Cultura es una palabra mayúscula, una
prerrogativa de la identidad de los pueblos convertida en
argumento intransferible para la explicación de su
existencia. Las cibilizaciones más poderosas de la
historia de la Humanidad han ensanchado y mantenido sus vastísimos
límites gracias a ese "cultivo" de formación
coleciva antes que a su potencia militar, haciendo de esa
fuerza de convicción arma y pilar de su ideosincrasia.
La generosa abundancia de estímulos
de atracción cultural en Castilla y León es
un inagotable almacén de emociones diversas, una mesa
espectacularmente surtida para que los degustadores del imperecedero
aroma de la Cultura sacien siempre su apetito.
La convivencia medieval de tres culturas,
cristiana, musulmana y hebrea, ha dejado en la región
huellas artísticas, urbanísticas, toponímicas,
literarias... cuya completa enumeración es imposble,
rastros de un existir comúm que bien pudieran servir
de argumento hoy día para los convencidos de que la
armonía entre diferentes credos y culturas es más
que una deseada hipótesis.
La universalidad de nuestras ciudades declaradas
Patrimonio de la Humanidad nos sumerge en sugerentes recorridos
urbanos, acentuados por la condición que Salamanca adquiere en 2002 como Capital Europea de la Cultura. La espiritualidad
monumental de las catedrales muestra la fuerza de la dinámica
ferviente y el delicado trabajo de sus artífices, conscientes
e incoscientes de su impagable trabajo en imperecederas joyas
de asombro general.
Los abatares de la reconquista propiciaron
que la sociedad medieval castellana se definiese durante siglos
por la coexistencia de cristianos, musulmanes y judíos.
Castilla y León teje su historia con
la de otros pueblos y construye una cultura regida por las
ideas de tolerancia y de convivencia, que en el aspecto artístico
alumbran un arte singular, exclusivo de la Península
Ibérica: el mudéjar, una nueva forma de expresión
en la que se funde lo árabe y lo cristiano. La dificultad
de los reinos cristianos del norte para repoblar los territorios
conquistados abocó a una decisión de consecuencias
culturales: autorizar a la población musulmana vencida
a permanecer en sus hogares manteniendo su religión,
su lengua y su organización social. El pragmatismo
político y la fascinación que ejerce en el mundo
cristiano el legado artístico del Islam harán
posible el nacimiento de un estilo artístico abierto
e integrador, rico y versátil, fruto de una cultura
plural. Crece en la Castilla más mesetaria y cerealista
un universo de ladrillos, adornado con paraísos
de madera y azulejo, que hoy más que nunca ha de despertar
una reflexión sobre la aceptación de otras culturas.
El viajero que quiera conocer el mundo de
las soluciones constructivas hispanomusulmanas en Castilla y León puede comenzar viaje en la localidad segoviana
de Cuellar, "isla mudéjar
en un mar de pinares", donde visitará los templos
de San Martín (que alberga el Centro de Interpretación
del Arte Mudéjar), San Esteban, el Salvador y San Andrés.
Coca, con su monumental castillo mudéjar,
establece la ruta hacia tierras de Valladolid, donde la villa
de Olmedo es otra de las capitales castellenoleonesas de este
estilo artístico, con sus iglesias de San Miguel y
San Andrés y una comarca rica en manifestaciones arquitectónicas
debidas a alarifes musulmanes. El Ávila, Arévalo
y la comarca de la Moraña constituyen otro de los grandes
focos mudéjares de la región; no se ha de dejar
de visitar el antiguo conjunto monacal de La Lugareja, con su hermosísimo triple
árabe. El viajero abandonará la Tierra de Pinares
para ingresar en Tierra de Campos: el itinerario atraviesa Palencia para llegar a Sahagún, origen del mudéjar,
donde se levantan las iglesias de San Tirso y San Lorenzo.
La ruta sigue hacia el sur, con otras dos paradas fundamentales:
Toro, en la provincia de Zamora, donde merecen visitar los
templos de San Lorenzo el Real y San Salvador, y Alba de Tormes,
en Salamanca, con sus hitos mudéjares de Santiago y
San Juan.
Mudéjar en Castilla y León
Entre los siglos
XIII y XVI floreció en la España creciente de
la Reconquista un estilo arquitectónico fruto de la
convivencia entre cristianos y musulmanes. El mudéjar
marcó la construcción de un sinfín de
iglesias por los pueblos de Castilla y León. La comunidad
vecina ofrece hasta el próximo 13 de septiembre la
oportunidad de conocer a fondo su rico patrimonio mudéjar
con el programa «Al sur del Duero», que engloba
la visita a más de 30 templos repartidos por las provincias
de Ávila, Salamanca, Valladolid y Segovia (www.turismocastillayleon.com).
Todas las iglesias abren (salvo excepciones en Salamanca)
de 11 a 14 horas, y de 17 a 20 horas.
Desde Asturias,
por la autopista de La Coruña, localidades como Medina
del Campo, Tordesillas y Arévalo están a tiro
de piedra para una escapada de un día. Y si hay algo
más de tiempo, se puede pasar todo un fin de semana.
Sólo es necesario dejarse guiar por los folletos para
conocer otros núcleos más pequeños que
albergan verdaderas joyas arquitectónicas como Madrigal
de las Altas Torres, Olmedo, Santa María La Real de
Nieva, Matapozuelos, Mojados, Muriel de Zapardiel, Fresno
el Viejo? Todos presumen de tener una iglesia que, si bien
no es al completo de estilo mudéjar, conserva algún
elemento.
En Asturias,
este fin de semana, la agenda va también completa.
Se celebran los certámenes del queso casín (collada
de Arnicio) y de Cabrales (Arenas), la fiesta de La Regalina
(Cadavedo) y el Festival de la sidra natural en Gijón,
entre otros.
Para una información
más detallada y actualizada, consulten la Web de la Junta
de Castilla y León, (www.turismocastillayleon.com) o llamando al teléfono: 902 20 30 30
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El Mudejar de la Moraña
Ruta del Mudejar en la Moraña - Ávila
Comarca: La Moraña y Arévalo
Madrigal de las Altas Torres - Fontiveros - Arévalo La Moraña abulense es una extensa llanura situada la norte de la provincia que incluye la tierra de Arévalo y forma parte del típico paisaje castellano.
La escasez de canteras de piedra y la posible presencia de población de ascendiente árabe-converso propició la construcción de numerosos templos parroquiales de estilo románico-mudéjar, una arquitectura singular y diversa.
Claros y admirables ejemplos de él son los templos de San Nicolás de Bari en Madrigal de las Altas Torres, las iglesias parroquiales de Donvidas y Narros del Castillo, los templos de Santa María la Mayor del Castillo y San Martín, en Arévalo, y la ermita de La Lugareja, de una belleza arquitectónica singular.
Pero también otros pequeños pueblos de la Moraña conservan torres y artesonados de este mismo estilo de sus iglesias, con una carga de belleza original y un atractivo, que imprimen un algo de elevación mística a esta comarca de la llanura castellana.
Madrigal de las Altas Torres Cuna de Isabel la Católica, del Obispo Alonso de Madrigal, El Tostado, de Vasco de Quiroga y que vio también los últimos días de Fray Luis de León. Cuenta con dos iglesias, la de Santa María del Castillo, de estilo mudéjar y la de San Nicolás, de preciosos artesonados y sepulcros renacentistas en el presbiterio, donde también se puede ver la pila en que fue bautizada Isabel la Católica, el Palacio de Juan II en el que impresionantes artesonados mudares coronan la alcoba donde nació la reina.
Fontiveros Pueblo natal de San Juan de la Cruz. En la Iglesia parroquial descansan los restos de su padre y de su hermano pequeño. Esta Iglesia es el monumento más valioso de la localidad. Las investigaciones apuntan que fue una sinagoga judía en sus orígenes. Actualmente puede contemplarse un bello artesonado mudéjar recientemente restaurado.
Arévalo La ciudad de Arévalo es el centro neurálgico de esta comarca, surcada por dos ríos, el Adaja y el Arevalillo, testigos de las huellas que dejaron romanos, visigodos, árabes y cristianos. A los árabes se debe el refuerzo de la Muralla, la reconstrucción del Alcázar, el Arco de Alcocer y el increíble Puente de Medina que cruza el Arevalillo. Mención especial merecen las iglesias de estilo románico-mudéjar de Santa María la Mayor, San Martín, San Miguel y La Lugareja.
Iglesia de Santa María la Mayor Es una obra románico mudéjar de la segunda mitad del siglo XIII que se encuentra situada en la plaza de la villa, en torno a una plaza porticada. Fundación y enterramiento del linaje de los caballeros Briceños.
