Yerma
Cuando
estaba escribiendo Yerma, García Lorca declaró que la
obra no tenía argumento, sino que era el desarrollo de un carácter.
Así, la obra nos muestra la evolución de Yerma hasta
descubrir lo que no quiere descubrir: nunca tendrá hijos. Esto
sólo refleja la propia situación personal del autor.
La universalidad se alcanza en el momento en que vamos descubriendo
en cada uno todos aquellos ingredientes de nuestra personalidad que
tratamos de ocultar (Juan) y que no podemos eliminar (Victor). Esta
universalidad se alcanza también en la producción textual,
pues Lorca logra combinar de forma magistral diversos elementos de
nuestra cultura: la religiosidad pagana del pueblo andaluz, la tradición
lírica del teatro clásico español (canciones),
la antigua tragedia griega (coro de lavanderas), la tradición
bíblica (trabajo de Juan, manzanos, manchas de fuego). Todo
ello unido con una serie de símbolos (agua, tierra, fuego,
flores, arroyo) que una vez contextualizados correctamente nos dan
una obra con una fuerte carga erótica, como principio generador
e irrenunciable de la vida.