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Villa de las Ferias
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16-11-11 - Adiós a medio siglo de dulces
PATRICIA GONZÁLEZ | MEDINA DEL CAMPO.
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Algunos de los últimos clientes de la panadería de Cipriano Martín. :: F. JIMÉNEZ |
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«Es un día muy triste para la familia y para los empleados», explica Jesús Martín, hijo del propietario.
La panadería medinense de Cipriano Martín cierra tras 55 años de servicio.
«¡Hoy es el último día que le vendo la barra de pan!» o «¿Dónde compraremos ahora las medianas?» fueron algunos de los comentarios más escuchados durante todo el día de ayer en la popular panadería medinense de Cipriano Martín, que tras 55 años cerró sus puertas para siempre.
El motivo de que los hornos ya no se enciendan más es la jubilación de la titular del establecimiento, como explica uno de sus hijos, Jesús Martín: «Hoy es un día muy doloroso para nosotros y estamos muy afectados, pero es una decisión sin retorno».
Ese sentimiento de tristeza embargaba también a los once trabajadores del obrador y repostería tradicional, y a los centenares de clientes, que ayer adquirieron por última vez las tradicionales pastas de té y los suizos y trenzas.
«Yo estoy aprovechando para comprar las pastas con almendras por encima y unos pastelillos, ya que como Cipri cierra, al menos podré degustar las pastas durante algún tiempo más», comentó uno de los clientes habituales a la salida de la céntrica pastelería mientras que otros leían los carteles donde la familia propietaria de la panadería comunicaba a todos sus clientes que ayer era el último día en el que atendían al público.
Medio siglo atrás
En 1956, una pareja de recién casados no se lo pensó dos veces al ver que se traspasaba uno de los negocios de la vía principal de Medina del Campo, la calle Padilla. «La panadería era de Cuadrado y mi padre decidió coger el traspaso y empezar con el tema del pan», recordó Martín, quien ensalzó el trabajo y la dedicación de los empleados durante todos estos años.
«Hoy es un día muy malo para todos nosotros, ya que además de soportar la pena por cerrar un negocio familiar, estamos muy afectado por los trabajadores, porque muchos de ellos han dedicado toda la vida al negocio», comentó uno de los hijos de la propietaria. «Era una situación que ya no se podía alargar más, ya que mi madre se jubiló este año con 81 años y nosotros no nos podemos hacer cargo del obrador porque nos dedicamos a otras cosas». «Hemos ido avisando a todos nuestros clientes, como bares y restaurantes, de que el 15 de noviembre cerrábamos para que buscaran un nuevo proveedor», añadió.
«Muchas de nosotras llevábamos trabajando en la pastelería más de dos décadas», explicó una de las empleadas mientras preguntaba a los clientes «¿Quién es el próximo?».
En este día gris, no solo por la lluvia, los clientes de Cipriano Martín acudieron en masa a despedirse de sus entrañables amigos, quienes cada mañana les vendían con una sonrisa el pan de la comida o los dulces del desayuno, como comentaban las clientas.
18-12-23 - El panadero que enseñó a las clarisas de Medina a hacer dulces
Cipriano Martín Bartolomé, hijo y nieto de panaderos, abrió su propio obrador en 1955 en la calle Padilla de Medina del Campo. Hoy sus hijos y dos de sus nietos mantienen vivo el negocio familiar.
Sonia Quintana
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Álbum de la familia Martín |
Cipriano Martín Bartolomé (Medina del Campo, 1932) abrió en 1955 su propio obrador de pan y dulce. Hijo de Ezequiel Martín Arévalo (Medina del Campo, 1892) y Jenara Bartolomé Fernández, conocidos industriales panaderos y confiteros de la localidad vallisoletana, Cipriano se independizó del negocio familiar para establecerse por su cuenta tras casarse con Vitoriana Gutiérrez Gallego. «Pidió un crédito en el Banco Central para montar su horno», recuerda José Carlos Martín Gutiérrez, hijo de Cipriano y copropietario de la confitería familiar en la actualidad. «Mi bisabuelo Primitivo y mi tatarabuelo Gregorio también eran panaderos; así que ya son seis generaciones», apostilla José Carlos Martín.
Ezequiel y Jerana tuvieron su primer horno en la plaza de San Agustín, que luego trasladaron al número 10 de la calle Claudio Moyano. Ezequiel fue también alcalde de barrio durante la monarquía de Alfonso XIII, durante la República y con posterioridad a la Guerra Civil. Tras el fallecimiento de este industrial, en 1956, la panadería cerró sus puertas. Un año antes había inaugurado su horno su hijo Cipriano, en el número 4 de calle Padilla. «Aquí aprendieron a hacer dulces las clarisas. Durante unos años por las tardes venían dos monjas a aprender con mi padre en el obrador«, recuerda José Carlos Martín.
Ezequiel y Jenara llegaron a tener 22 hijos. A la muerte de Ezequiel, solo quedaban vivos cinco: Ángel, Cándida, Alejandro, Cipriano y Pilar. «Mi abuelo principalmente era panadero. En los años sesenta trajo de Valladolid a Valeriano Polo, hijo del pastelero Adriano Polo, para que le enseñara a hacer pasteles. Estuvo con mi abuelo tres años. De esa época son las cocadas y toda la bollería», cuenta Carlos Martín Sanz, nieto de Cipriano e hijo de José Carlos. «En la época de la Guerra Civil la gente le llevaba a mi abuelo la harina para que les hiciera el pan», apostilla José Carlos Martín.
El 8 de septiembre de 1973, en el encierro de San Antolín, se escapó un novillo «que no hizo más que dar algún susto y sus rebozos de emoción por las calles de la Ronda de Gracia y Plaza de Santiago, donde fue muerto, no sin que antes diera tremenda cornada a la popular mula que uncida a su tartana repartía el pan por aquellos aledaños pacíficamente», recogía El Norte de Castilla en sus páginas al día siguiente. La mula, propiedad de Cipriano Martín Bartolomé, murió al poco tiempo a consecuencia de la cornada. «El mejor socio que tuvo mi abuelo fue, sin duda, mi abuela. Era una vendedora nata. La que verdaderamente trabajó en la confitería fue ella», señala Carlos Martín Sanz.
Cipriano murió a los 80 años en 2012 dejando tres tiendas de pan y dulces en Medina. Sus dos hijos, José Carlos y Jesús Ángel Martín Gutiérrez, ambos con otros trabajos, decidieron mantener viva la memoria de Cipriano con la reapertura del obrador primitivo de la calle Padilla, «que estuvo unos años cerrado tras la muerte de mi abuelo», explica su nieto Carlos Martín Sanz. Otra de sus nietas, Marta, sigue los pasos de su abuela tras el mostrador de la confitería familiar, «donde desde hace unos años hemos incorporado un nuevo dulce, en honor a nuestro abuelo: los ciprianitos».
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