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Medina del Campo. Villa histórica, monumental, escultórica y paisajística
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Nos encontramos en: "Ricardo Sendino González, Cronista Oficial de la Villa"
DATOS HISTÓRICOS SOBRE LOS FESTEJOS TAURINOS EN MEDINA DEL CAMPO Y SU COMARCA

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Como antecedentes históricos de los festejos con toros bravos en Medina del Campo y su Tierra o Comarca natural, diremos que para nuestros antepasados siempre fueron espectáculos insustituibles y principal motivo de cualquier conmemoración o fiesta patronal, con un mayor importancia y categórica exigencia que en los tiempos actuales.

Así pues no había fiesta importante en las efemérides medinenses que no estuviese aderezada con la suelta y encierro de toros bravos, según siempre aseveró, no muy complacido, mi querido maestro el cronista don Gerardo Moraleja Pinilla (1885-1948), por no gustarle los toros.

Aunque los festejos taurinos son de origen antiquísimo, cuando estas tierras mesetarias estaban pobladas por los vacceos y arévacos, ya en tiempos plenamente históricos, consta ya documentalmente, que en 1490 los arrendadores de determinadas "rentas del común" (carnicerías, vino, aceites, velas, etc.) venían obligados a pagar, sobre cantidades rematadas, un número fijado de toros bravos, para ser "encerrados, corridos y lidiados", y que en ese año de 1490, fue de once en total.

A partir del siglo XVI, y ya en los primeros años de este siglo, se ven reflejados en los municipales "libros de Acuerdos" (los actuales libros de Actas), como el Concejo había establecido ya en cuatro días, las festividades que Medina del Campo y su tierra (las localidades y lugares a ella vinculados por las rentas "sernas") debían de observar como "VOTOS DE VILLA", a los cuales iba aparejada la celebración de una corrida de toros, oficialmente organizada. Estos "votos" estaban encarnados en las festividades de SAN JUAN EVANGELISTA, SANTIAGO APÓSTOL, NTRA. SEÑORA DE AGOSTO (Asunción de la Virgen), y SAN ANTOLÍN, patrón celestial de la Villa medinense. Estas eran las fiestas señaladas, históricamente, de forma oficial y popular, fijas de modo inveterado, porque a más de las ya nombradas, solían celebrarse, por aquellos años, otras dos corridas de "devoción", ya que eran organizadas y sufradas, una de ellas por la Cofradía Penitencial de la Sta. Vera Cruz, y la otra la Archicofradía de Ntra. Señora de las Angustias, en sus respectivas festividades, y, junto a los cultos litúrgicos de rigor, se daban también los consabidos toros bravos, como festejo laico fundamental después de celebrados los religiosos, ó al tiempo de éstos.

Lo anteriormente manifestado se desprende de diversos testimonios documentales datados en los años de 1596, 1604, 1629 y 1634, entre otros muchos como más significativos y explícitos a este respecto, debidamente señalados en "acuerdos y autos consistoriales".

Ya en los siglos XV y XVI las corridas de toros en Medina del Campo estaban entreveradas con los caballerescos "juegos de cañas y lanzas" en los que se rejoneaban y desjerrataban, a caballo, los cornúpetas. Esta secular costumbre de los caballeros hidalgos medinenses, muy abundantes durante los años de esplendor ferial y mercantil, o sea en los anteriores dichos siglos XV y XVI, continuaran durante todo el siglo XVII, se bien en menor número y "rebajada" magnificencia señorial por mor de la despoblación y decadencia de la Villa y su tierra. Pero lo que si resulta determinado de forma fehaciente es que los referidos festejos taurinos, es decir aquellos "juegos de cañas y lanzas con toros bravos", finalizaban con la muerte, bien alanceados y desjarretados, ó estoqueados las menos veces, de los cornúpetas que en ellos participaban.

De este modo y manera quedan explicados en varios "autos consistoriales de Concejo medinés, siendo el más detallado y explícito el datado con fecha de 7 de Marzo de 1596. También, en las referidas centurias XV y XVI, de plena gloria y fastos de aquella Medina del Campo, ferial y mercantil, también del mismo modo, aunque no con tanta profusión y riqueza de medios, los toros eran "encerrados" de noche y por personal idóneo, sin apenas intervención, más que como meros espectadores, del vecindario medinense y comarcano. Con el transcurrir del tiempo, y de forma lenta y paulatina, estos "encierros" se fueron transformando en un emocionante festejo, con participación más directa de los "pecheros y pueblo llano" si bien la intervención en ellos de vecindario de a pié seguía siendo de mero espectador y en seguro.

Como prueba documental, y sobre todo literaria y humana, es la que nos legó Santa Teresa de Jesús en su obra las "Fundaciones", en la cual nos dice: "Llegamos a Medina del Campo, víspera de Nuestra Señora de Agosto, a las doce de la noche; apeámonos en el monasterio de Sta. Ana (hoy plaza del Carmen), por no hacer ruido; y a pie nos fuimos a la casa (en la actual calle de Sta. Teresa y entonces calle de Santiago). Fue harta misericordia del Señor que aquella hora encerraban toros, para correr el otro día, no nos topar alguno. Con el embebimiento que llevábamos, no había acuerdo de nada; más el Señor que siempre le tiene de los que desean su servicio, nos libró, que cierto que allá no se pretendía otra cosa." -Hasta aquí la Santa Andariega y Doctora de la Iglesia, dando una primorosa "pincelada" a su Segunda Fundación del Carmelo Descalzo aquel memorable 15 de Agosto del Año de Gracia de 1567.-

La presidencia de aquellos caballerescos y taurinos festejos, a partir del establecimiento del cargo de CORREGIDOR en Medina del Campo, acontecimiento realizado por la después Reina viuda de Aragón, cuando corría en año 1406 y entonces era Señora de la Villa como esposa de don Fernando de Antequera, por esos años Regente de Castilla en la menoría de edad de su sobrino Juan II. Establecido el cargo de Corregidor en Medina, correspondía a éste, como delegado del Señor ó del Rey, dicha presidencia.

