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MUSEO DE LAS FERIAS - EL COMERCIO DE ULTRAMAR

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05-10-07 - El comercio de ultramar en Medina del Campo. José Manuel Casado Paramio

Crucifijo Indo-Portugués. Anónimo indio. India. Finales del s. XVII. Marfil y palo santo. Cristo: 42x27x8 cm. (cruz:89x43,5x2 cm) Diputación Provincial de Valladolid (Depositado en el Museo de las Ferias)

Crucifijo Indo-Portugués. Anónimo indio. India. Finales del s. XVII. Marfil y palo santo. Cristo: 42x27x8 cm. (cruz:89x43,5x2 cm) Diputación Provincial de Valladolid (Depositado en el Museo de las Ferias)

Después del viaje de Marco Polo y la publicación de su obra en que narra de forma fantástica las maravillas de este reino y tras el control por parte de los turcos de la "ruta de la Seda", en Europa se desata un gran interés por pode conseguir los productos del Oriente a través de rutas nuevas.

Son los portugueses los que primero lo consiguen, bordeando el Cabo de Buena Esperanza en 1497 y alcanzando la India en 1498 con Vasco de Gama. Aunque no será hasta el 25 de noviembre de 1510 cuando Alfonso de Alburqueque conquiste Goa, estableciendo allí el centro de gobernación del Oriente luso. En su avance por el extremo oriente se asientan en Macao en 1557 e incluso llegan hasta Japón. De esta manera se establece lo que se va a denominar "la Carrera de las Indias".

Los españoles, tras el descubrimiento de América, al darse cuenta de que en realidad no era el "Catay" ni el "Cipango" de Marco Polo, buscan denodadamente el camino hacia el Oriente. Fue Magallanes quien después de pasar el estrecho de su nombre, llega a Filipinas en 1521 muriendo en ella.

Los compañeros de expedición intentan volver por la misma ruta que había seguido a la ida, pero la latitud elegida les hace retomar de nuevo Filipinas, por ello tienen que volver por demarcación portuguesa (por el Tratado de Tordesillas el Oriente correspondió a Portugal).

Es en 1565 y por mandato de Felipe II, cuando Miguel López de Legazpi y el cosmógrafo agustino Fr. Andrés de Urdaneta, partiendo de México, no sólo llegan de nuevo a Filipinas, sino que logran volver a Acapulco en lo que se dominó el "Tornavieja", comenzando así la llamada "Ruta del Galeón de Acapulco". Esta ruta se desarrolló entre 1565 y 1815, durando 250 años, siendo 108 el número de galeones que discurrieron por ella.

Los portugueses en su ruta, aparte de llevar los hombres que se iban a asentar en las diversas colonias, desde el punto de vista comercial, cargaban los productos más relevantes en la ruta. Así desde los marfiles de África, pasando por las alfombras y tejidos persas, las especias de la India y Leilán, hasta llegar a Macao. Lógicamente llevaban los productos que les interesaban a los chinos, sobre todo para sus manifacturas y talleres artísticos.

A cambio traían principalmente especias y las manufacturas tanto de China como de la India, sobre todo porcelanas, marfiles, sedas y muebles lacados.

Por parte de los españoles, aparte de trasladar a funcionarios, hombres de armas, misioneros y mercaderes, cargaban barras de plata y sobre todo el "situado", moneda de plata mexicana, con la cual comprar los productos de oriente. Conviene destacar que esta moneda, normalmente resellada, era aceptada por los chinos, sirviendo de intercambio en todo el Oriente. Porque a los chinos en particular no les interesaban los productos españoles o de Nueva España, buscando principalmente el dinero, incluso preferían la plata al oro.

La llegada del Galeón de Acapulco a Manila, era considerada como la salvación de la colonia, no sólo por los nuevos hombres que arribaban, sino por aportar las pagas de todos los funcionarios de la corona, civiles y militares. Se anunciaba su llegada con repiques de campanas, fiestas y ceremonias religiosas. Solían llegar los galeones entre los meses de mayo y junio, después de tres meses de travesía, pues de Acapulco acostumbraban a partir en el mes de febrero, durando el viejo unos tres meses.

Casulla. Anónimo chino. China. Hacia 1860. Seda. Brocado.

Casulla. Anónimo chino. China. Hacia 1860. Seda. Brocado.

En las grandes ferias de Manila se reunían productos de todo el Oriente. No Sólo las propias de las islas, sino que llegaban materias de Japón aunque con ese país las relaciones fueron cortas y problemáticas. Predominantemente llegaban mercancías de China, desde Cantón sobre todo. Una media de 50 juncos chinos llegaban a las ferias de Manila al año, llevando, sobre todo sedas en sus diversas clases, bien en serie o encargadas en la feria anterior; porcelanas, tanto en vajillas, como grandes recipientes cerámicos vidriados para trasportar productos; marfiles, algunos elaborados o en materia prima para servir a los "sangleyes", chinos residentes en Filipinas que eran los encargados de tallar las esculturas cristianas. Sin embargo, las llamadas "guanteras" o pequeñas cajas de marfil, al igual que tabaqueras, tarjeteros, peines, abanicos, ya llegaban elaborados. También aportaban las especias más demandadas, sobre todo la canela, el clavo, el genjibre, la pimienta, la nuez moscada...

Con todas estas riquezas, Manila era considerada como la otra Venecia, porque por un lado tenía (literalmente) la plata de América y todos los excelentes productos no sólo del Extremo Oriente, sino de Oriente Medio y de África.

Los galeones cargaban todas estas mercancías, partiendo de Manila normalmente en el mes de junio y durante seis meses de travesía, hasta llegar habitualmente a las costas del sur de América el Norte, para bajas posteriormente a Acapulco. El comercio de los galones era controlado por el Virrey de Nueva España, teniendo la exclusividad del mismo, aunque no pocas veces el comercio de estraperlo burlaba la autoridad, transportando mercancías sobre todo al Virreinato del Perú.

Si grandes eran las ferias de Manila, tan grandes o más eran las de Acapulco. Fue Humbolt quien lo definió como la "feria más renombrada de todo el mundo". Las mercancías se distribuían bien a México capital, u otras ciudades del país, pero sobre todo se transportaban, lógicamente a lomos de caballos o mulos, a Veracruz en el Atlántico, donde las cargaban con dirección a España y Sevilla en particular.

La relación con las ferias de Medina el Campo es lógica y natural. Estas ferias que se encuentran en un momentoálgido, no podían estar ausentes los movimientos comerciales que se habían desatado, aun cuando mantuvieron su tradición europea. Pero no solamente por el comercio, sino por la presencia en América de hombres de armas y de religión que pasan al Nuevo Mundo.

