|
|
Logo Vinos Tierra de Medina |
III LA GRAN EXPANSIÓN COMERCIAL DE LOS CALDOS DE MEDINA
La superior calidad de los vinos blancos de Medina y su Tierra fueron un factor esencial de la gran extensión alcanzada en el cultivo vitícola dentro de la comarca y muy principalmente dentro del término de su villa capitalina; pero sólo de manera indirecta, es decir, a través del decisivo fomento de la salida comercial del producto, pues su destino masivo era la venta para el propio consumo comarcal, particularmente de la ciudad de las ferias, y, más aún, para el consumo de su basto entorno regional y extrarregional.
La gran importancia de los volúmenes comerciales
Existen, pues, dos tipos de salidas comerciales para los vinos; las ventas al por menor, realizadas casi exclusivamente en las tabernas o puestos similares y que se destinan al consumo local o de las gentes de paso, y las ventas al por mayor, realizadas mediante corredores, nombrados por los concejos, a los arrieros y que tenían un destino extracomarcal más o menos distante.
Las primeras eran, en general, muy escasas por razones obvias. Solamente en los núcleos más poblados o al sur de la campiña, donde la propiedad vitícola estaba más concentrada, tales ventas adquirían un mayor desarrollo. Sin duda en este aspecto el centro más destacable era Medina durante el siglo XVI, como consecuencia de la gran afluencia a las ferias y el particular carácter de una población urbana. Por ello, frente a la escasa reglamentación la mayoría de los centros comarcales en materia de ventas detallistas, la capital ofrece, en cambio, una profusión normativa, señal inequívoca de la importancia concedida a esta vía de comercialización de sus caldos. Pero durante el siglo XVI, en que Medina vive el esplendor de su actividad comercial, hay una gran libertad en este capítulo vinícola, que nos impide una mínima evaluación global de los volúmenes de caldos vendidos al detall.
En efecto, las tabernas de particulares abundan, no existiendo, en cambio, ninguna pública o concejil; en consecuencia, cada cosechero y regatón trata de establecer varias para sacar el máximo partido de una importante demanda. En tales circunstancias no faltaban frecuentes irregularidades que el concejo, mediante oportunas ordenanzas, trataba de evitar o, al menos, de disminuir, atento, por una parte, a proteger a los visitantes de las ferias y a los burgueses establecidos en la ciudad y, por otra, a eliminar el fraude fiscal y, en última instancia, a defender al gremio del vino. Así, cuando el aumento de los precios -lo que solía suceder en el período de ferias- se consideraba excesivo, se les fijaba un tope máximo (); e igualmente se atendía a la calidad prohibiendo "adobar el vino con cal, ceniza, greda y otros ingredientes" (). Además se aseguraba el pago de impuestos mediante diversas prácticas, como la realización de aforos después de vendimias, la petición de permiso para poner canilla a una cuba o las diversas inspecciones de bodegas a lo largo del año (), y, a pesar del gran consumo y demanda del vino blanco, se protegía su salida comercial prohibiendo la introducción e caldos procedentes de otras regiones y la venta de vino tinto no producido por los cosecheros del término ().
Si los volúmenes de caldos vendidos para el consumo de la ciudad, tanto de sus habitantes como de sus transeúntes, por fuerza habían de ser cuantiosos en Medina, las ventas al por mayor eran mucho más importantes, sin ninguna duda. Medina, en efecto, no sólo era, a la sazón, capaz de dar salida al vino producido en su término, en una época de máxima expansión de su viñedo, sino que además actuaba como intermediaria en la comercialización de parte de la cosecha de la Tierra a través de los grandes cosecheros y especuladores, pues éstos, como ya se ha señalado anteriormente, preludiando la figura posterior del bodeguero, adquirían en los pueblos circundantes parte de su cosecha, en uva o en mosto, para negociar con ella tras su crianza. Así, Medina en el período de 1592 a 1595 tenía un aforo de cosecha media anual almacenada en sus bodegas de 45.000 a 50.000 Hls., teniendo, sin embargo, sus vecinos una producción media anual de sólo 30.000 Hls. La diferencia estaba integrada, en parte, por vino añejo y, en parte, por adquisiciones de uva y mosto a viticultores de los términos cercanos. De semejante cantidad aforada, según, declaraciones del gremio de cosecheros, se vendían anualmente unas dos terceras partes, es decir, de 30.000 a 35.000 Hls. prescindiendo de los 8.000 que se perdían ().