La citada Dña. Leonor de Alburquerque, o doña Leonor de Aragón, fue esposa del medinense Infante don Fernando de Antequera (1380-1416), y por las riquezas y posesiones que reunió en su persona, como hija única del Infante don Sancho, se la apellidó "La rica-hembra". De su matrimonio con antedicho Infante don Fernando, nacieron don Alfonso, luego Alfonso V de Aragón, don Juan, que llegó a ser Juan II de Aragón y padre del Rey Católico, así como los Infantes don Enrique, don Sancho y don Pedro (aquellos celebrados "Infantes de Aragón" que tanto dieron que hablar y escribir en las Crónicas castellanas de Juan II (1405-1458) y en las populares "Coplas de Mingo Revulgo" y de "Ay panadera", a más de dos hijas que llegaron a ser reinas de Portugal y de Castilla. La precipitada Doña Leonor, ocupó el trono aragonés con su esposo a partir del Compromiso de Caspe (1412), y al morir don Fernando (1416), como Señora de Medina, anexionó su casa-palacio al monasterio de MM. Premostatrenses, y con las debidas autorizaciones eclesiásticas, lo transformó en cenobio femenino bajo la Orden de Santo Domingo de Guzmán, y desde entonces el citado Monasterio medinense fue conocido como el de MM. Dominicas Reales o de Santa María la Real de MM. Dominicas.

Esta doña Leonor de Alburquerque, reina viuda de Aragón, tubo desde 1416 en que regresó de Aragón a la muerte de su esposo Fernando I, en directa posesión y ejercicio al Señorío de Medina del Campo, hasta su muerte, acaecida en el mencionado Monasterio de Sta. María la Real de MM. Dominicas en 1436, siendo enterrada en la iglesia conventual del citado cenobio, renunciando expresamente el estar junto a su esposo en los enterramientos reales del Monasterio de Poblet (Tarragona); como tal Señora de Medina, promulgó en 1421 sus célebres "Ordenanzas de Ferias", fundamento jurídico y administrativo para su mejor funcionamiento, esplendor y riqueza de dichas Ferias anuales (una en la Pascua de Resurrección, y la otra en octubre). Después la Villa medinense no conoció ni tuvo más Señores, que al Infante don Juan, segundo de sus hijos, que fue rey consorte de Navarra, y que en 1458 ocupó el trono aragonés, a la muerte de su hermano Alfonso V, el Magnánimo (1416) - 1458), con el nombre de Juan II (1458 - 1479), pasando el Señorío de Medina a la entonces Princesa Isabel, a partir de la "Concordia de los Toros de Guisaldo" jurada heredera del trono castellano, y así pues la Reina Católica fue la última Señora de Medina del Campo, por lo que a partir de ella la Villa volvió a ser "señora de si misma".

Pues bien, salvando este inciso sobre la presidencia de los festejos taurinos medinenses, añadiremos que ésta correspondía siempre al Corregidor en ejercicio de la Villa, en tiempos que existía Señorío sobre ella si no estaban presente el Señor, y después de los diversos Reyes de Castilla; pero debemos hacer una salvedad al respecto, y es que en el Año de Gracia de 1601, el Corregidor de Medina tuvo que ceder esa preeminencia al Presidente de la Real Chancillería por haberse establecido en aquellas fechas esta suprema magistratura en la Villa medinense, al trasladarse la Corte con el rey Felipe III a la cabeza, a la ciudad del Pisuerga.

En cuanto a lugar donde tenía lugar, en estos siglos de glorioso esplendor medinense, los referidos festejos taurinos, no era otra cosa sino en las ferias de la Plaza Mayor de la Villa, ocupando, de sus casi catorce mil metros cuadrados de superficie, solamente bastante menos de su mitad, es decir, su parte sur, o sea el espacio encuadrado y comprendido por la Iglesia Colegiata de San Antolín, el lugar ocupado actualmente por las Casas Consistoriales, y los dos inmuebles particulares sitos al lado así como la Casa del Arco (propiedad y uso del Cabildo Colegial como "casa de balcones"), la fachada a la Plaza de la Casa-Palacio de los Reyes de Castilla, junto a la casa-mayorazgo de los Fernández de Velasco, todo este último sito sobre la llamada "acera del potrillo o portillo", y a veces fue ocupada una pequeña porción de la llamada "acera de la joyería" (la hoy llamada del café Continental).

A partir del siglo XVIII los toros de Medina y su Tierra fueron primordialmente "corridos" y con "encierro" con intervención mayoritariamente popular (labriegos y pecheros), y ya entonces en vez de toros "cinqueños" se utilizaban "utreros") (sobre los tres años), casi siempre en evitación de males mayores y muertes de lidiadores, al temer más "sentido" y fuerza los toros de "cinco y más hierbas". No obstante en aquellos años de la Ilustración y de las "Sociedades Filantrópicas de Amigos del País", apenas hubo ya en la Villa medinense "juegos de cañas y lanzas" como festejo taurino caballeresco, siendo cada vez mayor la participación del vecindario llano y plebeyo (labriegos, menestrales y pecheros) en los "encierros" y así mismo en el "correr los novillos" asó como capotearlos, a la manera de los chulapos madrileños y andaluces.