No es este el lugar de extenderse en la relación nominal de hombres medinenses destacados en América. Había que citar sin duda a Cristóbal de Olea de Morante, Morejón de Lobera o a Francisco de Lugo entre otros. Pero no es posible dejar de citar por la relación especial que tuvo en el tema a Bernal Díaz del Castillo quien afirma de las Ferias de México: "de esta manera estaban ciertos géneros de mercaderías, que hay de toda la Nueva España, puestos a la manera de mi tierra, que es Medina el Campo, donde se hacen ferias, que en cada calle están sus mercancías".

También habría que citar a Juan Gutiérrez de Garibay quien fue Capitán General de la Armada de Galeones para la Guardia de la Cerrara de Las Indias, o sea que estuvo en pleno contacto con los galeones y sus cargamentos. Tampoco hay que olvidarse de Calleja del Rey quien desempeñó el cargo de Virrey de Nueva España.

Virgen con Niño Hispano-Filipina. Anónimo chino. Filipinas. Segunda mitad s.XVII. Marfil. 51x20x10 cm. (peana: 19x30x19 cm) Conento de San José. MM. Carmelitas Descalzas. Medina del Campo

Virgen con Niño Hispano-Filipina. Anónimo chino. Filipinas. Segunda mitad s.XVII. Marfil. 51x20x10 cm. (peana: 19x30x19 cm) Convento de San José. MM. Carmelitas Descalzas. Medina el Campo

Por último no podemos dejar de lado al comerciante y posteriormente banquero Simón Ruiz Envito. Alrededor de 2.700 cartas se conservan en su famoso archivo, relacionadas con el comercio de ultramar. Además el banquero medinense tenía contactos con las dos grandes rutas, no sólo con América a través de México, sino también en el Oriente portugués a través de Lisboa. Su comercio se basó principalmente en la "cochinilla", elemento usado en los tinte para los paños.

En general, las mercancías que llegaban a Medina el Campo procedían de Oriente, básicamente eran especies, elementos que lógicamente no se han conservado, pero en realidad eran los que más dinero movían. Esto se puede ver por la relación de documentos existentes en el Archivo Histórico Provincial de Valladolid y que ha sacado a la luz el profesor Anastasio Rojo.

El resto de objetos procedentes de ultramar, poseían llegar a través de comerciantes, pero existían otras vías, como eran los propios naturales de Medina que como regalos o presentes los remitían a su villa natal, o a través también de misioneros u órdenes religiosas, tal es el caso de los Jesuitas y su colegio, llamado entonces de S. Pedro y S. Pablo.

De todas las formas sorprenden datos como el que da Margatira Estrella en que afirma que "piezas de marfil" se mencionan en las Ferias de Medina y en concreto de procedencia luso-oriental.

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CATÁLOGO
Santo Niño Cebú. Anónimo chino. Filipinas. s. XVII. 64x33x17 cm. Iglesia de Santos Juanes. Nava del Rey
Santo Niño Cebú. Anónimo chino. Filipinas. s. XVII. 64x33x17 cm. Iglesia de Santos Juanes. Nava del Rey

Lámpara de Santiago:

Lámpara de Santiago. A. Roxas. México. Mediados del s. XVIII. Plata. 200x67 cm. Iglesia de Santiago el Real. Medina del Campo
Lámpara de Santiago. A. Roxas. México. Mediados del s. XVIII. Plata. 200x67 cm. Iglesia de Santiago el Real. Medina el Campo

Expuesta como "Pieza del Mes" en el Museo de las Ferias, durante julio 2002, después de ser restaurada por el orfebre Antonio Zúñiga, se dio a conocer entonces toda la historia junto con los datos artísticos propios de la pieza. Se puede apreciar la marca del artífice: PLAROXA, así como la marca de localidad: México, cabeza de perfil sobre la letra M entre las dos columnas de Hércules y bajo corona.

En realidad, esta lámpara es la que sustituyó a la original del llamado "Voto Oficial de Villa", dedicado a Santiago Apóstol. La original, también de plata, fue traída por los capitanes medinenses de la mezquita de Alhama en 1482 y colocada en la antigua Iglesia de Santiago, sobre la que realizó el Voto Medina el Campo y los Reyes Católicos concedieron carta de privilegio de 1.500 maravedíes anuales procedentes de las rentas de la villa. Desaparecida la original en el s. XVIII, la presente fue donada por D. Francisco Gutiérrez de Vega, natural de Medina y residente en México, quien muriendo en 1752 lega en su testamento: "una preciosísima lámpara de plata en memoria de la primitiva... que pesa sesenta y ocho marcos y cinco onzas".

Totalmente desmontable, el plato circular está compuesto por tres fajas convexas escalonadas, rematadas por otros cuerpos, uno troncocónico estriado y otro bulboso achatado; en todos ellos se muestra una rica decoración en la que se alternan cartelas ovales lisas, roleos, y tallos, de una parte, y motivos vegetales seriados, de otra; el borde superior está firmado por una barandilla de hojas fundidas a modo de crestería. El cupulín presenta el mismo esquema compositivo estando coronado por una banderola rematada en cruz. Las cadenas que habitualmente unen ambos cuerpos son, en este caso, elegantes balaustres troncocónicos con bolas centrales. La vasija para el aceite está sujeta por cuatro piezas en forma de ramos.

Bibliografía: ARIAS MARTÍMES, M.; HERMANDEZ REDONDO, J.I.; SÁNCHEZ DEL BARRIO, A., Valladolid 2004, p. 121. En internet: www.museoferias.net (pieza del mes de julio y agosto de 2002)

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YACENTE TARASCO

La tradición oral transmitida en el Convento de las Agustinas dice que este Yacente fue donado por un "Virrey de México a su sobrina monja agustina en Medina el Campo". Conocemos que el medinense Félix María Calleja del Rey fue nombrado Virrey de Nueva España en 1813. Aunque en el Convento no consta ni el nombre de Virrey ni el de la hermana que lo recibió, podemos suponer que este es el lazo de unión.

Yacente Tarasco. Anómimo mexicano. México. Siglo XVIII. Pasta de Maíz. Madera. 40x180x55 cm. Convento de Santa María Magdalena. MM. Agustinas. Medina del Campo
Yacente Tarasco. Anónimo mexicano. México. Siglo XVIII. Pasta de Maíz. Madera. 40x180x55 cm. Convento de Santa María Magdalena. MM. Agustinas. Medina el Campo

Pensando en su procedencia mexicana y sobre todo en el escaso peso de esta pieza, debemos de ponerlo en referencia con otras piezas como el Yacente y el Crucificado de los Franciscanos de Arenas de San Pedro; el Crucificado de Carrión de los Condes y el llamado Cristo Zapate de las Agustinas de Valladolid. Entraría dentro de los llamados Cristos "tarascos". La denominación proviene de la cultura precolombina mexicana, instaurada en el estado de Michoacán. Tradicionalmente realizaban representaciones de sus dioses con la técnica de la "caña de maíz", por ser ligeros y poder ser transportados en las campañas bélicas. Hacia 1538, el obispo Vasco de Quiroga, funda una escuela escultórica en Pátzcuaro con esta técnica, teniendo influencias españolas, por las obras enviadas durante el s. XVII de Montañés y Pedro de Mena, siendo los grandes escultores barrocos Juan de Rojas y Salvador Ocampo.

