Villa histórica, monumental, escultórica y paisajística
Villa de las Ferias
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Fernando II de Aragón y V de Castilla, óleo sobre tabla, Berlín, Museos Estatales. |
MENÚ DE CONTENIDO
Biografía
Fernando II el Católico
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Fernando el Católico, un Rey para la unidad de España
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(Fernando II de Aragón, llamado el Católico; Sos, Zaragoza, 1452 - Madrigalejo, Cáceres, 1516) Rey de Castilla (1474-1504) junto con su esposa Isabel I, de Aragón (1479-1516), de Sicilia (1468-1516) y de Nápoles (1504-1516). Era hijo de Juan II de Aragón y de su segunda esposa Juana Enríquez, hija del almirante de Castilla. A la muerte de su hermanastro, Carlos de Viana (1461), pasó a ser el heredero de la corona aragonesa. En 1462 fue nombrado lugarteniente general de Cataluña y, en 1468, rey de Sicilia. Durante la guerra civil catalana (1462-1472), en la que tomó parte activa, se familiarizó con los negocios de Estado a instancias de su padre.
Al morir el infante Alfonso de Castilla (1468) y ser reconocida la infanta Isabel, hermana de Enrique IV, como heredera de Castilla, Juan II puso toda la habilidad posible para conseguir el matrimonio de Fernando con la princesa castellana, que se produjo en octubre de 1469. Cuando murió Enrique IV de Castilla (1474), Isabel fue proclamada reina por sus seguidores, menospreciando los posibles derechos de la infanta Juana la Beltraneja, que era apoyada por Portugal. Fernando, tras arduas discusiones con la recelosa nobleza castellana, consiguió ser reconocido rey con los mismos derechos que Isabel I de Castilla, que también sería llamada la Católica.
La guerra civil castellana fue prioritaria en las intenciones de Fernando, que contribuyó de una manera definitiva, sobre todo con la victoria de Paleagonzalo (1476), al éxito de la causa isabelina. En 1479 fallecía Juan II, y Fernando heredaba el trono de Aragón. De este modo se realizaba la unión dinástica de Castilla y Aragón, base de la unidad hispánica. La unión era puramente personal: Castilla y Aragón tendrían unos mismos soberanos y una misma política exterior, pero conservarían sus leyes e instituciones propias. Sin embargo, aun asumiendo históricamente la propia personalidad y el marco jurisdiccional de los reinos que la componían, se activaba una tendencia política que, por la vía del absolutismo, terminaría por desembocar en la unidad administrativa impuesta por los Borbón a partir de 1700.
En los años siguientes, Isabel y Fernando se dedicaron a afianzar su autoridad sobre sus reinos: de este modo en Castilla se institucionalizó la figura del corregidor (1480), se creó la Inquisición (1481), se sancionó a los nobles rebeldes y se reorganizó la hacienda real. Fernando puso fin en sus Estados al problema de losremensas catalanes mediante la abolición de los malos usos y la consolidación de los contratos de enfiteusis (sentencia arbitral de Guadalupe, 1486).
Lograda la paz interior, dedicó sus esfuerzos a completar la Reconquista, con la mirada puesta en la unificación política de todos los reinos bajo la dirección de Castilla. En este empeño emprendió una larga guerra contra el reino nazarí de Granada (1481-1492), que acabó con su integración a la corona castellana. Logró la unidad religiosa del reino con la expulsión de los judíos (1492) y la conversión forzosa de los moriscos (1503). Abrió unas insospechables puertas con el descubrimiento de América (1492). Libró el Rosellón de la influencia francesa e intervino en las guerras de Italia, que dieron como resultado la conquista del reino de Nápoles (1503).
Casado en segundas nupcias con Germana de Foix (1505) y regente de Castilla (1507), tomó parte en la Liga de Cambrai contra Venecia (1511). A su muerte designó heredera del reino de Aragón a su hija Juana y gobernador a su nieto Carlos. Por lo general, los historiadores coinciden en situar a Fernando II de Aragón entre los mayores estadistas de su tiempo; dominó los resortes de la diplomacia, supo imponerse a aquellos grupos o instituciones que, de una manera u otra, podían mermar la autoridad de la monarquía y, ante la Iglesia y las minorías religiosas, adoptó una actitud enérgica y realista.
FERNANDO EL CATÓLICO
La lucha por el poder entre suegro y yerno
La guerra subrepticia que enfrentó a Fernando «El Católico» con Felipe «El Hermoso», y que acabó con la extraña muerte de éste, es recreada en su primera novela, «Sobra un rey», por el escritor y periodista José García Abad. JOSÉ GARCÍA ABAD
Fue una lucha sin cuartel y sin reglas, una guerra sucia, la que enfrentó a Fernando el Católico, el viejo zorro que inspiró a Maquiavelo, y a su yerno Felipe el Hermoso, un joven arrogante, pletórico de vida y de promesas pero que murió a los pocos meses de llegar a Castilla en circunstancias sospechosas.
Los alabarderos de Fernando nunca llegaron a enfrentarse en campo abierto con los 2.000 lansquenetes, la tropa alemana de elite, con la que llegó a las costas gallegas El Hermoso, pero la pugna fue brutal. Los cuarteles generales de ambos bandos no dudaron en recurrir a los procedimientos más arteros: secuestros, torturas, asesinatos, traiciones, sobornos, amenazas y manipulación de la opinión pública.
Todo empezó cuando, en un frío día de noviembre de 1504, agonizaba Isabel la Católica en Medina del Campo tras una larga y penosa enfermedad. Su esposo Fernando, con quien había compartido las tareas de Estado durante 30 años, no aparece en el lecho donde sufre Isabel terribles dolores, el mayor de los cuales es la ausencia de su querido compañero, quien pretexta sufrir unas tercianas.
El aragonés mostraba así la irritación que le embargaba porque la reina no le había confiado en su testamento la gobernación del Reino ante la supuesta incapacidad de Juana, la heredera legítima.
Finalmente Isabel cede y añade un codicilo a su testamento en el que dispone que si su hija Juana no puede o no quiere reinar será Fernando, su padre, quien lo haga hasta que su nieto Carlos no alcance la mayoría de edad.
INTRIGAS Y TORTURAS
El conflicto es inevitable. Fernando convoca las Cortes en Toro para formalizar la toma de poder mientras Felipe, perfectamente informado por sus espías de los movimientos del aragonés, declara nulas dichas cortes y se hace proclamar rey de Castilla en la colegiata de Santa Gúdula en Bruselas.
Como puede adivinarse la gran víctima de esta querella es Juana de Castilla, injustamente llamada La Loca, que es utilizada despiadadamente por padre y esposo y que acaba encerrada de por vida en Tordesillas, por decisión de ambos y, muertos estos, por su hijo Carlos.
Fernando envía a su secretario y hombre para todo, Lope de Conchillos, a la corte flamenca con la misión de introducirse subrepticiamente en la cámara de Juana y convencerla de que firme una carta cediendo sus derechos de «reina propietaria de Castilla» a favor de su padre, lo que la reina accede convencida de que es lo mejor para el reino. Sin embargo, Felipe cuenta con un formidable valido, don Juan Manuel, señor de Belmonte, que había sido enviado por Fernando como embajador ante la corte flamenca pero que se pasa al servicio de El Hermoso, un partido más prometedor que el del viejo monarca.
Don Juan Manuel, personaje inteligente y taimado, intercepta la carta que Conchillos llevaba velozmente a Castilla, encarcela a éste en la terrible cárcel flamenca de Villaborda, le tortura y obtiene información de los movimientos de Fernando.
Don Juan Manuel emprende viaje a Castilla a la velocidad que le permitía un bien organizado servicio de carruajes propiedad de la familia Tassis -de donde derivan los actuales taxis- y acomete la tarea de reclutar nobles y obispos, que también éstos contaban con formidables ejércitos para la causa del flamenco.
Con la excepción notable del duque de Alba, siempre fiel al Rey Católico, don Juan Manuel no tiene mayores dificultades para convencer a la nobleza que ansiaba recuperar los viejos privilegios eliminados por los Reyes Católicos en aras de la organización de un estado centralizado.
Don Fernando reacciona con rapidez. Utiliza la Inquisición de Toledo para interrogar hábilmente a un embajador de El Hermoso, del que obtiene información sobre la estrategia flamenca, lo que le permite neutralizar a algunos nobles con regalos y promesas.
Cuenta también de forma incondicional con las ciudades, siempre a favor de la Corona, que les garantiza sus libertades frente a los nobles, y con obispos importantes como Diego Ramírez de Villaescusa, Juan Rodríguez de Fonseca y, aunque de forma insegura con Cisneros, arzobispo de Toledo, la diócesis más rica y más poderosa.
Y cuenta con su habilidad para manejar a lo que hoy llamamos prensa, un oficio desarrollado por cronistas en nómina y por independientes.
Felipe el Hermoso tarda un año en poder dirigirse a España mientras reúne un poderoso ejército y don Juan Manuel le va organizando las complicidades precisas. Finalmente desembarca en A Coruña pero evita encontrarse con Fernando hasta no estar seguro de que éste no tendrá más remedio que rendirse. Cuando se encuentran en Villafáfila, Fernando aparece montado en una mula acompañado por unos pocos cortesanos desarmados en contraste con los 2.000 lansquenetes que El Hermoso ha traído de Flandes y con lo más granado de la nobleza al frente.
EL CORTE A GARCILASO
Fernando combinó la humildad con la ironía con quienes habían sido sus mejores amigos, echó los brazos al conde de Benavente y, al notar sus armas debajo de la capa, le dijo riendo: «¡Cuánto habéis engordado, conde!», a lo que éste le respondió: «Son los tiempos que corren», después se dirigió a su buen amigo Garcilaso y le recriminó suavemente: «¿Tú también, García?», quien contestó, corrido: «Señor, por Dios, así venimos todos».
El viejo rey firma la cesión de poderes y emprende viaje a Zaragoza y de allí a Nápoles. Felipe marcha a Mucientes donde espera que las Cortes le reconozcan como monarca, pero los procuradores proclaman a Juana como reina propietaria y a él como «legítimo esposo», le relegan a la condición de consorte.
El Hermoso le había concedido a don Juan Manuel la fortaleza y el gobierno de Burgos y para agradecérselo y festejar la huida de Fernando le ofrece un espléndido almuerzo. Después y con el propósito de bajar la excesiva comida Felipe retó a un juego de pelota a Juan de Castilla en el que Felipe se empleó a fondo pero que interrumpió al sentirse indispuesto. El rey se fue a la cama muriendo el viernes, 25 de septiembre de 1506 de una extraña enfermedad. ¿Muerte natural o envenenamiento? Ésa es la cuestión que hasta ahora no se ha resuelto aunque las mayores sospechas recaen en Fernando el Católico valiéndose de su fiel servidor Lope de Conchillos. Muerto El Hermoso, Fernando recuperó el reino de Castilla donde gobernó hasta su muerte.
La figura de Fernando se ha elevado con el tiempo. Es un monarca moderno, maestro en el arte de la propaganda.
Maquiavelo había recomendado a los reyes que se impusieran por el temor y el amor de los súbditos pero aconsejaba, como más seguro, aplicar el temor. Fernando, sin embargo, sostiene que además del temor, que siempre es saludable, hay que conseguir la complicidad del pueblo para lo cual éste debe estar debidamente informado.
Por otro lado la historiografía moderna ha revisado hechos dados por sentados hasta ahora al socaire de una visión patriotera de la historia. Para empezar, la locura de Juana. Hoy se reconoce la extraordinaria lucidez de esta desgraciada mujer, quien a pesar de su locura de amor por Felipe, su promiscuo esposo, nunca cedió a las pretensiones de éste de que le cediera sus derechos a la Corona de Castilla, relegándole a la condición de consorte y optando por su padre como el hombre mejor preparado para regir los destinos del reino. Doña Juana nunca fue inhabilitada por lo que la detentación de a corona por Carlos puede considerarse en puridad de concepto una usurpación.
La historia moderna pone también en cuestión la legitimidad de Isabel la Católica como heredera de su hermanastro Enrique IV en perjuicio de Juana de Trastamara, a la que la historia ha puesto el apodo también injusto e interesado de La Beltraneja insinuando así que su padre no era el rey sino su favorito Beltrán de la Cueva. Fernando proporcionaba unos cuantos maravedíes cada vez que los cronistas mencionaban dicho apodo. El Rey Católico consideró casarse con La Beltraneja, su sobrina política, para recuperar el título de rey de Castilla, lo que hubiera llevado a la ilegitimidad el largo periodo que reinó con Isabel. Era un rey que, como aconsejaba Maquiavelo, estimaba que la moral era propia del ámbito privado pero que no afecta al gobernante que sólo debe regirse por el interés del Estado.