Durante el pasado siglo XIX, influyó bastante la grandísima disminución de población de la Villa, y por ello, para la celebración de los ahora escasos festejos taurinos, se utilizaron otros emplazamientos donde celebrarlos, sobre todo cuando eran "de muerte", y según las costumbres de la Corte Madrileña lidiados. Estos lugares accidentales, ajenos a la tradicional gran Plaza Mayor medinense, fueron, a veces, el interior de los restos y ruinas del incendiado "Cuartel Marqués de la Ensenada", quemado por los franceses en su retirada en 1814; también se utilizó la plazuela de San Agustín, aprovechando para ello los restos y ruinas del convento de Nuestra Señora de Gracia, de PP. Agustinos Recoletos; también tenemos noticias de que sirvieron de eventuales "cosos taurinos" la parte trasera o "josa" del Hospital General de la Purísima Concepción y San Diego de Alcalá, fundado en 1593 por Simón Ruyz Envitos, con lidia de "novillos y toros de muerte". La despoblación y ruinas intensísimas de Medina a mediados del pasado siglo XIX, (el censo de 1848 cifró en 760 habitantes de población en Medina), influyó muchísimo en la celebración de festejos de toda índole, y especialmente de toros, hasta que las obras del trazado ferroviario que uniría Medina con Valladolid (1859) y la inauguración de éste el 3 de septiembre de 1860, sacaron a la Villa medinense de su ruina y despoblación, ya que aquellos pocos antepasados nuestros de mediados del siglo pasado, supieron apuntarse al progreso que eran los "caminos de hierro", ante barrios enteros en ruinas y deshabitados, parroquias sin feligresía, campos algo alejados del casco urbano sin labrar y convertidos en baldíos, palacios y conventos en ruinas, polvo, mucho "polvo histórico" enseñoreaban las ruas y plazas medinenses.

Ya en la iniciación del actual siglo XX, se instaló con carácter fijo, en los solares y corrales que, poco después, ocupó la fundición y fábrica de camas metálicas del mirobrigense Pedro García Losada, sobre la calle de Valladolid (históricamente siempre llevó esa denominación) con esquina a la calle de los Muelles, "un coso taurino" o reducida plaza de toros, con su ruedo, tendidos y toriles al uso común y general, de los que yo he visto restos de madera de aquel "coso" en algunas estructuras del popular "parador de San José", antigua casa-palacio del Marquesado de Torreblanca.

Durante la guerra de la Independencia (1808 - 1814) y hasta 1828, solamente se dieron algunas, pocas, corridas de novillos, siempre como pago, retrasado casi siempre, de las seculares rentas de carnicerías, vino etc., siempre de forma esporádica y accidental, corriéndose los cornúpetas de forma reiterada, para el final ser sacrificados. Como las arcas del Municipio medinés, así como las de la inmensa mayoría de su vecindario estaban harto empobrecidas, los festejos de toros tenían que celebrarse, como ya hemos apuntado antes, en el interior de las ruinas del acuartelamiento del que hoy es (desde 1920) "Cuartel Marqués de la Ensenada", así como también el los otros lugares que señalamos con anterioridad.

Ya en el año 1929, siendo Corregidor de la Villa por la Católica Majestad de Fernando VII (en justeza apodado "rey felón"), don Tadeo Rico, volvemos a encontrar en el Archivo Municipal medinense, como se celebraron durante los días 2 y 3 de septiembre de aquel año y siguientes, "dos corridas de novillos", precedidas de los oportunos y populares "encierros" y posteriores "desencierros" así se van repitiendo en las distintas reuniones ordinarias del Pleno municipal de aquel, todavía Ilustre Ayuntamiento (hasta febrero de 1929 Excelentísimo en virtud del Real Decreto firmado por el rey Alfonso VIII), hasta llegar al año 1873, en que aquel Ayuntamiento "republicado-federal", aprobó la celebración de la "reinstaurada" Feria de Medina del Campo, los días 2, 3, 4, 5 y 6 de septiembre de cada años, en virtud de la autonomía y poderes conferidos a los Ayuntamientos por los gobiernos de la 1ª República española.

Aquí vemos como aquella Ilustre Corporación republicana, vuelve a hablar y a tratar, después tres siglos, de FERIAS, acoplándose y fijándose los días feriales y de festejos públicos. Por todo ello, queremos, a título indicativo, precisar, que en la sesión extraordinaria celebrada el 29 de agosto de 1829, presidida por el Corregidor Tadeo Rico, entre los acuerdos refrendados por el entonces Escribano Municipal Antonio Macedo, se dice textualmente: "Se mandó comparecer a los expresados Gerónimo (sic) Franco y Antonio Hernández que expresaron estaban prontos a franquear los novillos y vacas para el día de San Antolín y siguientes siempre que se les asegure el pago de ellos caso de quedarse con la obligación", asisten como Regidores (los actuales ediles o concejales pero por linaje y a perpetuidad) a la citada sesión, Miguel Rodríguez, Eulogio Pereda, Manuel Álvaro Hermenegildo Merino y Tomás Gutiérrez, y además, como "diputados del común" Pedro Ayllón y José López, siendo "Procurador del Común" el hidalgo don Miguel de Dueñas y Rivas. Debemos resaltar que aquellas décadas del pasado siglo XIX, la población de Medina del Campo no llegaba a los mil habitantes, alcanzando su máxima despoblación, ya citado realizado en el año 1848, en que existían viviendo en la Villa los ya "setecientos setenta habitantes" tantas veces nombrados.

Siguiendo con esos tristes años del pasado siglo XIX, y ya en plena regencia de la reina-niña Isabel II vemos que en la sesión municipal ordinaria de fecha 27 de agosto de 1838 que presidió como "Alcalde Primero" don Acisclo Bermejo y como "alcalde 2", don Fernando Altés, y a más de don Pedro Lajo y dos Carlos , Colorado, ejerciendo este último de "Procurador del común" fue acordado "que se oficie al Sr. Jefe político (El Gobernador Civil de entonces" dándole cuenta de que el Ayuntamiento ya dispuesto corrida de novillos en los días dos y tres del próximo, como costumbre muy antigua de esta Villa en la festividad de San Antolín", Así o con análogas expresiones se vino acordando durante todos los años siguientes, hasta el antedicho año de 1873, en que se había cambiado en régimen de gobierno de España, con la proclamación de la primera República española el 11 de febrero de 1873, al abdicar el Rey don Amadeo de Saboya.