Templo de una sola nave en el que se destaca su ábside con tres ordenes de arquerias ciegas dobladas de medio punto, con su tramo recto en la misma disposición recuadros, nave estrecha y alta. La esbelta torre otra brillante obra de la arquitectura mudéjar, es perforada en su base por un arco ligeramente apuntado, por el que transcurre la calle del mismo nombre, tipología de torre perforada muy orginal por lo poco frecuente.
El acceso desde el primer piso esta empotrado en sus muros; dos estancias superiores son de bóveda apuntada, para llegar al cuerpo de campanas, con elevados ventanales apuntados de arcos dobles enmarcados en alfiz y cenefas de ladrillos en esquinilla, adorno tan característico del mudéjar de la Tierra de Arévalo. El cuerpo alto es posterior, de época neoclásica, rematado en forma piramidal, entonando con el conjunto.
En esta torre se encontraba el reloj de cuerda que controlaba la vida de la villa; aún conserva la "campana de queda", que con sus cien toques de diez en diez, abría o cerraba las puertas de las murallas, tocaba a arrebato cuando habia fuego, y pausadamente cuando duelo. En 1538 estaba en mal estado y al no poderse reparar, fue sustituido por otro en 1548. Leer más»
IGLESIA DE SANTA MARÍA LA MAYOR - ARÉVALO
En su interior, desgraciadamente mal restaurado, quedan restos del espléndido artesonado mudéjar del coro bajo. En la nave un enterramiento gótico. En el ábside, un formidable conjunto de pinturas murales románicas, es el más importante conocido de la comarca, pero en mal estado de conservación y dañado por antiguos incendios.
Aún así, denotan gran valor antístico y en ellas se aprecian dos momentos en su ejecución siglos XII-XIII, representan un Pantocrátor en mandorla con tetramorfos, figuras, diferentes alegorías y cenefas, siendo muy llamativas unas caras barbadas, de grandes ojos almendrados e insertadas en el volumen de los ladrillos esquinados. En la unión de la bóveda y el tramo curvo del ábside se aprecia una inscripción en letra gótica.
Durante el curso de una restauración se encontró un conjunto mural de gran importancia que decora el cascarón del ábside y que, por su excelente conservación, se considera uno de los más importantes de la región.
Se trata de un Pantocrátor en mandorla rodeado de los símbolos del Tetramorfos bajo los cuales, y separados por una greca, se encuentran restos de lo que pudo ser el colegio Apostólico. Obra de un maestro popular que, por estilo y cronología, a mediados del siglo XIII, puede ser puesto en relación con el autor de las pinturas de San Justo de Segovia.
Iglesia de San Miguel Fue lugar de enterramiento y juntas de los caballeros del linaje de los Montalvo. Declarada Bien de Interés Cultural, es un edificio de gran volumen, reformado en diversas épocas.
Destaca su cabecera plana al exterior, con diversos arcos decorativos ligeramente apuntados y distribuidos de forma simétrica en toda la fachada; no tiene el remate superior, aunque es de gran altura. Parece fábrica del siglo XII lo más antiguo y según algunos autores fue sinagoga judía, cuya traza es obvia. Era citada como parroquia en el inventario de 1250. Gran confusión de sus dataciones históricas, que la rodean de misterio.
En la fachada norte, puerta mudéjar casi intacta y algunas ventanitas de su primitiva fábrica. En lo alto de su muro, dos óculos curiosos y raros, recuadros y dentro de ellos la Cruz y la estrella de David; obra de ladrillo y detalle característico y original de este edificio, que recuerda el doble culto cristiano y judío que en ella se desarrolló.
Puerta sur, neoclásica en ladrillo, una solución muy repetida en toda la comarca, deja ver tras de ellas las cenefas de la primitiva portada mudéjar. A lado, una dependencia añadida en el siglo XVIII para sacristía con las esquinas a modo de contrafuertes cilíndricos.
La torre, fue desmochada y la falta el remate; en escritos del siglo XVI decía que llamaba la atención por su sobresaliente altura. El cuerpo de campanas se cubre con sencillo tejado. Escalera entre los muros desde el presbiterio. Diversos sillares graníticos se reaprovecharon en su construcción, quizás de la necrópolis romana, algunos son restos de verracos celtibéricos, según se evidencia de un inventario de los mismos. Leer más»
IGLESIA DE SAN MIGUEL - ARÉVALO
El interior de su elevada cabecera, de grandes dimensiones y bóveda que descansa sobre dos arcos apuntados de doble arquivolta y otros esbeltísimos decoran los muros laterales, todo ello encalado.
Entre los arcos, diversos sepulcros con arcos raros y reformados, no siendo uno que tiene pinturas góticas populares, destacando al lado izquierdo en el que están enterrados Don Juan de Montalvo y su mujer Dª María de Valderrábano de la casa de Villatoro, señores de Botalhorno, a cuyo cargo se realizó la reconstrucción de finales del siglo XV y principios del XVI.
Sobre la puerta de la sacristía, una hornacina enrejada que contenía los archivos, se adorna con pinturas populares rodeando un gran escudo del linaje y una inscripción de la toma de Arévalo.
El arco toral de piedra de granito con rosetas , corresponde a la reforma de finales del siglo XV y principios del XVI, al igual que esos dos atrevidos y valientes arcos de la nave, que apearon el gran artesonado del que solo quedan cuatro pechinas planas riquísimas en su decoración de lazo ataujerado de doce y los tirantes tallados.
Nave amplia y renovada en su sencilla decoración neoclásica, tiene restos de lo que fue un órgano en una tribuna elevada.
Pero la obra de arte más importante que guarda este templo es su retablo, que fue pintado entre 1507-1508 por el Maestro Marcos de Pinilla, que tenía su taller en Ávila y al tiempo que se pintaba el retablo mayor de la catedral. Se le pagaron, según el libro de fábrica de la parroquia, 54.000 maravedíes, mas 238 por el traslado, 485 al maestro que lo asentó y otros gastos. Leer más»
RETABLO DE LA IGLESIA DE SAN MIGUEL - ARÉVALO
El marco primitivo era de formas escarzanas y decoración gótica o plateresca, pues era “de pincel de talla”; fue sustituido por otro barroco más pobre y con decoración rococó, así como el santo titular y el sagrario barrocos, en la reforma del siglo XVIII. En 1730 Pedro Bahamonde, escultor de Valladolid, hace las gradas y demás guarnición para el retablo mayor.
Consta de trece tablas pintadas al óleo distribuidas en tres cuerpos, siendo las inferiores más pequeñas y en las que están representados ocho santos: San Sebastián y Santa Ursula; San Bartolomé o San Pablo y Santa Catalina; Santo Tomas de Aquino y San Buenaventura; San Francisco y San Jerónimo.
El segundo cuerpo está dedicado a la historia de San Miguel, patrón de la iglesia y su aparición en el monte Gárgano donde se ve el milagro del toro, la procesión al lugar, la construcción del templo y la Aparición de San Miguel a San Gregorio.
En el tercer cuerpo se representan cinco escenas de la pasión y muerte de Cristo. Y al decir algunos autores son los mejores. Antes de conocerse el autor, Post le denominó "Maestro de Arévalo", por la impronta personal y características del autor, aunque tiene algún paralelismo con otros maestros de la escuela de Ávila; y algo de Berruguete, del Maestro de Riofrío y del Maestro del Portillo en sus fondos arquitectónicos.
El estilo de Marcos de Pinilla, es de clara tradición hispano-flamenca; algunas figuras, principalmente el Cristo, aún tienen una cierta rigidez que recuerda el gótico, suavizado en su dibujo por la influencia italiana; lo que pierde en exquisitez técnica, lo gana en espontaneidad.
El mayor interés artístico reside en ser una obra extraordinaria del momento de transición hacia el renacimiento. Recordamos que lo castellano-flamenco perduró mucho tiempo, frente al empuje de las nuevas formas renacentistas, porque era el gusto de los destinatarios.
Iglesia de San Martín Es uno de los edificios religiosos mas antiguos figurando en el inventario de 1250. Situada en la Plaza de la villa, está declarada Monumento Historico Artístico y posee una mezcla de estilos, románico, mudéjar y renacentista. Tiene dos imponentes torres mudéjares conocidas popularmente como las "torres gemelas".
La de la cabezera, denominada "de los ajedreces" por los docetableros de ese juego que ostenta en los cuatro lados del cuerpo de tres pisos de arquerías de ladrillo dobladas de medio punto y recuadradas en alfiz. Un segundo cuerpo con grandes arcos de cuádruple. Y un tercer grupo con motivos decorativos de ajedrez, ladrillos en espiga, una cruz en la cara este y pequeños arquitos enmarcados, sobre los que se abre un amplio ventanal por lado, de cuatro arcos apuntados y abocinados, tambien enmarcados en alfiz.
