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La batalla de Simancas

El Castillo de la Mota preside Medina del Campo desde un altozano, en la misma zona donde se han localizado los primeros asentamientos
El Castillo de la Mota preside Medina del Campo desde un altozano, en la misma zona donde se han localizado los primeros asentamientos

La progresión asturleonesa por la zona septentrional del Duero y los movimientos repobladores que por este estratégico territorio inquietaron al califa Abd Rahman III, que preparó una impresionante campaña contra el sector central de la cuenca. Tras el encuentro con Ramiro II de León y García Sánchez de Navarra en Simancas (839), la defección posterior de parte del ejército califal provocó la desbandada de Alhandega. Si bien la crisis del reino leonés desde mediados del siglo X impidió aprovechar a fondo la victoria, la rota musulmana tuvo notables repercusiones en la vida interna de al-Andalus.

La Pugna en el Duero

En los umbrales del siglo X, el reino asturleonés iniciaba la fase de su máximo apogeo. Para esas fechas, ya se había fortificado la línea del Duero: por el sector occidental, se había repoblado Coimbra (878); y por el sector central,Zamora, Simancas y Toro (893-900); y, por la zona oriental, en la época de García I (910- 914) se fortificó San Esteban de Gormaz y se repobló Osma. Como dice J. Mª. Mínguez, estas medidas concretas no tenían otra finalidad que marcar con claridad los límites del espacio político asturleonés; dicho de otra manera,mediante la repoblación oficial y la fortificación de la zona se pretendía integrar y dar cobertura político-militar a las zonas colonizadas previamente por pequeños grupos campesinos. La colaboración entre García I y el monarca navarro Sancho I Garcés hizo posible la victoria de Arnedo contra los musulmanes (914); durante el reinado de Ordoño II (914-924), prosiguió la política agresiva hacia el emirato: se lanzaron ataques contra Évora y Mérida, y, de nuevo, en alianza con Navarra, se realizaron exitosas campañas por el sector del Ebro.

Vista del río Duero a su paso por San Esteban de Gormaz, en la provincia de Soria
Vista del río Duero a su paso por San Esteban de Gormaz, en la provincia de Soria

Sin que exista una relación directa de causa efecto, o cabe duda de que esos avances por la "tierra de nadie" en la cuenca del Duero fueron facilitados por la profunda crisis del al-Andalus en los últimos veinte años del siglo IX. En efecto, numerosos conflictos de carácter diverso habían convertido al país en un mosaico de "señoríos" desgajados por la órbita omeya. Destaca, por encima de todos, la grave revuelta de Umar ibn Hafsun, el "señor" de Bobastro, quien, de una forma u otra, aglutinó a todos los rebeldes muladíes enfrentados a Córdoba. En estas condiciones, los emires, tuvieron serios obstáculos para detener los avances cristianos en el norte. La primera tarea de Abd al-Rahman III (912-961) fue reducir, uno a uno, esos focos de disidencia. Después de los éxitos iniciales (sumisión de los rebeldes de la actual Andalucía, 913-914), el emir estuvo en condiciones de dirigir las primeras aceifas contra los reinos norteños. Estas compañías, que no perseguían la conquista de territorios, tenía como principal objetivo debilitar y desactivar los centros estratégicos que jalonaban los progresos asturleoneses y navarros. Así, en la llamada "campaña de Muez", el ejército emiral desmanteló San Esteban de Gormaz, Osma y Clunia, obteniendo la victoria de Valdejunquera (920). Después, la penetración navarro-leonesa por La Rioja generó la inmediata respuesta del emir, materializada en la campaña de Pamplona (924). Al año siguiente de la rendición de Bobastro, Abd al-Rahman II se proclamó califa y tomó el sobrenombre de al-Nasir li-din Allah (el que combate victoriosamente por Alá) (929).

Con Ramiro II de León (931-951), se produjo una nueva fase en el proceso de fortificación de la línea del Duero: en el 933, este monarca y Fernán González, conde de Castilla, vencieron a los musulmanes. La reacción no se hizo esperar: en el 934, tuvo lugar una aceifa contra Osma y Burgos, y, en 937, la reina Toda de Navarra fue obligada a pagar tributos a Córdoba. En este contexto preciso, el califa se dispuso a asentar un duro golpe contra el sector central del Duero, concretamente, sobre Simancas, uno de los enclaves más significativos para proteger la colonización de la Zona.

