernando. «No es una novedad, pero nos hace falta. Los títulos nuevos están diciendo cosas que no dice la documentación». El historiador mostró ayer con claridad su opinión sobre el escaso eco que está teniendo la conmemoración del V Centenario de la muerte de Isabel. «¿Por qué, si se han celebrado muy bien los centenarios de Carlos V, Felipe II o el de “El Quijote”, existe ese silencio sobre Isabel? ¿Acaso es menos importante? Si existen prejuicios, esos prejuicios procederán sólo de la ignorancia». Suárez no obvia cuáles son los principales recelos que despierta esta figura histórica, y se lamenta. «Son dos: eso de la católica, que hoy ya no se lleva, hay que ser laico. Y dos, haber contribuido a la unidad de España, que es algo que molesta a algunos. Pero que la conducta que existe hacia ella no es de molestia, es de silencio. Allá los historiadores, dicen, nosotros no nos mezclamos en eso. Al principio se habló de una comisión nacional, pero luego... A lo mejor, incluso, Isabel lo agradece para que así no la vuelvan a utilizar». Las tensiones políticas actuales han influido en la Historia, en su enseñanza, transmisión e interpretación. Suárez criticó el viraje «localista de la Historia»: «Hay un libro que dedica veinte líneas a la Historia de España, y cien a la de la región». El resultado de los vigentes programas educativos, lo aventuró él mismo: «Con éstas políticas, estamos condenando a nuestros hijos a que no sepan Historia. Y los que la olvidan están condenados a repetirla». La solución que propone es que los profesores de primaria y secundaria «enseñen la verdad de la Historia de España, como la conocemos hoy. Ahí tienen el libro que han escrito Julio Valdeón y Santos Juliá, que lo lean. Tienen más que suficientes herramientas para dar a los españoles una conciencia de su historia». El futuro está en Europa y, por eso, Suárez se permitió lanzar un consejo: «Hoy, ya, deberíamos estar enseñando la Historia de Europa y la Historia de España dentro de ella, porque el futuro está ahí y la gente debe estar preparada para lo que viene». En la presentación de su nueva obra, destacó que siente que no se reconozcan el orden y la unidad que lograron los Reyes Católicos. «Defendieron la unidad en la pluralidad, y lograron un orden moral. La unidad fue un proceso largo buscado por todos los reinos para que gobernara una sola línea dinástica. Ya existía esa idea de interrelación». 2004.11.25.L.R. ESP.
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P: Ha dicho que los Reyes Católicos han sido los mejores monarcas que ha tenido España. De estas decisiones: ocupación de un continente entero que no nos pertenecía, asesinato de millones de indígenas, esclavización de otros tantos, imposición de nuestra cultura y religión, expulsión de los judíos, ¿cuál es que más le ha gustado?
R: El trato a los indígenas como súbditos y no como esclavos (a diferencia de otras potencias), la prohibición de la esclavitud de aquellos que habían sido reducidos a ese estado por Colón, la unificación de la cultura de casi todo un continente en el que las luchas tribales eran feroces, la inclusión de ese continente en la esfera occidental, la consumación victoriosa de la lucha secular contra el Islam... hay más pero me falta espacio. 2003-03-29 Dr. en historia y filosofía don César Vidal. Esp.
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Virgen de la Mosca; con la Reina Isabel a sus pies |
La verdad no es concepto, es una persona, Jesucristo – Verbo Palabra Divina. Él es el Señor de la Historia, luz de la humanidad, esperanza de todo hombre.