En su interior y en el cuerpo bajo, presenta una extrardinaria y original bóveda. No parece que albergara campanas y es señalada como el minarete de la antigua mezquita que, según la documentación, existió contigua al templo cristiano. Y aún que se celebrara el culto de ambas religiones. No tine acceso desde el templo.
La otra torre, situada a los pies del templo, es denominada "torre nueva", si bien por su arquitectura data del siglo XII. Como otras muchas torres de la ciudad y de la comarca, el cuerpo bajo es compacto y su acceso se realizaría desde el segundo cuerpo, lo que induce a encajar su origen como torre defensiva de vigilancia, a la que después se añadiría el cuerpo de campana. Es lisa con esquinales y verdugadas de ladrillo, con mampostería de piedra rajuela.
El cuerpo campanario tiene dos ventanales por lado, de medio punto doblados y recuadros. El tercer cuerpo, tiene al exterior cuatro arcos ciegos que albergan en su interior una preciosa bóveda esquifada, con perpiaños en cruz, de medio punto y de archivoltas dobles. EL remate es una terraza, desde la que se divisa una hermosa panorámica del Arévalo medieval y de la amplia campiña que nos rodea. Esta terraza, su estructura y sus escaleras entre muros, la hacen gozar de un singular encanto mediaeval. Leer más»
IGLESIA DE SAN MARTÍN - ARÉVALO
A medio día tiene esta iglesia un atrio románico, al estilo de los segovianos, con columnas pareada sobre alto pretil y capiteles primorosamente labrados, aunque muy deteriorados por el "mal de la piedra", el carácter blando de la caliza en que están labrados; tiene como motivos ornamentales, hojas corintias lisas o no, mostruos, aves con cabeza humana, leones, animales músicos, la Anunciación y la Visitación, caballeros cabalgando entre castilletes, algunos de ellos semejantes a unos de la portada principal de San Vicente de Ávila y otros iguales algunos del Monasterio de Silos; bajo el tejado del atrio, restos de algunos canecillos en el muro, anteriores al atrio, de baquetones y figurativos.
Cinco columnas de orden dórico sustituyeron a las originales en el siglo XII sin que conzcamos los motivos. Áun con esta mutilación, es una gran obra del arte románico.
El atrio está añadido a la nave de la iglesia y a la torre nueva, por lo que una y otra ya existían antes de finalizar el siglo XII. Esto confirma la cronología propuesta, ya que el atrio se construye hacia 1190.
En el pórtico, muy deterioradas y casi borradas por el actuación de la intemperie, se aprecian restos de pinturas murales que representan "La Última Cena", de estilo gótico, de bellísimos trazos en los rostros y ropajes de Cristo y los Apóstales.
El interior del templo y su cabezera fueron reformados en el siglo XVII y XVIII. Destacan las bóvedas de la nave norte y a la cúpula del crucero, con primorosas yeserías barrocas.
Su Altar Mayor, con retablo también barroco y el santo titular en medio, y una talla de la Purísima en lo alto, buena y de estilo sevillano. Esta iglesia fue lugar de enterramientos y juntas de linaje de los Tapia.
Existió un muro de unos diez metros de alto, salvando el desnivel de la Plaza de la Villa y es tradición que su único paso en rampa, que mandó construir la familia de los Cárcel, como única condición para su paso era pronunciar la jaculatoria "Ave María", que aún se puede ver grabada en las piedras de la cabecera de la iglesia.
Ermita de la Lugareja Considerada una de las cumbres del románico mudéjar español fue declarada Monumento Nacional. Actualmente es ermita y el edificio es el conjunto de ábsides y crucero de la iglesia del antiguo convento de Santa María de Gómez Román.
Ermita de la Lugareja Considerada una de las cumbres del románico mudéjar español fue declarada Monumento Nacional. Actualmente es ermita y el edificio es el conjunto de ábsides y crucero de la iglesia del antiguo convento de Santa María de Gómez Román. Leer más»
ERMITA DE LA LUGAREJA - ARÉVALO
Una tradición remonta su existencia a la época de los godos de la orden Templarios hasta la invasión de lo árabes, por el momento no parece confirmarse arqueológicamente; habla de su reconstrucción a principios del siglo XIII, por los hermanos Gómez Naróny Román Narónuno abad del convento, el otro militar caballero de Santiago. La primera fecha documentada es una bula de 178, que lo cita como “como monasterium sancta Marie de Gómez Román”. Entonces era monasterio abacial de monjes que tenían reglas propias y es cuando la Tierra de Arévalo deja de pertenecer al obispado de Palencia y pasa al de Avila. Un año después, Alejandro III, confirma al obispo abulense Sancho estas posesiones y plena potestad sobre iglesias de Ávila, Arévalo, Olmedo y sobre todo los monasterios de Burgohondo y Gomez Román.
En 1210 se adoptó su primera reglamentación supervisada por el obispo y que firma “Ego Nicholaus, abbas, Sancte Maria de Gómez Román...” De los bienes patrimoniales del convento se distribuían por partes para la “mesa abacial”, otra común, la obra de fábrica, enfermería y sacristía. Son significativas las partidas: a la fábrica se emplearía la producción de tres yugadas de labor y doce aranzadas de viñas; a la mesa común la de sesenta aranzadas de viñedo desperdigado en lugares próximos a Arévalo; a la enfermería la de veinte aranzadas de viñas; y a la sacristía la de una jugada de tierras de labor. Destacamos la importancia de las viñas en la edad media, como veremos más adelante.
En 1232 sigue siendo masculino y existe un acuerdo entre Juan el ex-abad, el obispo Domingo y el abad Domingo López. En 1237, se funda el “Archivo de las informaciones de limpieza de los Cristianos Viejos del Señor Santiago”.
Es en 1245 cuando el monasterio se transforma en una colectividad benedictina de mujeres, Inocencio IV confirma a la abadesa las propiedades e inmuebles de que disfrutaba hacía tiempo, tanto en Arévalo como en varios pueblos. No podemos precisar si el magnífico conjunto de edificaciones conventuales pudiera corresponder a la primera época o a esta última. Los más prestigiosos historiadores de arte afirman que estaría más cerca de la primera, como Gómez Moreno que la data en la segunda mitad del siglo XII y como Gutiérrez Robledo la retrasa a una fecha más próxima al 1200. Estuvieron en él las monjas Bernardas hasta 1527 en que se trasladaron al Palacio Real de Arévalo, tras la donación del mismo por el Emperador Carlos Ven 1524.
En el siglo XVII es cuando son tapiados los arcos torales, se hace la nueva entrada y fue parroquia del caserío anejo a la villa de Arévalo. Con la desamortización se vende el Lugarejo en 1844 a Francisco Portillo, vecino de Madrid en 1.031.000 reales. En cuanto a lo artístico y monumental, nos encontramos ante un impresionante conjunto de arquitectura medieval, ejemplo único del mudéjar.
Lo que hoy resta es la cabecera de la iglesia conventual, con tres ábsides, cimborrio con cúpula y tambor, y los brazos laterales del crucero. Los arcos estructurales son apuntados y algo peraltados, que dan aspecto de ligereza y esbeltez. Las ventanas y arcos decorativos son de medio punto; la impresión bicromática del pálido rojo del ladrillo y el blanco de su llagueado, ambos de igual grosor, realza sus líneas, que a veces se tornan doradas en esos impresionantes atardeceres de la meseta.
Los tres ábsides son de curva prolongada, tienen sobre zócalo de mampostería con verdugadas de ladrillos, un solo cuerpo de arcos dobles, elevados y esbeltos. Remata una cornisa con esquinillas y facetas en nácela. Todo ello en un armonioso conjunto de proporciones y volúmenes.
El cimborrio es como un macizo torreón cuadrado, con un cuerpo de siete arcadas por lado, de las que solo la central está abierta, es mas baja y tiene doble arco. Están guarnecidos por dos fajas de ladrillos esquinados. Sobre ellos una cornisa de nácelas y el tejado de losas. Sobre la terraza del ábside de la epístola se añadió una sencilla espadaña para la campana. Leer más»
El cimborrio es como un macizo torreón cuadrado, con un cuerpo de siete arcadas por lado, de las que solo la central está abierta, es mas baja y tiene doble arco. Están guarnecidos por dos fajas de ladrillos esquinados. Sobre ellos una cornisa de nácelas y el tejado de losas. Sobre la terraza del ábside de la epístola se añadió una sencilla espadaña para la campana.