La derrota de Abd al-Rahman II

La corte de Abd al-Rahman III, recreada por Dionisio Baixeras (siglo XIX). Paraninfo de la Universidad  de Barcelona
La corte de Abd al-Rahman III, recreada por Dionisio Baixeras (siglo XIX). Paraninfo de la Universidad de Barcelona

Conocida la batalla por diversas fuentes árabes y algunos textos latinos, esta relativamente escueta información ha sido todavía más oscurecida por la publicación del volumen V de al-Mugtabis de ibn Hayyan- Este texto, no solo aporta nuevos e importantes datos para conocer el desarrollo del enfrentamiento sino, especialmente, noticias casi sensacionales sobre las causas de la desbandada del "barranco" y sus consecuencias posteriores. Según su forma habitual de trabajar, tendente siempre a brindar una información lo más global posible de cada suceso, Ibn Hayyan (siglo XI) recogió datos de otros historiadores -sobre todo, de Isa ibn Ahmad al-Razi-, pero también incluyó el largo parte oficial de la batalla así como tradiciones orales transmitidas por quienes estuvieron cronológicamente muy cerca de aquella memorable jornada. Todos estos datos han obligado a replantear lo que se sabía de este suceso, como ponen de manifiesto los trabajos al respecto del arabista e historiador Pedro Chalmeta.

La campaña de la omnipotencia

En el añoo 939, Abd al-Rahman III organizó la campaña de la omnipotencia, una basta expedición militar con el ebjeto de aniquilar el reino de León. Leoneses, navarros y castellanos, aliados, vencieron cerca de Simancas al ejército musulmán, que fue perseguido y nuevamente derrotado en Alhandega.
En el añoo 939, Abd al-Rahman III organizó la campaña de la omnipotencia, una basta expedición militar con el ebjeto de aniquilar el reino de León. Leoneses, navarros y castellanos, aliados, vencieron cerca de Simancas al ejército musulmán, que fue perseguido y nuevamente derrotado en Alhandega. (enlace)

La campaña, llamada "de la omnipotencia" o "del Gran Poder" según algunas fuentes árabes, fue preparada minuciosamente como correspondía al importante objetivo final del ataque. El ejército estaba formado por reclutas andalusíes, militares profesionales, tribus bereberes, soldados de las provincias militarizadas (yunds), contingentes de las Marcas y un buen número de voluntarios. Bien armada y pertrechada, esta heterogénea masa de combatientes emprendió la marcha a fines de junio de 939. Dejando atrás Toledo, el ejército atravesó Guadarrama por el puerto de Tablada, internándose a continuación en la "tierra de nadie", -políticamente hablando- situada al sur del Duero. Después de saquear y destruir los lugares que encontraban a su paso (Olmedo, Iscar, Alcazarén), los contingentes califales acamparon cerca de Cega y se instalaron en el castillo de Portillo a principios de agosto. La batalla, que tuvo lugar en la margen derecha del Pisuerga, al noreste de Simancas, fue muy violenta y se prolongó durante cuatro días (6-9 agosto). A pesar de todo, tanto los textos latinos como las fuentes árabes permiten deducir, como dice Chalmeta, que el encuentro acabó en tablas. El parte oficial de la batalla dice que, una vez cumplido el objetivo de humillar a los cristianos, el califa ordenó iniciar el regreso. No tubo, por tanto, retirada precipitada: el ejército musulmán partió sin forzar la marcha, remontando el Duero y destruyendo los lugares que encontraba a su paso (Mamblas, Roa, Rubiales), lo cual muestra el grado de intensidad de la colonización en esta zona. El proyecto del califa era alcanzar San Esteban de Gormaz, pero fue convencido de la necesidad de internarse por el valle de Riaza para castigar a quienes hostigaban a los moradores de la región de Guadalajara. Así lo hizo, pero, cuando (probablemente a finales de agosto) se disponía a alcanzar Atienza por la fortaleza de Castrobón, el ejército penetró en "abruptos barrancos, tremendos precipicios y escarpados tajos", donde fueron sorprendidos, quizá, por los colonizadores de aquellas zonas: el califa tuvo que huir y, en la desbandada, perdieron la vida muchos combatientes y otros cayeron prisioneros. Finalmente, los maltrechos restos del ejército llegaron a Guadalajara y, de allí, emprendieron el regreso a Córdoba. Mientras Chalmeta situaba el lugar de la emboscada en el paso de la Hoz (río Tielmes), . Martínez Díez lo identifica, lo que es más probable, con el largo barranco existente en el cauce del río Caracena, concretamente, entre esta localidad y Tarancueña, (ambas localidades situadas en la provincia de Soria, al sur del Burgo de Osma).

Mientras Isa ibn Ahmad al-Razi se limitó a relatar la jornada del "barranco, Ibn Hayyan añadió un dato muy importante, que contribuye a explicar la reacción que tuvo Abd al-Rahman III tras el suceso: según este cronista, los responsables directos del desastre fueron algunos destacados notables del ejército que, en plena emboscada, rompieron las filas y huyeron, provocando la desbandada general.

