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160. - El Zapardiel.-
Río Zapardiel de Medina del Campo, crecido.
Son escasas y poco explícitas las notras halladas para fundamentar unas consideraciones concernientes a los epígrafes de este capítulo, por más que entrambos, sanidad e instrucción, menos el segundo que el primero, consagraran los medinenses cuidados y preocupaciones para salvaguardar capital tan valioso como la salud corporal y espiritual, muchas veces en precario. Daré, sin embargo, al lector conocimiento de las mismas y por ellas formará, cuando menos, juicio de lo que hemos ganado los que vivimos ahora, recordando la graves situaciones por que atravesaron nuestros antepasados.
Los ríos fueron siempre agentes de civilización y riqueza para las ciudades asentadas en sus orillas, de tal modo que casi no es concebible una gran ciudad sin estar a la vera de un gran río o del mar. Madrid ha superado la dificultad de la pobreza de su Manzanares con muy costosas obras de canalización para poder beber, bañarse e inmunizarse.
Ermita de San Roque, Medina del Campo. Dibujo a plumín realizado por el autor de esta página.
El menguado y maloliente Zapardiel no ha beneficiado, bajo ningún aspecto a Medina, y en cambio le han causado serios quebrantos y perjuicios. El paludismo, hijo natural del curso lento y fangoso de este aprendiz de río, ha postrado a los medinenses muchos días de su vida y ha postrado en consecuencia a la villa. Los libros de acuerdos de Ayuntamiento y Cabildos son constante testimonio de que hemos cumplido en este punto la primera parte del adagio castellano: "A Dios rogando...". Con frecuencia se han hecho rogativas, y la reconstrucción, en 1760, de la ermita de San Roque, próxima y frente al río, parece es una rogativa perenne, un templo votivo. Pero Dios no ha hecho nunca ni hace ni hará milagros a troche y moche. Basta a su adorable Providencia habernos dado sentido común para conocer que agua estancada es agua corrompida que emponzoña el ambiente y a quien la respira, y en su virtud devieron los medinenses haber manejado con más decisión y constancia el pico y la pala, que tal parece ser su significado etimológico, verificando el añejo proverbio: "Agua corriente no mata a la gente" No obstante, si no cuanto debieron, sí trabajaron en el saneamiento del río y de las lagunas próximas.
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161. - Conatos de encauzamiento.-
Ya Dijimos que en el desagüe de éstas gastaron el año 1490 la sima de 25.000 mrs., equivalentes a 1.785 jornales.
Por una Real Provisión otorgada en 1547 por el emperador Carlos, concedía licencia para "desabrir la madre del río..." (1).
El 30 de marzo de 1593 decían así los regidores: "Por cuanto en la crecida grande que trajo el Zapardiel el año mil e quinientos noventa y uno, por la fran furia del agua enfrente de las Casas del Ayuntamiento, hizo muchos focos donde se ha represado el agua, que causa muchos olores, y los médicos claman se remedie, no teniendo vertiente para desaguar, y los calores del verano causan muchas enfermedades, y conviene mucha para la salud de la villa se desagüe y vierta el agua y se purgue la villa..." , terminando con la petición de licencia para hacer las obras convenientes.