La técnica consistía en moles el interior de la caña, mezclarlo con el aglutinante denominado "tatzingueni" sacado de la cocción de orquídeas, para formar una pasta. Los realizados huecos se demodelaban o con telas encoladas sujetas por dentro con trozos de caña con arcilla, pero por partes. Posteriormente se unían y se le aplicaba una pasta de maíz y una tierra finísima llamada "titlacalli", sobre la que se policromaba con tierras de colores y puliéndola a base de aceites. Las manos y los pies, como en este caso se tallaban en la madera denominada "zapate", blanda, ligera y fibrosa.

Este Yacente ha sido repolicromado y no pertenece a los llamados "dormidos" del s. XVI, sino a los del siglo XVIII, manteniendo caracteres propios de la tradición como el cabello de escaso resalte, ausencia de pabellones auditivos, perizoma de plegado horizontal y uniones nudosas de las diversas partes. Pero el sentimiento de patetismo evidencia el gusto barroco.

Bibliografía: ARIS MARTÍNEZ, M.; HERNÁNDEZ REDONDO, J=I. y SÁNCHEZ DEL BARRIO, a., vALLADOLID 2004, P. 183.

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ATRIL MEXICANO

Atril mexicano. Anónimo mexicano. México. S. XVIII. Madera. Carey. Plata 11x35x31 cm. (cerrado) Convento de Santa María Magdalena. MM. Agustinas. Medina el Campo
Atril mexicano. Anónimo mexicano. México. S. XVIII. Madera. Carey. Plata 11x35x31 cm. (cerrado) Convento de Santa María Magdalena. MM. Agustinas. Medina el Campo

El atril conservado en el Convento de las Agustinas de Medina el Campo no es la única pieza de procedencia americana y en concreto de México que existe en el convento. Debemos recordar su vinculación con el Virrey de México y natural de Medina el Campo, Don Félix María Calleja del Rey. Este personaje estuvo ligado al convento por la presencia de una sobrina monja agustina, a la cual se supone donó el llamado "yacente tarasco", de claro origen mexicano. Asimismo la larga presencia de capellanes, pertenecientes a los Agustinos-Filipinos, con una dilatada trayectoria como misioneros en el Extremo Oriente, nos permite pensar en otros posibles donantes.

Realizado en madera con aplicaciones de plata, nos acerca a una clasificación mexicana, en virtud de numerosas arquetas que existen en España, con los mismos materiales.

Por lo que se refiere a la plata es patente el grado de exquisitez que logró la orfebrería mexicana. Por tanto la ornamentación de esta pieza refleja la intencionalidad de enriquecer un elemento litúrgico. Aplicado con motivos vegetales por todo el atril, exceptuando las patas frontales que incluyen angelitos, destaca sin duda la parte frontal. En la central se aprecia un escudo agustiniano, compuesto por el corazón, sobre el que se superpone el capelo del que cuelgan las bolas, que terminan en tres nudos, símbolo del obispo de Hipona. Quiere decir que esta pieza o fue mandada hacer expresamente para este convento con la intención de donarla o bien la utilizó algún miembro de la orden agustiniana.

El carey es un material córneo duro y traslúcido que se obtiene del caparazón de la tortuga del mismo nombre en finas láminas. El color varía del amarillento con moteado marrón a tonos más claros, pudiendo influir en el color la base sobre la que se asiente. Se utilizó mucho en el chapeado de muebles. Conviene recordar que las arquetas procedentes del Virreinato de México o los bargueños y calvarios italianos. Dos son las características para su uso: en primer lugar la maleabilidad, flexibilidad y elasticidad para acoplarse a formas diversas por medio de calentamiento; y por otra parte es una materia muy agradecida por la facilidad para pulirla y lustrosidad que adquiere con cualquier material y protector, sean aceites o barnices.

Bibliografía: ARIAS MARTÍNEZ, M.; HERNÁNDEZ REDONDO, J.I. y SÁNCHEZ DEL BARRIO, A., Valladolid 1999, p. 163.

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RELIEVE DE LA ANUNCIACIÓN

Relieve de la Asunción. Anónimo quiteño. Ecuador. S. XVIII Marfil. Plata. 17,5x8,5x8,5 cm. Convento de Santa María Magdalena. MM. Agustinas. Medina el Campo
Relieve de la Asunción. Anónimo quiteño. Ecuador. S. XVIII Marfil. Plata. 17,5x8,5x8,5 cm. Convento de Santa María Magdalena. MM. Agustinas. Medina el Campo

Pieza excepcional por su rareza y originalidad. Representa la escena de la Anunciación, en que la Virgen arrodillada, con las manos sobre el pecho, inclina la cabeza en una doble actitud: atención al libro que tiene delante y acatamiento del mensaje que le dirige el arcángel. Gabriel situado frente a la Virgen sobre un pedestal compuesto por nueves y hojas tropicales, aparece en una altura superior; semiarrodillado, levanta su mano derecha señalando la paloma del Espíritu Santo.

Representación singular y anacrónica: La Paloma descendiendo con un niño desnudo, en clara alusión a Jesús, revela que el modelo del cual se tomó, probablemente un grabado, estaba no solamente en desuso en la metrópoli, sino prohibido.

La composición forzada, por la adecuación al círculo y el material utilizado. Presenta una línea horizontal en la base, debajo de la cual, se solían colocar símbolos alusivos a la representación, en este caso en motivo floral, probablemente indicando la virginidad de María.

El relieve tallado en la semiesfera de una bola de villar, enmarcada en plata, se sustenta sobre un basamento de marfil, con un racimo de frutos, descansando a su vez sobre una base de plata.

Por los motivos vegetales tropicales y la ingenuidad de la representación, es obra colonial americana lejos de los medallones hispano-filipinos de Albarracín, de mayor delicadeza.

Por lo que se refiere a la autoría, se conocen obras similares firmadas por un personaje dudoso, llamado Diego Reinoso que trabajó en México durante el s. XVII y que sin duda pueden ser el antecedente de estos medallones, dado que el comercio del marfil hay que relacionarlo con Acapulco.

Su clasificación como pieza e la escuela quiteña, se vincula a las existentes en España. Sólo existen dos lugares, uno es en Cavia (Burgos) con un relieve de disposición parecida y tratamiento escultórico más minucioso, mientras que los más coincidentes con el relieve de las Agustinas de Medina , son los del Museo del Prado.

Bibliografía: ESTRELLA MARCOS, M., Madrid 1984, p. 181. CASADO PARAMIO. J.M., Valladolid 1999, p. 118.