22-01-16 - El rey que vio la unidad de España
JAVIER REDONDO
Director de 'La Aventura de la Historia'
@javi_redondo14
Si España fuera un país cosido por el apego a su Historia y sus grandes nombres, Fernando el Católico ocuparía espacio destacado en el panteón de sus ilustres fundadores. Junto a la reina Isabel, creó un Estado, puso los pilares de la España moderna y le sirvió de inspiración a Maquiavelo cuando el florentino se sentó a escribir sobre las virtudes que debía reunir El Príncipe y el modo de conservar el amor de un pueblo y sus territorios.
"En otra ocasión ya te describí la villa de Madrigalejo. Allí quedó muerto en una casita desguarnecida e indecorosa", le escribe el cronista real Pietro Martire d'Anghiera a Luigi Margiano, obispo de Tuy y ex médico del rey. "Mira lo poco que se debe confiar en los aplausos de la Fortuna y en los favores seculares. El señor de tantos reinos y adornado con tanto cúmulo de palmas, el Rey amplificador de la religión cristiana y domeñador de sus enemigos, ha muerto en la pobreza".
Destaca el profesor Nicasio Salvador, uno de los autores que escribieron en el dossier que La Aventura de la Historia le dedicó recientemente al Rey Católico, que estas circunstancias que rodearon a su muerte lo conectan con su nacimiento: "La indigencia de la casa en la que se le engendró [el hogar de un humilde labrador próximo a Calatayud] y los atributos del pequeño pueblo en el que vio la luz". Ese pueblo fue Sos, en la frontera con Navarra, concretamente en el palacio de la familia Sada. Su madre, la ambiciosa Juana, se había empeñado en que naciera en su tierra y no en la de su padre, Juan, rey de Navarra. Su bautizo en la catedral de Zaragoza ofrece prematuras muestras de los planes que los reyes tienen para su primer hijo (Don Juan ya tenía a Carlos, producto de su matrimonio con Blanca I, y le disputaba el trono, y a Leonor).
Poco después, murió sin descendencia Alfonso V, rey de Aragón. El trono recayó sobre Juan. El pequeño Fernando ya estaba llamado a grandes empresas. Mucho más tras la muerte de su hermanastro Carlos de Viana: el camino del poder parecía quedar expedito. Como señala el profesor Corral en su fantástico artículo Una boda entre guerras, no iba a ser tan fácil. Y aparecen los hechos para desenmascarar los mitos: la Generalidad negó obediencia al rey de Aragón y en agosto de 1462 ofreció la corona condal de Barcelona al rey Enrique IV de Castilla, que renunció. Con diez años, Fernando es nombrado lugarteniente general de Cataluña. El mensaje de Juan no ofrece lugar a dudas: Fernando es su heredero y Cataluña pertenece al reino de Aragón. Durante los siguientes 10 años, Navarra, Castilla y Aragón estarán en guerra. Los reinos medievales se resquebrajaban. Supuso el colapso de la Edad Media. Nacía la España Moderna y, como subraya Corral, lo haría en torno a una de estas dos opciones: la unión de Castilla con Portugal o la de Castilla con Aragón, la que finalmente se materializó con la boda de Isabel y Fernando.
Así lo vio Julián Marías, que niega, en su España inteligible, que el nuevo modelo fuera resultado de la castellanización: "La imagen del proceso de unificación de España durante el reinado de los Reyes Católicos que se ha difundido desde fines del siglo XIX, sobre todo, entre historiadores procedentes de la Corona de Aragón, ha sido la castellanización de los otros reinos españoles. Según esta interpretación, Castilla, por su mayor tamaño, población, riqueza y poder, habría impuesto su lengua, leyes y estilo al resto de España». Marías niega a Ortega -"Castilla ha hecho España (...) y Castilla la ha deshecho"- y concluye que España como idea realizable no podía ser producto de una única voluntad.
«Esa empresa no podía ser sólo castellana». A juicio del filósofo, el concurso de Fernando fue decisivo. Añadimos que su personalidad, voluntad y decisión -y por qué no, su ambición- decidieron el futuro de España. Castilla miraba a África y al centro de Europa. Aragón, al Mediterráneo. La unión de las coronas, fue, por tanto, según Marías, la unificación de dos grandes políticas internacionales. Trescientos y pico años después del primer sueño de unión de los dos reinos más poderosos de la Península, el matrimonio entre los herederos consuma el proyecto. Por estas razones titulamos en su momento la portada de nuestra revista: Fernando, el sueño de la unidad. Cómo el ambicioso rey católico culminó el plan de su padre de fusionar las grandes coronas peninsulares. La boda fue el 18 de octubre de 1468 (hay fuentes que la ubican en 1469 o el 19 de octubre). En 1475, Fernando es nombrado rey de Castilla y se acuña la expresión "tanto monta, monta tanto...". En 1479, es coronado rey de Aragón. El plan, pese a las interminables guerras, que ha convertido a Fernando más en un soldado que en un rey, marcha según lo previsto. Sofocada la contienda en Cataluña el final de la Reconquista es la última misión de los reyes. El 2 de enero de 1492, la toma de Granada la consuma.
Henry Kamen, que acaba de publicar con La Esfera de los Libros, una biografía de Fernando, incide en que a pesar de que podamos hablar con propiedad de la gestación de un Estado moderno y que los reinos ya eran conocidos "oficiosamente" como España, había sustanciales diferencias entre Castilla y Aragón. La muerte de Isabel, en 1504, abrió de nuevo el conflicto sucesorio en Castilla. Fernando quedó como gobernador general. Pero esa es otra historia, como la forja posterior de su leyenda.
22-01-16 - Una biografía destaca la audacia como político y estadista de Fernando el Católico
El historiador Ernest Belenguer analiza el equilibrio de poderes en la España del siglo XV.
Hasta el siglo XVIII la figura de Fernando el Católico (1452-1512) fue más admirada y estudiada por los historiadores que la de su esposa, Isabel de Castilla. Pero, desde la centuria pasada, el papel de la reina que impulsó la conquista de Granada y el descubrimiento de América cobró mucha más proyección. La biografía que acaba de publicar Ernest Belenguer (Valencia, 1946), catedrático de Historia Moderna en la Universidad de Barcelona, titulada Fernando el Católico (Península, en castellano, y Edicions 62, en catalán) revela que el rey asumió los mismos poderes que su mujer en Castilla, mientras ella no pasó de ser una reina consorte en la Corona de Aragón. "Los dos compartieron el gobierno de Castilla", señala Belenguer, "pero Isabel sólo tuvo un papel de comparsa en Aragón, donde imperaba una especie de ley sálica que impedía reinar a las mujeres. En realidad, la mujer era menor de edad según las leyes de los territorios de la Corona de Aragón, que incluían Cataluña, Valencia y Mallorca. Por otra parte y hasta las expediciones de Colón a América, Fernando dirigió la política internacional con especial atención al Mediterráneo, en general, y a Italia, en particular". Unidad nacional
El historiador subraya que indudablemente la unidad dinástica significó "de puertas afuera" la unidad nacional de España, culminada con la incorporación de Granada y de Navarra. "Los Reyes Católicos", explica Belenguer, "mantuvieron, desde luego, una sola política internacional, y los embajadores se acreditaban ante una corte común. Ahora bien, de puertas adentro, Castilla mantuvo un sistema político más centralizado, en tanto que Aragón respondía a una confederación de territorios. En la práctica se impuso un sistema polisinodial a partir de la creación de consejos consultivos de los monarcas, una iniciativa que después desarrollaron Carlos V y Felipe II".
En su documentada y divulgativa biografía, este experto en los siglos XV y XVI observa que, mientras el rey Fernando se concentró en la política mediterránea, con singular incidencia en sus territorios de Nápoles, Sicilia y Cerdeña, Isabel apostó fuertemente por la toma del reino de Granada para eliminar de ese modo el último reducto musulmán que quedaba en la Península. En cualquier caso, Belenguer resalta el mayor peso específico de la Corona de Castilla en aquella época con respecto a Aragón.
"No conviene olvidar", precisa el historiador, "que Castilla contaba con una población que rondaba los cinco millones de habitantes a finales del XV, frente al millón escaso de personas que vivían en los territorios de la Corona de Aragón. Resulta evidente que el descubrimiento de América y el desplazamiento del comercio y de las relaciones internacionales desde el Mediterráneo hacia el Atlántico reforzaron la hegemonía castellana, pero antes de 1492 la desigualdad era ya palpable".
Fernando el Católico sobrevivió ocho años a su mujer, y en ese periodo, según Belenguer, "demostró, todavía más si cabe, su inmensa talla de político y estadista". La consolidación de la conquista de Nápoles, su matrimonio por intereses geopolíticos con Germana de Foix y la pacificación de Castilla tras la muerte de Felipe el Hermoso y los trastornos mentales de su hija Juana, así como la ocupación de ciudades norteafricanas, representan los ejes del gobierno de Fernando entre 1504 y 1512. Ernest Belenguer califica la decisión que adoptó el rey de encerrar en Tordesillas a su hija Juana "para evitar que se convirtiera en un títere en manos de algunos nobles castellanos" como el momento más duro de la vida del monarca.
Hombre de mediana estatura, de carácter afable y talante moderado, trabajador infatigable, Fernando el Católico fue asimismo un mujeriego incorregible, según su biógrafo. "Isabel estuvo muy enamorada de Fernando y él también la quiso a su manera. Pero la reina ordenababa vigilar las correrías del marido con otras mujeres. Entretanto, Isabel dormía con cinco damas cuando el rey estaba de viaje para tener testigos de su fidelidad", comenta.
22-01-16 - Una biografía de Fernando el Católico más allá de la leyenda trazada por Maquiavelo
Henry Kamen se propone en su nuevo libro despojar de mitos la figura del Rey aragonés
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Retrato de Fernando el Católico por Joaquín Domíguez - ABC |
Maquiavélico, desconfiado, mujeriego incorregible y conspirador avezado. El carácter del Rey Fernando el Católico ha merecido a lo largo de la historia un saco de elogios y críticas, que, según el historiador Henry Kamen, solo se basan en mitos e imprecisiones. «En realidad, sabemos muy poco sobre su vida, porque la documentación del periodo es malísima, especialmente en lo referido a la Corona Aragonesa», explica Kamen. No en vano, el primer archivo nacional surgió en el siglo XVI en Castilla y, por tanto, la documentación sobre los Reyes Católicos está monopolizada por la figura deIsabel la Católica. «Se le atribuyen a ella muchas cosas que son mérito exclusivo de él», apunta.
En su libro «Fernando el Católico: vida y mito de uno de los fundados de la España moderna» (La Esfera de los Libros) el hispanista Henry Kamen se propone así unir las pocas piezas documentales disponibles con el objeto de trazar un retrato desprovisto de leyendas sobre Fernando. Antes que él, soloJaume Vicens Vives logró una aproximación solvente a la figura del aragonés a través de una biografía fuertemente contestada por los nacionalistas. «Los que están fabricando la nueva ideología de Cataluña no saben nada de historia y copian las ideas de los nacionalistas del siglo XIX, que originalmente vieron al Monarca como una figura positiva pero luego le achacaron las culpas de la crisis demográfica que vivió Barcelona durante su reinado», señala el británico.
Solo hablaba castellano
Pero no solo los catalanes han despreciado a Fernando el Católico. Tampoco los castellanos han mostrado nunca grandes simpatías por un hombre que en realidad solo hablaba castellano y, pese a nacer en la región de Zaragoza, contaba con raíces profundas en el reino vecino. «La nobleza castellana sentía aversión por Fernando, al que llamaban sin fundamentos, de forma despectiva, “el viejo catalán”. A lo mejor tiene que ver con su carácter o su actitud», analiza Kamen. De esta forma, a la muerte de su esposa, Isabel, en 1504, la nobleza castellana se decantó de forma mayoritaria por el extranjeroFelipe el Hermoso y por Juana la Loca, mientras el viejo aragonés abandonaba el reino visiblemente ofendido.
La inesperada muerte de Felipe I cuando solo llevaba dos meses en el trono devolvió a Fernando el control de Castilla ante la incapacidad de su hija. «La preferencia de los nobles por Felipe es más bien por su hija Juana, lo cual se ve reflejado en que serán sus hijos quienes protagonizan la sucesión», sostiene el hispanista. Siendo Rey de Aragón, Valencia, Sicilia, Nápoles y Navarra, conde de Barcelona y gobernador del Reino de Castilla, Fernando murió el 23 de enero de 1516 en Madrigalejo, intuyendo que iba a ser el último representante de la dinastía de los Trastámara y, por encima de todo, el primer Monarca en ceñir todas las coronas que constituyen la España de hoy.
