La fragilidad del dominio
musulmán en la Península Ibérica propicia
a los comienzos del siglo XII, el compás del proceso
de Reconquista, la llegada a Castilla y León y otros
territorios españoles de una nueva corriente cultural:
el románico. Una nueva forma de entender el cristianismo
-tanto en lo teológico como en lo litúrgico
y, por supuesto en sus manifestaciones pl ásticas-
impulsada desde Roma, que, en su mejor momento de prestigio
y poder, intenta unificar Europa aprovechando la gran vía
abierta por los peregrinos que se dirigen a Santiago a venerar
la tumba del Apóstol. La empresa, encargada a la orden
benedictina de Cluny, da lugar a que entren en contacto mundos
que hasta entonces habían estado aislados, haciendo
posible por primera vez en siglos el trasiego de ideas y de
formas artísticas. La reforma cluniacense parte de
la premisa de que la unificación ideológica
ha de ir unida a cierta unidad de formas, y por tanto a que
iglesias y conventos sigan modelos constructivos semejantes.
Esta norma arquitectónico-teológica se extiende
por las campiñas y las montañas de Castilla y León gracias al tránsito jacobeo, permitiéndonos
disfrutar hoy de un patrimonio artístico incomparable.
El arte románico se
asienta, fundamentalmente, en la mitad norte de la Península
Ibérica, en aquellos territorios que habían
sido reconquistados y cuya poblamiento estaba ya consolidado.
Y lo hace en diversas etapas, que los especialistas clasifican
en "primer románico" o estilo lombardo, que
se desarrolla entre finales del siglo X y principios del XI;
"románico pleno", entre finales del siglo
XI y principios del XII; y "tardorománico",
entre finales el siglo XII y principios del XIII.
Castilla y León, relativamente
ajena al origen del "primer románico" en
España, centrado en las tierras limítrofes con
Francia, desarrolla sin embargo como ningún otro territorio
español el arte "románico pleno",
la época dorada del estilo por su calidad y belleza.
A partir del reinado de Alfonso VI (1065-1109) se asientan
las nuevas formas artísticas y arquitectónicas
extranjeras, aprovechando la gran vía abierta por los
peregrinos que se dirigen a Santiago. Como consecuencia de
este trasiego de personas, ideas y formas artísticas
se irán construyendo en Castilla y León iglesias
con arcos de medio punto y bóveda de cañón,
elementos comunes a las manifestaciones del "primer románico",
pero con una valoración más decididamente plástica
del conjunto. Los muros de sillería se articulan con
elementos de mayor relieve, se generaliza el diseño
de fachadas con arquivoltas y la escultura enriquece portadas,
capiteles y canecillos.
Esta más rica iconografía
tiene una intención directamente didáctica:
mostrar a los fieles la omnipotencia de Dios, los peligros
del pecado o la eterna lucha entre el bien y el mal, por lo
que en estos templos tanto la escultura como la pintura son
de carácter simbólico: los artistas medievales
intentaban transmitir la idea religiosa de la época
con claridad, más que imitar lo que les rodeaba o acercar
sentimientos de espectador. Ello no quiere decir que existiese
un desprecio por la belleza de las formas, como el viajero
que siga estas rutas por el románico castellanoleonés
podrá comprobar, al tiempo que disfruta de un patrimonio
artístico deslumbrante.
Sería vano intentar
resumir el sinfín de maravillas románicas que
se conservan en la región. El Camino de Santiago (Burgos,
Frómista, Carrión, León, Astorga, Villafranca
del Bierzo) marca una traza de incomparable riqueza. El norte
burgalés, la Montaña palentina, y la provincia
de Soria, son tres de los focos más fecundos de este
estilo artístico en la Península. Zamora y Segovia son, indiscutiblemente, las capitales románicas de
España. Y en Toro, Ávila Salamanca... esperan
al viajero joyas medievales de incalculable valor.