En tales circunstancias el comercio del vino alcanzó un gran relieve en Medina. Hacia mediados del siglo XVI absorbía un importante número de personas directamente relacionadas con aquél; 43 contabilizaba Bennassar en el Censo de 1561, de los cuales 6 son corredores del vino (). Y, aún dentro del importante y variado comercio de una ciudad de ferias, su papel era igualmente notable: en el año 1522 el comercio del vino participaba en el encabezamiento de alcabalas de Medina, que superaba los 6 millones de maravedís, con cerca de medio millón, lo que representa un 8 por ciento (); y durante los años que van de 1547 a 1550, el gremio de cosecheros del vino, a pesar de no tributar los miembros eclesiásticos, contribuye con una cuantía de 200.000 a 250.000 mrs. y un porcentaje de 17 al 20 por ciento, siendo sólo superado en cargas fiscales por el gremio de las joyas y equiparándose por tal concepto al de paños, de entre los 16 gremios existentes a la sazón de Medina (Ver cuadro nº. 2).
Participación en el reparto de alcabalas de los principales gremios de Medina y mediados del siglo XVI |
|
Cuantía en miles de maravedíes correspondientes a: |
Años |
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
1547...... |
1309.5 |
400.0 |
30,5 |
229,0 |
17,4 |
217,0 |
16,5 |
1548...... |
1.403.0 |
433,0 |
30,8 |
247,7 |
17,6 |
234,9 |
16,7 |
1549...... |
1490,2 |
456,5 |
30,6 |
264,2 |
17,7 |
250,4 |
16,8 |
1550...... |
990,2 |
225,2 |
22,7 |
122,1 |
12,3 |
200,0 |
20,1 |
|
Fuente: A.G.S. Expedientes de Hacienda. Leg. 125. |
Este papel comercial del vino se refuerza en la segunda mitad del siglo XVI a medida que se incrementa el viñedo, por una parte, y van a comenzar a decaer las ferias, por otra. El número de corredores llega a ascender a 12, a los que se añade un sobreestante; el concejo multiplica las ordenanzas para reglamentar al máximo el "ramo del vino" con la intención de evitar fraudes, y la ciudad va tomando conciencia de que "su principal caudal es el vino", frase que empieza a aparecer ahora en la documentación de Medina y que va a repetirse cada vez más en multitud de acuerdos concejiles como una expresión que se convierte en estereotipada().
El importante papel desempeñado por Medina y, a mayor distancia por Alaejos en la comercialización del vino de la Tierra era fruto, en gran medida, de su tradicional carácter comercial; pero reforzaban los impulsos creados por este hecho las medidas tomadas por Madrid los cuales exigían como garantía de calidad un abastecimiento de las bodegas precisamente en Medina del Campo y Alaejos y no en otros pueblos de su Tierra. Semejante conducta, a la par que da primacía comercial a estos núcleos, va a provocar precisamente florecimiento de la especulación: muchos grandes labradores y otras personas burguesas, una vez decaídas las ferias de Medina, encuentran una nueva forma de inversión de su dinero en la compra de uva y mosto en los pueblos vecinos para su crianza y posterior venta a los arrieros().
Los factores de la expansión comercial
Más allá de unas circunstancias tan concretas e inmediatas, como las señaladas, hay que tratar de averiguar cuales fueron las razones más profundas de una vocación comercial tan nítida, asumida por los viñedos de Medina y, por extensión, a su Tierra. Entonces se llega a la conclusión de que fue el resultado del juego entre oferta y demanda de caldos en las regiones de Castilla-León y Cordillera Cantábrica, del que pudo sacar partido nuestra comarca en virtud de un factor geográfico, su situación, y de otro técnico, la gran calidad de sus vinos blancos, habiendo actuado como factor desencadenante una coyuntura especial, la importancia comercial de Medina en función de sus Ferias. Veamos, pues, como actuaron tales factores.