Como antes habíamos apuntado, la escasez de población de esos años de las décadas de los treinta, cuarenta y cincuenta, hasta la llegada del ferrocarril y sus obras inmediatas y primeras (1858 - 1860) y siguientes, la utilización de la totalidad de la Plaza Mayor medinense resultaba disparatada e irrealizable, y por ello en aquellos años se utilizaba como "coso Taurino" para "correr" los novillos la parte de la ferial plaza lindera con las fachadas de las Casas consistoriales y de la Colegiata, si bien anteriormente se corrían a todo lo largo y ancho de toda la Plaza Mayor. A este respecto podemos aducir que en el sesión plenaria celebrada el 7 de julio de 1841, presidida por don Miguel de Dueñas y Rivas como Alcalde 1º, al que asisten como regidores don Bernabé Portillo, don Lucas Álvarez, don Marcelino Cuadrillero y don Ángel Santibáñez, haciendo de Procurador de común don Juan de Vega y Pérez, donde fue como secretario don Juan de Vega y Pérez, dando fe como Secretario Municipal don Joaquín Velasco, se acordó: "Aproximándose la función del Patrono en la que según lo acordado por el Ayuntamiento deben (sic) celebrarse dos corridas de novillos y respecto a la mucha gente que concurren a ella, se trató por la corporación sobre si había (sic) de cortar o no la Plaza Mayor y por donde".

Como consecuencia de lo antedicho, el Pleno municipal acordó, en su sesión de fecha 28 de agosto del referido 1841, "cercar con talanqueras la fuente de la Plaza Mayor, y se abonasen con los fondos de la "voz pública". Este dinero era el obtenido directamente del pago de los "pregones" comerciales que hacía el funcionario municipal encargado de la llamada "voz pública" o Pregonero que solía ser uno de los alguaciles con mejor voz, y que administraba directamente, según tradición, el propio Alcalde de la Villa, para gastos de emergencia y caridad benéfica. Hecha esta aclaración, seguimos diciendo que el antedicho año de 1841 y en la sesión plenaria celebrada por la corporación Municipal con fecha 31 de agosto "se acordó que para el día de San Antolín y siguientes haya bayle (sic) general en las salas consistoriales; no se permitirá baylar (sic) a ninguno que no lleve frac o levita (sic) y no se permitirá tampoco fumar en el Salón ni estar cubierto". Como vemos se pretendía guardar las formas y la compostura.

Los tiempos iban cambiando en el transcurrir de los años, pero en lo relativo a los festejos sanantolineros se seguían, año tras año, tomándose análogos acuerdos, sucesivamente consignados por las correspondientes actas de sesiones plenarias celebradas. Así podemos ver como con fecha 22 de agosto de 1854, presidida por el entonces Alcalde constitucional de la Villa don Miguel de Dueñas y Rivas, se tomó el acuerdo siguiente: Se vio y leyó un Oficio del señor Gobernador de la provincia que autoriza a esa corporación para que pueda dar dos corridas de novillos en los días 2 y 3 del próximo septiembre. El ayuntamiento quedó enterado". Lo mismo sucedió en 1855 y en forma muy parecida en 1856, pero entonces el Alcaide de la Villa lo era don Manuel Fernández Montealegre, y como tal presidió el Pleno municipal del día 31 de agosto, en el que entre otros acuerdos se toma textualmente el siguiente: "Se acuerda que en las funciones del Patronato de San Antolín haya los siguientes festejos: Los días dos y tres, corridas de novillos, comisionándose para los "encierros" y demás accesorios al regidor don Lucio Pérez. El día primero por la noche iluminación general con bayle (sic) general comisionando al Presidente para que ajuste la música.".

Después de pasar, someramente, por estos años de la mitad del pasado siglo XIX, nos vamos a detener, por su importancia en el acuerdo tomado por el Ayuntamiento republicano-federal que en 1873 rigió durante once meses, mal contados, los destinos del municipio medinés, y que fue relajado en el Acta de la sesión celebrada el día 16 de agosto del mentado año 1873, y "Presidida por el ciudadano Eugenio Salcedo, como Alcalde de Medina del Campo", y en la que quedó acordada y establecida la Feria de San Antolín, de la forma y modo que textualmente enunciamos: "A propuesta del Presidente se aprobó el siguiente programa: Ferias de Medina del Campo, en los días, 2, 3, 4, 5 y 6 de septiembre.: facultados los Ayuntamientos para la creación de ferias y mercados, esta Villa que tiene entre sus timbres como uno de los más gloriosos sus antiguas Ferias tan renombradas en Europa y el Mundo entero, en las que se hacían transacciones de tal consideración que los anales de la Historia consignan como Gloria Nacional. Si por virtud de las vicisitudes éstas se perdieron, hoy, que enclavada esta Villa en uno de los centros agrícolas más ricos de Castilla, cruzada por carreteras y ferrocarriles, nos creemos en la imprescindible necesidad de reanudarlas, y al efecto el Ayuntamiento así lo ha acordado concediendo las ventajas y comodidades posibles a los feriantes y se verifican bajo el siguiente PROGRAMA= Víspera por la tarde: Iluminación general, tocando la Banda Municipal piezas escogidas, quemándose en los intermedios vistosos fuegos artificiales, terminando con el popular baile de dulzaina. Día 2 y 3: Diana, Novillos, Teatro y bailes de diferentes sociedades.= Días 4, 5 y 6, Cucañas, Teatro y bailes. La mañana del día 2 y los días 4, 5 y 6 serán dedicados A LAS TRANSACCIONES COMERCIALES.