La provincia de Ávila se distingue por poseer un diverso e impresionante conjunto de arte y cultura.
Ejemplo singular de ello es el conjunto mudéjar que se concentra principalmente en La Moraña, donde se levantaron una serie de edificios, civiles y religiosos, cuya construcción estuvo determinada por la existencia de una población que conocía los sistemas constructivos de tradición árabe.
En la arquitectura de La Moraña están ampliamente representados el ladrillo, la mampostería, la cal, el canto y la madera. Otro de los materiales básicos es el yeso. La cerámica, a pesar de ser uno de los materiales característicos en la decoración de tradición islámica y propia de la arquitectura mudéjar, no está representada en los edificios de La Moraña abulense.
Otra ruta muy visitada es Ávila, Arévalo, Madrigal y Fontiveros.
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Románico Mudéjar rural en la Moraña
La Moraña es una extensa llanura situada al norte de la provincia que incluye la propia Moraña y la llamada "Tierra de Arévalo". La escasez de canteras de piedra y la posible presencia de población mudéjar en esta zona propició la construcción de numerosos templos parroquiales de estilo románico-mudéjar.
Tres buenos representantes de este estilo morañés son los templos de San Nicolás de Bari en Madrigal de las Altas Torres, y las iglesias parroquiales de Donvidas, Narros del Castillo y Palacios Rubios.
San Nicolás de Madrigal
Este templo sufrió, como otras muchas, importantes reformas en diferentes épocas, sobre todo en el siglo XV. Exteriormente lo más destacable son los dos ábsides de semitambor, que corresponden al central y al de la Epístola, con las clásicas arquerías murales y frisos de ladrillos en esquinilla.
Situada en la Plaza del Ayuntamiento de Madrigal, encontramos este noble ejemplar de iglesia mudéjar. Seguramente data del siglo XIII y se edificó con importantes dimensiones como templo con planta de cruz latina de tres naves y otros tantos ábsides, dos en hemiciclo y el del Evangelio de testero plano. La nave central mide 7,70 metros, el doble que las laterales.
En el siglo XV sufrió algunas importantes reformas que modificaron parte del aspecto exterior, como la sustitución de las puertas.
Exteriormente sólo quedan dos ábsides, ambos pertenecientes al "Modelo de Tierra de Pinares". El ábside central tiene tres series de arcos murales doblados, los del último apuntados, friso de facetas, cornisa de ladrillo, y por encima, de nuevo, recuadros, otro friso y de nuevo cornisa, como si se hubiese recrecido en época todavía románica.
El ábside lateral del lado de la Epístola tiene, sobre zócalo de ladrillos tendidos y un friso a sardinel y otro de esquinillas, dos filas de arcos doblados de medio punto, separados por friso de esquinillas. Por encima, y a pesar de la restauración reciente de que ha gozado la articulación muraria ha sido desvirtuada pues no es difícil adivinar que hubiera un tercer piso de arcos o recuadros. Lo que queda de lo original es un breve tramo con friso de facetas.
No podemos olvidar la enorme torre que se levanta a sus pies, la mayor de este estilo en la provincia de 65 metros de altura. Es de una austeridad acusada. Tiene cinco cuerpos divididos por rehundidos o cornisas en nacela o baquetón.
El primer cuerpo lleva dos arcos doblados ciegos de medio punto. El segundo en bajo y completamente liso. El tercero lleva dos arcos sencillos sobre impostas de nacela que dan aspecto de arco de herradura y recuadrados por sendos alfices rehundidos y que descienden varios metros por debajo del alféizar de los vanos. El cuarto cuerpo es similar al anterior y es rematado por friso de esquinillas a la altura de la terraza. El quinto cuerpo retranqueado, de sección menor, emerge en el centro con dos vanos en cada cara, cubierto por chapitel de pizarra, al estilo de las francesas abaciales del siglo XII.
El interior muestra tres naves, separadas por cuatro arcos formeros de triple arquivolta que se apoyan sobre anchos pilares con remates de perfil de nacela, imitando capiteles. También se guarda una pila bautismal románica de granito, de copa adornada con esbeltos gallones y basa de garras donde bautizada la que sería la reina Isabel la Católica.
La iglesia de San Nicolás de Bari de Madrigal de las Altas Torres fue declarada Monumento Histórico-Artístico el 3 de junio de 1931.
Donvidas
Este minúsculo pueblecito situado a 8 Km. de Arévalo cuenta con un iglesia parroquial que conserva su gran cabecera románico-mudéjar.
A pesar de los deterioros que los siglos han causado a este templo, no cabe duda que se trata de uno de los más elegantes y cuidados del románico-mudéjar rural de la Moraña.
A ello no es ajeno su esbeltez y cuidada articulación, que sigue el fielmente el "Modelo Toresano", que es un tipo de cabecera usual en la ciudad de Toro pero poco abundante en otras provincias limítrofes, aunque quedan buenos ejemplares en Valladolid (Pozáldez) o Segovia (Montuenga).
Los muros laterales presbiteriales presentan tres arcos doblados que llegan hasta el suelo, mientras que el semitambor del ábside tiene nueve en igual disposición con tres saeteras tapiadas. Por encima corre el habitual friso de facetas al que supera una cinta lisa de ladrillos y de nuevo, para sostener el alero, una cadena de ladrillos en esquinilla. De forma simétrica se abren pequeños huecos para la ventilación del tejado.
El resto fue reedificado anodinamente en el siglo XVIII, incluyendo el interior, que no tiene demasiado interés, al haberse modificado completamente.
Este bello templo de la Moraña exige una urgente restauración que le libere de parches y, sobre todo, consolide la parte inferior de sus muros, no vaya a ser que algún día….
Narros del Castillo
La iglesia de Santa María del Castillo de la población de Narros del Castillo tiene una bella cabecera con arcos doblados rodeados por alfiz, con la clásica decoración de frisos de ladrillos a sardinel o en esquinilla. Desgraciadamente unos rudos contrafuertes afean el conjunto.
Muy destacable es el conjunto decorativo del muro norte con arcos entrecruzados, que no son nada habituales en Ávila ni en otros lugares de Castilla - León y recuerdan a los del Cristo de la Luz de Toledo.
Palacios Rubios
El templo parroquial de Palacios Rubios es uno de los mejor conservados del mudéjar de La Moraña.
Vuelve a conservar sólo la cabecera-torre, y restos de las dos portadas. La meridional está cegada y tiene tres arquivoltas puntadas rodeadas por alfiz.
Los tramos presbiteriales rectos llevan tres cuerpos de arcos doblados recuadrados por alfiz, siendo los del superior algo apuntados, mientras que el ábside vuelve a repetir parecida estructura con tres pisos de siete arcos dobles de medio punto con la salvedad de que en este caso no están recuadrados. Pertenece, por tanto, al "Modelo de Tierra de Pinares".
Por encima corre el clásico friso de ladrillos a sardinel, y más arriba un muro semicircular de mampostería de grandes piedras con verdugadas de ladrillo recrece la estructura original. Y en lo más alto, un piso con vanos cuadrados rodeados de ladrillo.
Estos recrecimientos de los ábsides que se ven dispersos en varios templos morañeses debieron realizarse como campanarios, como lugares encastillados de defensa o como simples almacenes, pero rompen la armonía, por el contraste de material y color, de las cabeceras románico-mudéjares de ladrillo.
En el interior, el arco triunfal deja paso al tramo presbiterial con arcos fajones apuntados, y arquerías ciegas en sus muros laterales.
Por último, queda por decir, que esta iglesia ha gozado de una reciente restauración.
Merecen también una visita otros templos de la Moraña abulense, como la gran iglesia parroquial de Fontiveros, la de Espinosa de los Caballeros con ábside románico puro, Orbita y su galería porticada, San Cristóbal de Trabancos, etc.
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La Moraña es una comarca de la provincia de Ávila, situada en su zona norte entre las provincias de Salamanca, Valladolid, Ávila y Segovia.
Historia
Después de la despoblación producida desde la invasión árabe, la vuelta a su repoblación viene de la mano de grupos mozárabes y muladíes que, desde la segunda mitad del siglo X y todo el siglo XI, van estableciéndose en esta comarca, parte de las extremaduras castellanas y zona de clara inestabilidad política, hasta la reconquista de Toledo en 1085. Estos pobladores, si bien mantienen en su mayoría la religión cristiana, presentan elementos aglutinantes por cuanto usan indistintamente la lengua latina-romance y la árabe; igualmente y en este sentido conservaron su cultura romano-visigótica, pero con importantes elementos árabes. Es a partir de la citada reconquista de Toledo en 1085 y la consolidación de las extremaduras castellanas, cuando a través de los consejos de villa y tierra se va repoblando la comarca con emigrantes de otras partes del norte de la península.