Cambios de la frontera

Vista del río Pisuerga a su paso por Simancas. La victoria cristiana de Simancas (939) permitió consolidar las posiciones leonesas en el valle del Duero
Vista del río Pisuerga a su paso por Simancas. La victoria cristiana de Simancas (939) permitió consolidar las posiciones leonesas en el valle del Duero

Es evidente que, inmediatamente después de los acontecimientos relatados la línea del Duero fue más segura: por el lado occidental, se repobló el valle del Tormes (Salamanca y Ledesma, entre otros lugares) mientras, por el sector oriental, Fernán González hizo lo mismo en Sepúlveda. Tampoco cabe ninguna duda de que este considerable avance de la fortaleza permitió dar cobertura a los territorios colonizados por los grupos campesinos en época anterior. Pero, a pesar de ello y por importantes que fueran las jornadas de Simancas/Alhandega por el reino leonés, el éxito no se pudo explotar a medio plazo: El poder del califato cordobés se afianzó todavía más durante la segunda mitad del siglo X, mientras que ya antes de la muerte de Ramiro II (951), se iniciaba la crisis de la monarquía leonesa. En efecto, muy poco después de la -para algunos- resonante victoria de Simancas/Alhandega, no solo disminuyó la capacidad leonesa de respuesta ante las sucesivas aceifas enviadas desde Córdoba, sino que, sobre todo, perdió nervio el impulso repoblador. Las campañas musulmanas, ya en época de al-Hakam II, lograrían ocupar San Esteban de Gormaz y Atienza; y, tras la victoria de 975 ante los muros de Gormaz -frotaleza reconstruida por el general Galib en 964-965-, se consolidó el dominio califal entre Medinaceli y Guadalajara, ya en vísperas de las fulgurantes campañas de al-Mansur (conocido como Almanzor). Pero no fueron tanto las expediciones musulmanas -en realidad, no había cesado desde los primeros decenios del siglo X-, las que ocasionaron la crisis del reino leonés, sino las propias dificultades internas, derivadas del ya avanzado proceso de feudalización, que alteró en profundidad las estructuras económicas y sociales del territorio.

Soldados musulmanes
Soldados musulmanes atacando una fortaleza. Miniatura de la Crónica de Skilitzes. Biblioteca Nacional, Madrid

Por el lado andalusí, las consecuencias de la rota del "barranco" fueron importantes. Según Ibn Hayyan, los responsables de la desbandada fueron los notables militares de los yund/s en connivencia con los jefes de las tropas fronterizas. Los primeros recelaban del califa por su presunta postergación en la dirección del ejército, mientras los segundos no habían asimilado su sumisión a Córdoba y la supresión de sus señoríos independientes en la frontera. Por tanto, la derrota del "barranco" ponía de manifiesto la existencia de serias contradicciones en el seno del ejército califal; quizá Almanzor sacaría las últimas consecuencias de este hecho cuando emprendió su drástica reforma militar. Los culpables fueron severamente castigados: según el extraordinario testimonio de un personaje que vivió a pocos años de los acontecimientos, el maladí Furtun ibn Muhammad ibn Tawil, principal responsable de la desbandada, fue sacrificado a la puerta del palacio cordobés y, ante la aterrorizada población cordobesa, también lo fueron diez notables del ejército acusados de abandonar al califa en aquella jornada. Ahora bien, a pesar de la ejemplar ejecución de los principales responsables, al.Nasir no tuvo más remedio que confirmar el poder de los poderosos linajes fronterizos, que se repartieron los territorios como señoríos hereditarios. Vistas así las cosas, los vencedores reales del "barranco" fueron, en última instancia, los jefes fronterizos, que vieron consolidado su poder en sus respectivas zonas de influencia (E. Manzano).

A consecuencia de la humillante desbandada, y recelando quizá de la fidelidad de determinados contingentes militares, Abd al-Rahman III dejó de participar en las campañas contra los cristianos. Ello se reflejó en un cambio de estratégica: en lugar de una gran aceifa anual encabezada por el califa, al-Nasir ordenó la realización de varias expediciones cada año con objetivos diversificados. Según Ibd Hayyan, abrumado por la rota del "barranco", el califa se enfrascó en la construcción de la ciudad palatina de Madinat al-Zahra. En efecto, fundada tres años antes de la expedición a Simancas, esta espléndida ciudad sería testigo de las numerosas embajadas cristianas -entre ellas, la del presunto vencedor de aquella batalla- que afluían a Córdoba, al compás del prestigio internacional del califato.

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