Continuará...

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SAN PEDRO

San Pedro. Anónimo guatemalteco. Guatemala. S. XVIII Madera policromada. Plata. 24x14x8 cm. Convento de San José. MM. Carmelitas Descalzas. Medina el Campo
San Pedro. Anónimo guatemalteco. Guatemala. S. XVIII Madera policromada. Plata. 24x14x8 cm. Convento de San José. MM. Carmelitas Descalzas. Medina el Campo

La pequeña y graciosa escultura en madera policromada de San Pedro fue dada a conocer por los investigadores Arias Martínez, Hernández Redondo y Sánchez del Barrio, en el año 1999, con motivo de la exposición dedicada a las Clausuras de Medina el Campo.

La representación del apóstol es contundente con todos sus símbolos. Como persona mayor, se potencia la calvicie y se le destaca la barba. Su símbolo representativo son las llaves, sin embargo aquí es una sola, pero desproporcionada de tamaño. A su vez, otro atributo tradicional de San Pedro es el gallo, que aquí se coloca en su hombro derecho, aunque actualmente casi ha desaparecido. Por ello hay una intención de dejar evidente la representación del apóstol.

Se cubre con túnica y manto que cruza al frente con dos capas. Los pliegues, si en la túnica son rectos en el manto son ondulado y gozando de cierta delicadeza.

Existe otra pieza de similares características, actualmente en el Convento Madre de Dios de Olmedo, que llegó a esta localidad procedente del Convento de Santa Catalina de Belmonte, Cuenca en 1960. Esta pieza estudiada por Hernández Redondo, la relaciona a influencias andaluzas, distante de los postulados castellanos y más concretamente a la escultura guatemalteca.

La escultura de San Pedro convendría vincularla a Guatemala. Conocido es que en la ciudad de la Antigua Guatemala, se formó en fechas muy tempranas una escuela de escultura importante, irradiando sus obras por toda América Central, destacando en el siglo XVI los escultores Juan Aguirre y Quirio Cataño. Pero es en el s. XVII cuando desde Sevilla embarcaron gran cantidad de esculturas para Centroamérica. Los talleres de la Antigua florecieron con vigor en este siglo, lógicamente bajo la influencia andaluza.

Durante el siglo XVIII la figura del escultor Juan de Chaves, activo entre 1737 y 1751, aparece como la figura distinguida y sobresaliente, siendo Matías España y su hijo Vicente quienes en la segunda mitad del siglo emergen como figuras predominantes en la escultura guatemalteca.

Bibliografía: ARIAS MARTÍNEZ, M.; HERNÁNDEZ REDONDO, J.I. y SÁNCHEZ DEL BARRIO, A., Valladolid 1999, p. 181.

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VIRGEN CON EL NIÑO HISPANO-FILIPINA

Virgen con el Niño Hispano-Filipina. Anónimo chino. Filipinas. S. XVII Marfil. 51x20x10 cm. Convento de San José. MM. Carmelitas Descalzas. Medina el Campo
Virgen con el Niño Hispano-Filipina. Anónimo chino. Filipinas. S. XVII Marfil. 51x20x10 cm. Convento de San José. MM. Carmelitas Descalzas. Medina el Campo

Esta escultura d marfil, responde al modelo típico hispano-filipino del s. XVII, teniendo un origen iconográfico en la escuela que Montañés talla para el Monasterio de Santiponce (Sevilla).

La Virgen sostiene en sus brazos al Niño, el cual con su mano derecha bendice y con la izquierda sostiene la bola del mundo. Con la cabeza inclinada hacia la figura del Niño, se muestra destacada, con pelo de raya al medio y bucles en la espalda. La frente despejada, los arcos supraciliares elevados, párpados caídos y abultados, ojos rasgados, nariz de aletas carnosas, labios finos y la barbilla huidiza, conforman un rostro ovalado, de gesto inexpresivo y hierático, propio de la escultura oriental. Si a esto se añaden los leves pliegues budistas en el cuello y las manos regordetas con dedos en tenedor, estamos ante un prototipo hispano-filipino.

Resulta singular por ir destacada, recordando modelos cercanos a las inmaculadas hispano-filipinas y similar a los ejemplares de Buendía en Cáceres y la de Higuera la Real en Badajoz. El pliegue a la espalda, llamado en Filipinas "suksok", vincula la obra a su clasificación cierta: s. XVII.

El dorado fuerte y pastoso, así como la decoración de pequeños círculos en la orla del manto muestran cierta influencia indo-portuguesa.

Las obras hispano-filipinas son ejemplares realizados en Filipinas, copiando modelos españoles, filtrados por América, pero por artistas chinos. Los llamados "sangleyes" fueron los chinos que asentados en Filipinas trabajaban para abastecer la demanda de las colonias y la metrópoli.

Claramente es del s. XVII, por los ojos orientales tallados en el propio marfil, manos regordetas con dedos en tenedor y hieratismo facial. Pero su apreciación la suavizaron de orientalismo en general hay que datarla en la segunda mitad del siglo.

Bibliografía: ESTRELLA MARCOS, M., Madrid 1984, p. 218. CASADO PARAMIO. J.M., Valladolid 1999, p. 126-127.

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SANTO NIÑO DE CEBÚ

Santo Niño Cebú. Anónimo chino. Filipinas. S. XVII Marfil. 64x33x17 cm. Iglesia de los Santos Juanes. Nava del Rey
Santo Niño Cebú. Anónimo chino. Filipinas. S. XVII Marfil. 64x33x17 cm. Iglesia de los Santos Juanes. Nava del Rey

Al contemplar por vez primera esta escultura, podríamos decir que se trata sin más de un Santo Niño, con alguna advocación determinada, sin mayor interés iconográfico. Pero si nos detenemos en la cabeza y los pies, tallados en marfil y claramente hispano-filipinos, así como la actitud de las manos, en que con una bendice y con la otra debería sostener la bola del mundo, no existe duda de que hay que denominarlo Santo Niño de Cebú.

Esta figura es el patrono de Filipinas. La historia narra que fue hallada en 1565 por Miguel López de Legazpi cuando llegó a Filipinas, en la isla de Cebú. Al encontrarla en una zona desconocida para los españoles, consideraron milagrosa su aparición. Posteriormente se demostraría que la expedición de Magallanes en 1521, llevó esta imagen de procedencia española, bajo la advocación de Santo Niño de Praga, dándose a la mujer del rey de dicha isla, Humabón. Con el paso del tiempo y la ausencia de españoles en la isla de Cebú, los naturales la adoraban como un ídolo más.