Origen etimológico
Respecto al nombre de la región está bastante extendida la creencia, que vendría de tierra de moros, La Morania, que evolucionó a Moraña. Esta no es la versión que se tiene en la zona sobre el origen de dicho término, sino que la creencia popular es que vendría de Maraña, maraña de pueblos por la cantidad de pueblos que se agrupan en dichas tierras. No obstante, la proporción de moros en la zona debió de ser la misma que en el resto de las (1) tierras de extremadura (extremos del duero), no siendo por ello característico dicha población para designar el territorio.
En la zona de Ávila, tenemos una gran proporción de nombres que han conservado su origen prerromano. Es característico la abundancia del término Muñoz, que vendría de Munio (mendi en vasco), y que significa cerro. Por otra parte también encontramos el término Aran, valle en lenguas prerromanas, y presente también en el vasco, distribuido a lo largo de las dos vertientes del Sistema Central (Aranda, Jaranda, Jarandilla, Arandilla, Peñaranda, Aranjuez, etc.) En este caso, la palabra Moraña, podría fácilmente estar relacionada con ambos términos. De tal manera que evolucionaría a partir de Munio Arania -Munoaraña -Moaraña - Moraña. En este caso, la traducción podría ser algo parecido a "el valle de los cerros", debido a que la primitiva Muni Arania fueran terrenos más cercanos a Gredos y que se extendiese el nombre al resto de los llanos, o que las poblaciones originales se situaran en los pequeños cerritos que se encuentran a lo largo de la región.
Municipios
A la comarca de La Moraña pertenecen 57 municipios.
El clima es mediterráneo continentalizado (Csb en clasificación climática de Köppen) con inviernos fríos (mínimas de -15Cº) y veranos cortos y templados-cálidos (máximas 35Cº), las precipitaciones se establecen en el ámbito de entre 450 y 650 mm anuales, con precipitaciones más abundantes en otoño y primavera y un periodo seco que va entre 2 y 3 meses. Se pueden marcar tres territorios dentro de la comarca de La Moraña, en el norte la denominada Tierra de Arévalo. Entre el río Arevalillo y la provincia de Salamanca La Moraña Occidental y entre el río Arevalillo y la provincia de Segovia La Moraña Oriental, esta última atravesada por el río Adaja y Voltoya, con mayor superficie de bosque pinar y menor regadío, este último concentrado en mayor medida en las anteriores unidades geográficas.
Su altitud media sobre el nivel del mar es de unos 900 metros. Su pertenencia geográfica a la Meseta Norte se evidencia en su paisaje sedimentario, predominantemente llano. Sus tierras uniformes, salpicadas por algunos hitos y colinas así como algunos valles y lavajos, en las que tradicionalmente se alternaba el cultivo del cereal y de las legumbres con los rebaños de ovejas, son tan sólo alteradas por la presencia del río Adaja y sus pequeños afluentes, que atraviesan esta comarca y proporcionan zonas boscosas y húmedas, que se suman al salpiqueo de bosquetes islas y pinares. La masa forestal más densa se encuentra en la margen izquierda del río Adaja entre Villanueva de Gómez y Arévalo con una longitud cercana a los 30 kilómetros.
La economía de la comarca es, principalmente, agrícola.
Durante el siglo XX, el tradicional paisaje cerealista se fue transformando en una alternancia de cultivos de secano y regadío, gracias a las perforaciones que permitieron la extracción del agua de los acuíferos subterráneos. La aparición de cultivos de regadío ajenos a la región (remolacha azucarera, principalmente) transformó la economía de la comarca, y su proliferación agravó el problema de la pertinaz sequía, que se ve bien reflejada en el escaso o inexistente caudal de sus ríos.
Por su importancia ornitológica está en pleno corazón de la ZEPA (Zona de Especial Protección para las Aves) de "Tierra de Campiñas", una de las más grandes de Europa, por su riqueza en aves esteparias como la avutarda.
(1)Las Extremaduras es el término utilizado para referirse a las regiones Extremadura leonesa del Reino de León y Extremaduras de Castilla del Reino de Castilla.
Toponimia
Sobre los orígenes del nombre de Extremadura hay varias hipótesis:
El nombre de Extremadura deriva del latínExtrema Dorii[1] ('Extremos del Duero', o más bien 'en el otro extremo' del Duero, haciendo referencia a su posición al sur de este río), con el que se designaban los territorios situados al sur de la cuenca del ríoDuero (y sus afluentes).
El vocablo Extremadura se usaba, en general, durante la Reconquista para denominar a las tierras situadas en los «extremos»,[2] la frontera, de los reinos cristianos del norte (en particular, de los reinos de León y Castilla) con Al-Ándalus. Así, Extremadura es el nombre que reciben las tierras de frontera de Castilla, en torno a la actual provincia de Soria (recordemos que el escudo de su capital dice Soria pura cabeza de Estremadura): se trataría de la Extremadura castellana; y Extremadura es el nombre que reciben también los territorios «extremos», más alejados y en primera línea de defensa frente al enemigo islámico durante la Reconquista, del Reino de León, que ocuparía inicialmente buena parte de la actual provincia de Cáceres, para extenderse hacia el sur tras la conquista del reino taifa de Badajoz: se trataría ésta, pues, sensu stricto, de la Extremadura leonesa.
Zona de Aragón utilizada en Calatayud, Daroca, Teruel y Albarracín -localidades con fuero.[4] A veces se extiende la denominación a otras zonas más orientales, como el Bajo Aragón histórico y el Maestrazgo. Con el nombre de la Extremadura aragonesa y castellana, utilizado habitualmente para designar al conjunto de ambas Extremaduras, podría denominarse también el espacio fronterizo disputado entre ambos reinos (zonas de Soria y el Moncayo, el valle del río Jalón (Santa María de Huerta), Molina de Aragón, etc.)
Se ha señalado la especial relación de esta zona con una actividad económica característica y determinante: la trashumancia de la cabaña ovina.[6] La continuidad de la asociación entre Extremadura y la invernada de los ganados se mantiene, por ejemplo, en la canción popular Ya se van los pastores a la Extremadura / ya se queda la Sierra triste y oscura... (procedente de la Sierra de Cameros, en la actual Comunidad de La Rioja).
Ya se van los pastores a la Extremadura,
ya se queda la Sierra triste y oscura.
Ya se van los pastores hacia la majada,
ya se queda la Sierra triste y callada.
Ya se van los pastores, ya se van marchando
más de cuatro zagalas quedan llorando.
Ya se van los pastores volverán cantando.
Los amores que dejan ahora llorando.
Ya se van los pastores a la Extremadura.
Ya se queda la Sierra triste y oscura.
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ESTUDIO DE LOS ABSIDES MUDÉJARES DE LA MARAÑA (ÁVILA)
Repoblación y mudejarismo en la provincia de Ávila
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LA MORAÑA
HERENCIA ÁRABE
Entre los mares de cereal y los bosquecillos de pinos del norte de la provincia de Ávila, se extiende la comarca de La Moraña. Lugar dedicado a la tierra, donde el otoño inunda el horizonte de brillante ocre interrumpido, de tanto en tanto, por el desgastado fulgor rojizo de ábsides y arquerías, de esquinillas y torres.
Orgullosa memoria de los musulmanes que escogieron quedarse en su hogar tras la Reconquista. Innegable recuerdo de aquella antigua España de las tres culturas. revistaiberica
Al norte de los montes de Ávila, a partir del pueblo de Arévalo, se extiende un lugar de trigo y girasol, una comarca de extensos colores dorados salpicados, tan sólo, por el verdor de los pequeños pinares y el apagado rojizo de adobe y ladrillo de los pueblos. Comarca de viejas tradiciones nombrada La Moraña, sustantivo que define lo que debió ser este tugar, pues tal término deriva, seguramente de Mauritania o tierra de moros, en clara referencia a que esta dilatada llanura conservara, en la Edad Media, su población de moros.
Más, si entre La Moraña y las serranías de la provincia se aprecia completa distinción de suelo, de clima, de raza y de trajes, mayor es la diferencia artística. Aquí, no sólo se ha cultivado el cereal, sino también una arquitectura especial que emanó influencias hacia Salamanca, Zamora, Valladolid y Segovia. Construcciones menospreciadas, impuestas por la naturaleza del suelo, casi morunas, casi cristianas, alejadas de la pétrea grandiosidad de catedrales, conventos e iglesias erigidas gracias las rentas de una corporación, las prodigalidades de un rey o las larguezas de ricos y señores hechas a cuenta de sufragios y en descargo de conciencias.