«Fernando no fue el unificador de las Españas que reza el mito, pero sí es el iniciador de una gran aventura», asegura Kamen. En su opinión, España nació a través de matrimonios entre una misma familia y no a base de conquistas o reformas administrativas. Los Reyes Católicos nunca fueron conscientes de la envergadura del Descubrimiento de América y su participación en el proyecto fue muy limitada. «El ideólogo del Descubrimiento es un loco, Cristóbal Colón, que corre con la planificación y con los riesgos. Además, los descubrimientos más importantes se llevaron a cabo después de la muerte de los Reyes». En el momento en que murió Fernando, el dominio español se limitada a varias islas periféricas y en Europa apenas se conocía en ese momento datos sobre aquellas tierras.
Visión mitificada
Todo lo contrario con respecto a su notoria intervención sobre Nápoles y Sicilia, que incluso le granjeó los elogios del afilado Nicolás Maquiavelo: «Vive en nuestros días Fernando de Aragón, Rey de España. Casi puede llamársele príncipe nuevo porque se ha convertido, por propio mérito y gloria, de Rey de un pequeño Estado en primer soberano de la Cristiandad». No obstante, Henry Kamen advierte sobre los peligros de quedarse en esta visión mitificada del Monarca, puesto que el filósofo y diplomático apenas coincidió personalmente, si es que lo llegó a hacer, con el aragonés. «Maquiavelo se inventó una figura de Fernando que coincidía con la imagen que los italianos esperaban encontrar en el hombre que había expulsado a los franceses, pero que no era un retrato cierto», precisa el autor de una obra que pretende ir más allá de los estereotipos difundidos por el florentino.
22-01-16 - Toro, la batalla en la que Fernando el Católico empezó a forjar España con sangre
Medio milenio después de la muerte del monarca, recordamos la contienda que cambió el destino de la Península y analizamos el último libro de Fernando M. Laínez sobre este personaje
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El portaestandarte portugués defiende la bandera real ante el ejército fernandino en Toro - Wikimedia |
De tres a seis horas. Ese escaso tiempo fue el que duró la contienda que, en1476, cambió el devenir de la Península Ibérica: la sucedida en Peleagonzalo, un pequeño pueblo cerca de la ciudad de Toro –Zamora- el 1 de marzo. Aquel día, las tropas de Fernando el Católico consiguieron acabar con las huestes del monarca de Portugal, Alfonso V. Un hombre que –mediante el matrimonio con la hija del fallecido rey de Castilla (Juana la Beltraneja, de apenas 12 años) y las armas- buscaba unificar ambos reinos bajo su real cetro. Sin embargo, y a pesar de que la lucha fue de lo más igualada, tras esa lluviosa jornada el luso fue derrotado y se vio obligado a retirarse a su cuartel general, renunciar a sus deseos de expandirse hacia el este y admitir a Isabel y Fernando como los nuevos monarcas de Castilla y Aragón.
En su día, la batalla de Toro ayudó a forjar la futura España al allanar el camino a los futuros Reyes Católicos hacia el trono y garantizar, así, la unión de Castilla y Aragón. Es por ello que hoy, un día antes del 500 aniversario de la muerte del monarca español (quien dejó este mundo el 23 de enero de 1516) queremos recordar cómo se sucedió. A su vez, la historia de esta contienda es una de las que –en los próximos días- se podrá leer en «Fernando el Católico. Crónica de un reinado» (editado por «Edaf»), el último libro del periodista y divulgador histórico Fernando Martínez Laínez. «En el libro he intentado dar una visión de la vida de Fernando a través de sus acciones, huyendo de interpretaciones psicológicas discutibles. Por eso me he atenido a relatar los hechos de su reinado en forma de crónica, dejando que el lector reconozca al personaje a través de sus actos, con sus aciertos y sus yerros, que también los tuvo, y algunos (como la expulsión de los judíos) graves. Pero en la balanza final, el resultado de sus obras supera con mucho a los errores», explica el autor en declaraciones a ABC.
El problema sucesorio
El origen de la batalla de Toro se remonta hasta el 21 de febrero de 1462. Fue ese día en el que el mundo vio nacer a Juana, la hija del entonces rey de Castilla Enrique IV. Aquel alumbramiento, en principio feliz, trajo consigo grandes dolores de cabeza para el monarca castellano. Y es que, al llevar años y años demostrando su impotencia (no había forma de que engendrara un retoño), muchos negaron que fuera el padre de la pequeña. Por el contrario, las malas lenguas (fomentadas por le ingenio español) atribuyeron su paternidad a uno de sus amigos personales, Beltrán de la Cueva. Además de hacer que la niña se ganase un curioso sobrenombre (la Beltraneja, por razones evidentes) el rumor atribuyó unos cuernos al soberano del tamaño de los de un morlaco de levante. Este hecho terminó de motivar a varios nobles que, intereses personales mediante, alegaron que el sucesor del entronado debería ser su hermano pequeño, Alfonso, y no aquella pequeña bastarda.
La situación terminó de complicarse cuando Alfonso murió. En ese momento, y sin un sucesor varón al que apoyar, los nobles que no querían ver a la Beltraneja ascender al trono de Castilla pusieron sus ojos sobre Isabel –la futura Católica- también hermana de Enrique y, hasta ese momento, en un segundo plano por ser mujer. Hay que decir que la adolescente demostró su tenacidad, perseverancia y su carácter decidido, pues logró que Enrique la nombrase su sucesora en 1468 durante el tratado de los Toros de Guisando. Un documento en que se señalaba, además, que la joven solo podría contraer matrimonio con el consentimiento de su hermano. El trato quedó sellado… o eso creía el hombre de la corona, pues la joven Princesa de Asturias, pasándose por el arco del triunfo aquel papelote y la autoridad de su familiar, se casó en secreto con Fernando de Aragón para que, cuando ambos se hiciesen con el poder, sus reinos quedasen unidos.
Los problemas se resolvieron «felizmente» para Isabel y Fernando en diciembre de 1474 cuando –algunos dicen que envenenado, otros que por causas naturales- Enrique IV dejó este mundo. El trono recayó entonces en manos de su hermana, quien –tras demostrar el pesar por su muerte con el clásico traje blanco de luto real- se sentó al fin en el trono de Castilla. Al menos hasta 1475, ya que fue entonces cuando los partidarios de la Beltraneja (entre los que se destacaban, por ejemplo, el marqués de Villena,Alfonso Carillo o el Gran Maestre de la Orden de Calatrava) volvieron a la carga con el objetivo de lograr el trono para la pequeña. Para conseguir su objetivo organizaron una boda real entre Alfonso V, soberano de Portugal, y la niña presuntamente bastarda. Ambos, por cierto, tío y sobrina.
Con este enlace, pretendían forjar una fuerte alianza mediante la cual el luso –que superaba en una treintena de años a la chica- defendiera con sus tropas los intereses dinásticos de Juana. La coalición se materializó bajo promesa de futuro matrimonio (había que esperar la bendición de la Iglesia para celebrarlo) en 1475 y, ese mismo año, el rey cruzó la frontera con un ejército de 20.000 hombresdispuestos a llegar a Burgos y acosar, desde allí, a Fernando e Isabel. Sin embargo, el valor le duró el poco tiempo que tardó en percatarse de que el soberano de Aragón había iniciado una recluta urgente de soldados y que no eran pocas las ciudades que renegaban de la Beltraneja. Cuando estas noticias llegaron hasta sus oídos, decidió ser cauto, detener su avance yubicar su cuartel general en Toro, una pequeña ciudad de Zamora que podía ser defendida de forma sencilla.
Una retirada errónea
Movimiento de tropas va, batalla viene, Alfonso V logró reunir allá por febrero de 1476 en Toro un potente ejército formado aproximadamente por 3.500 jinetes y unos 20.000 infantes. A este contingente se sumó, el 9 de ese mismo mes, el infante Juan –hijo del monarca- con unos 8.000 peones y entre 1.000 y 2.000 caballeros. Estos, eso sí, algo menos curtidos que los de su padre. Al parecer, contar con este gran contingente de combatientes enardeció al prometido de la Beltraneja, quien decidió salir de las seguras murallas de la ciudad para cercar Zamora, donde Fernando se hallaba pertrechado con –según la mayoría de las fuentes- unos 2.500 militares sobre jamelgos y unos 20.000 infantes. Su objetivo no era otro que conquistar la plaza (que se hallaba entre su cuartel y Portugal) y girar posteriormente hasta Burgos, donde los franceses le habían prometido unirse a él para luchar contra Aragón y Castilla.
En las semanas siguientes, sin embargo, los lusos -ya fuera por una causa o por otra- no se decidieron a asaltar la ciudad. «El 17 de febrero de ese mismo año, el rey portugués se puso en marcha con su ejército para tomar Zamora, en cuyo castillo resistían todavía sus partidarios. Acudieron para cerrarle el paso a esa ciudad las tropas que habían sitiado Burgos, mandadas por el Infante Enrique de Aragón y su primo el duque de Villahermosa. El rey de Portugal, al que se unió el Arzobispo Carrillo con 500 lanzas de su ejército privado, se movió con mucha lentitud y perdió varias semanas sin decidirse a atacar […] Por entonces Burgos capituló y la guerra cambió de signo», determina Laínez. Al final, el prometido de la Beltraneja se decidió a poner sitio a Zamora con su contingente a pesar del frío que golpeaba la zona, un factor que terminó desgastando a sus soldados.
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Juana la Beltraneja, presunta hija de Enrique IV- Wikimedia |
El 1 de marzo después de que sus tropas pasasen todo tipo de penurias, Alfonso determinó que lo mejor era detener el asedio a Zamora, recoger el petate, y cobijarse de nuevo entre los muros de Toro. Así pues, ordenó a sus militares desmontar el campamento y marcharse a toda prisa hasta su cuartel general. Según calculaba el monarca, su contingente podría realizar la marcha en unas cuatro horas, un breve período en el que Fernando no tendría tiempo de armar a sus huestes para salir en su busca. Sin embargo, el aragonés tardó mucho menos de lo esperado en organizar una fuerza para perseguir a su enemigo cuando, tras llegar el alba, se percató de que no quedaba ni un alma en los alrededores de la urbe.
A los pocos minutos, Fernando envió a unos 300 caballeros al mando deÁlvaro de Mendoza con órdenes de hostigar la retaguardia de Alfonso. Una vez preparado, él también salió en persona de Zamora con el objetivo de presentar batalla al portugués. «El rey aragonés fue tras el portugués y le dio alcance a una legua de Toro, hostigando a su retaguardia. Las tropas portuguesas cruzaban un desfiladero y Fernando forzó a sus enemigos a entablar batalla en una llanura cercana. Las fuerzas en presencia eran bastante desiguales. Los portugueses contaban con unos 10.000 peones, 3.500 jinetes y alguna artillería. Fernando solo tenía 3.000 peones y 2.000 caballos», determina el experto español.
Despliegue fernandino
Fernando y Enrique decidieron darse de bofetadas, después de semanas jugando al pilla-pilla, aquel 1 de marzo de 1476 cerca de la zamorana ciudad de Toro, hogar del monarca partidario de la Beltraneja. El lugar concreto fue el pueblo de Peleagonzalo, a 11 kilómetros aproximadamente de la urbe principal. Una región, por cierto, bastante escueta en lo que se refiere a pobladores, aunque de gran riqueza en agricultura. «Son los campos fértiles, la tierra fresca y abundante […] el número de los moradores no es grande, y aunque su asiento es llano [Toro] es famosa por sus muros y castillos», explica el cronista Juan de Mariana. El mediodía se aventuraba cuando sus majestades portuguesa y aragonesa hicieron formar a sus contingentes a voz en grito. La contienda, como se dijo posteriormente, decidiría en buena medida el destino de la Península.
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Fernando de Aragón- Wikimedia |
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Don Fernando formó en el campo de batalla con tres cuerpos de ejército. El primero, ubicado en el centro, era dirigido por él mismo. Este grupo contaba con la «guardia mayor» del propio monarca (su guardia real), así como –según corrobora Laínez- las milicias de Salamanca, Zamora, Ciudad Rodrigo, Medina del Campo, Valladolid y Olmedo. Además de todos estos combatientes, destacaba la presencia del Mayordomo mayor (un cargo de suma importancia para la época) Enrique Enríquez y los hombres del Conde de Lemos, procedentes de Galicia. Aquella era la fuerza principal de militares a pie, la que, llegado el momento, debería aguantar el grueso del duro combate que se iba a suceder.