Se acordó también, su impresión con el fin de que circulen en las provincias y pueblos limítrofes". Constituido nuevo Ayuntamiento a los pocos días, el 24 de agosto, en el que resultó elegido Alcalde popular "el ciudadano León Fernández Amaredo, se completó el acuerdo anteriormente reseñado, y así quedaron fijadas en la sesión plenaria del día 30 del referido mes de agosto, los lugares de asentamiento de los diferentes feriales se acordó publicar un Bando expresando (si) los sitios en que han de ocupar los ganados que vengan para su venta: Primera los expendedores (sic) de cereales se colocarán en la calle de Artillería hasta el Carmen. El ganado menor se colocará desde la entrada de la calle de Salamanca hasta el Hospital. Ganado Vacuno (sic) a la derecha del Humilladero y Tudas. Ganado lanar a la izquierda del Humilladero y tierras; el ganado de cerda en el teso de los bodegones. Para los puestos de quincalleros, plateros, pañeros y fruteros de por menos se designó la calle de Rua Nueva. Para los tocineros, carniceros y hortelanas la plazuela de las Recoletas. Para los panaderos, cacharreros y fosqueros la plaza del Pan. Para los meloneros, buóleros y puestos de confitería la calle Carpintería. Debemos aclarar al paciente lector, que la Rua Nueva es la actual calle de Padilla, la de Salamanca, es la de Gamazo, y hasta el Hospital General es la actual Avda. de Portugal; y carpintería es la actual Bravo, conservándose las demás denominaciones, y estando el Humilladero en el referido Hospital de Simón Ruiz.

Ahora vamos a concentrarnos en el lugar de los festejos taurinos, que ya adelantábamos, que la ampliación de nuestro "taurino" para "corres los novillos" se inició en el año 1841, según los libros de Acuerdos consultados, y que pese a su brevedad, entre líneas se percibe fueron muy discutidos y trabajados por los regidores de turno, tanto en la contratación de los novillos, como en torno al modo y manera de la "instalación de sus toriles y atalancados" así de la Cárcel y acera del potrillo o portillo hasta la calle del Almirante, y se cerraban con carros de los vecinos agricultores desde la esquina de la citada calle del Almirante (se denominó así desde el siglo XV en sus finales) hasta la de Simón Ruiz, antes llamada de Ávila.

Este coso taurino, que más arriba anunciamos, utilizado para "correr los novillos en los años precitados, situado en la parte sur de nuestra gran Plaza Mayor era bastante análogo al que existió durante los sanantolines de 1939 hasta el año 1948, porque ya en 1949 los festejos taurinos medinenses se centraron en la recién construida Plaza de Toros inaugurada en San Antolín del año 1949,en terrenos municipales, cedidos con este fin, a don Manuel Casares Ramos, sobre la intersección de los cordeles de la cañada real de Salamanca y Extremadura.

Lo que si está probado documentalmente es que la ampliación , en pleno siglo XIX, se inició en aquel citado año de 1841, porque la escasez de recursos económicos y la enorme disminución de la población que habitaba la Villa, delimitaron el terreno del "coso taurino dentro de la ferial Playa Mayor medinense. Después de la llegada a Medina del ferrocarril (1860), el aumento de la población fue importante y constante, por ello los recursos económicos municipales aumentaron e hicieron posible la unificación del atalancamiento de todos los soportales de modo uniforme y por cuenta de los propietario de los inmuebles y establecimientos mercantiles, que conservan, de año en año, las talanqueras con sus herrajes para colocarlas durante las "corridas y capeas" de los novillos en las Fiestas de San Antolín de cada año, tapando el vano dejado en el soportal de poste a poste o columna a columna.

Parece que esta transformación de atalancamiento se efectuó, paulatinamente en los años del decenio de los ochenta, siendo uno de los que consiguió llevar a buen fin esta idea, de modo principal, don Francisco López Flores, durante sus años de regidor y sobre todo cuando fue Alcalde de la Villa.

Resucitadas y entreveradas las Ferias de ganado, cereales y frutas, con los Festejos de San Antolín a partir del año 1873, tenemos que llegar, pasado un lustro, al año 1878, restaurada la monarquía borbónica, con el rey Alfonso XII, previa la abdicación de su madre Isabel II, que pacificó España terminando la guerra carlista y los movimientos cantonales y separatistas. Es entonces cuando nuestras Ferias y Fiestas de San Antolín quedan fijadas ya, hasta nuestros días, con ocho jornadas de festejos feriales es decir del 1 al 8 de septiembre (Pleno municipal del día 7 de agosto de 1878). En dicha sesión se acordó también que los días 6 y 8 tengan lugar "dos grandes corridas de toros, para las que la Empresa ha contratado reses de la acreditada ganadería del señor Montalvo, y una buena cuadrilla de Madrid".

Al año siguiente , 1879, determinadas ya las Ferias y Fiestas en honor del santo Patrón del 1 al 8 de septiembre, se fijan los "encierros" y las "corridas de novillos" (capeas) para los días 2 y 3, iniciándose las ferias de ganados, grano y frutos el día 4. Fueron más explícito nuestros Regidores en los últimos días feriales, cuando hacen anotar en el Acta de la sesión del Pleno municipal ordinario del 23 de agosto del mentado 1879, además de lo expuesto, el texto siguiente: "Día 7: a las cuatro de la tarde los espadas Ángel Pastor y Francisco Sánchez "Frascuelo", con sus respectivas cuadrilla de diestros, lidiarán cinco toros procedentes de la renombrada ganadería del Excmo. Sr. Fernando Gutrón, vecino de Benavente". Y prosigue: Día 8, a la hora citada en el anterior, segunda corrida, lidiándose por las mismas cuadrillas, cinco toros de la acreditada ganadería de don Pedro Valdés, vecino de Pedraja del Portillo".