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162. - Desbordamientos.-
Crecida del Río Zapardiel Diciembre 1997
Creemos que no se acometieron ya obras importantes de encauzamiento en los siglos posteriores hasta el actual, n obstante ese convencimiento de la necesidad depurgar y limpiar, aunque los mortíferos efectos del estancamiento no dejaron de sentirse periódicamente. La pobreza en que se debatió la villa en esos siglos, pudo ser consecuencia atenuante, no eximente, de responsabilidad grave. las ternianas y cuartanas, endemia clásica, se consideraron algo inevitable y casi sin importancia cuando su exacerbación no postraba a media población. Tal aconteción entre otras ocasiones, el año 1788 en que se registraron 252 defunciones, --no inscribiéndose las de parvulines-- por 215 nacimientos. El día 24 de febrero experimentó el Zapardiel una crecida imponente. Se desbordó inundando huertas, derribando cercas, invadiendo calles y convirtiendo a la Plaza en laguna. El tránsito de los puentes Zurradores, Cadenas y por "el cañón de la muralla" de la ronda de San Francisco se hizo imposible, y el Ayuntamiento hubo de reunirse en sesión extraordinaria porque, el problema de salvar a los vecinos de las casas inundadas, se añadió elque la mayor parte de la población se quedó si el pan que traían los panaderos de allende del Duero. Se organizó una guardia permanente de cuadrilleros de la Santa Hermandad para que ejercieran vigilancia y pusieran a salvo a las personas amenazadas de verse anegadas por el embravecido Zapardiel. La corriente socavón y derrumbó algunas casas, y muchas de las calles de San Francisco, Rúa, Toledo, Cuenca, Pozo, Álamos, Gallegos, Herrería, Valladolid y otras, quedaron inhabilitadas por amenazar ruina. Los regidores elevaron humilde representación del Supremo Consejo de Castilla implorando ayuda para remediar el daño que, por ser grande fue menor que el causado por el desbordamiento del paludismo en el verano. Tanto se recrudeció que el Ayuntamiento, en sesión de 23 de septiembre, acordó celebrar rogativas por intercesión del San Roque, cuya imagen fue traída de la Colegial desde su ermita "teniendo consideración a que se ha experimentado no alcanzar los apósitos aplicados por los facultativos, sin duda por la mala calidad del contagio, y que la mayor parte de los habitantes se hallan, unos enfermos y recaídos y otros convalecientes y estropeados".
Los remansos que forma la Adajuela también dieron su contingente de fiebres intermitentes y preocuparon a médicos y regidores. Éstos, el18 de junio de 1695, "vieron una petición de D. Antonio de Rivera, abad desta villa y rector del hospital del obispo Barrientos... en que se interesa porque se terraplene una laguna continua al dicho hospital por ser dañosa según parece del médico" (2).
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163. - Prevenciones contra la epidemia.-
Mayor interés que en terraplenar lagunas y cloacas, productoras de la endemia, pusieron los medinenses en guardarse de la epidemia. Son muy frecuentes los acuerdos referentes al caso, y para ahorrarnos prolijidad vamos a trasladar solamente los más interesantes.
El 24 de abril de 1580 se trató en concejo "sobre guardarse de la peste que hay en Sevilla para que si Dios fuera servido, no venga la enfermedad...; proveyó de juntar los mejores médicos della para que dijesen las cosas que eran necesarias que no se comiesen ni vendiesen". Se juntaron, efectivamente, los doctores y promulgaron las siguientes ordenanzas o prevenciones: "Con tantas justas causas nos podemos temer de la grande enfermedad y peste que ha fatigado a Portugal y de presente ofende Sevilla y su comarca. Es muy necesario procurar con toda diligencia cuidado y prevención, proveyéndonos de médicos convenientes con los cuales Dios nos hará merced de librarnos de su misericordia, porque con salud mejor se puede servir a su divina Majestad, que serán los siguientes: primeramente se tenga particular cuenta con la limpieza de las calles y lugares públicos y particulares de la villa, como son las carnicerías, matadero, rastro, cárcel y hospitales, y todos los lugares donde se recojan pobres y gentes de poco abrigo, no consintiendo se viertan inmundicias ni las heces del vino. Que no se consientan andar por las calles puercos ni tenellos en la villa. Que no se consienta mondar pozos de los cuales a muchos días que no se aprovechan dellos, y los que hubiere se mandar tapar. Que los albañales de las casas estén siempre limpios y no se permita en ellos inmundicias ni ciénagas... Que el patio donde se vende la verdura... se limpie cada día. Que en las huertas no se permitan las hortalizas o malezas que sacan dellas, sino que se quemen o se cubran con otras ocas por evitar aquel dañoso olor. Que si obiere algunos labajos o pantanos de aguas detenidas se vacíen o se cieguen... Que no se permita vender cordero ni carnes cedosas y las gallinas se vendas vivas, y se visiten las demás cazas y no se consientan vender si no estuvieren muy bien tratadas. Que no se vendan peces ni abadejos y el pescado cecial sea bueno. Que no se venda cuajada, leche nata y requesón. Que en la carnicería se pese principalmente vaca y carnero; se mire si es buena y gorda y bien tratada... Que los pobres enfermos sean recogidos a un lugar dedicado para ello, donde sean proveídos de los que hubieren menester, y no se les permita andar por las calles. Que se tenga grandísimo cuidad de la guarda y vela de la villa, cómo no entre gente ni mercaderías, castas ni otra alguna cosa de aquellas partes conviciadas ni de sus comarcas, pues de tan pequeño descuido en semejante trabajo hemos visto destruídas provincias y despoblados reinos. El lic. Baez, el lic. Roa, el dr. Mercado".