La proximidad a las regiones consumidoras
Las posibilidades de consumo del vino blanco de Tierra de Medina por parte de Castilla la Vieja-León y la Región Cantábrica era muy grande. Por distintas razones la demanda del caldo va a ser muy fuerte en el siglo XVI. A finales de la Edad Media y durante el siglo XVI Castilla la Vieja-León desempeñaba un gran papel en la vida económica de España tanto por su impulso agrario como sobre todo por el desarrollo artesanal y comercial. Si el primero lo protagonizaban numerosísimos núcleos rurales, el segundo se centraba en un abundante número de ciudades y pueblos mayores: así en 1571 había en esta región más de 50 entidades de población que superaban los 2.000 o 2.500 habitantes() De ellas en torno a una docena sobrepasaban los 10.000 habitantes, habiendo incluso cuatro granes ciudades (Valladolid, Salamanca, Segovia y Burgos) con más de 20.000 cada una. En estas circunstancias, el vino que ha sido considerado históricamente como un alimento esencial, tanto como el pan, encontraba un importante consumo entre la gran masa del pueblo, en una época en que Castilla y León contaba con 1,5 a 2 millones de habitantes(). Y el vino de calidad experimentaba una demanda considerable entre las gentes poderosas de las florecientes ciudades castellanoleonesas, bien fueran burgueses y aristócratas o monasterios y alto clero. Por su parte, la región cantábrica con su medio millón de habitantes, que apreciaban sobremanera el vino, y dotada de ciudades portuarias, necesitadas de caldos finos, se sumaba a esta demanda, aunque fuera en un grado menor().
Una demanda tan importante posee en la época un abastecimiento u oferta peculiar, característico de las sociedades preindustriales. En un momento en que no existe un mercado nacional organizado, en el que la red de comunicaciones es muy deficiente y los medios de transportes resultaban lentos, difíciles y caros, la proximidad geográfica de los centros productores opera con una eficacia decisiva(). De ahí que para abastecer esta amplia demanda de vino existen abundantes viñedos en las propias regiones consumidoras(). De estos , unos son de carácter meramente local o comarcal, incapaces de producir excedentes para un comercio extracomarcal e incluso de abastecer a la propia ciudad o comarca. Entre ellos de he de catalogar la totalidad de los existentes en la región cantábrica, por sus inadecuadas condiciones ecológicas, y una gran parte de los de Castilla la Vieja y león. Otros, en cambio, poseen un auténtico carácter comercial, destinados a un consumo más o menos lejano de los centros productores; entre ellos se cuentas los de Tierra de Campos, Tierra del Vino y e Toro, Tierra de Medina, Alaejos y Madrigal y Ribera de Aranda y Peñafiel. Por su parte también atienden el consumo de Castilla la Vieja-León y región cantábrica viñedos situados en su entorno, como los gallegos, los de la "Sierra" -al ur de la Cordillera Central- y los de La Rioja, aunque todavía no ha alcanzado su mayor apogeo.
En estas circunstancias, la competencia que experimenta la Tierra de Medina ha de ser importante. La región cantábrica, desde Asturias hasta Gupúzcoa, ha de acudir a un abastecimiento exterior; pero la importancia de éste depende, en gran parte, de la cercanía. Por ello, Asturias extrae la casi totalidad de sus vinos de Galicia y los Páramos leoneses y, en menor escala, de Tierra de Campos y de Tierra de Toro. y, del mismo modo, Guipúzcoa es provista completamente por la Navarra superior y la Rioja. Así, pues, ambos extremos de la región cantábrica quedan excluidos del comercio vinícola con la Tierra de Medina. A la zona intermedia, en cambio, sí que llega el vino de Medina y su Tierra. Pero se ha de repartir el mercado con centros productores más cercanos, como los de Tierra de Campos. Ribera de Aranda y la Rioja; y otro tanto sucede en Castilla la Vieja y León, al estar la Tierra de Medina rodeada de importantes viñedos en las diversas direcciones.