El espectacular crecimiento económico y demográfico de Medina del Campo, merced al recién estrenado ferrocarril, es harto palpable en los últimos lustros del pasado siglo XIX, y queda reflejado también en la importancia de sus Ferias y Fiestas sanantolineras, al mismo tiempo que se creaba en 1887, la "Feria ganadera de San Antonio", de cara a la recolección anual de la cosecha cerealista, que por esas fechas se solía iniciar. Prueba de lo antedicho es el acuerdo de fecha 6 de junio de 1884, por el que son fijadas, ya a partir de entonces, tres corridas de novillos, con sus correspondientes "encierros" y "capeas" y "desencierros", y que a la letra dice así: El ilustre Ayuntamiento aprobó el pliego de condiciones para contratar treinta novillos para las corridas que han de tener lugar en esta Villa los días 2, 3 y 8 de septiembre, bajo el tipo de 2370 pesetas (dos mil trescientas setenta pesetas.)

Los referidos tres días de "capeas" y "encierros", es decir, el dos, tres y ocho quedaron ya fijados y señalados para la celebración siempre de los referidos "encierros", "capeas", y sus correspondientes "desencierros", desde el referido año de 1884 hasta el año 1935, último año en que se corrieron los novillos a lo largo y ancho de nuestra gran Plaza Mayor, y siempre que no hubiera toros de muerte lidiados por diestros de cartel y siempre en otros "cosos taurinos" ajenos a la Plaza Mayor de la Villa.

A tenor de lo precisado, en el año 1892, la corporación municipal que presidida ya por por entonces Excmo. Sr. Don Francisco López Flores, con fecha 28 de julio, aprobó la solicitud suscrita por los vecinos "don Diego Quirón, don Marcos Ayllón y otros, autorizando dos medias corridas de toros de muerte en la plaza provisional de esta Villa, en los días 4 y 7 de septiembre", y durante los días, 2 3 y 8 se correrían "treinta novillos como festejos taurinos organizados por el Ilustre (entonces) ayuntamiento durante las Ferias y Fiestas de San Antolín en 1892". Debemos aclarar, al curioso lector, que este ilustre personaje medinés, don Francisco López Flores, (popularmente apodado como "don Paco Oliva"), fue un acaudalado propietario y comerciante de paños, que tuvo su establecimiento y domicilio en la calle de Padilla (la antigua Rua Nueva), señalado con el número ocho; fue muy amigo y políticamente afín a don Germán Gamazo y a su hijo don Juan Antonio, primer conde de Gamazo; el referido don Francisco la Reina regente Dª. María Cristina otorgó, con ocasión del Cuarto Aniversario del Descubrimiento de América (1892), como Alcalde de la Villa, la Gran cruz de la orden Civil de Isabel la Católica, y de ahí al Excelentísimo Señor con que le hemos tratado.

Ya desde ese año de 1892 y hasta el San Antolín de 1935 inclusive, los novillos se corrieron en toda la extensión de toda la Plaza Mayor, como ya indicábamos, instalándose "tablados" para que el público que no tenía acceso a los numerosos balcones de las viviendas situadas en nuestra Plaza Mayor, en todo el atrio de la Colegiata (quedando libre la entrada a la iglesia protegida por un atalancado debajo de su escalinata), así como en la parte anexa al Arco que da paso a la calle entonces de Salamanca y hoy llamada de Gamazo, sobre la acera del "portillo" y ocupando solamente la fachada de lo que antes fue "cárcel del partido" y hoy entrada a los restos del que fue Palacio Testamentario, es decir donde dictó su ejemplar Testamento y murió la eximia Reina Isabel la Católica aquel tormentoso 26 de noviembre del año de 1504.

El crecimiento económico y demográfico de Medina del Campo, merced al ferrocarril, era ya palpable y gratificante en los tres últimos lustros del pasado siglo XIX y quedaba reflejado también en sus Ferias y Fiestas de San Antolín, empujando con ello a aquellos ediles a la creación, en 1887, de la "Feria Ganadera de San Antonio", fijada como "feria chica" por el pueblo llano medinense, y puesta de cara a la recolección cerealista anual.

Prueba de lo antedicho en el acuerdo tomado por el Ayuntamiento de Medina que presidía don León Fernández Amarelo, en su sesión plenaria del 6 de junio de 1884, por el cual ya quedan fijadas, a partir de entonces, tres corridas de novillos con sus correspondientes "encierros" y que a la letra se nos dice: "El ilustre Ayuntamiento aprobó el pliego de condiciones para contratar treinta novillos para la corrida que han de tener lugar en esta Villa los días 2, 3 y 8, fueron señaladas para las "capeas" y "encierros" con sus "desencierros" populares de novillos hasta el ya citado 1935, y más, si circunstancialmente hubiere, a cargo de empresas particulares con el beneplácito municipal y gubernativo, novillos o toros de muerte, lidiados y estoqueados por diestros de cartel, siempre se realizarán en "cosos" o plazas improvisadas al efecto, como hemos ya adelantado.

A este respecto, el año 1892, el Ayuntamiento que presidía el que fuera Excelentísimo Sr, Don Francisco López Flores, como ya hemos anticipado, aprobó en el Pleno ordinario, celebrado el 18 de julio de dicho año, la solicitud suscrita por los vecinos "don Diego Quirón, don Marcos Ayllón y otros, autorizando las medias corridas de toros de muerte, en la plaza provisional de esta villa los días 4 y 7 de septiembre", y los días 2, 3 y 8, se "corrieron", previo su "encierro" treinta novillos en total para los referidos días, 2, 3 y 8, con ocasión de aquella Feria de San Antolín de 1892, Cuarto centenario del Descubrimiento de América.