Desde el punto de vista artístico, la cabeza y los pies de marfil responden a las características propias de una imagen de marfil hispano-filipino del s. XVII. El pelo con moña nos recuerda modelos de Montañés, los ojos almendrados, junto con una nariz de aletas carnosas y rostro en general inexpresivo nos hablan de artistas chinos trabajando para los españoles. En los pies destaca la factura de la carne caída de las piernas sobre los propios pies, que en un claro recuerdo de figuras de tradición china y sobre todo budista.

El resto del cuerpo tallado en madera podría pensar que se realizó en España, pero coincide plenamente con la disposición del vestido y sobre todo el cinturón y la lazada al frente, que es similar a Niños de la misma procedencia, como es el cado del de la Sagrada Familia de Maella (Ávila) y otros.

La tradición de tallar elementos sueltos, para componer imágenes de vestir, aún cuando en España se remontan inclusive al s. XIV, existía también en China desde el s. XIV, en el Tibet o en la India.

Bibliografía: CASTÁN LANASPA. J., Valladolid 2006, p. 107.

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CRUCIFIJO HISPANO-FILIPINO

Crucifijo hispano-filipino. Anónimo chino. Filipinas. Último tercio del s. XVII. Marfil. Cristo 44x35x4 cm. (Cruz: 90x54.2 cm) Iglesia de Santiago el Real. Medina del Campo (Depositado en el Museo de las Ferias)
Crucifijo hispano-filipino. Anónimo chino. Filipinas. Último tercio del s. XVII. Marfil. Cristo 44x35x4 cm. (Cruz: 90x54.2 cm) Iglesia de Santiago el Real. Medina el Campo (Depositado en el Museo de las Ferias)

Este Cristo crucificado procede del relicario del antiguo convento de Jesuitas de Medina el Campo. Expirante, con la cabeza erguida, encierra en su realización todas las características propias de una obra hispano-filipina.

Observando detenidamente las diversas partes anatómicas y su configuración se debería datar en el s. XVII claramente. Tal es el caso de la corona y ojos tallados en el propio marfil, cierta verticalidad de los brazos y el perizoma en tipo "delantal". Pero a través de otros detalles como son las manos en actitud de bendición y sobre todo el interés anatómico en destacar costillas, arco ventral, rodillas y pies en tensión, debemos remitirlo a los años del s. XVII.

Como el resto de piezas procedentes del archipiélago filipino la introspección en el rostro nos habla de artista y concepción oriental, tanto del dolor como de la muerte. Tanto el gusto por el detalle como el trabajo de las venas de los brazos, denotan delicadeza de factura e interés por la obra bien concluida. No sólo por el trabajo bien hecho, sino por la existencia de la demanda, ya que al igual que con las obras luso-indias, estas hispano-filipinas eran controladas por autoridades españolas tanto civiles, religiosas o militares.

La calidad del marfil es muy alta, como corresponde a un material procedente de África, con el escaso envejecimiento a pesar de su cronología, pero mostrando la evolución propia del marfil, con el agrietamiento vertical y delicado.

Como es de sobra conocido, estas piezas procedían de Filipinas, vía Galeón de Acapulco, para ser enviadas a la metrópoli, como sacros regalos. El poseer obras de marfil y sobre todo si eran de gran calidad y dimensiones, era considerado signo de distinción y prestigio. Sobre todo se traían para las grandes catedrales, pero en el caso que nos ocupa, sin duda fue remitido por los propios Jesuitas, misioneros en Filipinas, para su Convento de Medina el Campo.

Bibliografía: ARIAS MARTÍNEZ, M.; HERNÁNDEZ REDONDO, J.I. y SÁNCHEZ DEL BARRIO, A., Valladolid 2004, p. 130.

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CRUCIFIJO HISPANO-FILIPINO

Crucifijo hispano-filipino. Anónimo chino. Filipinas. Primera mitad del s. XVIII. Marfil. Palo Santo. Cristo 20x12x3 cm. (Cruz: 35x16,5x1,5 cm) Conento de Santa Clara. MM Clarisas. Medina del Campo
Crucifijo hispano-filipino. Anónimo chino. Filipinas. Primera mitad del s. XVIII. Marfil. Palo Santo. Cristo 20x12x3 cm. (Cruz: 35x16,5x1,5 cm) Convento de Santa Clara. MM Clarisas. Medina el Campo

En actitud de expirante, con la cabeza levantada y ligeramente inclinada hacia su derecha, este Cristo a simple vista reúne todas las características de una obra hispano-filipina, realizada en el Archipiélago, bajo demanda española y factura china.

Si consideramos la representación de Cristo, con los brazos en avanzada verticalidad, manos tensadas y movimiento ondulante en el cuerpo, debemos de considerarlo como una obra del s. XVIII. La corona postiza, los ojos de cristal, la ausencia de "mosca" en la barba y la propia ausencia de emoción, nos confirma la cronología avanzada y el gusto por los aditamentos propios de la época. Sobre el hieratismo del rostro, conviene afirmar que procede de la propia consideración de la muerte en la cultura oriental y en especial en Filipinas, como un tránsito de una vida de dolor a un estado de bienestar, por ello los rostros de estas esculturas no demuestran desgarro emocional.

Destaca la perizoma, movido, dinámico y de cierta espectacularidad; nada tiene que ver con los modelos "mandil" o "remetido" de los cristos hispan-filipinos del s. XVII.

La policromía presenta tonos fuertes y clara intencionalidad de abarcar toda la pieza. No hay interés por mostrar la belleza del marfil en su origen. En primer lugar potencia las grandes líneas de sangre que parte de los clavos de las manos, del cuello que se une y llega hasta el vientre. Las heridas de la rodilla con el borde oscuro y abundante sangre denotan el gusto por lo decorativo y barroco. En el perizoma mantiene el dorado de grueso trazo en las orlas, así como motivos florales en el interior.

Conviene dejar constancia que esta es la auténtica cruz hispano-filipina con todos los caracteres. En primer lugar la madera se la denomina en occidente palo santo o en Filipinas se le da el nombre de "kamagong", dura, pesada y con tonalidad oscura. Las cantoneras rematadas en marfil con bolas como elemento decorativo. La tarja es la típica, conformada en rollo vertical desplegado y letras en doble fila y columna. Y por último un detalle sencillo, pero que sirve en muchas ocasiones para diferenciar dónde se ha hecho la cruz, si en Filipinas o en España, es la unión de los dos tramos de la cruz en "X".

Bibliografía: ARIAS MARTÍNEZ, M.; HERNÁNDEZ REDONDO, J.I. y SÁNCHEZ DEL BARRIO, A., Valladolid 1999, p. 139.

Continuará...

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ESTACIONES DEL VÍA CRUCIS

Estaciones del Vía Crucis. Anónimo filipino. Filipinas. S. XVIII. Madera. Nácar. 22x22x1 cm. Convento de Santa María Magdalena. MM. Agustinas. Medina del Campo
Estaciones del Vía Crucis. Anónimo filipino. Filipinas. S. XVIII. Madera. Nácar. 22x22x1 cm. Convento de Santa María Magdalena. MM. Agustinas. Medina el Campo

Las estaciones XIII y XIV del vía crucis, que se muestran por primera vez fuera del Convento de las MM. Agustinas, presentan originalidad en cuanto a materia, técnica y representación en este tipo de objetos religiosos.

