Villa histórica, monumental, escultórica y paisajística
Villa de las Ferias
MEDINA DEL CAMPO
(ACONTECIMIENTOS NACIONALES E INTERNACIONALES)
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Confluencia Pisuerga-Duero
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Castillo de Simancas |
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Minuta de carta de Francisco de los Cobos a Juan Vázquez de Molina, Madrid, 26 de junio de 1540.
Según me ha dicho, las excripturas que tuvo el licenciado Acuña con el título de Archivo, dizen que no están con el recaudo que conviene. Ay va una cédula en blanco para que se encarguen. Consultaréis... con Su Magestad en quien quiere que se pongan, entre tanto que se ordene lo del Archivo, que este verano embiaré a dar la orden para que se haga en Simancas.
El gobierno de la monarquía hispánica: Los consejos.
Hacia 1540, a fin de conservar y custodiar toda la ingente documentación emanada del sistema de consejos, juntas y secretarios del gobierno de la monarquía hispánica en la edad moderna se creó el Archivo de Simancas, instalado en un castillo edificado a finales del siglo XV.
Confluencia Pisuerga-Duero. Los secretos del imperio.
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Felipe II |
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Escenario de la victoria de los reinos cristianos contra Abd al-Rahman III, estas tierras fueron testigo del Tratado de Tordesillas, que acordó el reparto del mundo entre Castilla y Portugal. También en el castillo de Tordesillas, dispuso el rey Fernando que permaneciera custodiada su hija, la enajenada reina Juana. Muy cerca de allí se yergue el castillo de Simancas, archivo de cartas, pragmáticas y documentos que revelan la impecable organización burocrática levantada por los reyes de la casa de Austria.
Jamas defendió un castillo todo el mundo como el que custodiaba Simancas. En sus pasillos y torreones se daban cita Castilla y Flandes, Nápoles y Aragón, América y Filipinas en un mar de legajos y documentos que nos hablan de un imperio universal , en el que nunca se acostaba el sol, de sus peripecias, de su crisis y decadencia. Simancas es la memoria todavía viva de un imperio de papel, donde a falta de otros medios, cartas, pragmáticas y consultas desvelan la impecable organización burocrática levantada por los reyes de la casa de Austria, especialmente Felipe II, para mantener en pié la fabulosa herencia de una monarquía, extendida por tres continentes, bajo cuyo manto se cobijaban múltiples lenguas y formas de gobierno. Y es que si las armas, los tratados y los matrimonios dieron a los monarcas hispanos un planeta para regir, ellos crearon un nuevo mundo poblado de secretarios y consejos, de lengualeyos y burócratas, capaz de mantener unido un rompecabezas, siempre en latente impulso hacia la disgregación. Una maquinaria que se sobreponía a las largas distancias en una época, en que las comunicaciones entre la corte y las provincias resultaban harto dificultosas a pesar de los medios disponibles y que llegaba a suplir el propio monarca, cuando por su incapacidad o abulia el alma máter del imperio resultaba incapaz de soportar el grave peso de la monarquía. Cuando una ironía de la historia, los secretos del imperio quedaron encerrados entre los muros de Simancas por orden de Felipe II, muy cerca del lugar donde su abuelo Fernando había dispuesto que permaneciera custodiada de por vida la enajenada reina Juana, depositaria de la legitimidad de la monarquía castellana.
Cuando airadas por el recorte de sus libertades y los atropellos de los cortesanos flamencos del rey Carlos, las ciudades castellanas se sublevaron bajo las banderas de las Comunidades, hasta Tordesillas peregrinaron sus representantes en busca del apoyo de la reina vigilada que, sin embargo, se negó a firmar documento alguno en favor de los alzados facilitando, así, el agrupamiento de los leales a la casa de Habsburgo y la derrota de los sediciosos en Villalar. Amarguras de la reina loca, héroes ajusticiados, triunfos imperiales..., excitaron la imaginación de los pintores historicistas del siglo XIX en un país deseoso de encontrar imágenes subyugantes para provocar el sentimiento patrio y afirmar el rumbo nuevo de la nación española.
Hoy todo el trabajo del Estado habsburgués descansa en Simancas junto a los álamos sabios, a la espera de historiadores que sepan darle nueva vida en sus estudios. Ayer estos papeles significaban la actuación del gobierno de un Estado moderno, nacido en tiempo de los Reyes Católicos, que extendía sus tentáculos a medida que se incrementaban los territorios a regir, concentrando en la corte el ámbito de decisión última de todo el sistema político. Con los Austrias mayores, Carlos V y Felipe II, la corona supo mantener el timón de la nave gracias a la ayuda de sus secretarios y de los consejos, de quienes se esperaba que asesoren al rey en los asuntos más capitales del gobierno. A partir del siglo XVII, consejos y juntas empezaron a ganar autonomía, interviniendo directamente en la toma de decisiones al imponerse la figura de los validos. Esta organización burocrática jamás hubiese existido, no obstante, sin la colaboración de las universidades españolas, singularmente, Alcalá y Salamanca, autenticas canteras del personal administrativo.
Antes del nacimiento del imperio, Tordesillas y Simancas ya se habían destacado como el mejor símbolo de la superación de fronteras, característico del caminar histórico del reino castellano-leonés. En el año 939, frente a Simancas las tropas aliadas de Ramiro II de León, la reina "Toda de Navarra y las castellanas del conde Fernán González paraban los pies al ejército de Abd al-Rahman III. De forma contundente y por vez primera, los reinos cristianos erguían la cabeza ante el poder de Córdoba, alcanzando el Duero en su primera gran oleada hacia el sur, a la par que ponían su pica en San Esteban de Gormaz. De este modo, Navarra y León, no solo liquidaban la campaña de la omnipotencia del califa sino que cambiaban su política de defensa a machamartillo por otra ofensiva que, con altibajos, no abundarían nunca hasta finales del siglo XV. Por la diplomacia y no por las armas, en estas mismas tierras regadas por el Pisuerga y el Duero, impuso Castilla su ley a Portugal en 1494 con la ayuda de las nada imparciales bulas que un papa amigo Alejandro VI, obsequió a los Reyes Católicos, quienes también explotaron con habilidad los deseos de matrimonio del monarca luso con la reina viuda Isabel, hija de los soberanos españoles. El reparto del mundo, acordado en el tratado de Tordesillas , cerraba la crónica de las rivalidades desatadas por el descubrimiento de América, abriendo para Castilla una frontera allende los mayores que no cesaría de desplazarse, empujada por los conquistadores, durante todo el siglo XVI. Con el Duero, corazón de roble de Iberia y de Castilla, por testigo, la edad moderna señalaba para España un horizonte nuevo que reemplazaba el viejo objetivo ya alcanzado de la Reconquista.
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