Gran calidad de los vinos blancos
Si, a pesar de esta abundancia de centros productores y su consiguiente competencia, los vinos Tierra de Medina y Alaejos tiene un ámbito mercantil tan amplio, de manera que llegan a penetrar en las más diversas áreas de mercado abastecidas por otras comarcas más próximas e incluso saltan a Guadarrama para aprovisionar a Madrid, ello es debido sobre todo a la calidad de que están dotados. En efecto, los vinos producidos en las regiones cantábricas y de Castilla y León son en su inmensa mayoría ordinarios, a veces de ínfima calidad, como es el caso de los producidos pos los viñedos locales cantábricos y de la Ribera Oriental del Duero. Solamente destacan por su bondad los de Toro, y especialmente, los de Tierra de Madrigal y Tierra de Medina; pero los primeros son tintos en su gran parte y los d Madrigal van decayendo en el siglo XVI a medida que prosperan los situados en su inmediata zona septentrional. Así, los vinos de nuestra comarca se alzan en toda la región como los auténticos vinos blancos de calidad, tanto si eran del año, como, sobre todo, si poseían la categoría de añejos, estado éste inalcanzable para el resto.
Otros vinos blancos de calidad, exteriores la región, pugnaban por abastecer a ésta. De ellos los que tuvieron más fortuna fueron los producidos en su inmediato entorno: así, los blancos de Ribadavia abastecían el litoral cantábrico; Los de Sierra de Gata y Norte de Cáceres, a la provincia de Salamanca llegando incluso a Benavente; los de Cebreros, San Martín y, en general, los de Castilla la Nueva, a Ávila y Segovia con penetración en Palencia, Burgos y Bilbao, y los navarros de Peralta, a Vizcaya y Burgos. Pero la competencia que implicó para la Tierra de medina fue muy escasa, si se exceptúa en la provincia de Salamanca. Frente a la inferior calidad de los blancos gallegos o a la superior del resto, los de Medina triunfan por su calidad suficiente y, sobre todo, por el menor precio que ocasionaba un transporte más barato por su cercanía. En estas circunstancias se entiende que vinos aún más lejanos, como los de Portugal, Andalucía, levante, Canarias o los franceses, fueran un raro lujo que aparecían solamente en las ciudades portuarias, como Bilbao, o en las intensamente mercantiles del interior, como Burgos().
Los vinos blancos de Tierra de Medina, en virtud de su calidad, van a poder franquear las puertas de un amplio mercado con diversas vías de acceso. Un grave obstáculo, que frenaba la expansión comercial de los viñedos más progresivos, era el riguroso proteccionismo ejercido por pueblos, ciudades y jurisdicciones más amplias, como La Liébana o el Valla de Camargo, para asegurar el consumo de la propia cosecha(). La tendencia a un mayor rigor corría pareja con la inferior calidad de los vinos -caso de los viñedos cantábricos- o la importancia del mercado propio -como sucedía en Valladolid, rodeada además de viñedos de renombre-. En todas partes esta protección implicaba la prohibición de entrada d vinos de fuera de la propia jurisdicción hasta estar consumida la producción local. Así, la duración de este periodo, que variaba según la bondad de cada año y la capacidad de producción y consumo de cada centro, acarreaba un cierre temporal de gran número de mercados para las comarcas exportadoras.
Sin embargo existían siempre fisuras por las cuales los vinos de Medina y su comarca van a poder introducirse con facilidad, aspecto en el que radica una de las ventajas. Durante todo el año está permitida, hasta el los viñedos más protegidos y mejor previstos de vino, como es el caso de Zamora, la entrada de los vinos de calidad, entre los que se se hallan incluidos los ordinarios y, sobre todo, los añejos de Medina y Madrigal. Considerados éstos como medicinales y vigorizantes o tonificantes, son necesarios en todo tiempo para enfermos y ancianos pero especialmente durante el invierno, estación en que su consumo experimentaba un incremento().
Si se exceptúa el caso de los viñedos locales más amenazados, como sucedía con los del Valle de Camargo hacia 1620, en que la única forma de surtirse de tales vinos era la compra fuera del valle para un consumo particular, lo normal era la adquisición de una tabernilla especializada. Así, existe una auténtica proliferación de tabernillas de vino blanco de Madrigal y, sobre todo, de Medina y Alaejos y su comarca en toda la meseta septentrional y cordillera cantábrica, tanto en los centros más importantes, dotados o no de un viñedo local, los cuales precisaban de varias, como incluso en núcleos más reducidos, tales como Villodrigo, en Palencia, o Araúzo de Miel, en Burgos, cuando este último no alcanzaba los 200 vecinos en 1581. Esta extensa y tupida red de tabernillas proporcionaba una importante salida comercial para los vinos mejores de Tierra de Medina gracias a su abundancia, pues el consumo en ellas, al estar destinado únicamente a algunos enfermos y ricos era escaso.