Pero en La Moraña, donde el pueblo no podía traer materiales desde grandes distancias, ni labrarlos con primor, ni contratar arquitectos famosos y el pechero no conocía gran cosa sobre ciertas artes, la arquitectura recayó en el musulmán laborioso y sobrio, siervo del pechero, capaz de soportar todo para que le dejasen vivir a su manera. Así, sin piedra de sillería, usando los materiales ordinarios del país, el moro mudéjar ideó un arte particular al que se concedió el término árabe mudayyan.
No obstante, esa voz que significaba sometido, no sólo identificaba una forma de crear. El sometimiento nació cuando las huestes cristianas reconquistaban algún lugar y dejaban permanecer en él a los musulmanes, conservando religión y costumbres. La convivencia, pacífica y reglamentada, llevó a los, recién nombrados, mudéjares a barrios diferenciados, las aljamas, donde vivían según sus propias leyes, aceptando el trato de vasallos y pagando los tributos correspondientes.
Y fueron los mudéjares, algunos de ellos excelentes arquitectos, albañiles y carpinteros, quienes levantaron edificios civiles y templos cristianos, adaptando el románico a los pobres materiales de la meseta castellana. Así, en Castilla y León, escasa de buena piedra, se utilizó el ladrillo o el tapial de cantos esquistosos y graníticos, trabados con mortero de cal. Así, la iglesia de Solana fue reconstruida, en 1466, por los hermanos Alí y Jucafe Leytun, vecinos de Ávila. Un simple dato, pues la mejor comprobación de estos hechos es la observación de las construcciones, repletas de mudejarismo.
Arte sin fecha.
En cualquier caso, levantar un nuevo edificio implicaba llamar a los maestros más diestros o a la mano de obra más barata, condiciones ambas de la población mudéjar. Estos copiaron el modelo románico, sustituyendo la piedra por el más barato ladrillo; las bóvedas por los menos costosos armazones de madera; los arcos de medio punto por una leve herradura; y los campanarios por los minaretes a los que se añadieron huecos para las campanas.
El resultado, lejos del románico, acrecentó diferencias con el gótico, pues los mudéjares utilizaron ladrillos, aliceres vidriados, yeso y madera para copiar tas formas ojivales, sin abandonar su estilo decorativo. Así, el rojizo ladrillo creó arquillos, rombos o espigas en llamativos juegos de luces y sombras.
Caracterizado por ser un arte funcional, el mudéjar curvó los lados de los ladrillos para imitar las molduras en las que se labraba la piedra. Se usó la sebka, repetición de una red de arquillos lobulados y entrecruzados; los zócalos de cerámica vidriada con formas geométricas estrelladas; las lacertas de estuco para cubrir los muros; los frisos de mocárabes o piezas cóncavas suspendidas como estalactitas; las celosías y las hiladas de caligrafía donde, incluso, se incluyeron versículos del Corán.
Bajo tales premisas, surgieron, en La Moraña, iglesias y castillos, murallas y torres, arcos y campanarios. Un arte variado que, hacia el sur, no traspasa la línea marcada por Narros del Castillo, Fontiveros, Costanzana y Adanero. Pero, hacia oriente, se interna en Segovia, por Martín Muñoz de las Posadas; hacia el norte, en Valladolid por Olmedo, Muriel y Medina del Campo; y, hacia poniente, en Salamanca, por Rágama, Alba y Béjar.
En La Moraña, las iglesias carecen de historia y de fecha, aunque, la mayor parte, debieron levantarse en la segunda mitad del siglo XII. Y, aunque algunas corresponden al XIII, sus particulares características hacen indudable que debieron construirse casi simultáneamente. Por ello, generalmente, son de una o tres naves con ábsides a la cabeza y presbiterio delante, cuyos muros convergen hacia el ábside, y una torre a los pies o en el costado septentrional. Los arcos son redondos o levemente apuntados y tienen una doble arquivolta en degradación e impostas de nácela, sólo por el intradós. Las naves se cubren con armadura de madera, pero los presbiterios tienen bóvedas de cañón con perpiaños; mientras que los ábsides se engalanan, por dentro y por fuera, con dobles arquerías decorativas semicirculares. El único motivo ornamental son los frisos de ladrillos en ángulo formando facetas.
Difícil es ver tan sólo una intacta y completa, pues los gruesos pilares y estrechos arcos que las dividían longitudinalmente dificultaban la visión del altar mayor desde las naves laterales, por lo que fueron derribados a principios del siglo XVI, siendo cambiados por arcos góticos de gran volada. Pero ello no es excusa para acercarse hasta La Moraña y contemplar, unas restauradas, otras medio abandonadas, el arte de aquéllos que se vieron sometidos, pero, no por ello, abandonaron la idea de crear con lo poco que tenían a mano.
Antecedentes del mudejarismo.
Para entender el aspecto social del mudejarismo es necesario remontarse al momento en el que los árabes invaden la Península Ibérica. El por qué los cristianos, al paso de la liberación del territorio, permiten la permanencia del infiel musulmán y la conservación de sus costumbres sólo es posible entenderlo si se retrocede el paso hasta el siglo VIII.
Tras la ocupación militar realizada por los muslimes en el primer tercio del siglo VIII, "predicadores fanáticos del Islam, generales audaces y avezados al triunfo, hordas de indisciplinados berberíes, reforzados por árabes yemenitas y sirios, nobles godos que traficaban con la servidumbre de la patria, juntamente con el recuerdo de pasados rigores y de purísima sangre vertida, mantenían sumisa por el temor, no por fuerzas incontrastables de suyo, una plebe cristiana numerosa, pero envilecida por la perpetuidad de la servidumbre, ciudadanos que miraban con preferencia á todo la tranquilidad interior para dedicarse al ejercido de las artes, y un clero en parte corrompido y en parte impotente para sacar del desaliento en que yacía á la generalidad de la grey española", según describe Ladero Quesada.
Y apunta: "[No] debió ser enteramente extraña á la constitución del mudejarismo una especie de reciprocidad en la conducta que por necesidad ó conveniencia habían observado los muslimes con los cristianos que permanecieron en sus hogares (...). Como quiera, ya se consideren fruto de concertadas capitulaciones, ya cual medidas gubernativas discretamente calculadas, es innegable que disfrutaron de cierta libertad y privilegios las comunidades cristianas de Málaga, Guadíx, Elvira, Martos, Córdoba, Sevilla, Beja, Mérida, Coimbra, Alafoens, Toledo, Zaragoza, Barcelona, Valencia y Denia (...). Perdido el derecho de los antiguos propietarios en las provincias ocupadas por la fuerza, repartióse el terreno entre los soldados conquistadores, cuando no lo reservó el Estado por la parte que te correspondía (...). A esta costa lograron salvar sus usos, sus costumbres, su creencia religiosa y libertad civil, conservados con toda regularidad los diferentes grados de la jerarquía eclesiástica y mantenido el lustre de la dignidad episcopal, con algún aparato de respeto aun entre el vulgo de aquellas gentes infieles”.
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Arquitectura Mudéjar
Uno de los acontecimientos posiblemente el de mayor trascendencia en la historia del arte español es la aparición del estilo llamado "MUDÉJAR" como mixtificación de las corrientes artísticas cristianas (románicas, góticas y renacentistas) y musulmanas de la época.
El origen histórico-social del mudéjar hay que buscarlo en el avance de la reconquista leonesa, castellana y aragonesa que supuso la incorporación de territorios con población musulmana, que aportan su saber en el campo de diversas artes.
Es comúnmente aceptado que la aparición del mudéjar hay que datarla en el siglo XII en la -por entonces- poderosa ciudad de Sahagún. Esta población leonesa del Camino de Santiago se convirtió en un fuerte centro religioso y económico en los siglos XII y XIII como indica el Códice Calixtino "prodigio de todo tipo de bienes". Es posible que algunas cuadrillas de alarifes de Toledo fueran contratadas para acelerar los diversos proyectos arquitectónicos que en ese momento se desarrollaban en la ciudad leonesa.
En este siglo XII, las iglesias de San Tirso, San Pedro de Dueñas y la no muy lejana de Santervás de Campos pararon sus costosas fábricas de sillería románica para ser continuadas con ladrillo basadas en una decoración novedosa, todavía dubitativa pero con acusada personalidad. Había nacido la arquitectura mudéjar.