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164. - Cerramiento y guardia de la villa.-
El Regimiento, como era de rigor, máxime ante la conminación postrera, mandó pregonar las prevenciones dictadas por tan escrupulosos facultativos, y cuidó en grado superlativo de la guarda de la villa, tomando providencias análogas a las puestas en vigor el 26 de mayo de 1565, que por ser más expresivas y claras copio seguidamente: "Que se cierren todas las puertas tapiándolas de tres tapias en alto para que no se entre nadie en ella sin saber de donde viene e quien es, dejando solo las puertas de Valladolid, e Salamanca, en las cuales se pongan puertas de madera para que de noche queden cerradas...; que todos los vecinos desta villa y sus arrabales rieguen y barran sus pertenencias dos veces cada día, una a la mañana y otra a la tarde; que no ande ningún puerco por la villa y sus arrabales so pena que los maten las personas que los toparen... e que se lleve la cabeza el que los topare. Que ninguna persona de los arrabales (extramuros) acoja a nadie sin cédula de la justicia sopena de diez mil maravedises... Que ninguna persona sea osada de entrar por encima de las murallas, sino solo por las puertas señaladas so pena de cien azotes, y si hubiera hombre noble veinte mil mrs. y un año de destierro. Que por cuanto se ha mandado a los obligados del servicio de la carne que no maten carne que no sea de la Rivera, atento que han sido informados que han muerto e pesado vaca de Benavente, la cual es muy dañosa pa la salud, principalmente en tiempo de peste, e aunque se le ha notificado no lo ha cumplido...".
La peste que motivó estas normas sanitarias rondaba lejos, por Burgos y Vitoria. El año 1659 se acercó mucho a la villa. Se informaron los regidores de que en Moraleja de Matacabras había pestilencia, y al punto destacaron un mensajero a Cervillego para que averiguase el suceso. Comprobó en efecto, que el día 3 de mayo habían muerto ocho personas "y nombraron al sr. Simón Ruiz, regidor, que vaya a Arévalo para que se dé orden con la justicia e regidores, como la peste de dicho lugar no haga daño a la república desta villa ni de las villas comarcanas... y los mismo vaya a la villa de Madrigal a hacer la misma diligencia... Se notifique a los mesoneros no acojan ninguna persona del dicho lugar ni de otro donde se entienda hay la dicha peste... Se notifique a todos los médicos y cirujanos y boticarios que ellos ni sus criados no curen ni sangren a ninguna persona de fuera desta villa, sin que tengan licencia del sr. corregidor... Quel dicho Simón Ruiz trate con las dichas villas lo que conviene pa el remedio de la dicha peste...".
No es dable adivinar los fundamentos en que hallaban aquellos experimentados médicos su marcada fobia contra los cerdos, pero lo cierto es que cuantas veces se dibujó en lontananza la terrible silueta de la peste, el sustancioso paquidermo pagó las costas del proceso. Acaso la triquinosis hizo ya sus apariciones, aunque lo riguroso incógnito; o tal ves se hacían sentir los prejuicios que nos dejaron los semitas que durante tanto tiempo convivieron con nuestros antepasados.
La preocupación de cerrar las puertas durante la noche no satisfacía plenamente el celo que por la salud sentían los regidores, pues constituían guardas de pie y de a caballo que vigilasen, de día y de noche, las entradas y caminos para evitar que pudieran entrar quienes no viniesen provistos de salvoconducto sanitario. Tales guardas fueron pagados en ocasiones con fondos municipales; otras veces guardaron los mismos vecinos por prestación personal (3).