Pero, además, junto a la mencionada razón médica, otras de carácter social saltan por encima de las prohibiciones proteccionistas. Frecuentemente el clero, como el de León; los monasterios, como el de Sahagún, o el de San Esteban de Salamanca, y determinados ciudadanos cualificados, como los de Salamanca, poseían el privilegio de introducción de vinos de procedencia exterior, bien fueran comprados, o bien originarios de los diezmos, aunque normalmente su destino exclusivo era el propio consumo(). Dada la capacidad económica de tales privilegiados, frecuentemente se dirigían hacia los vinos blancos de nuestra comarca, abasteciéndose en ella al por mayor().
Ello implicaba, en primer lugar, un gran consumo de vino de calidad por cabeza entre los adquirentes, lo que compensaba el menor radio social alcanzado por estos vinos: Clero, Monasterios y burguesía de las ciudades aparecían como grandes consumidores del vino. Por otra parte, se aseguraba la estabilidad de su demanda a lo largo de los años, otra ventaja que aprovechaban los caldos de nuestra comarca,. Las fluctuaciones anuales en la capacidad adquisitiva, tan sensibles en las grandes masas del pueblo, son prácticamente imperceptibles en los estratos superiores de la sociedad().
Una segunda ventaja que entraña la superior calidad de los vinos de la comarca es la mayor capacidad de competencia frente a otros caldos de inferior calidad, en virtud del factor transporte. En efecto, los elevados costos de transporte tradicional son responsables de que su participación en el precio de venta final del mismo sea mayor cuando menor sea el precio de venta en el lugar de origen -o, lo que es lo mismo, cuando peor sea su calidad- y cuanto mayor sea la distancia entre los centros productores y consumidores(). Por el contrario, los vinos de la Tierra de Medina, en virtud del factor compensador del transporte, aunque caros en el lugar de origen, van acercando sus precios de venta al consumidor respecto a los otros vinos, a medida que el punto de destino es más lejano o el medio de transporte resulta más caro. Entonces, por un precio algo mayor, se podían adquirir unos vinos de una calidad muy superior a la del resto. Así, nuestros vinos pudieron obtener una demanda dispersa y lejana.
Una tercera ventaja se añade a veces a las anteriores por los vinos de Tierra de Medina. Un grave inconveniente que se opone al desarrollo comercial es la "postura" o fijación de un precio máximo, a que están sujetos los diversos artículos alimenticios en los centros consumidores. El precio máximo expuesto por las autoridades en defensa del consumidor, especialmente en las ciudades, ocasionó frecuentes pleitos con transportistas y taberneros, al limitar en exceso las ganancias de éstos, llegando a interrumpir el abastecimiento a diversas ciudades(). La explicación parece clara: Las "posturas" mostraban tendencia a la estabilidad, reflejando muy poco las variaciones anuales en los costos de compra y transporte que, sin embargo, solían ser bruscas y fuertes(). En estas circunstancias el estímulo del transportista y del tabernero, frecuentemente la misma persona, era escaso. Con los vinos de nuestra comarca, sobre todo cuando su destino era una ciudad y, más aún, si esta era la Corte, sucedía en general lo mismo.
Sin embargo, existen excepciones expresivas, puestas de relieve por dos documentos de determinados lugares de la zona cantábrica. El consejo de Potes, que fijaba el precio del vino vendido en toda la Liébana, exceptuada en 1646 "el vino blanco del río Duero para allá, que llaman de Madrigal, que resulta poderse vender sin postura, según la dicha costumbre inmemorial"(). Una ventaja similar disfrutaban en 1535 los vinos importados en Santander, al ser su venta franca de alcabalas los sábados, tanto al por mayor como al por menor, lo cual beneficiará sobre todo a los blancos, que tenían un impuesto más cuantioso(). De esta manera los trnasportistas, estimulados, habían de impulsar el comercio con tales regiones.