El flanco derecho del ejército de Fernando estaba formado por siete escuadrones (la mayoría de ellos de jinetes ligeros) dirigidos respectivamente por Álvaro de Mendoza, Alfonso de Fonseca (obispo de Ávila), Pedro de Guzmán, Bernal Francés, Pedro de Velasco, Vasco de Vívero y Pedro de Ledesma (oficial al mando de los zamoranos, quienes eran reconocibles gracias a su rojo estandarte). Finalmente, en el ala izquierda destacaban (además de los correspondientes combatientes a pie), loscaballeros pesados del contingente. Todos ellos, divididos en tres grupos de combate a las órdenes del cardenal González de Mendoza, el duque de Alba y el almirante de Castilla Alonso Enríquez.
El despliegue portugués
Alfonso, de forma similar a Fernando, dividió a sus hombres en tres fuerzas principales. La primera, la del centro, era comandada por él y contaba, además, con una serie de ilustres caballeros castellanos que apoyaban los intereses de la Beltraneja. En palabras de Hernando del Pulgar –cronista de los Reyes Católicos- el luso hizo formar a los combatientes ubicados en esta zona (la mayoría infantes) en cuatro grupos. «En la batalla suya iba el Conde de Lenle, é Pereyra, su guarda mayor con sus genes, e muchos caballeros y escuderos», explica el contemporáneo de los monarcas. A su vez, entre las filas formaba Duarte de Almeida, alférez portugués encargado de portar el estandarte real hasta la muerte.
A su izquierda (frente al ala derecha fernandina) se encontraba el infante Juan. Este comandaba a sus huestes propias entre las que destacaban unos 800 jinetes pesados. La élite del contingente, según explica del Pulgar en sus textos. Con él, siempre en palabras del cronista, se hallaba el Obispo de Évora con «gran número de espingardas e otro tipo de artillería». Finalmente, el flanco ubicado a la diestra del monarca luso se hallaba formado, principalmente, por tropas castellanas contrarias a Isabel y dirigidas por –entre otros- el Arzobispo de Toledo (Alfonso Carrillo), quien solía decir sobre Isabel lo siguiente: «La quité de la rueca y le di un cetro. Ahora le quitaré el cetro y la volveré a la rueca». Su presencia, aunque pueda parecer baladí, era de soberana importancia, pues no en vano el populacho solía decir que, quien le tuviera de su lado, ganaría la guerra.
La primera carga
Dicen las crónicas que la batalla comenzó cuando la noche comenzaba a cernirse sobre los contendientes y la lluvia caía de forma constante sobre la tierra. La primera carga corrió a cargo de los fernandinos. La realizaron una parte de los jinetes ligeros del flanco derecho al mando de Álvaro de Mendoza. Así pues, unos 300 caballeros se lanzaron con bravura contra ocho centenares de peones portugueses (todos ellos dirigidos por el príncipe Juan) entre los que se destacaban varias decenas de arcabuceros. Después de que varios atacantes cayeran muertos al ser recibidos con una lluvia de pólvora, comenzó la contienda a lanza y espada. El baile de aceros, que se podría decir. Sin embargo, no pasó mucho tiempo hasta que los hombres a caballo se percataron de que su número era demasiado escaso para hacer huir a sus contrarios.
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La batalla de Toro- Rafael Pertus |
«Como enjambre de abejas se estrella contra una pared de piedra, así cayeron los 300 caballeros ligeros de Álvaro de Mendoza sobre los 800 peones que regía el príncipe don Juan. Así, al adelantarse aquella incontrastable masa de hierro, de donde salían, al propio tiempo, mortíferos tiros de pólvora, en ella se estrellaron los caballeros ligeros de Castilla», explica el historiador del SXIX Fernando Fulgosio en su obra «Crónica de la provincia de Zamora». Así pues, aquellos caballeros que habían hostigado la retaguardia del ejército portugués durante varias horas no tuvieron más remedio que retirarse con el objetivo de volver a reagruparse en la retaguardia. La primera acometida embraveció a los lusos. Pero, no desmotivó al centro comandado por Fernando, que se lanzó a la carga para enfrentarse a los hombres dirigidos por Alfonso V.
Mientras el contingente central corría para repartir espadazos entre los lusos, los oficiales del flanco izquierdo se movilizaron para cubrir la retirada de Mendoza y tratar de hacer huir al hijo de Alfonso. El príncipe no se quedó mirando el bello paisaje, sino que le puso arrestos y envió más combatientes para tratar de superar por ese lado a sus contrarios y envolver, así, a Fernando. «Los españoles eran con los que más fuerza reñían pues, habiendo acudido el duque de Alba y el cardenal en ayuda de Álvaro de Mendoza, violes con rabia el Arzobispo de Toledo y contra ellos envió, yendo por último él también, a cuantos tenía en derredor», completa el historiador español en su obra. En este lado del campo de batalla la lid, por lo tanto, se generalizó.
El sangriento combate central
Minutos después comenzó el combate entre las fuerzas centrales, cada una dirigida por su rey. Apenas existen datos sobre esta lucha más allá de que lo sangrienta que fue. Al menos, así lo explica del Pulgar en sus crónicas: «Quebradas las lanzas, vinieron al combate de las espadas. E todos revueltos unos con otros, sonaban los golpes de las armas y el estruendo del artillería e las voces; unos nombrando su apellido, otros gimiendo sus llagas e caldas, otros demandando ayuda, otros reprehendiendo los que veían negligentes en pelear, y esforzándolos que le peleasen. E porque entre los castellanos e portugueses había la vieja qüestion sobre la fuerza y el esfuerzo de las personas, cada uno por su parte se disponía a la muerte por alcanzar la vitoria». El caos se extendió por el campo de batalla cuando, además, el ala derecha entró también en la lid.
A pesar de la escasa información que existe sobre esta parte de la contienda, sí se conoce que, en el centro de la batalla, se vivió un combate singular entre un soldado fernandino, Vaca de Sotomayor, yDuarte de Alemeida. El primero luchó contra el luso con el objetivo de arrebatarle el estandarte real –un severo agravio para el bando que perdía la insignia-. En este combate singular el alférez perdió el brazo derecho debido a un terrible tajo del español. Sin embargo, asió aquel trapo con la mano izquierda para evitar que cayera en poder de su enemigo. En ese momento se sucedió uno de los actos de valor del día cuando –según cuenta la leyenda- el militar del ejército de Fernando le cortó también su extremidad siniestra. Al no poder agarrar el palo, lo cogió con sus dientes. Con todo, no pudo evitar que se lo arrebatasen.
No obstante, el estandarte real portugués no duró mucho tiempo en manos de los hombres de Fernando, pues fue recuperado por las tropas del infante Juan. «Viendo los portugueses su estandarte en manos ajenas, al punto acudieron en pro de Almeida, y todos combatieron tan fiera y señudamente, que la enseña quedó hecha pedazos», añade Fulgosio. A día de hoy, se desconoce qué fue del portaestandarte portugués. Algunos historiadores afirman que fue hecho prisionero, mientras que otros determinan que cayó muerto ante la espada de los hispanos. Fulgosio, por su parte, aboga por la segunda teoría, mientras que del Pulgar afirma en sus escritos que logró sobrevivir y fue trasladado hasta Zamora. Para su desgracia, de nada le sirvió a Duarte combatir de forma tan determinante pues, en las seis horas que duró la lecha bajo la potente lluvia, sus compañeros fueron perdiendo cada vez más y más terreno ante los isabelinos.
El pollo salva el honor del gallo
Tras las horas y horas de lucha. Tras un combate en el que cada bando se afanó en acabar con su enemigo para ganar un trono para su monarca, la batalla terminó cuando Alfonso V, viendo que el centro de su ejército había empezado a huir hacia el cuartel que habían instalado en Toro, dio media vuelta y tocó a retirada. La huida se generalizó entonces en el flanco izquierdo y el centro luso, donde había sido imposible resistir el envite de los fernandinos. Aquella fuga por las bravas fue desastrosa, pues muchos soldados se vieron obligados a pasar a través de las aguas del Duero y, debido al barro, tropezaron y se fueron al otro mundo ahogándose. Y es que, para entonces la noche era cerrada y poco se veía más allá de la luz ofrecida por una antorcha. Las aspiraciones del luso tocaron así a su fin. Los textos de la época afirman, incluso, que muchos de ellos salieron en una gigantesca estampada al creer que su líder había perecido en batalla.
Mientras el rey portugués se retiraba, su hijo aún tuvo tiempo de desbaratar el flanco izquierdo fernandino con sus caballeros causando una considerable molestia al ejército atacante. Sin embargo, y al igual que le pasó a Almeida, su esfuerzo no sirvió de mucho ya que, cuando se percató de que su padrehabía salido por piernas, poco pudo hacer. Aunque eso sí, se mantuvo estoico en la posición que había conquistado durante algún tiempo. «Visto que la gente del rey su padre era vencida y desbaratada, pensando en separar algunos de los que iban huyendo, subióse sobre un cabezo en donde tañendo las trompetas e faciendo fuegos e recogiendo a su gente estuvo quedo con su batalla en el campo y no consintió de ella salir a ninguno», añade del Pulgar. Su heroicidad no fue pasada por alto por Fernando, quien –en una carta a Isabel- señaló que, si no hubiese sido por él, Alfonso habría caído presa de sus soldados: «Si no viniera el pollo, preso fuera el gallo».
A pesar de que Fernando logró hacer huir a Alfonso, el que Juan mantuviera el territorio y ambos bandos sufrieran un similar número de bajas (aproximadamente 400 castellanas y 900 lusas) hizo que el resultado fuera muy parejo sobre el campo de batalla. Sin embargo, el futuro rey católico tuvo la habilidad de enviar decenas de emisarios con misivas proclamando su victoria. El movimiento propagandístico surtió efecto y, a las pocas jornadas, toda Castilla y Aragón sabían que el monarca luso había huido del campo de batalla para salvar su vida. Con todo, e independientemente de los muertos y los mensajes, la verdad es que esta contienda marcó el principio del fin de las aspiraciones de Alfonso de arrebatar el trono a Isabel. Y es que, con el paso de los meses, todos los nobles díscolos que habían acudido a su región buscando la ayuda del portugués acabaron abandonando a la Beltraneja. El huido, por su parte, vio su fuerza mermada y, finalmente, renunció a subir sus reales al trono hispano en 1479 mediante el tratado de Alcáçovas.
Cinco preguntas a Fernando Martínez Laínez
1.- Explica en su libro que Fernando el Católico fue nuestro mejor rey. ¿Por qué lo cree?
Fue el gran forjador de la Nación y la unidad de España y en talento político los supera a todos ampliamente. Unió las dos principales coronas (Aragón y Castilla) y además le añadió el reino de Navarra y el musulmán de Granada. Partiendo casi de cero, puso orden en una situación caótica. Creó un poderoso Estado de una España fragmentada, sumida en la ruina y debilitada por los tribalismos y las banderías nobiliarias y locales, y además lo convirtió en una gran potencia europea. Cuando murió, como él mismo señaló en una carta al emperador de Austria, “nunca la corona de España estuvo tan acrecentada ni tan grande como ahora, así en poniente como en levante, y todo por mi obra y trabajo.” A todo esto hemos de añadir sus dotes militares. Tenía un gran sentido táctico y forjó el primer ejército permanente de Europa, que sería la base de las grandes victorias en los siglos XVI y XVII.
2.- ¿Cuáles son las grandezas y las miserias más famosas de este monarca?
Entre sus grandezas destacaría su talento político, su ambición por crear un Estado fuerte y su visión militar. En cuanto a las “miserias” en el plano personal, son más bien debilidades humanas, pero que apenas interfirieron en sus tareas de gobierno. Dicen que era tacaño, lo cual no es verdad, pero si es cierto que la lujuria – sobre todo al final de sus días- fue su mayor pecado.
3-En el texto, explica que solemos ver a Fernando como un político. ¿Ha pasado por alto la Historia su faceta militar? ¿Qué importancia le da usted en su nuevo libro a este ámbito?
Como ya he señalado, la faceta militar de Fernando es importantísima. Fue un auténtico rey-guerrero, acostumbrado a guerrear desde que tuvo uso de razón. Convirtió a un ejército desorganizado, compuesto de mesnadas a cargo de los nobles, en una fuerza compacta e innovadora, tanto en armamento como en doctrina táctica. Pasó de un ejército medieval al más moderno de su época, que contó además con jefes militares excepcionales, como el Gran Capitán.
4.- ¿Fue Fernando el Católico el padre de la nación española?
Así lo han considerado muchos historiadores. Lo cierto es que la España que él forjó tenía tal solidez que ha sido capaz de resistir todas las desgracias de nuestro avatar histórico. Por lo menos hasta ahora.