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165. - La peste de 1763.-
No por tener la epidemia lejana, sino por padecerla dentro de casa, estuvieron repetidamente los medinenses en la más angustiosa tributación. Haremos referencia a la padecida en el invierno de 1763. A crer el auto del 4 de enero, los enfermos eran muchos, las muertes muy repetidas, mientras deliberaban los regidores había ocho personas de cuerpo presente, siendo lo que más llenaba su ánimo de pavor que uno de ellos era el único médico que había, pues el otro "había tomado recientemente nuevo partido". El procurador del Común apremió al Ayuntamiento para que, sin pérdida de momentos, gestionase la venida de médicos hábiles de Salamanca, Valladolid u otras partes; y en efecto, vinieron dos, uno de Salamanca y otro de Tordesillas. El 22 del mismo mes, ya estaban previstas las dos plazas, pero la epidemia, de extremada virulencia, no cesaba, y uno de los nuevos médicos también rendía tributo a la Parca el once de junio siguiente. Entonces fue cuando cubrió la vacante el Sr. Godínez de Paz de quien luego hablaremos. Las defunciones de adultos registrada en el año fueron 147; los nacimientos, 105.
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166. - Médicos y cirujanos.-
Espigaremos alguna noticia referente al personal sanitario.
Gómez Pereira...
En 1490 encontraremos asalariados a dos físicos, un bachiller físico y un cirujano. En 1547 solo figura asalariado para el servicio de los pobres el cirujano Hernándo. Entonces el curanderismo debía ejercer sus malas artes en grande escala, a juzgar por la siguiente petición del regidor Morejón el 15 de marzo del mismo año: "Quel corregidor haga desanimar a los médicos que curen en esta villa, y los que sean hábiles que curen, y los que no, no les dejen curar". Fue entendido el requerimiento porque viene a continuaciónel acuerdo de llamar a los médicos para practicar el examen prevenido en la pragmática vigente, exceptuando de tal diligencia a los doctores Fabricio y Sosa, al bachiller Gómez y licenciado Gómez Pereira, cuyos títulos y solvencia científica eran, por lo visto, notorios, y los del último universalmente reconocidos a posteriori.
La caída experimentada por Medina en los últimos años del siglo XVI, debió provocar la desbandada de médicos, como de mercaderes, porque en 1601 el presidente de la Chancillería expone a la villa la conveniencia de dar salario a un médico de experiencia "pues aunque se creía que con la venida de la Chancillería vendrían médicos sin salario, no han venido"
Posteriormente ya suele figurar, de modo habitual, un médico asalariado, más frecuentemente dos y en ocasiones tres, y algún cirujano. De todos estos galenos no han quedado huellas apreciables, exceptuando a cuatro: el Dr. Sosa, de quien ya hablamos en (103); el licenciado Gómez Pereira, de quien haremos mención especial más adelante; el Dr. Quiñones, que la tendrá en (NI, u) y D. Antonio Godínez de Paz (4).
Podemos considerar como sanitarios auxiliares a la decena de sangradores que habitualmente se ejercitaban, manejando con igual destreza la lanceta para desangrar a los medinenses que la navaja para rapar sus barbas.
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167. - Colegio de la Doctrina.-
Simón Ruiz Envito y Virués
No hay manera de eludir esta confesión tan amarga como verdadera. Medina puede merecer una fallo indulgente. si no absolutorio, al pedirle cuentas de lo que hizo al fin de resolver el problema capitalísimo de la sanidad pública. No merece fallo benévolo cuando se examina su aportación para resolver otro problema de sinigual importancia: el de la instrucción. ¡Con decir que todavía no ha levantado un edificio con destino a fin tan elevado! Porque lo que hayan hecho entidades particulares no ha de apuntarse al haber de la colectividad.
Anotaremos, escatimando el comentario propio, algunos hechos demostrados. En la primera mitaddel siglo XVI encontramos en funciones un colegio titulado de la Doctrina, subvencionado por el Ayuntamiento, Era sin duda la primera enseñanza, porque las alusiones conocidas se refieren a niños pobres, por lo que parece colegiarse que había otro u otros de niños no menesterosos.