La forma exterior es, más que mixtilínea, vegetal dado que se intenta acomodar a los motivos vegetales de la bordadura más externa. La siguiente orla o más bien marco que encierra la representación del vía crucis es regularizada por las líneas exteriores, pero encerrando también decoración a medio camino entre vegetal y geométrica.

La propia escena se cobija bajo un arco de medio punto, con rasgos de sencillez, ingenuidad y buscando la fidelidad al modelo. Como opina Blas Sierra de la Calle, estas representaciones se copiaban de grabados llevados a Filipinas. Es conocido, tanto en piezas hispano-filipinas, como en las luso-indias, que el control ejercido sobre los artistas eran muy estrictos, por tanto se buscaba la fidelidad estricta. De ahí que las representaciones tengan rasgos de una propia xilografía.

Estas estaciones, técnicamente se realizaban superponiendo planchas de nácar lisas y perfectamente ensambladas, sobre un alma de madera. Una vez recubierta toda la superficie y recortados los bordes, se grababa el nácar, marcando las líneas que definirían la escena. Posteriormente y este es un método tradicional en todo oriente, se aplicaba un pigmento negro a toda la superficie, que en cada país solía ser distinto, para posteriormente limpiarlo, quedando el pigmento incrustado en las incisiones realizadas.

Esta técnica se extiende desde el próximo oriente (cruces de Jesús) hasta el lejano oriente.

El considerar estas piezas hispano-filipinas, se debe a conocimiento de piezas del Museo Oriental de Valladolid. A su vez, el tipo de decoración vegetal en la bordadura, la ausencia de símbolos y pasión en los marcos y algunos elementos característicos de los marfiles hispano-filipinos de esta época, nos lleva a catalogarlos como piezas hipano-filipinas del s. XVII.

Bibliografía: ARIAS MARTÍNEZ, M.; HERNÁNDEZ REDONDO, J.I. y SÁNCHEZ DEL BARRIO, A., Valladolid 1999, p. 157.

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ESPEJOS CHINOS

Espejos chinos. Anónimo chino. China. Cantón. Dinastía Qing. Hacia 1850. Laca pintada. 149x50,5x3 cm. Iglesia de Santa María. Pozaldez
Espejos chinos. Anónimo chino. China. Cantón. Dinastía Qing. Hacia 1850. Laca pintada. 149x50,5x3 cm. Iglesia de Santa María. Pozaldez

Sorprende gratamente encontrarse en una localidad cercana a Medina el Campo, como es Pozaldez, una pareja de espejos chinos realizados en laca. Habitualmente lo que se suele encontrar son pequeñas cajas, costureros, tableros de ajedrez... como mobiliario chino sólo se encuentra en los grandes museos o en instituciones religiosas ligadas a los misioneros en el extremo oriente.

La forma de ambos espejos mantiene la tradición de los muebles chinos en curva y contra curva, concretización de los dos grandes principios del taoísmo chino: el yin u el yang.

Realizados en madera lacada sobre fondo rojo las escenas cortesanas se realizan con cola dorada.

La laca es una resina procedente del árbol denominado "Tsi", que en un principio tuvo una única finalidad protectora de la madera, pero con el tiempo llegó a ser un elemento de decoración en sí misma. La laca más antigua conocida es la del ataúd de la reina Fu Hao, enterrada en el s. XIII a de C. Sin duda el origen es chino, aunque se extendió por todo el oriente, siendo Japón el que logró calidades similares a las chinas.

El proceso de realización de una laca es lento y complicado. Sobre una base de madera, cartón, carey... normalmente se le aplica una tela encolada como base. Posteriormente se le aplicaban sucesivas capas de laca. A cada una de ellas se le sometía a un proceso de secado lento (a veces hasta un mes), posteriormente se lijaba fuertemente, para aplicarle otra nueva capa. En una laca pintada, como en este caso, denominada "Houa Tsi", suele tener alrededor de 20 capas, pero en los casos de laca tallada, podía tener hasta 100 capas. Los motivos de decoración se realizaban en las penúltimas capas, superponiendo otras dos o tres capas a modo de protección de la decoración.

En la época de estos espejos, la decoración es bastante seriada y se repite en casi todos los elementos que llegaban de China, siendo Cantón la principal proveedora, que tradicionalmente las hacía llegar a través de Manila, por México hasta España.

Bibliografía: MARCOS VILLAR, M.A. y FRAILE GÓMEZ, A.M., Valladolid 2003, p. 165.

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CASULLA Y DALMÁTICAS CHINAS

Casulla y Dalmáticas Chinas. Anónimo chino. China. Hacia 1860. Seda. Brocado. Dalmáticas: 110x78 cm.; casulla: 117x67 cm. Convento de San José. MM. Carmelitass Descalzas. Medina del Campo
Casulla y Dalmáticas Chinas. Anónimo chino. China. Hacia 1860. Seda. Brocado. Dalmáticas: 110x78 cm.; casulla: 117x67 cm. Convento de San José. MM. Carmelitas Descalzas. Medina el Campo

Los tres ornamentos religiosos encuentran confeccionados con elementos chinos y occidentales. Para las partes destacadas se ha utilizado fragmentos de bordados de mantón de Manila montados en brocado de grandes flores occidentales, con acertado gusto y armonía.

El origen del mal llamado "mantón de Manila" es básicamente oriental. Las chinas usaban "chales" durante la dinastía Táng (618-907). En España al prohibir los Reyes Católicos a las mujeres árabes que llevaran el rostro tapado optaron por el "chal" o "manta", sobre la cabeza, que copiaron las mujeres cristianas evolucionando hacia la mantilla española. La palabra "shal" es de origen persa y los primeros chales que se usaron el Europa provenían de la India. Muy probablemente los persas llevaron el "shal" a la India y a China, que en origen era una pieza rectangular.

Se dice que el mantón de Manila tiene alma árabe y cuerpo chino, dado que al llegar los españoles a Filipinas y viendo la destreza de los chinos con las sedas bordadas, optaron por imitar las formas de las mantillas con las técnicas chinas.

Aunque es una prenda tardía, los galeones de Acapulco traían inmensas cantidades de seda en diversas formas, desde la seca cruda a los productos más elaborados.

Por los fragmentos del mantón de Manila que vemos en estas piezas (aunque se duda de que se puedan sacar tantas piezas de un mantón), se puede fechar hacia los años 1860, dado que los motivos son de grandes dimensiones. El mantón estuvo totalmente decorado. Aparecen, que es algo significativo, figuras chinas y símbolos muy clásicos chinos.