A parte, y como aderezo de los populares "encierros" y "capeas" de novillos, Medina y algunos municipios de su Tierra, tenía singular relevancia la lidia del llamado "Toro del Alba" o "novillo del alba". Sobre esto hemos podido constatar la tradición, eminentemente oral, pero también escrita en prensa semanal por firmas literarias, de este "toro del alba" que solía ser el mejor y más descarado toro de encierro, el de mayor tamaño, cornamenta y trapío, en resumen el que más imponía a simple vista... Pero sin embargo, revisados todos los Libros de Acuerdos del Archivo Municipal medinense desde finales del siglo XVIII y todo l siglo XIX, no hemos encontrado nada que haga referencia a esta especial lidia y costumbre taurina, entroncada, al parecer, con la hora (aproximada) de su celebración releante, hasta llegar al año 1884, en que vista la sesión del Pleno ordinario del Ilustre Ayuntamiento de la Villa de fecha 7 de agosto, que presidió don León Fernández Amaredo como Alcalde constitucional y que fue signada por el entonces Secretario Municipal don Honorio Román Carrasco, después de enunciar, harto escuetamente, el Programa de las "Ferias de San Antolín de 1 al 8 de septiembre", Sigue diciendo, "el Ilustre Ayuntamiento de esta Muy Noble, Muy Leal,Heroica y Coronada Villa en uso de, ... etc." (sic) allí vimos la primera alusión documental y oficial del llamado "Toro del Alba". Hemos de precisar y aclarar que en Medina y su Tierra aunque los toros corridos y encerrados, las más de las veces, eran por su edad y hierbas TOROS hasta con barbas y arrastrándoles el rabo (salvo si eran "rabones" o sin rabo), siempre fueron denominados NOVILLOS, quizá por mor de las autorizaciones y permisos gubernativos, ya que se verificaba inspección veterinaria reglamentaria, por entonces no estar pedida por la ley al no ser sacrificadas las reses lidiadas en "capeas" a lo que años después se denominaba en los programas "lidia al estilo de la Villa", es decir "cortados" a cuerpo limpio, con una vara o bastón en la mano, con el que se solía "acariciar" al morlaco, unos con fuerza y saña y otros suavemente como adorno y firma de su "corte". Actualmente la familia medinense conocida popularmente como "Pinturas" (por razón del oficio de sus varones), han puesto en candelero esta especie de "suerte" taurina con sus bien organizados y bien dotados "Concurso de Cortes" celebrados ya en la Plaza de Toros, a más de la medinense, en las de Valladolid, Iscar, Pedrajas,Olmedo etc. Y también fuera de nuestra provincia.

Ya hemos dicho repetido en nuestros escritos sobre este tema taurino, que durante los años comprendidos entre el 1939 y el San Antolín de 1988, ambos inclusive, volvieron a celebrarse los festejos taurinos a base de los tradicionales "encierros" de novillos y su lidia en "capea", devolviéndoles al campo en los vespertinos y repetidos "desencierros", y siempre con un atalancado, y, en cierto modo, análogo al de los años 1840 si siguientes, es decir, en parte, en la zona sur de nuestra Plaza Mayor, que entonces estaba sin ajardinar ya que los jardines fueron plantados e instalados en el año 1937, por acuerdo de la Corporación nombrada por la Autoridad Militar y que presidía don Joaquín Carballo y Álvarez, comandante de Artillería en aquella fecha, o sea que la precitada zona sur estaba limitada por la S.I. Colegiata de San Antolín y las casas linderas con la Casa Consistorial y las de la acera del "portillo" hasta la calle del Almirante, y cerrada por el lado este por la iniciación de la antigua Carpintería hoy calle de Bravo, y la antigua calle de Ávila, hoy Simún Ruiz.

En el San Antolín de 1949, se inauguró la primera Plaza de toros realizada toda ella de fábrica, en ladrillo castellano, según proyecto y dirección del entonces Arquitecto municipal don Dacio Pinilla, por encargo y a costa de su propietario el vecino medinés don Manuel Casares Ramos, en el presente la Plaza de Toros es de propiedad Municipal, y está siendo reformada en profundidad por el Municipio medinense.

Años después de inaugurada la citada Plaza de Toros, sita en el entronque de los cordeles de las seculares Cañadas Reales de Extremadura y Salamanca, volvieron a reimplantarse los "encierros de novillos" desde el campo, cuyos itinerarios fueron variando a través de los años; primeramente salieron los novillos desde el prado de Martinache o de "Dehesa de Abajo" y hasta los años veinte llega el "encierro" a través de las Tudas y la calle del Costado del Hospital, y ya en plenos años veinte lo hacían por la Cañada de Extremadura, bordeando la carretera del Balneario de las Salinas y por la calle Malena, (Magdalena antes) para desembocar siempre en ambos recorridos, en la Avenida de Portugal, antes Arrabal de Salamanca, para luego entrar en la calle de Salamanca, actual Gamazo y penetrando en la Plaza Mayor de la Villa por el Arco.

Los prados donde solían pastar los "novillos" contratados por el Ayuntamiento medinés en el pasado siglo XIX y los que van de éste hasta 1936, fueron los de "las Navas", "Tovar", "la Golosa", "el Martinache", así como también, a veces en la municipal Dehesa de Abajo, y últimamente también en los propios Apriscos de esta Dehesa, y antes de su construcción en los años sesenta con fondos de la llamada "Ayuda Americana", pastaban los novillos bravos en la parte libre y más alejada del casco urbano de la citada Dehesa de Abajo.

En los últimos años, al volver pro clamor popular los "tradicionales y típicos encierros", el itinerario de entrada de los ganados bravos, ha venido siendo "desde el campo medinense" (pardos del Marinache y de la Golosa) hasta la calle de Carrera, Primer tramo de la de Artillería, Avenida de Portugal hasta la Plaza de Toros, bajo la protección para el público asistente y guía del ganado, de unas vallas metálicas instaladas en el recorrido urbano que hemos especificado últimamente.