La limosna con que la villa le patrocinara fue primeramente de tres cargas de trigo cada año, aumentada a doce en 1558, expresando que son "para ayuda del sustento de los niños"; y el 20 de febrero de 1577, al solicitar prórroga de licencia para conocer la misma limosna, se fundamentan en "que es muy buena y acepta a Dios nro. sr., pues non los niños pobres y no tener de qué sustentar..." Admitimos por consiguiente que el mentado colegio tenía algo semejante a lo que ahora llamamos comedores escolares, o sea, que al mismo tiempo que suministraba a las inteligencias su alimento que es la doctrina, proporcionaba también a los cuerpos el suyo que es el pan. ¡Magnífico complemento! Debía ser, por otra parte, institución arraigada y favorecida por la caridad pública, y me fundo para emitir este juicio en dos hechos: el 29 de noviembre de 1614 dicen los regidores: "Tomen cuenta a los herederos del Sr. Pérez Hasta de la administración de los niños de la doctrina y a los dos rectores que después han sido, y de los censos que se hubieren redimido". Tenía, pues, el colegio sus bienes, sus rentas, sus censos, que sería fruto de la liberación de sus protectores. Entre éstos figuró --y es el segundo hecho-- el benemérito Simón Ruiz, que en su testamento dejó mandado "que se compren dos cargas de pan de renta perpetua para los niños de la doctrina... con condición de que el día de Reyes de cada año vengan con su rector en procesión a la iglesia de dicho hospital, y hagan allí oración por mi alma" Hemos leído otros testamentos en que se hacían legados, condicionados a la asistencia de los mismos niños a las exequias.
No creo disparatado suponer que el tercer rector o administrador, tendrían además otros preceptores o maestros; en suma, que estasría dividido en grados o secciones, sin poder precisar más porque los datos conocidos no dan pie para más amplias conjeturas. Tampoco he encontrado ulteriores vestigios de tan simpática obra, y casi se puede asegurar que fue una de tantas como se derrumbaron al derrumbarse la villa.
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168. - Otras escuelas.-
No por eso faltó en absoluto, naturalmente, la instrucción.Hubo escuelas particulares; otras subvencionadas y alguna sostenida exclusivamente con fondos municipales. <de todo ello nos enteramos por el siguiente auto, entre otros, del 15 de febrero de1650: "Habiéndose leido dos peticiones de dos que quieren tener escuelas de muchachos, demás de la escuela de Santa García... se acuerda que para tener escuelas sean exminados conforme a la ley del reino, y que Santos García presente la carta de examen y se le aperciba asista a la enseñanza, y además, puesto que conviene el bien público, se procure traer a un buen maestro aunque se le asalaríe por cuenta de propios".
De un inmejorable pedagogo platicaron nuestros regidores en el ayuntamiento del día 5 de mayo de 1703, y su honrado nombre debe figurar aquí: "D. Juan de Eguiluz participó... cómo tiene noticias de Francisco Nieto, maestro de niños, educa y enseña a muchos pobres, con mucha caridad y limosna, y que para que continúe en ello pide se tome providencia en que se le da por vía de limosna, alguna ayuda de costa; y visto, tratado y conferido, la villa acordó darle en cada año dos cargas de trigo", que fue aumentada a tres en 1714 y concedida a otros tres peticionarios.
A esto se limitó la aportación municipal a la obra de la instrucción de la niñez, debiendo añadir, para que no quede en el olvido, que en el siglo XVI figura el presupuesto de partida de 12.000 mrs. para dar a cuatro eclesiásticos que en cuatro iglesias leían la doctrina cristiana a los niños de cuatro iglesias "por ser beneficio tan notorio" (5).
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169. - Estudio de Gramática y Colegio de Jesús.-
Respecto de segunda enseñanza, o superior, consta lo que sigue.
En las constituciones dadas por Fr. Lope de Barrientos a su hospital de la Piedad, figura esta cláusula: "Que se lea teología en el nuestro hospital a los que la quieran oír, para lo cuallos visitadores nombren persona, lo mejor que se pudiere haber, dándole salario de cincomil mrs. ..Que se lea cada día, acabadas las misas, y el día que no, se le multe en veinte mrs." Se trataba, por tanto, de una verdadera Cátedra de Teología, bien dotada, pues ningún otro salario le igualaba.
