La Federación Española
de Caza ha iniciado en Castilla y León una
campaña de recogida de galgos para evitar
su sacrificio inhumano o abandono que llega con
el fin de
la temporada cinegética y de competición.
La perspectiva es recoger entre 500 y 1.000 canes
que después entregarán a centros para
procurarles una muerte digna o incluso una segunda
vida como animales de compañía.
Aunque
la cruel práctica de ahorcamiento de galgos
ha quedado reducida en los últimos años
a casos aislados, la Federación Española
de Caza quiere evitar cualquier rescoldo inhumano
y ha puesto en marcha en Castilla y Léon
la primera campaña de recogida de estos canes.
La iniciativa, que arranca en esta Comunidad por
la especial incidencia de este burtal, coincide
con la finalización de la campaña
cinegética en la región, que culmina
durante estas semanas, y prevé tener una
buena acogida entre cazadores y competidores. Según
el vicepresidente primero de la federación
nacional y director de la Escuela Española
de Caza, José Luis Garrido, la perspectiva
es recoger entre 500 y mil galgos, aunque reconocen
que la extensa cabaña cinegética de
estos canes puede desbordar el presupuesto reservado
a este fin, 18.000 euros.
La
labor de la federación se inicia con la recogida
del perro, previo aviso telefónico del cazador
y propietario, y después lo entregará
al centro canino de «La Yosa», en Simancas,
que recibirá una cuantía de 24 euros
por cada uno y donde podrán someterlo a una
eutanasia. Además, la organización
está ultimando acuerdos con protectoras de
animales europeas para «salvar» a aquellos
que puedan tener una «segunda vida»
como animales de compañía.
El
objetivo que persigue la federación es evitar
los sacrificios y desterrar las duras imágenes
de ahorcamientos que se producen, cada vez en menor
medida, cuando finaliza la «vida útil»
de estos «atletas». «Es la dinámica
normal de la cabaña cinegética galguera
porque el cazador tiene que desprenderse de aquellos
que pierden su capacidad atlética porque
resultan inservibles y los competidores, de los
que no responden después de su entrenamiento
o de los llamados «perros sucios», que
son los que aprenden las tretas de las liebres y
no corren libremente», según explicó
el presidente de la Federación de Caza, Luis
Ciria.
La
decadencia de estos canes suele aparecer cuando
rondan los tres o cuatro años, aunque en
su uso cinegético, estos pueden ser los de
su «plenitud» y hay aficionados que
los mantienen hasta los ocho o nueve años,
según indicó Ciria, ya que depende
de la vida y el esfuerzo que haya hecho el animal.
El responsable regional puntualiza que los crueles
asesinatos por ahorcamiento «no se producen
en el mundo del cazador, sino entre los que los
roban y los matan cuando no corren».
A
ello hay que sumarle otro procedimiento, mucho más
habitual, que es el abandono del perro y que, por
ejemplo, en la provincia de Valladolid, se tradujo
el pasado año en la recogida de cerca de
un millar por parte de los servicios de la Diputación.
Esta cantidad supone, no obstante, un porcentaje
muy reducido del extenso censo canino que posee
Castilla y Léon y que sólo en perros
cazadores asciende a en torno a 800.000 animales,
según el cálculo medio de más
de cinco perros por cada uno de los más de
150.000 aficionados con licencia en la Comunidad.
Las zonas de Castilla y León que han registrado
mayor incidencia de sacrificios y abandonos, y en
general, del uso de galgos, son Medina del Campo,
Tierra de Campos (en las tres provincias que abarca
de León, Palencia y Valladolid), Arévalo
(Ávila), La Armuña (Salamanca) y Toro
(Zamora).