En general diremos que todos los símbolos aluden a la felicidad femenina, tanto desde el punto de vista personal, de género o matrimonial. Así se distinguen flores como peonías, magnolias, flores de loto, crisantemos, setas sagradas, también hay mariposas. Aves como pavos reales, patos mandarines, aves del paraíso y otros.

Sin bibliografía.

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ATRIL NAMBAR
Atril Nambar. Anónimo japonés. Japón. Periodo Mamoyama. Principios del s. XVII. Madera lacada. Madreperla incrustada. 3x31,5x50 cm. Iglesia de Santiago el Real de Medina el Campo. (Depositado en el Museo de las Ferias)
Atril Nambar. Anónimo japonés. Japón. Periodo Mamoyama. Principios del s. XVII. Madera lacada. Madreperla incrustada. 3x31,5x50 cm. Iglesia de Santiago el Real de Medina el Campo. (Depositado en el Museo de las Ferias)

Se trata de un atril de altar, plegable de tijera, compuesto por dos piezas de madera lacada con incrustaciones de nácar. Procede de la Iglesia de Santiago el Real de Medina el Campo, antiguo convento de Jesuitas, expuesto actualmente en el Museo de las Ferias. Lleva el anagrama de los jesuitas en la tabla central.

De indudable procedencia japonesa, se decora con laca dorada sobre base negra e incrustaciones de nácar. La laca procedente de China, con más de 3.000 años de antigüedad, consiste en una resina del trinco del árbol "Rhus vernicifera", que al contacto con el aire se endurece. Inicialmente se utilizó como protector de la madera, pero evolucionó con los diversos colorantes naturales, hacia una técnica de decoración. De dicha técnica recibe el nombre de "maki-e" y cuando posee incrustaciones de madreperla, se denomina "maki-e-raden".

Este tipo de obras se catalogan como "arte nambar". La palabra "nambar" significa "los bárbaros del sur: los europeos". Técnicamente se liga al arte procedente de los contactos entre Japón y Europa, los portugueses llegan a 1452 y S. Francisco Javier en 1549. En realidad es la aplicación de las técnicas artísticas japonesas a objetos de uso occidental y especialmente religioso.

Se data a finales del período Momoyama (1573-1615) en el cual se produce un tránsito desde la época medieval japonesa a una nueva concepción del arte y en especial del lacado. La novedad reside en la creación de motivos florales y zarcillos entrelazados. En este caso los zarcillos se reservan para la parte posterior, mientras al frente se destaca el anagrama de los jesuitas. No es un arte exclusivamente autóctono, sino que el recuerdo chino es patente, tanto en el origen como en el intento de competir con las porcelanas Ming.

La originalidad de la decoración de este atril, en opinión de Yayoi Kawamura, reside en la incorporación de los 5 "mon" o escudos heráldicos a ambos lados. No pertenecen a ninguna familia en concreto, sino que únicamente forman un elemento decorativo mandado poner por los jesuitas que lo encargaron.

Bibliografía: CASADO PARAMIO, J.M., 2003. p. 249.

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ARQUETA RELICARIO NAMBAN

Arqueta Relicario Namban. Japón. Periodo Mamoyama. Principios del s. XVI. Madera lacada y pintada. Madreperla incrustada. Cobre grabado. 20,5x31x17 cm. Colegiata de San Antolín de Medina el Campo. (Depositado en el Museo de las Ferias)
Arqueta Relicario Namban. Japón. Periodo Mamoyama. Principios del s. XVI. Madera lacada y pintada. Madreperla incrustada. Cobre grabado. 20,5x31x17 cm. Colegiata de San Antolín de Medina el Campo. (Depositado en el Museo de las Ferias)

Arqueta rectangular, con tapa superior convexa, realizada en madera lacada con incrustaciones de nácar. La cerradura, así como el asa desaparecida, se han realizado en cobre grabado. Fue identificada por Sánchez del Barrio, Hernández Redondo y Arias Martínez, en 1995.

Procedente de la Colegiata de Medina el Campo (Valladolid) se encontraba en el relicario del sepulcro de los caballeros Morejones (presbiterio), conteniendo las reliquias de S. Bartolomé y S. Francisco. La confirmación de pieza japonesa viene dada por la presencia en Japón de un miembro de dicha familia, el P. Pedro Morejón, jesuita, desde 1588 hasta 1618, enviado desde la India y por tanto es lógico que la remitiera a su familia, para una función tan especial.

Pertenece al "arte namban" y está realizada con una técnica de "maki-e-raden", es decir madera lacada, dorada y con incrustaciones de nácar. Es la aplicación de las técnicas artísticas japonesas a objetos de uso occidental y especialmente religioso cristiano. La llegada de los occidentales y en concreto de los portugueses a japón se produce en 1542 y la época floreciente del comercio se encuentra entre los años 1580-1590, aunque a partir de 1587 se inician las persecuciones contra los cristianos, mandándose destruir todo elemento cristiano existente en el país.

La decoración se vincula a ventanas negras enmarcadas por grecas de dientes de sierra y lineales, recogiendo la decoración floral dentro de espacios acotados romboides y polilobulados. El vacío prima frente a lo lleno, recordando la porcelana de la época y se nota que la presión decorativista occidental ha calado en los artistas japoneses.

Bibliografía: CASADO PARAMIO, J.M., 2003. p. 314.

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CRUCIFIJO INDO-PORTUGUÉS

Crucificado Indo-Portugués. Anónimo indio. India. Finales del s. XVII. Marfil y palo santo. Cristo: 42x27x8 c. (Cruz: 89x43,5x2 cm. Diputación Provincial de Valladolid. (Depositado en el Museo de las Ferias)
Crucificado Indo-Portugués. Anónimo indio. India. Finales del s. XVII. Marfil y palo santo. Cristo: 42x27x8 c. (Cruz: 89x43,5x2 cm. Diputación Provincial de Valladolid. (Depositado en el Museo de las Ferias)

Expuesto por primera vez en el mes de junio de 2007, como pieza del mes en el Museo de las Ferias, estuvo durante años en el despacho del Secretario General de la Diputación Provincial de Valladolid, ubicado en un antiguo Hospital Provincial de Valladolid.

Expirante, con la boca entreabierta y mirada hacia lo alto, presenta el rostro ovalado, de frente despejada, arcos supraciliares poco destacados, ojos rasgados y párpados abultados sin doble brida. La nariz, recta con aletas carnosas, evidencia una influencia occidental. Pero lo más destacado de esta pieza indo-portuguesa es tanto el cabello como la barba. La principal característica es la talla viselada y zigzagueante. Los mechones de ambos elementos se configuran con carácter geométrico terminando en los típicos "caracolillos". Destacable es la presencia de la "mosca" en la barbilla y los pabellones auditivos afrontados, que denotan una cronología propia del s. XVII.