A fines del mismo siglo XV, el famoso contador de los Reyes Católicos, Alfonso de Quintanilla, fundó un Estudio de Gramática, con un maestro y un repetidor, a fin de que los llamados a ser capellanes, en número de doce,de la capellanía que dejara en la iglesia de San Juan de Sardón, fueran letrados y supieran mejor "usar de sus oficios" y para que otros eclesiásticos cultivasen los conocimientos convenientes a su ministerio.
El mejor centro pedagógico fue el Colegio de Jesús, llamado también de San Pedro y San Pablo, fundación de D. Pedro Cuadrado en 1551. Mereció muy pronto la protección de la villa porque ya en 1595 le vemos ayudado con 24 cargas de trigo en cada año, obligándose en la enseñanza de jóvenes de Medina y de su Tierra; ayuda que siguió mereciendo, con cortos intervalos, hasta su extinción en 1767, motivada por la expulsión de los Jesuitas. En este centro se prepararon los medinenses que después brillaron en las universidades y en preeminentes cargos de gobierno. Si no hubiera tenido otros alumnos que San Juan de la Cruz y el P. José de Acosta, ya tendría un recuerdo glorioso. Fue, diciendo con palabras encontradas en el auto del14 de agosto de 1774 "un seminario de virtud y letras que con poco gasto de sus casas y tan clara utilidadse instruyen en la frecuencia de los sacramentos, política, latinidad, y gravedad de costumbres, a vista de sus padres y subordinados de la vigilancia y esmerode sus maestros, los niños que por su tierna edad y buenas esperanzas es justo tengan quien cultive su genio y capacidad y dirija su proceder en aquellos años más expuestos a recibir insensiblemente las extrañas impresiones que inclinan a la ociosidad". En 1635 fue favorecido con otra protección económica importante de "la de buena memoria Dª. Lorenza Dávila", quien legó al colegio todos sus bienes para fundar y dotar las cátedras de gramática.
Expulsados sus dueños, fue suplantado el colegio, conforme a la Real Cédula de 19 de agosto de 1769, por una Casa de Pupilaje y pensión con aulas y habitaciones para maestros de primeras letras, latinidad y retórica. Si los autores del cambio se prometieron muy felices resultados del mismo, la fortuna les defraudó por completo. Las lamentaciones y quejas consignadas en los acuerdos concejiles, prueban harto elocuentemente que el fracaso fue ruidoso, y hasta el mismo edificio, cuya solidez debió ser pareja a la de la iglesia que todos contemplamos, desapareció como aventado por soplo diabólico (21 N. f.)
No volvió a tener Medina un colegio comparable a éste que vio desaparecer con punible indiferencia, y, lo que es más triste, ni siquiera se han manifestado ostensiblemente sinceras lamentaciones o deseos y propósitos de verle renacido.
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(1)- El la aludida Real Provisión se decía: "...sepades que Sancho de Briones nuestro aposentador, por sí y en nombre de... nos hizo relación por su petición diciendo que a causa de las grandes crecientes del río Zapardiel que pasa por medio della ha traído, diz que ha echado mucha arena hacia la parte del hospital que dicen del obispo..., por manera que no había corriente ninguna, de cuya causa en el dicho río se había hecho una laguna donde está el agua detenida e llena de obas y muchas inmundicias que daban muy mal olor e que por estar la dicha laguna en lo más principal desa dicha villa, el verano próximo hasta agora ha habido y hay grandes enfermedades e dolencias en ella que han sido causa de haber muerto mucha gente, por ende que nos suplicaba... mandásemos desabrir la madre del río pa que hubiera buena corriente..."