5-¿Qué importancia tuvo Isabel en la vida de Fernando?¿Fue su relación cómo cuenta la leyenda?
Isabel tuvo una importancia decisiva en la trayectoria política y humana de Fernando. Desde su boda hasta la muerte de la reina, Isabel y Fernando fueron dos caras de la misma moneda. Tanto en lo político como en lo personal se compenetraron absolutamente. En cuanto al amor que ambos se tenían, está fuera de toda duda, a pesar de los escarceos extraconyugales de Fernando, que la reina soportó con celos y paciencia.
14-11-16 - Cartel del 636 Aniversario del Nacimiento del Infante (Medina del Campo)
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Cartel del 636 Aniversario del Nacimiento del Infante (Medina del Campo) |
04-02-18 - Así se sienten los historiadores ante los secretos de Estado del imperio español
Tener en la mano documentos importantes que no pueden descifrarse es frustrante. Algunos llevan 50 años tratando de interpretar cartas y secretos como los de las cartas de Fernando el Católico al Gran Capitán desvelados gracias al trabajo desarrollado por el CNI
JESÚS GARCÍA CALERO / CÉSAR CERVERA / MANUEL P. VILLATORO.
Ha llegado el momento de saber qué opinan los especialistas en la investigación de la historia sobre el desciframiento de cartas secretas y lo que añaden al conocimiento de hechos fundamentales del pasado. Uno de los primeros historiadores en compartir su opinión sobre la importancia del trabajo del CNI con las cartas del Gran Capitán que ABC desvelaba ayer es Geoffrey Parker. Le preguntamos:
-¿Cómo se siente un historiador que lleva días «enterrado» literalmente entre legajos en un archivo y descubre un documento de evidente importancia que está cifrado y cuyo contenido no va a poder comprender?
Y así nos lo explica, con su inimitable sentido del humor inglés:
-¿Que cómo me siento? Considera este ejemplo de lo que me pasó en la Biblioteca Nacional de Francia: El «Manuscrito Espagnol 132, folio 198, Antonio Pérez, secretario de Estado en Madrid a Juan de Vargas Mexía, embajador español en París. 15 de abril de 1579» empieza así:
«Porque no dudo sino que avra llegado por allá la grita y mentiras que han corrido por aquí estos días de cosas mías, diré aquí brevemente a Vuestra Merced la verdad de lo que passa, por su satisfación....»
Y luego se lamenta:
-¡¡¡Y desde ahí utiliza un código que solo conocían él y Vargas!!! Así que: ¡sí, a los historiadores nos gustaría realmente saber cómo Tony Pérez explicó la «grita y mentiras» sobre él y la princesa de Éboli -se lamenta el historiador-. Vi el documento en 1967 por primera vez. Cincuenta años después todavía no he logrado ni acercarme a su contenido. ¡Quién sabe si el CNI podría ayudarme!
Sirva este ejemplo para glosar la importancia que pueden tener las cartas de Fernando el Católico al Gran Capitán que permanecen aún sin descifrar y cuya clave acaba de ser desvelada por el CNI. Lo que los historiadores constatan es que los secretos de Estado están condenados a incorporarse al relato histórico tarde o temprano. O que debería ser así.
Porque, además, el secreto diplomático -«arcana imperii» para Tácito- es uno de los ingredientes principales de la creación del Estado moderno, que nació justo en ese momento de la historia en el que España cobró un gran protagonismo en el mundo al dar sus frutos la política de los Reyes Católicos que acabó forjando un imperio. De ahí la importancia que grandes historiadores conceden al conocimiento de estas cartas de principios del XVI. Ayer ABC hizo pública la investigación del Centro Nacional de Inteligencia (CNI) que ha terminado con el secreto de las cartas de Fernando el Católico al Gran Capitán. Ahora es el turno de los especialistas. ABC ha preguntado a importantes historiadores su opinión sobre el caso.
Manuel Lucena Giraldo: «El valor del secreto fundamentó el Estado»
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Manuel Lucena Giraldo: «El valor del secreto fundamentó el Estado» |
La monarquía española fue la inventora en muchos sentidos, que hoy se nos escapan, del Estado moderno. El valor del secreto y la defensa de la comunidad política como obligación de los gobiernos aparecen en esta fascinante serie de documentos. Que además cinco siglos después de fabricados sean descifrados por nuestro Centro nacional de inteligencia nos debe llenar de orgullo. Y también ilumina nuestra continuidad como nación bajo diferentes formas políticas. Aquellos que los hicieron, si se me permite el anacronismo, son los que ahora los dan a conocer.
Creo que conoceremos mejor el trasfondo aragonés y mediterráneo del imperio español, tan relegado por la potente dimensión castellana, atlántica y global de la España del siglo XVI. Gracias a ellos podremos estudiar antecedentes que explican los éxitos de Cortés y Pizarro, los tercios de Flandes y la eficaz burocracia que lo mantuvo unido tanto tiempo. Qué moderna y desacomplejada era aquella España: una lección para nuestros contemporáneos.
García de Cortázar: «La Historia afianza la conciencia nacional debilitada»
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García de Cortázar: «La Historia afianza la conciencia nacional debilitada» |
De acuerdo con la tradición cultural de ABC, no me extraña que la Historia ocupe una portada pero tiene más valor hoy, en una época de trivialidad, de insoportable levedad del saber. Más allá de lo anecdótico viene bien la información porque orienta a los españoles hacia dos de las figuras más importantes de la Historia de España -Fernando el Católico y el Gran Capitán- contribuyendo a afirmar lo que yo llamo «patriotismo cultural», inspirador de la cohesión nacional de los ciudadanos, asentado en un patrimonio histórico del que deben sentirse orgullosos. Las investigaciones en torno a ambos nos llevan a una de las épocas más prodigiosas de nuestro pasado, en la que los éxitos políticos y militares se mezclan con las grandes manifestaciones del pensamiento empujado por la reflexión en torno al descubrimiento de América y el arranque de una brillante centuria literaria, inaugurada con La Celestina.
La gran batalla cultural en España es hacer vivir a los españoles su gran Historia, manifestada también en las esplendorosas creaciones artísticas y literarias, que es la que fomentaría nuestra conciencia nacional, debilitada por el pesimismo y las maquinaciones de los separatistas. El esfuerzo de las ciudadanía y los poderes públicos debe ir por la afirmación de ese objetivo patriótico, al que contribuye como nadie la Historia, y también debe orientarse a la denuncia de las conjuras y enredos de los falsos profetas de la llamada «memoria histórica» que es la que divide a los españoles y y nos debilita cono nación.
Enriqueta Vila: «Desde Colón a Hernán Cortés cifraban sus cartas»
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Enriqueta Vila: «Desde Colón a Hernán Cortés cifraban sus cartas» |
Todo documento nuevo aporta algo o mucho al conocimiento de los hechos históricos. Y, sin duda, los documentos cifrados lo son, cuando se logran leer. Los que aquí se tratan deben ser de una importancia singular, no sólo por la época sino, sobre todo, por la personalidad de los dos protagonistas. Poder saber cómo se comunicaban y en qué términos, puede ser un hallazgo relevante para profundizar en el meollo de los acontecimientos que se trataban. Habrá que esperar que nos deparan esas otras cartas que aún están calladas.
Tal como se dice en la amplia información que daba el viernes este periódico, a partir del siglo XV los escritos cifrados eran muy frecuentes aunque es muy difícil encontrar alguno que aún permanezca escondido en los Archivos. Ya a mediados del siglo XX, Lohmann Villena, el primero que se ocupó de este tema para las Indias, decía que aunque se sabía que entre los papeles de Archivo General de Indias había mucha documentación cifrada, encontrarla se convertía en una aventura de años. En Simancas, sin embargo, están reunidas en un legajo. En cuanto a los personajes que la usaron podemos ir desde Colón y Cortés hasta un pirata holandés al que mataron en el Pacífico y tenía un libro cifrado cuyo contenido se negó a revelar diciendo: «Este es mi tesoro y se muere conmigo». Aún creo que no se ha podido leer.
Geoffrey Parker: «Felipe II cifraba personalmente algunas cartas»
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Geoffrey Parker: «Felipe II cifraba personalmente algunas cartas» |
Es muy interesante lo publicado por ABC. Enhorabuena por la noticia. Brevemente podría decir que en Simancas me he encontrado con cientos de cartas codificadas sobre todo en las series de «Estado». Incluso hay un legajo lleno exclusivamente de cartas cifradas desde 1504 a 1639, con la signatura apropiada, «Estado 0».
Felipe II no solo usaba muchos códigos, sino que (al menos) en una ocasión él encriptó personalmente un documento. Ese documento, que procede del Archivo del Duque de Alba, está reproducido junto a un comentario sobre por qué el Rey no comprendía bien el sistema, en mi libro «El Rey Imprudente» con el número de imagen 28.
Hay muchas páginas tipo «piedra Rosetta», además de la que ABC mostraba, y además de la mencionada de Felipe II. En ellas se descodifica un fragmento en la misma carta. También ocurre con cierta frecuencia que encuentres una carta pasada a «claro» o decodificada en un archivo o legajo y el original codificado en otro.
Hugo O'Donnell: «Ojalá el CNI pueda investigar las cartas de la "Invencible"»
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Hugo O'Donnell: «Ojalá el CNI pueda investigar las cartas de la "Invencible"» |
Hoy en día las técnicas de criptoanálisis se han perfeccionado en gran manera. Creo que nos encontramos ante el primer esfuerzo serio por aplicarlo en España a la documentación histórica disponible.
Es una enorme aportación a la Historiografía. Ruptura de un muro tantas veces infranqueable ya que los autores de los escritos se han empleado a fondo por que lo fuera. Que sólo el destinatario y nadie más conociese la información , la duda o la flaqueza manifiesta en ellos.
Los escritos codificados revelan, por el hecho de serlo, tratarse de contenido “sensible” o trascendente. A veces lo son en su totalidad, otras se alterna la escritura llana y la cerrada, pero siempre son materia de estado.
Para la Historia militar el descifrado de cartas y mensajes urgentes pueden aclarar decisiones últimas incomprendidas. El problema es que el remitente no solo suele querer que la información no trascienda, sino incluso que no quede rastro de ella en los archivos. De ahí que no se conserven muchos librillos de claves. Estas, como el código de señales en la mar, sólo servían en un contexto temporal y local. No existen códigos universales ni longevos.
Invito a los meritorios y afortunados investigadores del Centro Nacional de Inteligencia a aplicarse igualmente a otra documentación de otras épocas y que hasta ahora se conserva virgen en otros archivos. La correspondencia cifrada entre Felipe II y los duques de Medinasidonia y Parma con ocasión del 430 aniversario de la mal llamada “Armada Invencible” que conmemoramos, podría ser un magnífico objetivo inmediato.
Richard L. Kagan: «El "cracking" del código es una verdadera maravilla»
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Richard L. Kagan: «El "cracking" del código es una verdadera maravilla» |
El Archivo de General de Simancas es uno de grandes depósitos de documentos cifrados que existe. La mayoría están en la Secciónes de Estado y de Guerra Antigua, adonde se guardan la correspondencia diplomática de la época de los Austrias. Esta correspondencia, un cóctel complicado de cartas, billetes cortos, relaciones largas y más, solía estar redactado en castellano para facilitar comunicaciones entre el rey, sus secretarios, y los consejeros encargados con la formulación de la política internacional y las estrategemas militares de los Habsburgo. Pero otra parte estaba redactada en cifra, evidemente por razones de seguridad, y a fin de proteger lo que el historiador romano, Tácito, caractizó como «arcana imperii», o secretos de estado.
A lo largo de muchos años de investigaciones en Simancas, tengo muy buenos recuerdos de estos documentos cifrados. Afortunadamente, algunos fueron descifados por alguien, sin duda un los secretarios reales que conocían los códigos, y traducidos al castellano en una letra que podía entender. Pero había otros, verdaderos rompecabezas, que quedaban en su lenguaje original. ¿Qué secretos guardaban? No lo podía imaginar.
Reconozo que en la época moderna, como hoy, las cifras cambiaban en una manera regular. Por lo tanto, las cifras utilizadas por los reyes Austrias no fueron iguales a las que empleaban Fernando el Católico y el Gran Capitan. El hecho que el servicio de inteligencia española ha tenido éxito en el “cracking’ de este código es una verdadera maravilla, que permitará a los historiadores, por la primera vez, abrir la caja de Pandora que contenía por lo menos parte de los «arcana imperii» de un monarca cuya política, tanto nacional como internacional, servía como el modelo para «El Principe» de Maquiavelo. Con suerte, se puede utilizar el mismo método para descubrir los secretos de sus sucesores, y así, ofrecer oportunidades a los historiadores resolver los rompecabezas todavía guardados en los legajos de Simancas y otros archivos.