El mudéjar se consolida en el siglo XIII y es exportado hacia el sur y sureste, a tierras todas ellas llanas y con escasas canterías de piedra (Zamora, Salamanca, Valladolid, Ávila, Guadalajara, Madrid y oeste de Segovia, sin afectar apenas a Burgos, Palencia y Soria)
Dentro de la homogeneidad que exhibe el arte mudéjar, se crean focos locales que adoptan características propias. El foco toresano se caracteriza por el uso de decoración mural basada en arcos de gran longitud (VER FOTO LATERAL) mientras que el foco de Tierra de Pinares lo hace mediante la superposición de varios cuerpos con arquerías de altura menor.
Este mudéjar, nacido en Castilla y León a partir del románico pero que adquiere identidad propia por su material y su decoración, se le denomina "mudéjar castellano" "mudéjar leonés" o más acertadamente "mudéjar castellanoleonés" es una de las variantes regionales del mudéjar que acompaña al toledano, aragonés, andaluz, etc. Dado el ascendente románico de este arte, se le ha denominado tradicionalmente por muchos autores como "ROMÁNICO MUDÉJAR" e incluso "románico de ladrillo".
Al mismo tiempo, en Toledo se comienzan a aprovechar antiguas mezquitas para su reconversión al culto cristiano para lo que se añaden cabeceras de volúmenes románicos pero una decoración más islamizada y alejada de lo románico que su vecino castellanoleonés.
En 1187 se construye el ábside que cierra la mezquita califal de Bib Al Mardum y cercana en fecha se puede datar la cabecera de San Román. Estas dos estructuras tienen gran importancia porque van a servir de modelo a las posteriores construcciones toledanas del siglo XIII, en las que se imitan la superposición de arquerías ciegas frecuentemente de trazado muy islámico -almohade- como arcos túmidos, de herradura, etc.
No cabe duda de que el origen mestizo del arte mudéjar, así como sus diversas variedades regionales y una larguísima evolución en el tiempo que abarca desde el siglo XII al XVII hacen de él un estilo controvertido y sujeto a todo tipo de interpretaciones y valoraciones por los estudiosos.
Para algunos autores este estilo no es sólo una simple variante española de la arquitectura europea de esa época, sino que adquiere carácter propio al integrarse las corrientes cristiana y musulmana, reelaborando y reinventándose un nuevo estilo de enorme importancia para la historia del arte español. Para otros, no es sino la adaptación del arte europeo internacional a las técnicas musulmanas, pero sin perder su esencia románica y posteriormente gótica o renacentista (denominado entonces por estos autores, como vimos anteriormente, "románico-mudéjar" "gótico-mudéjar"....) Por último, para un tercer grupo de autores el primer mudéjar no es otra cosa que degradación del románico, por perder su carácter catequético y simbólico al carecer de escultura monumental, lo que le convertiría en un arte poco apreciable.
En nuestra opinión, sin entrar en este tipo de valoraciones, lo más reseñable es dejar establecido con firmeza que la relación en sus formas arquitectónicas y funcionalidad -sobre todo del mudéjar castellanoleonés- con el románico primero y el gótico después son directas e indudables. Encontramos en la inmensa mayoría de templos mudéjares de los siglos XII al XIV, las mismas formas y volúmenes arquitectónicos que el románico pétreo.
En muchísimos casos se combinan partes construidas con ladrillo y otras con piedra, tanto sillería como mampuesto. En otros casos una iglesia iniciada en piedra siguiendo un canon estrictamente románico es terminada, respetando aproximadamente su fisonomía prevista, con ladrillo, como ocurre en varios lugares de Castilla y Aragón (a los casos leoneses citados hay que añadir los de Fresno el Viejo en Valladolid, y Daroca en Zaragoza).
Además, se comprueba la perfecta compenetración de elementos arquitectónicos y escultóricos románicos y mudéjares. Un excelente ejemplo es las iglesia de San Juan de Alba de Tormes donde uno de los ábsides de la cabecera mudéjar se adorna con ventanales románicos a base de columnas hechas con ladrillo cortados con sección circular y capiteles de piedra completamente románicos (VER FOTO INFERIOR).
Caso muy frecuente es encontrar edificios mudéjares recubiertos con pinturas románicas, como en Santa María de Arévalo (Ávila) o Valdilecha (Madrid).
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sobre el Arte Mudéjar
Mudéjar castellanoleonés
Para el éxito de la difusión del mudéjar en un territorio dominado por el románico puro hay que contar con la probable existencia de población mudéjar en estas comarcas castellanoleonesas que conociera las técnicas de construcción con ladrillo. Pero más aún, el factor decisivo debió ser la economía y rapidez que este modo de proceder aportaba respecto al uso de la piedra de cantería. Otra razón importante que afecta a extensas comarcas castellanas, y que con frecuencia pasa desapercibida, es la escasez de buenas canteras de piedra en las regiones donde se difundió lo que aconsejaba la edificación con ladrillos en combinación con mampostería.
El arte mudéjar castellanoleonés tiene en la amplia comarca "Tierra de Pinares" su máxima concentración. En un hipotético pentágono trazado entre las ciudades de Zamora, Salamanca, Ávila, Segovia, Valladolid y cerrado de nuevo en Zamora, el mudéjar castellanoleonés se desplegó en miles de templos concejiles, de los que quedan restos actualmente en varios cientos. Algunas importantes ciudades de este territorio, como Toro, Alba de Tormes, Arévalo, Madrigal de las Altas Torres, Cuéllar, Coca y Olmedo, tienen en el mudéjar su verdadero sello de identidad artístico.
Definitivamente, El mudéjar castellanoleonés trasvasó el Sistema Central y alcanzó también a otras zonas más meridionales como el norte de Madrid y Guadalajara.
Si comparamos una edificación románica del periodo clásico construida en piedra y otra mudéjar de ladrillo, encontramos coincidencias plenas, pero también adaptaciones obligadas por el cambio de material, creando volúmenes y estéticas nuevas que le dan a este estilo su personalidad.
La planta de la mayoría de los edificios será la habitual de los templos rurales románicos, es decir de una sola nave rectangular engarzada a una cabecera, que a su vez se articula en tramo presbiterial y ábside semicircular de menor diámetro.
La cabecera, dirigida a oriente de manera canónica, tiene tramo recto abovedado con medio cañón (en ocasiones apuntado) y rematado en hemiciclo con bóveda de cuarto de esfera al modo románico habitual.
En las mejores muestras del "mudéjar castellanoleonés" se emplean, para decorar los muros tanto exteriores como interiores de la cabecera, franjas o cuerpos superpuestos de arcos ciegos de medio punto, normalmente doblados, también se combinan con pisos de recuadros, muy al estilo de la segoviana ciudad de Cuéllar. Estos arcos y recuadros están rodeados por alfiz.
Los citados cuerpos no están separados entre sí mediante impostas salientes como ocurre en el mudéjar toledano que describiremos posteriormente.
Las cornisas, a diferencia del románico de piedra, cuyos aleros están sustentados por canecillos labrados, son aquí sostenidas habitualmente por filas superpuestas de ladrillos a sardinel, en esquinilla o cortados en perfil de nacela.
Las originales cubiertas de las naves serían de madera de par y nudillo, pero que no han perdurado hasta nuestros tiempos. Este tipo de techumbre anulaba la necesidad del uso de contrafuertes de las iglesias románicas abovedadas. Este hecho que puede parecer diferenciador con relación al románico de piedra, no lo es tanto, puesto que no podemos olvidar que la mayoría de los templos románicos rurales de Castilla y León construidos en piedra son tan humildes que se descartó el abovedamiento salvo para la cabecera.
Las naves se rodeaban de muros normalmente más pobres, de mampostería encintada con hiladas de ladrillo. Interiormente, cuando eran tres, se separaban con arcos doblados de medio punto o apuntados que apoyaban sobre pilares cuadrados descantillados en los ángulos o de sección de cruz griega, rematadas por voladizos de ladrillo en perfil de nacela, en imitación de los capiteles del románico pétreo.
Las puertas de la arquitectura mudéjar, también imitan el románico de piedra, aunque suelen ser más pequeñas, disponiendo de varias arquivoltas planas de ladrillo, con arcos semicirculares o algo apuntados, siempre apoyadas sobre ladrillos cortados en formal de nacela. El conjunto habitualmente es recuadrado por alfiz y completado con frisos decorativos en su parte superior, especialmente de esquinillas.
Las torres pertenecientes a estilo "mudéjar castellanoleonés" no tienen una ubicación fija con respecto al resto de la iglesia, aunque se prefiere el costado septentrional de las iglesias.
