Recibo la invitación
de escribir sobre un libro dedicado al cortometraje.
Siento una satisfacción grande al ver que,
por fin, el cortometraje empieza a ser objeto de estudio
con la seriedad que merece, teniendo en cuenta el
continuo aumento del número de realizadores
que cada año se incorporan a esta forma de
expresión artística tan acorde con nuestros
tiempos.
Como
es sabido, todo empezó el 25 de diciembre de
1895,con las primeras proyecciones de los hermanos
Lumière. Ese día nació el cine,
y con él nació también el cortometraje,
puesto que las películas que en esa sesión
se proyectaron fueron todas de corta duración.
Un breve repaso a los contenidos de esas películas,
nos descubre ya algunos de los valores que el formato
contiene. El realismo de La llegada de la máquina
del tren, el desarrollo argumental de Salida de los
obreros de la fábrica o la comicidad de El
regador regado, que puede considerarse como el primer
chiste filmado, apuntan ya desde los comienzos a la
variedad de géneros y estilos. Pero las verdaderas
causas del auge del cortometraje en los últimos
años no se encuentran sólo en estas
variables, sino más bien en el coste asequible
de su producción y a la posibilidad de experimentación,
valores ambos suficientemente atractivos para los
que empiezan. Por otra parte, la edad de los directores
y los contenidos de las obras son reclamo para un
público mayoritariamente joven.
El
aumento en la producción de cortometrajes en
España ha sido espectacular en los últimos
años. Este crecimiento se ha debido, entre
otros, a dos factores fundamentales: La posibilidad
de exhibición y promoción proporcionada
por los festivales y la nominación al Oscar
del cortometraje Esposados, de Juan Carlos Fresnadillo,
hecho que popularizó de manera definitiva el
formato.
En
efecto, los festivales están sirviendo de plataforma
de lanzamiento para los nuevos realizadores. Medianas
y pequeñas ciudades como Alcalá de Henares
y Medina del Campo son lugares adecuados para aostrar
sus obras e intercambiar conocimientos. Estas ciudades,
unidas a una larga lista que sigue aumentando, forman
un circuito que los cortos recorren cada año.
Este proceso, en el que participan de manera solidaria
veteranos y noveles, ha contribuido de manera notable
al resurgimiento del cine español. Directores
como Álvaro Fernández Armero, Chus Delgado,
Javier Fesser, Álex Calvo Sotelo, Santiago
Lorenzo, Álex de la Iglesia, Juanma Bajo Ulloa
y Santiago Segura, entre otros, provienen del mundo
del corto y tienen ya uno o varios largometrajes en
su haber. Otros igualmente ganadores de premios en
los festivales de cortos se encuentran a la espera
de estrenar su primera película de larga duración,
o están a punto de empezar a rodar. Entre ellos,
Miguel Bardem, Juan Carlos Fresnadillo, Roberto Lazaro,
Juan Calvo, Juan V. Córdoba, Mateo Gil, etc.
Como puede observarse, es una lista numerosa que avala
suficientemente nuestra afirmación. Ellos y
las productoras que la mayoría de las veces
han creado ellos mismos son los motores del nuevo
cine español.
Hasta
aquí, todo parece ir por buen camino. Sin embargo,
las cosas no son tan fáciles cuando se trata
de la explotación comercial. Es una prueba
no superada. La programación de los cines deja
poco espacio para la inclusión del corto; prefieren
acomodar sus horarios para dar un pase más
del largometraje. Se han intentado programar bloques
de cortos con una duración que se aproxime
a la de un largo, pero entrar y salir en cinco o seis
historias diferentes en dos horas no parece ser la
solución. En otro arte temporal como la música,
la inclusión de una obra corta -obertura- junto
a una de mayor desarrollo en el tiempo -sinfonía,
concierto, etc.- siempre ha dado buenos resultados.
En el cine también hubo una época en
la que se puso en práctica esta fórmula.
La ley obligaba a la exhibición de un corto
antes de la película, pero la baja calidad
de las producciones, casi siempre documentales, era
aprovechada por el público para salir al vestíbulo
a fumar un cigarro. Ahora sería buen momento
para recuperar esta fórmula, dado que el número
de cortos producidos anualmente supera el centenar.
Y es que la obra de arte no debe estar ligada a la
duración de la misma, sino al tiempo que permanece
en nuestra memoria.
Éste
es, a grandes rasgos, el panorama del corto en España.
Ante él, este libro de Lola Fernández
y Montaña Vázquez se configura como
un valioso instrumento que, alejándose del
recorrido histórico, pretende servir de guía
para todos aquellos que quieren dar los primeros pasos
para la realización de un corto.
El
libro se complementa con entrevistas a directores
de festivales y directores de cine que aportan sus
opiniones y experiencia. La ilusión unida a
la capacidad de trabajo de Lola y Montaña han
hecho posible el alumbramiento de un libro que creo
y deseo se convertirá pronto en punto de referencia
indispensable para todos aquellos que quieren dar
sus primeros pasos como realizadores.
Desde
la sensibilidad y la imaginación, las grandes
cuestiones de la vida, las preguntas sobre la muerte,
la búsqueda de la felicidad, el amor, etc.,
deben seguir siendo cada día materia de estudio
e interpretación. Si el cine, contando historias,
se ha constituido como una forma abreviada de la vida,
tal vez el cortometraje sea una forma condensada de
contar estas historias. Un instrumento ideal para
jóvenes de mirada fresca, dispuestos a interpretar
de manera diferente la realidad. El cortometraje en
sus manos es un quehacer cargado de futuro.
Emiliano
Allende, autor de prólogo