Los brazos evidencian cierta verticalidad, presentando las típicas venas en resalte, de forma esquematizada a la vez que simétrica. El tórax con sentido sumario, presenta arco ventral apuntando con evidencia de costillas tanto en la parte anterior como posterior, pero sin pormenorizar. Otro elemento peculiar es el cendal: sujeto con doble cordón retorcido, deja al descubierto la cadera, para recoger la "moña" en su lado izquierdo. Pero lo específico es la decoración a base de círculos concéntricos y terminación dentada en los particulares "dientes de sierra".

Otra particularidad de este Cristo en concreto, es la presencia de cuatro clavos, con los pies separados, no sobrepuestos. Son pocos los ejemplares que se conocen con esta disposición tanto en Portugal como en España.

Este tipo de piezas se realizaban principalmente en Goa, bajo la demanda portuguesa, para remitirlas a la metrópoli, pero talladas por artistas indios cuya tradición escultórica en marfil era multisecular y ampliamente contrastada. Cronológicamente, aunque entre dentro del s. XVII, conviene ceñirla a los últimos años de la centuria, debido a la ausencia de la corona tallada, la "mosca vertical" y el cendal reducido y decorado.

Bibliografía: www.museoferias.net (pieza del mes de junio de 2007)

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CRUCIFIJO CÍNGALO-PORTUGUÉS

Crucificado Cíngalo-Portugués. Anónimo indio. India. Segunda mitad del s. XVII. Marfil. Cristo: 60x40x5 cm. (Cruz: 110x60x1,5 cm). Convento de San José. MM. Carmelitas Descalzas. Medina el Campo
Crucificado Cíngalo-Portugués. Anónimo indio. India. Segunda mitad del s. XVII. Marfil. Cristo: 60x40x5 cm. (Cruz: 110x60x1,5 cm). Convento de San José. MM. Carmelitas Descalzas. Medina el Campo

Dentro de la categoría de obras de marfil ibero-orientales, este Cristo muerto estaría dentro del ámbito luso-indio y específicamente en la clasificación de cíngalo-portugués. Conocida es la trayectoria historico-artística de los pueblos de Ceilán sobre materiales ebúrneos, dado que uno de los centros de adquisición de marfil era la India.

En general, presenta una anatomía blanda, sin destacar ni músculos, ni venas, recordando claramente la escultura indú o budista, propia del ámbito territorial donde se tallaban estas piezas.

Pero si tuviéramos que destacar dos elementos diferenciadores, que clasifiquen estas piezas, nos deberíamos fijar en la concepción del pelo y del perizoma. Por lo que se refiere al cabello, se talla en grandes mechones, que partiendo de la raya al medio, no se individualizan en cabellos sueltos, solamente cuando llegan a la altura de los hombros tiene una cierta individualización. La barba en realidad recuerda a las piezas indo-portuguesas por el esquematismo y simetría.

El otro elemento diferenciador es el perizoma, que pliega el paño con carácter simétrico, seguido, esquemático y exento de toda naturalidad. Ni las obras hispano-filipinas, si las indo-portuguesas, adquieren tal grado de simplicidad.

Por la horizontalidad de sus brazos, la ausencia de postizos, ojos tallados en el propio marfil, blanda anatomía y fuerte orientalismo, conviene datarla en el s. XVII en su segunda mitad.

Por la concepción contenida en general, recuerda que es una obra realizada en Ceilán, bajo demanda y control portugués. Sabido es que el Concilio de Goa de 1567 prohíbe a los artistas infieles realizar obras cristianas. La preocupación se mantiene porque en los siguientes concilios de la misma ciudad celebrados en 1575 y 1585 se vuelve a insistir en ello. Por tanto e busca que no se hagan meras trasposiciones de deidales hindúes o budistas a las imágenes cristianas. De ahí que bajo este estricto control, estas piezas pierden expresividad y originalidad.

Bibliografía: ARIAS MARTÍNEZ, M.; HERNÁNDEZ REDONDO, J.I. y SÁNCHEZ DEL BARRIO, A., Valladolid 1999, p. 182.

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CARTAS COMERCIALES DEL ARCHIVO DE SIMÓN RUIZ

Cartas Comerciales del Archivo de Simón Ruiz. Siglos XVI-XVII. Manuscrito sobre papel. 31x22 cm (cada carta) Arcgivo de Misón Ruiz (depositado en el Archivo Histórico Provincial de Valladolid)
Cartas Comerciales del Archivo de Simón Ruiz. Siglos XVI-XVII. Manuscrito sobre papel. 31x22 cm (cada carta) Arcgivo de Misón Ruiz (depositado en el Archivo Histórico Provincial de Valladolid)

El famoso banquero medinense Simón Ruiz Envito, cuya actividad inicial estuvo vinculada al comercio e los paños, con un carácter principalmente europeo, no podía estar ausente en los nuevos mercados que se abrieron tras el descubrimiento e América y especialmente después de 1565, con la apertura de Oriente a través de los galeones de Manila.

La correspondencia relacionada con asuntos comerciales entre Medina del Campo, Sevilla y América, ronda las 2.700 cartas, según cita D. Eufemio Lorenzo Sanz.

Conviene destacar que, como hombre avanzado en los negocios, buscaba el comercio donde lo hubiera. No podemos olvidar su carácter internacional en toda Europa, principalmente con Flandes. Así tiene contactos en dos grandes rutas de Oriente. Por un lado con América, principalmente con México y también con el Virreinato de Perú, pero también con portugal. Debemos de tener en cuenta que con Felipe II, las dos coronas están juntas, aunque los portugueses no querían que los españoles se entrometieran en su ruta tradicional al Oriente y por tanto tampoco en sus mercados.

Para ilustrar esta relación con los mercados de ultramar, se presenta en esta exposición en primer lugar una "cara de crédito de Goa" de 1602, aunque ésta ya con su sobrino Cosme Ruiz. La otra relacionada con Portugal es del año 1591 en que se le informa desde Lisboa de que "ha llegado a Madrid el palo de la China".

De las relaciones con América se exponen los documentos. Una carta en que se comunica de la entrega de "una mesa y colcha de paño de China de la India" y la otra hace relación al valor de "trece barras plata" llegadas con la flota de Indias con pago a Simón Ruiz y Francisco de la Presa por un crédito concedido a Felipe II.

Su comercio con ultramar se basó en temas relacionados con paños y su elaboración, principalmente con la cochinilla para los tintes. En general, como afirma Eufemio Lorenzo, los negocios de Simón Ruiz, tanto con Sevilla como con ultramar, no resultaron positivos y los impagos estuvieron a la orden del día. De hecho, mucha de la correspondencia alude a cartas de crédito o por asuntos de deudas arrastradas.

Bibliografía: LORENZO SANZ, e., Valladolid 1979, pp. 216-256.

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