El modelo más abundante, y similar al románico de piedra aunque más austero, consiste en un alto cuerpo de mampostería encintada, rematada por otro superior, en cuyas caras se abren dos vanos con arco doblado, de medio punto o apuntado, rematados con sendos frisos de esquinillas y rodeados de alfiz. En cuanto a su estructura interna, la mayoría son huecas, con escaleras de madera adosadas a los muros, aunque no faltan las que tienen escalera embebida en sus paredes.
En cuanto a las galerías porticadas, se han conservado en aceptable buen estado la de Prádena del Rincón (Madrid) y Orbita (Ávila), que de nuevo son un equivalente directo a la galería porticada románica, donde de sustituyen los sillares por ladrillos y las columnas por pilares.
Mudéjar Toledano
A la llegada de los conquistadores castellanos a tierras toledanas, la primera medida tomada es emplear ciertas mezquitas musulmanas y convertirlas al culto cristiano.
Pasada esta primera época de asentamiento y alejada la amenaza almorávide, comienzan a edificarse nuevas iglesias "exnovo". Estos edificios cumplen con las formas arquitectónicas que los conquistadores y repobladores de los siglos XI y XII llevan a la ciudad, que no son otras que las del románico. Sin embargo, la población musulmana mayoritaria, la estética imperante en cualquier esquina de las calles de Toledo y el uso de mano de obra autóctona permite que el resultado se desvíe más del canon románico que lo visto en el apartado del mudéjar castellanoleonés.
En toda la provincia de Toledo, algunos lugares de Guadalajara y Extremadura y el sur de Madrid se extiende esta arquitectura de ascendencia románica pero con una indudable personalidad propia, que incluso a medida que pasa el tiempo, se acentúa todavía más.
La cabecera, tanto triabsidal como monoabsidal sigue dirigida al este presentando las mismas plantas y abovedamientos que el mudéjar castellanoleonés y románico puro.
Sin embargo, la decoración mural es mucho más barroca y variada de gran sabor oriental, influida por las formas almohades.
Los muros siguen estando estructurados en cuerpos superpuestos decorados por arcuaciones ciegas, pero son más variadas que el mudéjar castellanoleones. Los arcos de la franja inferior suelen ser de medio punto doblados, los del segundo son túmidos (de herradura apuntados) trasdosados de arco polilobulado y en caso de haber otros cuerpos superiores puede haber arcos de herradura normal, de nuevo de medio punto o entrecruzados, etc.
Otra característica es que los distintos cuerpos se separan por gruesas y salientes impostas.
Otro elemento diferenciado del mudéjar toledano con respecto al castellanoleonés son las puertas, mucho más islamizadas. Es frecuente encontrar en las iglesias toledanas en que se han conservado puertas con rica ornamentación a base de arcos de herradura angrelados. Buenos ejemplos son las puertas de Santiago del Arrabal (Toledo) o la de Carabanchel Bajo (Madrid)
Las torres del mudéjar toledano comparten las premisas establecidas para otros elementos arquitectónicos: profusión de decoración frente a la austeridad del mudéjar castellanoleonés Los campanarios toledanos de Santo Tomé, en la capital toledana y Santa María de Illescas son algunos buenos ejemplos
Hay que citar aquí que el mudéjar evoluciona hasta el siglo XVI de manera continua ligándose a la corriente gótica y renacentista, pero en muchos casos sin abandonar del todo la estética primitiva con la que nació, como demuestra la torre de Navalcarnero obra del siglo XVI y que muestra arcos entrecruzados que parecieran realizados tres siglos antes.
Mudéjar de carácter popular
En zonas pobres, rurales y normalmente serranas de ambas Castillas (principalmente en Ávila, Segovia, Madrid, Guadalajara y Toledo), encontramos un tipo de arquitectura muy popular y pobre, que aplica las enseñanzas más básicas e imprescindibles de los estilos anteriores.
Dada la sencillez estructural y decorativa de esta arquitectura religiosa no es lógico adscribirla a una u otra familia del mudéjar, sino un tipo-resumen (funcional y sumario) de lo visto anteriormente.
Las cabeceras, que suelen ser los restos conservados, tienen muros lisos sin la consabida decoración de arcos de ladrillo que sería la fundamental referencia para asociarlas al mudéjar toledano o castellanoleonés, La fábrica es de mampostería, aunque en otros casos este material se refuerza con algunas hiladas horizontales de ladrillo.
Algunos ventanales conservados podrían forzar -por el perfil de sus arcos- alguna relación con lo toledano o con lo castellanoleonés, pero como hemos citado anteriormente, creemos que debe considerarse como una arquitectura propia resumen de otras tendencias artísticas más ricas y urbanas.
Este tipo de construcción fue probablemente el más extendido y tardío por su marcado carácter popular y debería posponerse a los siglos XIII e incluso XIV.
Por la fragilidad de estas construcciones y su menor calidad artística, fueron masivamente sustituidas a partir del auge constructivo del siglo XVI.
No son, sin embargo, despreciables estos restos y nuestro interés debe ser restaurarlos y conservarlos. Desde el punto de vista histórico ayudan a comprender las complejas y largas tendencias de mestizaje y popularización del inicial románico internacional hasta llegar a una arquitectura autóctona.
Es su adaptación a la paupérrima sociedad de las minúsculas aldeas castellanas del sur del Sistema Central lo que le confiere su personalidad y valor a este popularizado mudéjar.
Mudéjar de Aragón
Las características más acusadas del mudéjar presente en Aragón frente al de otros territorios (Castilla y León Toledo, Andalucía) son:
No suelen presentar atauriques de yeso, sino que las paredes del interior de las iglesias se suelen pintar o esgrafiar.
La decoración mural exterior de ladrillo es mucho más compleja y barroca que el mudéjar de otras partes de España, creando verdaderos entramados de "encaje" de ladrillo a base de frisos de esquinillas, espinas de pez y sobre todo rombos, arquerías murales a base de arcos mixtilíneos o de herradura entrecruzados, lacerías, etc.
Esta decoración de ladrillos salientes del muro crea un importante efecto de claroscuros, que es reforzado por los brillos de la cerámica vidriada que se verá posteriormente. El efecto alcanzado es de vida y movimiento.
El alfiz se emplea para enmarcar tanto los arcos murales decorativos como los constructivos.
Los vanos pueden ser de medio punto o apuntados y hay gran predilección por los ajimeces con mainel central.
La cerámica vidriada es uno de los sellos de interés de la arquitectura mudéjar en Aragón. Se emplean grandes platos circulares y otras figuras para decorar los muros e incluso se da en bastantes iglesias que los fustes de las columnas se hacen de este material. Los colores predominantes son el blanco, verde, rosado....
En cuanto al plano arquitectónico el mudéjar aragonés está muy marcado por la arquitectura cisterciense.
Sobre la estructura de los templos, podemos hablar de dos prototipos:
La iglesia de una nave con cabecera poligonal
La nave está abovedada con crucería con capillas laterales entre los contrafuertes y rematado por ábside poligonal, iluminada mediante ventanales agudos en cada cara. Un buen y conocido ejemplo es la iglesia de la Magdalena, en la ciudad de Zaragoza.
Iglesia fortaleza
Basada en arquitectura gótica-cisterciense. Tiene planta de salón cuya nave se aboveda con crucería de ladrillo y pequeños sectores de bóveda de cañón.
Esta nave está rematada en testero plano con tres ábsides o capillas abiertas mediante arco apuntado. Estas iglesias tienen un pasadizo por encima de las capillas laterales abiertas al exterior por arquería de ladrillo y que recorren el perímetro de la iglesia, al estilo de un "paso de ronda". Los contrafuertes que hacen las veces de arbotantes suelen estar rematados por torrecillas. Los ejemplos más perfectos y mejor conservados son las iglesias de Tobed y Torralba de Ribota.
Torres campanarios mudéjares en Aragón
Si por algo especial es reconocido popularmente el mudéjar aragonés es por su magnífica colección de espectaculares campanarios.
La mayoría de los campanarios de estilo mudéjar de Aragón son del tipo llamado "alminar", es decir, de planta cuadrada con un machón central y entre éste y la los muros perimetrales, escaleras cubiertas por bóvedas por aproximación de hiladas. Por encima de esta estructura típica de alminar almohade se construía un cuerpo de campanas.
Los campanarios fueron al principio de sección cuadrada, pero por la influencia italiana causada por los dominios aragoneses en aquellas tierras, se construyeron también de planta poligonal, en concreto octogonal.
Otra variedad es la torre que se eleva como un prisma cuadrangular pero rematada con cuerpo de campanas octogonal, como en el caso de Ricla, Utebo y otras muchas más.
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