Instalados en el corazón
de las ciudades u ocultos en casi inaccesibles riscos, soberbios
o humildes, colosales o diminutos, en los monasterios se escribió
buena parte de la historia de Castilla y León. Lugares
de retiro y oración pero también centros esenciales
del poder político y económico, en estos monasterios,
antaño refugio de peregrinos en muchos de los casos,
el viajero puede encontrar hoy el ambiente de religiosidad
en que fueron creados, altos ejemplos de los estilos artísticos
de distintas épocas y también la hospitalidad
proverbial de estos recintos monacales, de la que se disfruta
en un buen número de hospederías todavía
en funcionamiento.
Pocas propuestas despiden
un aroma tan intenso de autenticidad, que el viajero podrá
percibir en el silencio de sus claustros, la apacibilidad
de sus jardines y la solidez de unos muros entre los que nació
esta región.
Entre los centros religiosos
que admiten huéspedes figuran monasterios de alto valor
arquitectónico histórico. Quien lo desee, puede
pasar unos días de reflexión durmiendo en las
celdas y paseando por el claustro de los monasterios de Silos,
Santa María de Gradefes o San Andrés del Arroyo.
Otros se han convertido en
hermosos establecimientos hosteleros, conservando toda su
riqueza artística y la memoria de su primera fábrica;
son los casos, entre otros, de San Marcos en León y
San Zoilo en Carrión de los Condes.
No todos los monasterios de
Castilla y León ofrecen hospedaje, y muchos ni siquiera
están habitados. Tras una azarosa historia algunos
duermen profundamente, y muestran al viajero los vestigios
de otras épocas, como los de San Juan de Duero en Soria y Santa María de Mareruela en Zamora.