En toda esta Comarca de la llamada "Tierra de Medina" y sus aledaños, coincidiendo siempre con sus respectivas festividades patronales, también se vienen celebrando festejos taurinos, sustancialmente análogos a los de Medina del Campo, teniendo especial relieve e importancia, los que se celebran en las localidades de Rueda, Nava del Rey, La Seca, Ataquines, Madrigal de las Altas Torres, etc.

Con estos escuetos datos, creemos poder finalizar este tema medinense relativo a los diferentes festejos taurinos celebrados en el transcurrir de los tiempos, así como su reflejo y repercusión en la importantísima historia de la Muy Noble, Leal y Coronada Villa de Medina del Campo, y esperamos con ello haber fijado una serie de datos recogidos en el valioso Archivo Municipal (Libros de Acuerdos), así como otros que proceden de la tradición oran de nuestros antecesores y de la infancia y juventud así como de la madurez del que esto escribe en el un tanto rápido discurrir de sus setenta y seis años de veda transcurrida, sin faltar ninguno, en su amada Villa natal.

Laus Deo.

Ricardo Sendino (Cronista de la Villa)

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"Los encierros más antiguos de España" por Juan Carlos Moreno Moreno

Como historiador me resulta un tanto sorprendente leer afirmaciones tales como: "Los encierros más antiguos de España", etc. Cosas así nos muestran una forma pedante de apropiación de algo que no tiene ningún dueño, ni lo tendrá; siendo una manifestación más de la propia sociedad, en este caso, la española. Como afirma Julia Montalvillo, archivera de Cuéllar, "todas las comunidades que se asientan al sur del Duero, no tienen una economía eminentemente ganadera, es muy normal que se celebren encierros... pero es un fenómeno que surge de la misma base económica. La ganadería eran los bienes que mejor se salvaban del peligro de un ataque enemigo".

Ante la falta total de una Historia de los Encierros realizada sin ninguna pretensión localista y con un afán de buscar los inicios de esta fiesta popular y sin entrar en una carrera cronológica por ver el pueblo, villa o ciudad que pueda exhibir esa primera vez, porque se ha salvado un documento del paso del tiempo; debemos empezar diciendo que los populares encierros o correr de los toros hunden su tradición a lo largo de los siglos en la propia cultura mediterránea (prehistoria, Creta, Grecia, Roma...) con una larga tradición del mundo del toro. En la Península ibérica estas manifestaciones van a tener una continuidad; los encierros existen desde que hubo toros y hombres dispuestos a enfrentarse con ellos, porque para correrlos primero había que meterlos en un lugar cerrado (toril); es decir, encerrarlos.

El término "correr toros" aparece de una forma más regular a partir del siglo XV en las fuentes documentales, salvando excepciones, si bien los festejos con toros aparecen bastante antes; veamos diversos ejemplos.

En el siglo VII, el rey Sisebuto reprende al obispo de Barcelona por su afición a este tipo de festejos que se celebraban con toros; la crónica da referencia, sin documentar y los lo tanto incierta, en el casamiento de doña Urraca, dándose un acontecimiento similar, en el siglo IX en el reino de León; en el siglo XI (1080) con motivo de la boda de Blasco Ibáñez con Arias Galinda, el día después (el tornabodas) en la ciudad de Ávila, se corrieron seis toros con gente de a pie y a caballo; en el Fuero de Albarracín del siglo XIII se dan instrucciones para la construcción del tablado para festejos de toros; en 1215 el obispo de Segovia, Geraldo, decreta que los clérigos de Sepúlveda, Pedraza, Cuéllar y Coca no asistan a juegos de toros; en las Cantigas de Santa María, del rey Alfonso X en el siglo XIII, aparece una ilustración dibujada de un festejo de correr toros, transcurre en Plasencia (Cáceres), los mozos corren los toros por las calles del pueblo hasta la casa de la novia ataviados con capas de vestir; en 1328 con motivo de la coronación de Alfonso IV de Aragón en Zaragoza se da una de las primeras corridas reglas; en 1837 el rey Juan I de Aragón, pide al concejo de Zaragoza dos matatoros para un festejo en Barcelona; en 1405 Fernando de Antequera autoriza l concejo de Cuéllar a una recaudación extraordinaria para pagar los toros; en 1418 con motivo de la boda del rey Juan II con María de Aragón se celebran las fiestas de toros en Medina del Campo; en 1490 la reina Isabel la Católica manifiesta a su confesor su impotencia para erradicar este festejo, habida cuenta del recuerdo en una fiesta n su honor, celebrada en Arévalo (Ávila) donde murieron dos hombres; en 1493 el concejo de Medina del Campomanda a su mayordomo Velasco Nieto que compre doce toros para correr en cuatro diferentes ocasiones a lo largo del año; en 1499 el II Duque de Alburqueque otorga unas ordenanzas sobre la manera de cerrar toros en Cuéllar.

A partir del siglo XVI los documentos conservados en los Archivos son mucho mayores, y las referencias a este tipo de festejos se hacen mucho más numerosas, éstos se conservan para grandes acontecimientos sociales (nacimientos de príncipes, terminación de guerras...) y en las principales fiestas religiosas que se suceden a lo largo del año (Corpus, Virgen de Agosto San Juan...). A pesar de los impedimentos estos festejos taurinos se van a celebrar de una forma generalizada.

A la vista de estas referencias documentales que se han conservado, la pretensión de adjudicarse la antigüedad de este evento no deja de ser una demanda del todo absurda, por el propio devenir de este festejo de marcado carácter popular.

No quiero acabar esta breve reseña de los encierros sin dirigirme a las asociaciones taurinas, de encierros o proencierros, para que no caigan en este afán de protagonismo localista que no conduce a ninguna parte, seamos serios y hagamos una Historia, con mayúscula, sin exclusiones y que sea integradora con nuestra propia identidad.

Juan Carlos Moreno Moreno (Historiador)

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