El Pacto de los Toros de Guisando
(1.468) se fundamentó en un acuerdo al que llegaron
Enrique IV y la princesa Isabel, y en el que se reconocía
a Enrique como rey de Castilla y como sucesora a su hermana
Isabel. Esto significaba dejar de lado los derechos sucesorios
de la hija del rey de Castilla, Juana, apodada por sus enemigos
"la Beltraneja". Dicho pacto tuvo lugar en el cerro
de Guisando, junto al grupo escultórico homónimo,
en la actual localidad abulense de El Tiemblo. Compuesto por
cuatro grandes volúmenes construidos con piedra granítica,
el grupo de los Toros de Guisando (aquí reproducido)
es uno de los mayores exponentes de la cultura celtibérica
peninsular y su significado constituye aún una incógnita.
En 1469, tras el matrimonio
de Isabel con el aragonés Fernando, heredero de Juan
II, sin el consentimiento del rey de Castilla, Enrique IV
entendió que este acto rompía lo pactado en
Guisando y proclamó heredera a Juana "la Beltraneja"