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Nos encontramos en: - Medinenses destacados - Pilar Benito y Rosa Jimémez
PILAR BENITO Y ROSA JIMENEZ

Pilar Benito, de 36 años, y su cuñada Rosa Jiménez, de 30

08-11-07 - Tuercas entre tornillos Dos mujeres medinenses relatan su experiencia como trabajadoras de un taller mecánico, «un lugar machista, aunque vamos rompiendo moldes» - PATRICIA GONZÁLEZ

La mecánica automovilística siempre ha sido una profesión de predominio masculino. Sin em-bargo, poco a poco las mujeres se están incorporando a esta profesión en la que cada día que pasa suben un peldaño y están mejor valoradas por el sexo opuesto, al ver que su capacidad para cambiar el aceite o poner a cargar la batería del coche no difiere en absoluto por el hecho de ser mujeres.

Pilar Benito, de 36 años, y su cuñada Rosa Jiménez, de 30, son desde hace un año y tres meses dos de las trabajadoras del taller mecánico medinense Delsa. Ambas dejaron sus trabajos habituales. La primera abandonó las cazuelas y la plancha por las llaves y los tornillos. La segunda era camarera y dijo adiós a la bandeja y las tapas para convertirse en una todoterreno de la mecánica. Porque, ¿quién dijo que las mujeres no podían ser mecánicos?

«Nos metimos aquí porque no nos quedaba más remedio. Al ser un negocio familiar todos tenemos que arrimar el hombro y sacarlo adelante», explican. Reconocen que llevan poco tiempo en este nuevo trabajo, pero «suficiente para aprender y ser unas profesionales en nuestro campo. Y es muy difícil, no te creas. No teníamos ni idea de nada. Ni de llaves, ni de tomas, ni de instalaciones», reconocen.

En el taller hacen de todo, como aseguran. «Somos las chicas de los recados, las de la oficina, las facturas, las que limpian, las que pasan las llaves, y de vez en cuando toca el cambio de aceite y, sobre todo, las ruedas», explican.

El pelo largo y la voz suave chocan a algunos clientes, habituados a que este sea un sector donde predominan los trabajadores varones. «Y eso no es muy divertido, porque los hombres, para trabajar, estresan mucho», bromean estas cuñadas.

Cuando se les pregunta si el mundo de la mecánica es machista se lo piensan. «Sí y no», aseguran. «Yo creo que se han acostumbrado a vernos. Al principio les chocaba muchísimo. Nos decían: pero si tienes las manos sucias. Nosotras les contestábamos, claro, ¿cómo no las voy a tener sucias si estoy trabajando? Pero ahora ya, después de un año y tres meses trabajando en el taller, como que se han acostumbrado».

Anécdotas no les faltan. «Por ejemplo, al principio, cuando venía algún cliente, y estábamos Rosa y yo solas en el taller porque los chicos estaban fuera, al vernos a nosotras decían: ¿No hay nadie? Nosotras les mirábamos de arriba abajo y les decíamos: Claro que hay alguien, ¿es que no me ves?»

Lo más complicado

Cuando Pilar echa la vista atrás para hacer un repaso de lo más complicado que ha tenido que llevar a cabo en su nuevo trabajo recuerda el cambio del alternador de un camión que tuvo que hacer por teléfono. «Lo desmontamos y una vez hecho piezas, por el teléfono me fueron diciendo cómo tenía que volver a montarlo. Me tuvieron que dar alguna pista, porque además era el primero que veía en mi vida. Pero ya se sabe, son gajes del oficio», explica Pilar. A Rosa le ha tocado poner en marcha la instalación eléctrica de una furgoneta: «Quitar cables, encontrar la avería y después poner una solución».

¿Y cómo compaginan la vida laboral con la familiar? Resoplan. Y a continuación añaden: «Es muy complicado porque ya se sabe que no tienes unos horarios fijos y determinados. Tienes que estar operativa casi las 24 horas del día, pero realmente es muy complicado. Es muy difícil porque no hay facilidades. No tienes donde dejar a los niños, la compra, la casa y así infinidad de cosas. Con paciencia y poco a poco parece que vamos mejorando la compatibilidad entre el taller y la casa», concluyen.

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