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(2)- El galeno de referencia, D. Bautista Pérez, acaso deslumbró a los clientes con su profunda sabiduría, pero a nosotros nos hace sonreir con su dictamen pretencioso que decía: "Con el celo de precaver y aliviar las enfermedades y achaques que puedan resultar de sus cloacas y lagunas adyacentes... se ha de suponer como cierto en buena medicina y filosofía que todo lo demasiado es contrario a nuestra naturaleza, y que la proximidad en el agente es concurrencia necesaria a la producción del efecto y que la disposición del poso coadvita lo activo de la causa. Esto supuso, como cierta sea la conclusión que estando como está el dicho hospital en parte baja, su temperie ha de pecar en humedad y mucho más su circunferencia... pues es estanco y receptáculo de muchas aguas retenidas. Y que, en efecto, con la variación de los tiempos, ya cálidos, principio de concausa necesaria de la putrefacción puede causar calenturas pútridas y otros achaques, o al menos coadvitar a las que padecieran los enfermos; ya fríos, ocasionando contrarios efectos... Para cuyo efecto resuelve que se ataje este inconveniente vallando la dicha cloaca y terraplenándola para que los enfermos undecuaque tengan el alivio que desean..." Los regidores no suplieron responder a tono y se limitaron a terraplenar la cloaca.
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(3)- Del rigor aplicado a los transgresores de estas prevenciones sanitarias da fe lo sucedido en 1649. El corregidor, por auto del 17 de mayo "mandó notificar el acuerdo hecho por esta villa a todos los mercaderes que tienen contratación y correspondencia con los mercaderes de Sevilla, no recibiendo ningún género de mercadería... particularmente a Joseph Arévalo, Joseph Sánchez y Joseph García por ser los más caudalosos y que comercian de continuo con mercaderes de Sevilla... Y ahora ha venido a su noticia que hoy, a las cuatro de la tarde, los dichos comisarios toparon unos arrieros de Sevilla, que dicen ser el ordinario... questaban descargando mercaderías en las casas de dichos Joseph... y los pidieron los despachos que traían y entregaron un testimonio por donde constó ser dichas mercaderías de Sevilla... y cómo el que remitió... había muerto de contagio. Y atento los susodichos han contravenido el auto que se les notificó... con poco temor de Dios y de la justicia y daño universal...". Los regidores pidieron que fueren quemadas las mercaderías "en lugar y sitio que no ofendiesen para que sea a ellos castigo y a otros ejemplo, más la multa de quinientos ducados aplicados para ayudar de cerrar la villa", y como el corregidor rebajaba la multa a cien ducados y mandara sacar las mercaderías de la villa, apelaron los regidores "de la corta condenación con tan atroz delito y de no haber quemado dichas mercaderías...".
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(4)- De d. Antonio Godines de Paz, panegirista fervoroso de Medina y de los medinenses, como vimos atrás, debemos añadir algunas notas. Nació en Ampudia y antes que de ésta fue médico de Alba de Tormes, Aldeadávila de la Rivera y Miranda del Castañar. en el prólogo de su conocido libro Ocios Médicos, que él tituló Antilogía prolépticas, dijo muy sensatamente: "varias veces he dudado en muchos asumptos de la Facultad, y para salir de mis dudas me he valido de algunos prácticos en ella, preguntándoles por medio de mis cartas, y proponiéndoles con todo rendimiento mis dificultades y errores... De algunos tuve respuesta, pero de los más ni aún la más leve contestación: cuyos desaires, quijotadas o desatenciones me han inducido a exponer mis ignorancias al público, porque creo que así no ha de faltar quien me desengañe, aunque sea con el fin de deslucirme; pero como yo quedé instruido, dignarme lo que quisieren, que a todos he de poner buena cara... No soy aficionado al juego, corroblas o semejantes pasatiempos, y divierto mi ociosidad en escribir estos disparates; si te pareciere mal o no te gustare, echa por otra calle, que en esta no hay otra moneda; tu te quedarás con tu mal parecer y yo con mis papeles. Y qué ¿me han de ahorcar por eso?. Aunque no fuera más que por el buen uso que hizo de la ociosidad,merecería el buen D. Antonio que fuéramos indulgentes con los supuestos disparates. Murió en ésta el 19 de agosto de 1800.
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(5)- Cuando desapareció la referida consignación a los cuatro sacerdotes catequistas, arraigó la costumbre , continuada hasta época reciente, de acudir escuelas y colegios, en tiempo cuaresmal, a la Colegiata, y allí "arrimados a la valla de la vía sacra, y andando por en medio de ella el párroco, con su caña en la mano, hacía las preguntas de la doctrina y, acabada ésta, se cantaba la salve y volvían a sus escuelas". (Acuerdos del Cabildo de 21 de octubre de 1782)
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