La importancia comercial de Medina en función de sus Ferias
Pero el motor que puso primero en marcha y, posteriormente, desarrolló el papel comercial de los vinos Tierra de Medina-Madrigal, lo constituyó una coyuntura económica fraguada durante la Edad Medina y que culminó a principios de los tiempos modernos. Desde fecha temprana (existen testimonios desde el siglo (XII) se establecieron sólidas relaciones comerciales entre Castilla la Vieja-León y sus regiones contiguas, especialmente la Cordillera Cantábrica, destinadas a equilibrar las deficiencias de sus economías respectivas(). Dentro del círculo comercial al que dieron lugar, debía de estar incluido el vino de Castilla y posiblemente también el de nuestra comarca o de regiones aledañas(). Pero a finales de la Edad Media y durante el siglo XVI una nueva circunstancia comercial, las importantes Ferias de Medina, va a ser decisiva para desarrollar al máximo la función comercial de los vinos Tierra de Medina. Ellas constituyen un óptimo vehículo de conocimiento y aprecio de sus caldos para los ricos mercaderes castellanos e incluso extranjeros que visitaban periódicamente Medina y, de vuelta a sus casas, tornaban con sus cargas de apreciado vino. En ellas, asimismo, los habitantes de las montañas cantábricas tomaron la costumbre de cargar, como flete de retorno, el vino de la Tierra a cambio de las venta de los productos de la Montaña o extranjeros().
De esta manera, los vinos de la comarca medinense fueron conocidos en los más lejanos rincones y conquistaron un amplio dominio comercial. E igualmente esta circunstancia de las ferias va a conceder a la Campiña de Medina-Alaejos, y en especial a Medina, un puesto capital en el comercio vinícola, erigiéndose en vía de salida de gran parte de los vinos de su Tierra.
La gran amplitud de su dominio comercial
El conjunto de factores analizados va a determinar el dominio comercial de los vinos blancos de Medina y su Tierra en el siglo XVI() Sus confines por el norte y por el Sur llegaban, respectivamente, hasta el mar cantábrico, con ramificaciones en Francia y Flandes, y hasta la Cordillera Central, con una prolongación hasta Madrid. Por Occidente y Oriente sus límites pasaban cerca de la frontera con Portugal, el Bierzo y Asturias, por una parte, y por Soria, Cordillera Ibérica. Álava y Guipúzcoa, por otra. Veamos, pues, sus diversas áreas comerciales y su articulación y jerarquización interior para establecer las principales vías de tráfico en que se desarrolló el comercio de los vinos de la comarca durante la citada centuria.
Zona occidental y meridional de Castilla y León
Sin duda, uno de los ámbitos de mercado más reducido lo constituía la zona occidental de Castilla y León, de la que, por otra parte, había que excluir el más inmediato contorno de la ciudad de Zamora. Aunque cuenta con dispersos y poco dinámicos viñedos locales. está, en cambio, rodeada de viñedos de gran capacidad comercial, como los de Tierra de Campos, los de Toro y Zamora, los de Guareña -al Sureste de Zamora y al Noroeste de Salamanca- y los de la Sierra de Gata y Peña de Francia, estos últimos, además, de calidad. En consecuencia, los niveles de consumo del vino de la Tierra de Medina son escasos. Al resultar éste innecesario en el abastecimiento ordinario, su única vía de penetración estaba constituida por las "tabernillas" de vino blanco, de reducida capacidad de venta, y de las adquisiciones de grupos privilegiados, tales como los ciudadanos ricos de Salamanca y León y los conventos de San Esteban de Salamanca y Sahagún y el clero de León.
FIGURA 2.
|
Los viñedos de Medina durante el siglo XVI. |
Un consumo mucho mayor poseía la zona correspondiente a las actuales provincias de Ávila y Segovia, especialmente en su sector de tierra alta, donde radicas los dos cualificados centros urbanos de sus respectivas capitales. Dos circunstancias propicias contribuían a ello. La posibilidad de competencia por otros viñedos era reducida, pues los del Norte de Salamanca, Coca, Arévalo-Madrigal y Cebreros producían unos volúmenes a todas luces insuficientes para abastecer la zona; pero, además, era muy marcada en ésta la preferencia por el consumo del vino blanco frente al tinto. En consecuencia, junto al consumo del vino superior vendido en las tabernillas de los principales núcleos de población -las cuales a veces se multiplican, como en Segovia, que cuenta con tres- o el adquirido directamente en los centros productores por conventos, nobles o burgueses, existen también una gran profusión de tabernas de vino ordinario dispersas por los núcleos rurales y que en las más importantes ciudades adquieren una gran concentración. En el abastecimiento de este consumo, tanto cualificado como de vino ordinario, la participación del proveniente de Medina y su Tierra era mayoritaria, al estar ya representado el de Madrigal en una reducida cuantía. Por ello no es de estrañar que en esta época un importante volumen del comercio vinícola de nuestra comarca se dirigiera al Sur (Ver figura 2).
