El
paraje conocido como Las Salinas, a cuatro kilómetros de Medina,
hunde sus raíces en dos aldeas denominadas Salitier y Salinas,
fundadas hacia la segunda mitad del siglo XI y unidas a una misma comunidad
parroquial, al menos, desde 1265. Sucesota de aquella parroquia medieval
será la Ermita
de Ntra. Sra. de las Salinas, que se mantuvo con culto hasta 1801,
año en que se declaró en ruina. La advocación de
dicha capilla --a donde se iba en romería el día de
San Juan hasta mediados del siglo XX-- responde, como puede suponerse,
a la existencia en sus cercanías de pozos de agua salobre aprovechados,
al menos, desde tiempos de los Reyes Católicos, para la obtención
de sal. Ya López Osorio en su obra "Principios, grandeza
y caída de la noble villa de Medina
del Campo (1610-1616)", comenta cómo "yo
y muchos que hoy viven vimos hacer montones de sal que salía
del agua de los pozos". Pasando el tiempo, dichos manantiales
salinos fueron aprovechados sucesivamente por la Abadía medinense,
la Real Hacienda y el Concejo, hasta el segundo cuarto de siglo XIX.
Tras
un breve abandono temporal, el senador Manuel Ortiz de Pinedo compra
los terrenos y manantiales, no para la obtención de sal sino
para aprovechar los efectos curativos de sus "aguas clorurado-sódicas-sulfutosas
y bromo-yoduradas", calificadas como "las más mineralizadas
del mundo"; así como "aguas madres" --las que
quedan una ve cristalizada la sal--, que son consideradas como "únicas
en España" en El Financiero Hispano-Americano de julio
de 1911. Por entonces, la fama de las aguas salinas ya había
trascendido y prueba de ello es que en julio de 1909 el balneario era
visitado por la infanta Isbel de Borbón, según leemos
en el semanario local "El Eco Mercantil" (18-VII-1909.
El
primer balneario se había inaugurado en 1891, aprovechando el
momento de auge de la hidroterapia como innovador sistema curativo,
y dos años después se declaraba de utilidad pública
por el Real Consejo de Sanidad. A él corresponden las fotografías
de este primer capítulo, obtenidas durante la primera década
del siglo XX, antes de la construcción del Gran
Hotel. En ellas podemos contemplar buena parte de las primeras instalaciones
del establecimiento: varias visitas generales en las que se aprecian
las balsas donde se recogían las "aguas madres",
los depósitos, estanques y albercas; las casetas de los manantiales,
las galerías de baño y, especialmente, el primer hotel
--más adelante llamado "de segunda clase"--,
acogedora casa de huéspedes de dos plantas con fachada y porche
delantero, amplio comedor y recoleta capilla.
Reportaje
fotográfico