Miguel Ángel Ladero Quesada: «Gracias al CNI»
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Miguel Ángel Ladero Quesada: «Gracias al CNI» |
Es un logro importante el descifrado de las cartas en las que ha trabajado el CNI. Eran documentos cuyo contenido no se conocía y a la luz de las transcripciones parciales ofrecidas por ABC, parecen muy interesantes. Las cartas diplomáticas de esta época se han ido publicando desde hace más de cien años, ha más de mil entre 1480 y 1512, que forman el contexto en el que hay que interpretar y valorar las ahora transcritas gracias al CNI. En su tiempo permaneció el secreto de lo que narraban gracias al cifrado, pensado para evitar que se divulgase.
Las cartas cifradas aportan una documentación más viva que las cartas diplomáticas oficiales. Por su naturaleza no estaban pensadas para publicarse y contienen instrucciones directas del Rey y decisiones sobre asuntos que necesitaban discreción. Si ahora podemos acceder a ellas más fácilmente, añaden un elemento muy relevante al investigador. Para empezar estas dos cartas estudiadas podrían ser publicadas, incorporadas a lo que ya sabemos y tal vez se pueda después intentar lo mismo con nuevos fondos, como el del Archivo de la Corona de Aragón, Simancas o el propio Archivo de la Real Academia de Historia, donde el otro día estaba manejando algunas, de Fernando el Católico a Fernando de Rojas, su embajador en Roma en estos años, hasta 1507.
Alfredo Alvar: «El Archivo de Simancas está lleno de documentación de espías»
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Alfredo Alvar: «El Archivo de Simancas está lleno de documentación de espías» |
Está muy bien pero hay que decir que no son misterios de la historia de España ni tonterías de esas. Es importante que se consigan las claves. Nuestra sección de asuntos de Estado del Archivo de Simancas está plagada de información cifrada. Cualquiera que haya estudiado documentos del periodo se habrá encontrado centenares de documentación diplomática o de espías cifrada. No voy a quitar importancia a los cifrados pero es algo de que está lleno nuestros archivos. En 1950, J.P Devos publicó un mamotreto de las cifras de Felipe II siete u ocho. En un archivo que hay en Ginebra precisamente de los Fernández de Córdoba, entre otras familias, cuento cómo encontré hasta doce cifras generales.
Con los Reyes Católicos se puso en marcha un plan para que la correspondencia oficial que salía de la península lo hiciera cifrada. Es maravilloso que se descifre, pero no podemos olvidar que de Felipe II conocemos 14 cifras diferentes y particulares (estas se alteran mucho) había para aburrir. En Simancas tienes la correspondencia cifrada y a veces incluso las cifras descifradas. Ahí hay que seguir trabajando. El Archivo de Simancas está lleno de documentación de espías.
Es muy importante el trabajo hecho por el CNI de desencriptación. Para nosotros los investigadores si no tenemos la información descifrada al lado resulta una tarea imposible. El trabajo es soberbio en ese sentido.
Henry Kamen: «No cambia nada de lo que sabemos de los datos históricos»
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Henry Kamen: «No cambia nada de lo que sabemos de los datos históricos» |
No hay que exagerar la sorpresa sobre estos temas, porque resultan bastante normales. He encontrado información encriptada de Fernando el Católico de forma frecuente en su correspondencia, sobre todo en la dirigida a su hija Catalina de Aragón, a la postre Reina de Inglaterra. Todos los grandes reyes como Fernando tenían sus expertos en la materia. El uso de cifras es universal. Los documentos mencionados no cambian nada en lo que se sabe de los datos históricos.
Las teorías sobre la mala relación de Fernando y el Gran Capitán son ciertas. Fernando El Católico no pudo viajar a Italia hasta muy tarde debido a sus compromisos en la Península por lo que hizo inevitable que el Gran Capitán tomara una serie de decisiones por su cuenta. La diferencia de opinión fueron fuertes pero el precio lógico por querer controlar parte de Italia sin haber pisado aún suelo italiano.
Me parece perfecto que el CNI ayude a los investigadores en materia histórica. Reconozco mi ignorancia total en temas de cifrado. Cuando he trabajado en archivos siempre me he visto obligado a evitar esta clase de documentos. Se agradece que expertos con adiestramientos orientado a temas militares aporte su experiencia. En EE.UU., conozco a un investigador que emplea su base militar para sacar cosas donde otros historiadores no hemos dado con nada.
Julio Albi de la Cuesta: «Abre perspectivas desconocidas»
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Julio Albi de la Cuesta: «Abre perspectivas desconocidas» |
Me parece una noticia de enorme trascendencia. En el pasado, como en la actualidad por otra parte, la información realmente importante se enviaba total o parcialmente encriptada, por motivos obvios de seguridad. Acceder a ella abre, la vez, perspectivas hasta ahora desconocidas sobre dos personajes señeros de la Historia de España y, nuevas líneas de investigación para escudriñar trascendentales procesos de tomas de decisiones.
Naturalmente, sería extraordinariamente interesante ampliar esta labor a cualquier otro periodo. Es una tarea de gran complejidad, pero sin duda los avances tecnológicos la puedan facilitar. Aunque tampoco hay que desdeñar el azar. Todavía recuerdo la satisfacción que experimenté hace más de cuarenta años cuando tropecé en la Real Academia de la Historia con una clave usada por el cuerpo diplomático carlista en la guerra de 1833-1840
Fernando Martínez Lainez: «Los códigos más desarrollados de la época»
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Fernando Martínez Lainez: «Los códigos más desarrollados de la época» |
Aparte del logro que supone para el CNI descifrar los códigos de Fernando el Católico, las cartas confirman lo que ya sabíamos: que el auténtico director y estratega de la guerra en Italia era el rey, aunque el Gran Capitán fuera su mejor general. El rey sabía también de las profundas diferencias con «su fijo» Felipe, el archiduque, y resulta lógico que no quisiera que este se entrometiera en los asuntos de Nápoles.
Los códigos cifrados de las inteligencias hispanas durante los siglos XVI y XVII eran de los más desarrollados en su época, como correspondían al papel hegemónico de España. Durante muchos años este tipo de claves iban y venían por toda Europa para negociar asuntos militares o diplomáticos secretos. Peros esos códigos eran muy variados, y no dependían de un solo centro. Variaban según los casos y los personajes históricos que se movían en la extensa red de los intereses de España, y todavía dejan sin aclarar muchos puntos oscuros que seguramente irán apareciendo a medida que puedan irse descifrando.
04-2-18 - El CNI descifra uno de los grandes misterios de la historia de España, el código del Gran Capitán
Desentrañan el alfabeto de las cartas secretas del Rey Fernando el Católico a Gonzalo Fernández de Córdoba.
En sus cartas más secretas, el Rey Católico mostró enérgicamente su disconformidad con algunas decisiones del Gran Capitán durante la campaña de Nápoles, en las que percibía un enorme riesgo para el futuro del reino y para su propio liderazgo. Este es uno de los primeros detalles palpables al desvelarun secreto que ha durado más de 500 años. El Centro Nacional de Inteligencia (CNI) acaba de desentrañar el que sin duda ha sido uno de los más importantes misterios de la Historia de España: el código de las comunicaciones secretas entre Fernando el Católico y Gonzalo Fernández de Córdoba, héroe militar cuya figura se agranda a la luz de las misivas.
Nadie había podido descifrarlas porque no se conservaba la tabla de sustitución múltiple que aplicaron a los textos. Los correos iban y venían continuamente entre la corte de los Reyes Católicos y el Reino de Nápoles sin que nadie pudiera leerlos más que el destinatario. Portaban órdenes, veladas amenazas, instrucciones contundentes y llamadas al orden. Hoy, ese misterio ha llegado a su fin. Los hallazgos realizados por los expertos del centro confirman la gran sofisticación del código empleado, muy por delante de su tiempo.
Dos cartas de 1502 y 1506
En 2015, el Museo del Ejército expuso un conjunto de cartas, procedentes del archivo de los duques de Maqueda, en una muestra dedicada al Gran Capitán y solicitó la ayuda de expertos del CNI para que intentaran dar con la clave, según confirma a ABC el coronel Jesús Anson desde la institución toledana.
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Cartas, procedentes del archivo de los duques de Maqueda de 1502 y 1506 |
En el CNI se lo tomaron como un desafío: abordar sistemas no convencionales sirve de entrenamiento y la historia de las comunicaciones secretas es un conocimiento útil. Pero además el trabajo sobre estas cartas que abren una nueva ventana a la historia incumbe a un centro que se considera «más servicio que secreto», en palabras de su director Félix Sanz Roldán.
El Museo del Ejército, donde hoy serán presentados los resultados de la investigación a la que ha tenido acceso ABC, pasó dos cartas al CNI, fechadas el 27 de mayo de 1502 y el 14 de abril de 1506. Es un momento hirviente de nuestra historia, justo antes de la segunda invasión francesa de Nápoles, la más importante. Al pie de una de ellas, por fortuna, el Gran Capitán había descifrado apresuradamente unas pocas frases. Era como tener en las manos un fragmento de la piedra Rosseta.
Aunque las cartas cifradas eran un sistema común en la Italia de la época, las tablas del Rey Católico estaban «muy bien pensadas», según los técnicos españoles de «sigint» (inteligencia de señales), a prueba de ojos indiscretos. Es un precursor del sistema Vigenère, pero bastante avanzado, tanto que no se hallará nada parecido hasta el siglo XVII.
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Combinatoria realizada por el CNI sobre las cartas |
Conviene explicar, primero, que las palabras cifradas no tienen separaciones para evitar detectar los finales y los principios. Existen símbolos sueltos, que corresponden a letras. Pero no siempre son los mismos. Las de más uso tienen cinco o seis correspondencias diferentes, con lo que no es posible detectar las repeticiones. Por otro lado, hay palabras que se transcriben como conjuntos de dos o tres letras y, como en el caso de los símbolos, las palabras que más veces aparecen pueden ser transcritas de cinco o seis maneras distintas.
Aplicaron los símbolos conocidos en el trozo de la carta «Rosetta» al texto de la otra carta y empezaron a extraer coincidencias. Uno de los primeros casos fue la F de Felipe, que correspondía con el símbolo 31. Así fueron desvelando pieza a pieza, como si fueran píxeles, una imagen oculta que permitía decodificar las cartas. Una y otra vez sometieron a nuevas combinatorias los textos de estas dos misivas y luego hicieron lo mismo con otras dos cartas cifradas, más largas, de 7 y 11 folios, disponibles en la misma colección. El castellano antiguo aportaba otra dificultad añadida al desafío. En total se han contabilizado 88 símbolos y 237 códigos de letras combinadas, y la tabla del «código Gran Capitán», en el momento inicial del imperio español, ha sido completada.
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Uno de los primeros hallazgos: 31=F |
De la primera transcripción se desprende que las cartas se corresponden con fragmentos de otras «en claro» que había en el mismo archivo, pero incluso en este caso se han podido descifrar cuatro párrafos que no figuraban en las copias y resultan reveladores.
Reproches del Rey
A la luz de este descubrimiento, estos primeros párrafos arrancados a un misterio de cinco siglos retratan al Rey Fernando reprochando al Gran Capitán, que también era su pariente, que hubiera escrito «al Rey de los romanos y al Rey y Archiduque mi fijo y han lo mirado algunos queriendo poner nota en vuestra limpieza». Esas dudas las expresa el Rey porque Fernández de Córdoba había escrito al archiduque con el fin de contratar mercenarios lansquenetes, una infantería profesional armada con picas que precisaba para completar sus formaciones. Pero Fernando se lo prohíbe: «No cureys de escrevirles cosa alguna y si algo vos escrivieren o movieren consultad conmigo sobrello y esperad mi rrespuesta antes de rrespondelles porque para todo cumpll fazerlo asi».
En el fragmento de la misiva que ahora conocemos tampoco le permite enviar emisario alguno «a negociar cosas dese reyno porque faze alli mucho danno a nuestros negocios fazerse mediante divisio apartamiento y si alguno allí teneys escrevidle que luego se bvelva para vos que ya otras vezes lo avemos escrito y en ninguna manera se dilate el rremedio».
En opinión de José Enrique Ruiz-Domènec, el mayor especialista en la figura de Gonzalo Fernández de Córdoba, estamos ante un hallazgo fundamental para revisar uno de los momentos más importantes de la historia de España. Fernando el Católico tiene muchas reservas «ante una campaña muy peligrosa en la que se jugaba mucho. Y las expresa de un modo diferente a lo que decía en documentos oficiales». El secreto de estas misivas ha durado 500 años. Ahora, los historiadores deberán aplicar la aportación del CNI al resto de cartas cifradas con los secretos del reinado que iba a fundar un imperio.