Norte del Duero
Un carácter distinto tenía la zona de páramos y campañas que se extiende al Norte del Duero. Dotada de notables viñedos urbanos, como los de Palencia o Valladolid, contaba además con importantes viñedos comerciales (Toro, Tierra de Campos y Ribera de Aranda y Peñafiel). Sin embargo, los vinos blancos eran de mala calidad, a excepción de los producidos en la Tierra de Toro, situados en una posición tan periférica o más que nuestra comarca. Por ello, los vinos blancos del Sur del Duero, especialmente la Tierra de Medina, tenían asegurados los mercados cualificados de esta zona y, de rechazo, van a provocar, a la larga, la ruina de los viñedos de blanco de la misma. En general, pues, el consumo de vino blanco de Medina y su Tierra se hacía a través de las tabernillas de las principales ciudades, como Valladolid, palencia, Carrión de los Condes y otras similares, e incluso de centros menores, como Herrera de Pisuerga y Villodrigo. El gasto, por tanto, no era voluminoso en la mayoría de los años . Así, Palencia consume en la tabernilla de vino blanco entre los 200 y 300 Hls. anuales procedentes de Tierra de Medina. Únicamente en los años en los que las cosechas locales eran débiles se procedía a importaciones masivas de caldo de Medina.
Las Montañas del Norte
Pero donde los vinos de Medina encuentran su principal salida es en la zona montañosa septentrional, dentro de la cual incluimos no sólo Santander, Vizcaya y Guipúzcoa, sino también toda la orla montañosa de palencia y Burgos, haciéndola descender a efectos de mercado, a la ciudad de Burgos y el sector centro-oriental, no vitícola, de esta provincia. Provista exclusivamente, en el mejor de los casos, de viñedos de carácter local, incapaces en general de abastecer durante todo el año a los propios centros productores, sus gentes, en cambio, aprecian en gran medida el vino, como hemos señalado en otro lugar. En su zona meridional y oriental se sitúan los viñedos comerciales de la Rioja, Tierra de Campos y la Ribera Oriental del Duero. Pero los primeros no ha alcanzado todavía su mejor momento, por lo que el radio de su mercado no pasa de Guipúzcoa y del Ebro Superior y ciudad de Burgos;y los de la Ribera del Duero, por su parte, de mala calidad, sobrepasan con dificultad la ciudad citada. Por ello el abastecimiento de esta región en vinos ordinarios lo ha de compartir la Tierra de Campos con la de Medina, quedando, por otro lado, reservada la esta última, casi por completo, la exportación d vinos preciosos, pues los aportes por mar no representaban un grave peligro de competencia. A la penetración de nuestros vinos en este mercado debió contribuir, en gran medida, el hecho de constituir los caldos de Castilla, y más concretamente los de Tierra de Medina, un cómodo flete de retorno en el descenso de los arrieros a Castilla, principalmente a las ferias de Medina.
Aparte de las tabernillas de vino blanco precioso de las ciudades o núcleos rurales más importantes, en que se distinguía una para enfermos y otra para la libre adquisición por los vecinos, como en Burgos o en Bilbao, había tabernas de vinos tintos y también de blancos ordinarios, entre los que estaban bien representados los de Medina-Alaejos, en gran número de núcleos rurales, amén de los urbanos. En estas tabernas se vendía vino importado, unas veces durante todo el año, como en el sector de la Cordillera Ibérica de la provincia de Burgos; otras, solamente después de consumida la cosecha local, como acontecía en las montañas de Vizcaya o Santander. Otra vía de adquisición de caldos de nuestra comarca era la compra al por mayor, sobre todo, y al por menor, también, en los mercados semanales, francos con frecuencia de alcabalas. todos estos procedimientos d comercialización debía reunir un volumen global importante, aunque carezcamos para el siglo XVI de datos precisos de consumo de nuestros vinos en esta región; pero, en cambio, poseemos pruebas indirectas de su importancia. A principios del siglo XVII un anónimo historiador de Medina señalaba a "Burgos, Vizcaya y la Montaña" como las principales zonas destinatarias de los vinos de Medina(). Un fiel reflejo de la capacidad de penetración de los blancos de Castilla -bajo cuya denominación se alude a los de Tordesillas y sobre todo a los de Tierras de Medina- encontramos en las ordenanzas proteccionistas de la Montaña, dictadas a principios del siglo XVII, en las que se culpa expresamente a la importación de tales vinos de los peligros de ruina, o de la decadencia ya iniciada, en los viñedos cantábricos().
