CRISTO CRUCIFICADO DE LOS ROSARIOS DE PENITENCIA

Procedente de la iglesia parroquial de San Martín, se guarda hoy en una de las capillas laterales de la iglesia de Santiago uno de los Crucificados que se procesionan en la Semana Santa medinense. La talla sale a las calles en los rosarios de penitencia, que se celebran en la villa en las noches del lunes y martes santo. Obra de indudable calidad, corresponde su disposición a la clásica representación que muestra a Cristo ya fallecido, desplomado sobre el leño de la Cruz.

Cristo Crucificado
Cristo Crucificado. Misma imagen de cuerpo entero. Cristo Crucificado, de la escuela de Alonso Berruguete, segunda mitad del siglo XVI

La obra sigue con fidelidad los modelos acuñados por Alonso Berruguete, que en Medina tendrán tantos frutos a través de la ejecución del retablo mayor de la iglesia colegial. Precisamente la llegada de un importante grupo de artistas con motivo de las obras de tan espectacular conjunto, que debía estar terminado en 1548, hubo de marcar la plástica que durante algún tiempo se desarrollará en la zona.

Las dificultades a la hora de diferenciar las manos de los diferentes escultores que colaboran en la tarea del retablo impide conocer con profundidad los rasgos que pueden identificar su obra. El trabajo de Parrado del Olmo sobre los seguidores de Berruguete en el foco abulense, permite sin embargo conocer con mayor detalle posible elementos identificadores que ayudan a distinguir los rasgos específicos de cada uno de ellos.

En este caso el Crucificado que analizamos puede ponerse en relación, de un modo genérico, con alguno de esos escultores que trabajan en el retablo de la Colegiata. Especialmente con Pedro de Salamanca. El Cristo de Parrado atribuye a este escultor en Rasueros, fechable en torno al año 50 en la última etapa del escultor, guarda importantes similitudes con la obra de Medina en lo que se refiere a la concepción plástica, por los que habrá que pensar en asignar la talla al entorno de estos maestros.

Cristo de la Penitencia
Cristo de la Penitencia. Cristo de la Penitencia, de la escuela de Alonso Berruguete, segunda mitad del siglo XVI

El Cristo es una imagen corpulenta con un desarrollado especial en el tratamiento de la anatomía, destacando con intensidad la musculatura y buscando los contrastes claroscuristas en el tratamiento del torso. El rostro se concibe con una asimetría muy propia de los esquemas señalados por Berruguete, con barba bífida, rizos ondulados y nariz recta, ligeramente inclinado hacia el lado derecho por donde cae un mechón del cabello. La corona, correspondiendo con l dotación cronológica, es un entrelazado que forma parte de la propia talla de la cabeza.

Otro rasgo singular de la escultura, que sirve para vincular con la escuela de Berruguete, es el paño de pureza. En el tratamiento de la prenda se ha suprimido el lazo para anudarlo, que tanta fortuna tuvo en los crucificados del siglo XVI. Por el paño movido y ondeante que emplearán muchos seguidores del maestro.

La policromía que conserva la pieza es sin duda la original, aunque no se conserve en un perfecto estado. Se encarna a pulimento, señalándose las marcas de los latigazos, y el paño de la pureza aparece rayado sobre el color blanco, para dejar ver el fondo dorado.

Con estas características se puede datar esta escultura, que forma parte de este distinguido repertorio de Crucificados procesionados en Medina, en los primeros años de la mitad del siglo XVI, relacionada con la permanencia en la zona de la huella berruguetesca.


CRUCIFICADO DE SAN MIGUEL

Dentro de la alta calidad que ofrecen las seis imágenes del Crucificado que a lo largo de la Semana Santa salen a las calles de Medina del Campo, la figura de la iglesia de San Miguel, que preside en la noche del Miércoles Santo el Viacrucis popular, es una prueba evidente de la importancia del arte medinense durante el siglo XVI. Simplemente con hacer un recorrido por los distintos templos que aún siguen en pie, se constata que la villa fue durante este siglo uno de los más interesantes focos de la escultura castellana en consonancia con su gran actividad mercantil.

A la hora de afrontar su estudio, sorprende la escasa atención que hasta haca muy poco se le ha prestado; más aún si tenemos en cuenta que recibe culto en una parroquia que siempre ha sido objeto de atención para los historiadores del arte, contando incluso con algún trabajo monográfico. La consulta del archivo no ha proporcionado ningún dato sobre las circunstancias de su encargo no tampoco en el momento en que llegó a la iglesia.

Se trata de una talla de dos metros de altura magníficamente resuelta. El aspecto de la cabeza fue totalmente transformado en época posterior al eliminar el pelo original para poner una peluca. No hay en el rostro excesivo patetismo, ojos y boca quedan entreabiertos permitiendo ver la talla de la lengua y la parte posterior de la dentadura. Con excepción del paño de pureza, en ese mismo momento se hizo una nueva policromía pues coincide el tono bajo la melena con el de el resto del cuerpo. No obstante, esta decoración pictórica parece bastante fiel con la original. En el encarnado del todo el cuerpo se refleja la huella del látigo y se señala las moraduras de las rodillas y tobillos de una forma similar a otros ejemplos del siglo XVI.

A pesar de estas intervenciones, es perfectamente apreciable la calidad de la talla. Los huesos y musculatura se marcan bajo la piel con un gran realismo que también se observa en pequeños detalles, como la flexión de los dedos de la mano o las arrugas del talón al estar oprimido por la cruz. El paño aparece surcado por multitud de pliegues Lineales que se forman por la presión del nudo lateral.

Coinciden los escasos comentarios que hasta ahora de han publicado en adjudicar una cronología próxima a la mitad del siglo XVI, señalando a Andrés Ordax su vinculación con la estela de Juan de Valmaseda. Como sucede con otros casos, este escultor trabajó en distintas ciudades como Burgos, Oviedo, León y Palencia, ciudad esta última donde reside desde 1537 y 1548.

Lo más conocido en la obra de dicho escultor es la realización de una importante serie de monumentales Crucifijos a veces en solitario y otras formando parte de Calvarios. Sus rasgos característicos son los mismos pliegues menudos que antes comentamos y la prolongación en los pies de la línea vertical que marca las piernas. Ambas condiciones de cumplen en el Cristo de Medina, pero creemos que no se puede pensar en un trabajo personal ni tampoco de su taller. La importancia de los lugares a los que se destinaron algunas de sus obras determinó que esta tipología fuera un modelo a imitar en un gran número de ejemplares. Por otro lado, la talla de San Miguel ofrece una anatomía bastante más corpulenta que la que emplea Valmaseda y la solución del paño de pureza es más naturalista.

Con todos estos argumentos, se puede concluir que esta escultura pudo salir de las manos de un seguidor de Valmaseda que pertenece a la siguiente generación. Su anónimo autor quizá residió en Medina del Campo o, al menos, trabajó en la zona donde aún se conserva algún ejemplo con el que pudo establecerse una evidente relación. Nos referimos concretamente al Crucifijo de la iglesia de San Miguel de la cercana localidad de Pozal de Gallinas. Aunque se trata de una obra más modesta en calidad y tamaño, ofrece un tratamiento similar en la anatomía y el paño de pureza y, muy especialmente, una idéntica solución en la peculiar manera de resolver la barba. Gracias a esta pieza, podemos tener una idea aproximada de cómo era en origen la cabeza del Crucificado de Medina.

Bibliografía

Urrea Fernández y Parrado del Olmo, 1986, p. 696. Urrea Fernández, 1987, p. 8. Andrés Ordax, 1993.