26-05-2020 - Fernando el Católico no murió por un brebaje para mejorar su potencia sexual: desmontan el mito
Un estudio rechaza que el monarca aragonés muriese por ingerir sustancias para combatir su impotencia y propone como diagnóstico el fallo cardíaco.
David Barreira
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Fernando el Católico, según Bernardino Montañes y Pérez. Museo del Prado |
La salud de Fernando el Católico comenzó a empeorar a principios de marzo de 1513. El día 10, coincidiendo con su cumpleaños número 61, el rey aragonés se encontraba indispuesto, con náuseas. El monarca, supuestamente, había ingerido un brebaje de afrodisíacos —testículos de toro— que le había proporcionado su segunda esposa, la reina Germana de Foix, con la intención de mejorar su potencia sexual. El matrimonio real llevaba años entregado a la misión de engendrar un heredero varón que le arrebatase la herencia de la Corona de Aragón al futuro Carlos V, pero ni recurriendo a recetas mágicas lo lograría.
Tras un continuo periodo de deterioro, la muerte golpearía al viudo de Isabel la Católica el 23 de enero de 1516. El diagnóstico de los cronistas contemporáneos fue tajante: las patologías del rey habían comenzado con la ingesta de la pócima para combatir su impotencia. Así lo describe el consejero Lorenzo Galíndez de Carvajal: "En este año [1513] por el mes de marzo adolesció el Rey Católico en Medina del Campo viniendo de Carrioncillo, tierra de Medina del Campo que se habia ido a holgar con la Reina Germana su muger, de un potage frio que le hizo dar la dicha Reina, porque le hicieron entender que se haria preñada luego; (...) de la cual enfermedad al cabo ovo de morir el dicho Rey Católico (sic)".
Más de cinco siglos después, un estudio elaborado por el historiador Jaime Elipe y la médico Beatriz Villagrasa rechaza esta sentencia histórica. Con el sugerente título de El fin de un mito: causas clínicas de la muerte de Fernando el Católico, los investigadores concluyen que los afrodisíacos —concretamente la cantaridina o mosca española, la viagra de la época— no pudieron estar detrás de la enfermedad del rey y proponen el fallo cardíaco como "la opción más plausible" de su deterioro físico absoluto y, en consecuencia, de su fallecimiento.
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El último testamento dictado y firmado por Fernando el Católico el 22 de enero de 1516. Jorge Barreno |
Su diagnóstico, a falta de un análisis de los restos óseos del monarca, se basa en las descripciones del Epistolario de Pedro Mártir de Anglería, un clérigo de origen lombardo que desde 1487 y casi de forma ininterrumpida estuvo deambulando a la estela de los Reyes Católicos. Sus cartas registraron los males físicos y psicológicos que abordaron a Fernando II de Aragón, sobre todo entre enero de 1513 y el mismo mes de 1516, periodo del cual se conservan una veintena de noticias referidas a la salud del monarca.
El humanista italiano no no era médico, pero se revela en una fuente bastante precisa para describir la evolución de Fernando el Católico. Dejó constancia de sus fiebres, delirios y mejorías. En octubre de 1513, por ejemplo, empezó a mostrar su preocupación porque el rey no tenía ni "el mismo semblante, ni la misma atención para escuchar ni la misma amabilidad". Al mes siguiente comenzó a mencionar dificultades respiratorias —que lo atribuyó a algo consumido el marzo anterior— y un año más tarde hablaba de edemas: "Progresa la hidropesía, y ni con el movimiento ni con el reposo disminuye el mal, que poco a poco se va extendiendo".
El 18 de julio de 1515 Fernando el Católico padeció un episodio agudo de disnea que estuvo a punto de costarle la vida. La escena la registró también Pedro Mártir: "Casi quedó ahogado mientras dormía. Un síncope y el catarro le obstruyeron las fibras del corazón (…) sintió al soberano atragantarse y dar unos horribles ronquidos (…). Acudió al estrépito que formaba el Rey, casi a punto de expirar. Entró en el aposento y lo encontró medio muerto, con la cabeza colgando fuera de la cama. (…) Friccionan sus miembros y sacuden todo su cuerpo. Traspuesto con el habla perdida, torcía los ojos. Le rocían el rostro con agua fría. Por fin volvió en sí". Desde ese momento, el rey aragonés sintió un auténtico "horror a vivir bajo techado", por lo que prefirió siempre andar por bosques y al aire libre sin importar el tiempo.
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'Los Reyes Católicos bajo un dosel', lienzo anónimo del siglo XVII. Museo del Prado |
Análisis clínico
Los investigadores, siguiendo el relato cronológico del cortesano italiano, consideran que la disnea —dificultad respiratoria, lo que se denomina como "asma"— y los edemas —"hidropesía"— son los dos síntomas más relevantes de la salud del monarca aragonés, que estarían relacionados entre sí: primero comenzaría a fallar la función de bombeo de sangre del corazón, que se iría acumulando en los pulmones y entorpecería el tránsito de oxígeno al resto de órganos. Esta situación se traduciría en un fallo de las cavidades derechas del órgano torácico y en la consecuente formación de hinchazones blandos.
Tras repasar los efectos del tóxico tildado de afrodisíaco, Elipe y Villagrasa aseguran que "la cantaridina no pudo influir de ninguna manera en la muerte del Rey Católico": "La literatura científica sobre este tema recoge que los efectos tóxicos de esta sustancia se manifiestan entre las 2 y 10 horas tras la ingesta. En el caso de Fernando II, Pedro Mártir de Anglería dejó escrito que cuando tuvo ese cuadro de vómitos había sido porque le habían administrado la mezcla afrodisíaca y que 'nunca más volvió a sentirse en salud'".
"No obstante —continúan en su argumentación—, pasaron unos ocho meses, entre marzo y noviembre hasta que el humanista apuntó el siguiente síntoma relevante en la evolución: la disnea, y más de un año y medio hasta que aparecieron los edemas. Es cierto que la intoxicación por cantaridina podría dar lugar a dificultad respiratoria y a la aparición de edemas —probablemente debidos al deterioro de la función renal y a la pérdida de proteínas por la orina— pero los efectos de la misma se habrían hecho patentes de una forma mucho más precoz en el tiempo".
"Curiosamente, es Anglería de quien surge el rumor y también el que ha servido para desmentirlo", explica a este periódico el historiador Jaime Elipe, quien considera, siguiendo la línea del académico Miguel Ángel Ladero Quesada que la figura de Fernando el Católico no está suficientemente estudiada, sobre todo sus últimos doce años de vida tras la muerte de Isabel en 1504.
En la carta que el humanista lombardo le escribe el 13 de noviembre de 1513 al hijo del conde de Tendilla, quien le había consultado sobre ciertos rumores de que al rey le habían sentado mal unos testículos de toro que el cocinero francés de Germana de Foix le había preparado para mejorar su potencia sexual, reconoce que en la corte también corrían esas habladurías. Pero los otros cronistas —Galíndez de Carvajal, Jerónimo Zurita o fray Prudencio de Sandoval—, que se basaron en las epístolas de Pedro Mártir, recogieron esta discusión sobre el supuesto brebaje y la dieron por buena.
"¿Se tomó el rey este preparado? Posiblemente sí. Ahora bien, ¿una indigestión puntual lo tuvo enfermo durante tres años y acabó por consumirlo? Claramente no, como demostramos en el artículo con los medios que tenemos disponibles", señala el historiador. "Fue la explicación que se dio en su momento y se tomó como convincente; así ha sido repetida tanto por historiadores como por aficionados y divulgadores".
Y concluye: "No ha habido una respuesta mejor hasta el momento de nuestra publicación; también hay que decir que es mucho más morboso creer que un rey falleció de un exceso de afrodisíacos que de un fallo cardíaco crónico… Aunque la historia tiene sucesos que superan cualquier trama de ficción, en ocasiones parece que si no hay un toque de romanticismo o misterio, el personaje pierde puntos ante el espectador. Por desgracia, en este caso, su deceso nada tuvo que ver con su activa sexualidad".
26-05-2020 - El tesoro mejor guardado del Palacio de Liria: el histórico testamento de Fernando el Católico
La residencia de los duques de Alba, que abre sus puertas, esconde la mayor colección privada de arte de España y documentos valiosísimos.
David Barreira.
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El último testamento dictado y firmado por Fernando el Católico el 22 de enero de 1516. Jorge Barreno |
Es un micromundo de sosiego y lujo en pleno corazón del bullicioso y vertiginoso Madrid, donde los quejidos de los coches se apagan al contemplar la reluciente armadura del conde duque de Olivares, la celada de Felipe II, un facsímil de la orden de ejecución de María I de Escocia dictada por su prima Isabel I, la relación de los hombres que descubrieron el Nuevo Mundo con Cristóbal Colón, los lienzos de Tiziano, Goya, Rubens, Zurbarán.
Cruzar la puerta principal del Palacio de Liria conlleva realizar un viaje por el pasado, una teletransportación a los tiempos en los que España era Imperio y el Gran Duque de Alba sembraba el pánico con sus Tercios en Flandes, a cuando Francisco Pizarro salió airoso de la conquista de Perú. Las paredes de este complejo palaciego, construido en 1773 por orden de Jacobo Fitz-James Stuart y restaurado casi en su totalidad por las heridas que provocaron las bombas de la Guerra Civil, respiran y desprenden historia de España. Y ese recorrido, desde este jueves, va a estar al alcance de todo el que lo desee, previo pago de 14 euros, el precio de la entrada —las visitas se realizarán en doce turnos de 20 personas al día—.
El Palacio de Liria, actual residencia de los duques de Alba, retira el cartel de propiedad privada y muestra sus tesoros como si se tratase de un museo. Y qué colecciones esconden sus salas: la mejor pinacoteca histórica privada de España y una biblioteca que conserva testimonios y documentos de un valor incalculable, de cartas amarillentas y roídas que se remontan a finales del siglo XV, de los Reyes Católicos, del almirante genovés, de Enrique VII, de Rousseau...
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Estas son las obras de arte
y documentos históricos que podran ver en el Palacio de Liria
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Si bien la obra de arte más icónica en manos de la Fundación Casa de Alba es el retrato de la XIII duquesa de Alba, María del Pilar Teresa Cayetana de Silva Álvarez de Toledo, pintada por el pincel de Francisco de Goya, en la planta baja, en la biblioteca, se erige un archivo histórico de enorme magnitud, con una primera edición de El Quijote plagada de erratas, una biblia del siglo XV con bellísimas ilustraciones, la concesión del escudo de armas a Pizarro a través de una real cédula del emperador Carlos V, etcétera.
Pero hay dos elementos con un valor por encima del resto. El primero no deja de ser un garabato sobre un pergamino doble, pero extraído del cuaderno de a bordo de Cristóbal Colón durante el viaje que le llevó a descubrir América. Se trata de una suerte de mapa realizada por su mano, un dibujo del contorno de una isla, la primera que avistó tras partir de Palos de la Frontera y que bautizó como "La Española", lo que hoy en día es la República Dominicana.
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Cuaderno de a bordo del viaje de descubrimiento del Nuevo Mundo. Jorge Barreno
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El segundo de esta dupla, no por ello menos importante, sino incluso mayor para el destino de la historia de España, es el último testamento de Fernando el Católico, dictado y firmado con su pulso tembloroso el 22 de enero de 1516, el día antes de su muerte. Era el número 36 que ordenaba redactar —era habitual hacerlo cada vez que se salía de campaña, por si sucedía cualquier desgracia—, uno de los cuatro que se esconden en el Palacio de Liria, y en el que el monarca de Aragón realizó un viraje en sus voluntades y de predilección hacia sus nietos: eligió al futuro Carlos V como su sucesor en detrimento de Fernando de Habsburgo, ambos hijos de Felipe el Hermoso y Juana I de Castilla.
En ese documento que se conserva sorprendentemente bien, Fernando el Católico reconocía a Juana, "nuestra fija primagénita", como heredera universal. Sin embargo, debido a que "todo lo que de ella havemos podido conoscer en nuestra vida, stá muy apartada de entender en governaçión ni regimiento de reinos, ni tiene la dispusición para ello que convernía (...) dexamos e nombramos por governador general de todos los dichos reynos e señorios nuestros al dicho illustrísimo príncipe don Carlos, nuestro muy caro nieto, para que en nonbre de la dicha sereníssima reyna, su madre, los govierne, conserve, rija y administre". En conclusión: Fernando no quería que Juana la Loca gobernase precisamente por eso, por su locura.