El extranjero y la Corte
Una muestra de gran expansión comercial alcanzada por los vinos de medina y su Tierra en el siglo XVI y del gran aprecio de que gozaron por su calidad fue el hecho de que, saltando las fronteras nacionales, llegaron a penetrar, aunque sólo fuera ocasionalmente, en Francia y Flandes y, sobre todo, que lograron conquistar el mercado de la Corte. Madrid, con la elección por Felipe II de esta ciudad para sede de la Corte, experimentó un gran auge en su población, aumentando a la par el número de nobles, burgueses y burócratas -grandes consumidores de vino de calidad- que llevaba consigo el séquito real(). Ante esta nueva realidad urbana la zona septentrional de Castilla la Nueva se mostró incapaz de surtir con suficiente abundancia a la ciudad de Madrid con vinos preciosos de renombre(). Por ello junto a los vinos de Illana, en Guadalajara; de Lillo,en Toledo, y de San Martín de Valdeiglesias, en Madrid, figuran también en el abastecimiento de la Corte los de Medina del Campo, Alaejos y Madrigal, cuya presencia aparece documentada en 1582, aprovechando, sin duda, la conocida fama que les había deparado las Ferias de Medina(). En virtud de este medio de conocimiento, los Alcaldes de Casa y Corte tenían ordenado en 1595 a los taberneros que se abastecieran de vino precioso en los centros de Medina y Alaejos precisamente, de ninguna manera en otros pueblos de la Tierra. Aunque posteriormente, en 1597, ante las protestas, ya descritas, de los abastecedores originadas por los fraudes en calidad y en precios de los vinos cometidos por los regatones de Medina, el ámbito de compra se amplía a los restantes pueblos de su comarca.
Desconocemos los niveles de consumo; pero, dadas las características del mercado y la escasa competencia de las otras zonas proveedoras, aquel debió de de ser relativamente alto. De hecho en 1596 había en la Corte cinco taberneros, por lo menos, especializados en la venta de "vino de Medina y Alaejos"().
Así, pues, y en conclusiones, el tráfico de los vinos de Medina y su Tierra en la segunda mitas del siglo XVI seguía dos grandes rutas: una hacia el Norte-Nordeste, en dirección a Burgos, Santander y Bilbao, que era la más importante, y otra, hacia el Sureste, en dirección hacia la Sierra de Gredos y del Guadarrama, dando salida entre ambas a la mayor parte de la producción excedentaria de la comarca. la ruta meridional daba lugar a un triángulo formado por una red interior de tabernas, tanto más densas cuanto más cercana a la base, la cual se apoyaba, como en mercados muy principales, en Ávila y Segovia; una importante prolongación de la misma estaba constituida por el mercado altamente cualificado de Madrid. Por su parte, la ruta septentrional, que drenaba la mayor intensidad de tráfico, tenía un primer tramo, de ámbito rectangular, que incluía solamente tabernillas en los núcleos más importantes, sobre todo en Valladolid; la más importante, pues, era la segunda parte, con ramificaciones hacia la zona no vitícola de Burgos y, alejándose aún más, hacia Vizcaya y las montañas de Santander, en cuyo dominio, a la escasa densidad alcanzada por las tabernillas, situadas en los centros más poblados, se sumaba una amplia dispersión de tabernas de vino ordinario por gran parte de los núcleos rurales.
Esta pagina está en constante actualización, diseñada para visualizar en 800 x 600 y superior, mantenida por Juan Antonio del Sol Hernández - MEDINA DEL CAMPO, -- Teléf. 696 42 68 94 -- Última modificación:
© 2002-2008 Todos los derechos reservados.
|
|