El
Plan de Residuos Industriales de Castilla y León
fue aprobado el 7 de noviembre de 2002 por el Consejo de
Gobierno y establecía como objetivos la reducción
en un 45 por ciento de los residuos peligrosos (133.050
toneladas en 2000) y del 30 por ciento de los no peligrosos
(2.761.200 generados el mismo año), una gestión
que abarque al cien por cien de los productores y el aumento
del reciclado (aluminio, baterías, industria fotográfica
o aceites).
Otra
de las novedades de este plan era la firma de convenios
con otras comunidades para la entrada y salida de residuos
con objeto de tratarlos, al tiempo que se contemplaban tres
instalaciones para tratar los desechos no peligrosos: una
en el eje Medina del Campo, Palencia, Burgos, cerca de Aranda
de Duero, para dar servicio a Segovia y Soria, donde se
ubicaría un centro para tratar 1.500.000 toneladas.
Las
otras dos estarían en el centro geográfico
León, Ponferrada, Benavente, con influencia en el
norte de Palencia, y en Salamanca, para recibir desechos
de Avila, Salamanca y Zamora, con una capacidad de recepción
de 500.000 toneladas cada una.
No
obstante, la entonces consejera Silvia Clemente subrayó
que la ubicación exacta de las instalaciones se determinaría
conforme a la declaración de impacto ambiental y
aspectos económicos y sociales.
Durante
la vigencia del Plan se preveían 90,36 millones de
euros, de los que el 71 por ciento, es decir 64,13 milones
serían aportados por la iniciativa privada, y el
resto, 26,17 millones de euros, por la Administración
pública, lo que tendría un efecto entre 1.500
y 2.000 puestos de trabajo en el mercado de gestión
y reciclaje.