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El testamento número 36 de Fernando el Católico. Jorge Barreno
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Dado que según las leyes de Aragón Carlos era demasiado joven para sentarse en el trono, Fernando nombró de forma provisional en ese mismo testamento a su hijo, el arzobispo Alfonso de Zaragoza, gobernador de Aragón, y al Cardenal Cisneros, de Castilla. Lo curioso del movimiento, como señala el hispanista Geoffrey Parker en su biografía sobre el emperador, es que el joven Fernando "comenzó a emitir órdenes con la firma de El Infante, como lo hacen los reyes con sus súbditos". Pronto le pusieron sobre aviso de las verdaderas intenciones de su abuelo.
Arte de primer nivel
Toda esa historia se desvela al observar un cuaderno en pergamino de quince hojas, con firmas autógrafas y restos de sellos, un documento tan simple como relevante, que llegó a las manos de la Casa de Alba por el parentesco que tenía Fadrique Álvarez de Toledo y Enríquez, II duque, con Fernando el Católico, según explican desde la institución. Simplemente por esto merece la pena un paseo por las estancias del Palacio de Liria, sobre todo por la biblioteca, para contemplar esas tres vitrinas: la de la Biblia, de Colón y de Estuardo.
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Obras expuestas en el Salón Italiano del Palacio de Liria. Jorge Barreno
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Es esta sala la joya de la corona del palacio, la única estancia que jamás habían podido pisar los visitantes —hasta ahora se realizaban tours muy contados, cuya lista de espera ascendía a más de dos años—; la última parada de un recorrido que arranca subiendo por la imponente escalera principal, que conduce a un encuentro con la pieza arqueológica de mayor valor, una Afrodita Genetrix del siglo I, rodeada de lienzos de reyes ingleses como Jacobo II.
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Fachada del Palacio de Liria. Jorge Barreno
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Luego se van sucediendo los salones y sus tesoros: el Estuardo, con el retrato de la sacrificada monarca escocesa, tatarabuela de Jacobo James Fitz-James, el primer antepasado del duque; el Flamenco, con la copia de Rubens del original de Tiziano de El emperador Carlos V y la emperatriz Isabel de Portugal; el del Gran Duque, con los retratos del hombre que comandó los Tercios; el Español, con obras maestras de Zurbarán, Murillo o El Greco; el Zuloaga, el Italiano, el Goya... una reunión de arte —cuadros, tapices, porcelanas, fotografías, muebles— tan colosal que es imposible de procesar en la hora que dura la visita.
10-04-24 - Destronado, pero con gran vigor sexual: la oscura vida de Fernando el Católico tras la muerte de Isabel.
José Calvo Poyato publica 'Rey regente', un recorrido por la última y controvertida etapa en la vida del monarca.
MANUEL P. VILLATORO
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Retrato Fernando el Católico en el ayuntamiento de Sevilla ABC
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Tres décadas se extendió su reinado, pero hasta lo idílico tiene un punto y final. El 26 de noviembre de 1504, Isabel I abandonó este mundo en Medina del Campo. Lo hizo aquejada de un cáncer de útero, a las 53 primaveras y dejando tras de sí a un esposo que comenzó una nueva etapa; la definitiva y más controvertida de su vida. Durante algo más de una década, hasta 1516, don Fernando el Católico vivió su particular odisea: fue apartado del trono, se ganó el odio de la nobleza local... Y, según explica a ABC el historiador cordobés José Calvo Poyato, mostró su peor cara en lo personal. Sabe de lo que habla, pues acaba de publicar 'Rey regente' (Harper Collins), una novela en la que recorre esta desconocida etapa de nuestro pasado.
–¿Cómo recibió Fernando la muerte de Isabel?
Hubo de afectarle, pero debía estar preparado. La muerte de Isabel, en Medina del Campo el 26 de noviembre de 1504, no fue algo repentino, sino la consecuencia de una larga enfermedad. Era algo esperado. La muerte no lo sumió en una depresión, como le ocurrirá, años después, a su nieto Carlos I con la muerte de la emperatriz Isabel. Dispuso que el cadáver de la reina fuera inmediatamente trasladado a Granada, como era el deseo de Isabel, pese a que viajar en aquella época del año resultaba complicado. Al día siguiente convocó Cortes en Toro, que se celebrarían en enero de 1505 y, entre otras cosas, para dar a conocer el testamento de Isabel, que lo nombraba regente de Castilla.
–¿Cómo fue, y cómo terminó, el conflicto que se generó entre Fernando y Felipe tras la muerte de Isabel?
Felipe de Habsburgo era ambicioso. Aunque la reina de Castilla era su esposa Juana y, en caso de ausencia o de que no pudiera gobernar, el regente había de ser Fernando el Católico, logró, con el apoyo de una buena parte de la nobleza castellana, que en la llamada concordia de Villafáfila –junio de 1506– tuviera que abandonar Castilla y retirarse a Aragón. Aquel encuentro estuvo lleno de tensiones y Felipe acudió con un verdadero ejército, algo que no hizo su suegro, como si fuera a librar un combate. En septiembre Felipe murió inesperadamente «al tomar un vaso de agua fría después de jugar a la pelota». Fernando asumía al año siguiente la regencia de Castilla por segunda vez.
–¿Hubo posibilidades reales de que la corona de Aragón se separase de la de Castilla durante esta etapa?
La posibilidad existió realmente, aunque no se materializó. En las capitulaciones matrimoniales que se firmaron en el casamiento de Fernando con Germana de Foix (1505) se contemplaba que, si de aquel matrimonio nacía un varón, sería rey de Aragón. Efectivamente, Germana dio a luz un niño. Murió a las pocas horas de nacer. Si hubiera sobrevivido habría, según esas capitulaciones matrimoniales, sido rey de Aragón, mientras que en Castilla hubiera reinado Carlos I, como heredero de Juana.
–¿Y cómo regresó al trono?, ¿fue algo consensuado, o lo hizo por las bravas?
–¿Cómo recibió Fernando la muerte de Isabel?
Hubo de afectarle, pero debía estar preparado. La muerte de Isabel, en Medina del Campo el 26 de noviembre de 1504, no fue algo repentino, sino la consecuencia de una larga enfermedad. Era algo esperado. La muerte no lo sumió en una depresión, como le ocurrirá, años después, a su nieto Carlos I con la muerte de la emperatriz Isabel. Dispuso que el cadáver de la reina fuera inmediatamente trasladado a Granada, como era el deseo de Isabel, pese a que viajar en aquella época del año resultaba complicado. Al día siguiente convocó Cortes en Toro, que se celebrarían en enero de 1505 y, entre otras cosas, para dar a conocer el testamento de Isabel, que lo nombraba regente de Castilla.
–¿Cómo fue, y cómo terminó, el conflicto que se generó entre Fernando y Felipe tras la muerte de Isabel?
Felipe de Habsburgo era ambicioso. Aunque la reina de Castilla era su esposa Juana y, en caso de ausencia o de que no pudiera gobernar, el regente había de ser Fernando el Católico, logró, con el apoyo de una buena parte de la nobleza castellana, que en la llamada concordia de Villafáfila –junio de 1506– tuviera que abandonar Castilla y retirarse a Aragón. Aquel encuentro estuvo lleno de tensiones y Felipe acudió con un verdadero ejército, algo que no hizo su suegro, como si fuera a librar un combate. En septiembre Felipe murió inesperadamente «al tomar un vaso de agua fría después de jugar a la pelota». Fernando asumía al año siguiente la regencia de Castilla por segunda vez.
–¿Hubo posibilidades reales de que la corona de Aragón se separase de la de Castilla durante esta etapa?
La posibilidad existió realmente, aunque no se materializó. En las capitulaciones matrimoniales que se firmaron en el casamiento de Fernando con Germana de Foix (1505) se contemplaba que, si de aquel matrimonio nacía un varón, sería rey de Aragón. Efectivamente, Germana dio a luz un niño. Murió a las pocas horas de nacer. Si hubiera sobrevivido habría, según esas capitulaciones matrimoniales, sido rey de Aragón, mientras que en Castilla hubiera reinado Carlos I, como heredero de Juana.
–¿Y cómo regresó al trono?, ¿fue algo consensuado, o lo hizo por las bravas?
Tras la muerte de Felipe el Hermoso, el cardenal Cisneros escribió a Fernando, que se encontraba en Nápoles, comunicándole el fallecimiento de su yerno y pidiéndole que regresase a Castilla para asumir de nuevo la regencia; consideraba que Juana no estaba en condiciones de asumir la gobernación del reino. La nobleza castellana no lo deseaba porque Fernando e Isabel les habían privado de buena parte del poder político que habían ejercido en otro tiempo. El deseo de muchos de ellos era volver a las banderías de la época de Enrique IV. Cisneros sólo hizo dar cumplimiento al testamento de Isabel la Católica.
–¿Cargó contra Gonzalo Fernández de Córdoba, su antiguo paladín, por interés personal?
Fernando el Católico, cuya capacidad política nadie discute –incluso su controvertido matrimonio con Germana de Foix tiene una explicación política–, no era generoso ni destacó por su agradecimiento a quienes le sirvieron con lealtad. Su comportamiento con el Gran Capitán fue de una cicatería y desagradecimiento absoluto. Para sacarlo del virreinato de Nápoles le prometió ser maestre de la Orden de Santiago, nunca lo cumplió. Lo envió de alcaide a Loja para apartarlo de la corte.
–¿Cómo actuó durante su segunda regencia?
Fernando no había olvidado el papel que la nobleza había jugado a la hora de encumbrar a Felipe el Hermoso y obligarlo a abandonar Castilla. Regresó dispuesto a ajustar cuentas, pero su gran objetivo era fortalecer el poder de la Corona y ello lo llevaría, con la habilidad política de que hizo gala a lo largo de su vida, a negociar y perdonar cuando cumplía a sus intereses. En el debe se encuentra su comportamiento con el Gran Capitán o el que tuvo con su hija Juana–—la reina en cuyo nombre ejercía la regencia–, a la que encerró en Tordesillas sin muchas contemplaciones.
–¿Fue la forja de un litoral cristiano en el norte de África el gran sueño frustrado de Fernando el Católico?
La piratería berberisca era uno de los problemas más graves de aquel tiempo para las poblaciones ribereñas del Mediterráneo. Controlar el norte de África fue uno de los objetivos de los Reyes Católicos y, tras la muerte de Isabel, uno de los de Fernando. Contó con el decidido apoyo del Cardenal Cisneros que impulsó y patrocinó alguna de las expediciones, como fue en el caso de la conquista de Orán, a la que están dedicados los frescos de la capilla mozárabe de la catedral de Toledo. Eso permitió controlar una parte importante de aquella costa al ocuparse Melilla, Mazalquivir, Orán, Trípoli, Bugía, Túnez… pero no acaba con las incursiones de los piratas berberiscos que contaban con el apoyo de los otomanos.
–¿Fue Cisneros su gran aliado durante esta última etapa, o un enemigo más?
Cisneros acumuló gran poder: era arzobispo de Toledo, Inquisidor General, cardenal de la iglesia católica –cardenalato que Fernando el Católico obtuvo del papa– fue su principal aliado en aquellos años difíciles de grandes enfrentamientos como fue el caso de Felipe de Habsburgo, de buena parte de la nobleza del reino, el intento de injerencia en los asuntos de Castilla de Maximiliano de Habsburgo o la lucha con Francia, el sempiterno enemigo. Cisneros lo llamará para que asuma por segunda vez la regencia y actuó para potenciar la autoridad de la corona frente a las veleidades nobiliarias.
–¿Cómo pasó sus últimos años?
Fernando el Católico fortaleció el poder de la Corona dando escarmientos ejemplarizantes a algunos de los nobles más importantes del reino como eran el marqués de Priego o el duque de Medina Sidonia. Incorporó el reino de Navarra, respetando sus fueros, a la corona de Castilla, siguió enfrentándose a los intentos franceses de penetrar en Italia y… mantuvo el vigor sexual en sus relaciones matrimoniales con Germana de Foix.
–¿Por qué solemos obviar esta parte de la historia de Fernando el Católico?
En mi opinión, porque se ha puesto más el foco en el tiempo en que compartió el reinado con Isabel. Digamos que, en cierto modo, la figura de Isabel lo sitúa en un segundo plano y, cuando muera la reina, los focos se apagan y parece que todo acaba. Sin embargo, Fernando continuó la obra emprendida por ambos. La política norteafricana se iniciaba en tiempos de Isabel e impulsó los viajes a América. En su tiempo Núñez de Balboa descubre el mar del Sur, luego llamado Pacífico y se redactan las leyes de Indias, llamadas de Burgos. También se mantiene el pulso con Francia por el control de buena parte de Italia. No me parece justo obviarlo.
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