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TEMA: V CENTENARIO

ITINERANCIA A TRAVÉS DE ESPAÑA DE LA REINA CATÓLICA


Cuadro De Eduardo Rosales 1864, Museo del Prado de Madrid
Cuadro De Eduardo Rosales 1864, Museo del Prado de Madrid

ITINERANCIA A TRAVÉS DE ESPAÑA DE LA REINA CATÓLICA

La reina de Castilla y Aragón, Isabel I, la Católica, solía viajar de forma prácticamente no interrumpida y cuando las circunstancias climatológicas lo permitían, a través de la documentación aportada por las "Cuentas de Gonzalo Baeza", que iluminen y aporten datos sobre el tema. La comitiva Real viajaba en caravanas de mulas de buena alzada y edad, propias de la categoría Regia de sus jinetes que montaban sobre sillas cómodas y seguras, verdadera labor de artesanía a base de materiales caros y nobles; en ocasiones la Reina utilizó la popular carreta "bien preparada", y a veces en alivio del cansancio y del tiempo, y también utilizó mucho las andas, llevadas por hombres acopladas a mulas, que a veces eran "verdaderas obras de arte". Por lo apuntado sabemos que en la Corte de los Reyes Católicos existió el cargo de "tenedor de andas", que recayó durante muchos años en Machín de Aran, el cual, en 1496, como dato curioso, adelantaremos que recibió doscientos mil maravedíes por este servicio de confianza.

La Reina y su cortejo, más o menos solemne, viajaban de día, y el "aposentador real" con su gente se adelantaban a preparar en tiempo suficiente los aposentamientos nocturnos; se estudiaban itinerarios para pernoctar en pueblos y villas acomodados y populosos, pero constan las crónicas que algunas veces humildes aldeas sirvieron de posada a la Reina y sus acompañantes. Sin embargo, mayor parte fueron los monasterios los que acogieron a la comitiva real, y por ello hubo necesidad perentoria, en los grandes conventos y monasterios de tener un sector reservado, sobre todo en los de la Orden benedictina y también en la de los jerónimos. De igual forma creció la necesidad de conservar bien los palacios y las casas propiedad de la Corona, cuyas salas y estancias principales al aposentador real dotaba de reposteros y alfombras de la Casa Real, y a veces también de los Tronos y escalinatas, con los mantos y armiños, coronas y demás insignias propias de la Realeza, a fin de presidir los actos y juicios celebrados con toda la solemnidad por los Reyes de Castilla y Aragón, solos o cinjuntamente, por el Rey Fernando y la Reina Isabel. Muchas veces tenía que quedarse algún cortesano para pagar los desperfectos ocasionados por hombres y animales en las posadas; los viajes de la Reina constan que humildes aldeas sirvieron de posada a la Reina y sus acompañantes, y éstos serían aposentados conforme a las costumbres y las leyes para "echar huéspedes".

En esta itinerancia isabelina que hacía que la Corte de los Reyes Católicos no fuera fija, ya que andaban por el Reino de unas ciudades y lugares a otros, a fin de que por su presencia temiesen los insolentes y perturbadores y pudiesen pedir justicia los temerosos y sufridos ciudadanos, y así podemos aplicar la reflexión del rey don Fernando el Católico, que podemos también aplicar para la reina Doña Isabel: "No fijó su Corte en ninguna ciudad de España, o por que no dio por definida la monarquía, o por dictamen profundo de no hacer cabeza una nación, y pies otra. Más que el lugar importaba el Centro real de mando".

Podemos afirmar que la Reina Católica, a través de su fructífero reinado, se le dio bien la itinerancia, la misional, la franciscana, la encontradiza con sus pueblos.

y vamos a terminar hoy estas líneas con lo que nos dice B. Gracián, que "Isabel fue catholica y cristianisima devota, dada a contemplación y dedicada a Dios". Así lo afirman los testimonios de los cronistas y de sus posteriores "laudatores" que harían estas líneas incontables.

Las Cortes de Toledo (1480)

Para dar una nueva estructura interna a la monarquía personificada en los Reyes Católicos, estos convocaron en Toledo, en el año 1480, a las Cortes de Castilla, después de aquellas de 1476 que pacificaron el reino con la instauración de la Santa Hermandad, "único modo de asegurar el orden en los caminos y de tonificar la vida nacional".

Ahora, en las Cortes de Toledo de 1480, el problema a resolver era "el de poner al día el organismo encargado de ayudar a los Reyes eficazmente "tanto en el Reino de Castilla y su gobierno, como en la política exterior", es decir, actualizar el Consejo Real de Castilla, "dando en el mismo prioridad a los Consejeros formados en las Universidades", o lo que es lo mismo a los "letrados", que sustituían a la alta nobleza y al alto clero. Con ellos los Reyes Católicos (título que habían recibido con el pleno control de este supremo órgano de gobierno del Reino de Castilla, otrora en manos de la alta nobleza y del alto clero.

Son solamente las dos convocatorias de las Cortes del Reino de Castilla, porque, según los reyes, "tenían obligaciones inexcusables con su pueblo y que para eso habían recibido tanto poder en la tierra por la gracia divina , también ahora se volverá a recordar ante los procuradores representantes en las ciudades de Castilla que esa obligación seguía vigente. Y así se proclama expresamente en la referida convocatoria: "A los que tenemos sus veces (de Dios) en la tierra dio mandamiento singular a Nos, dirigida por la boca del sabio, diciendo: Amad a la justicia los que juzgáis la tierra...".

En estas fechas (1480) tuvo lugar la toma de Otranto por los turcos, con grave peligro para Europa y, en general, para la Cristiandad, y por ello Isabel y Fernando no quisieron estar al margen de tan gran amenaza y consecuentemente a finales de aquellos años enviaron "una poderosa flota con tropas de socorro que ayudasen al Rey de Nápoles a recuperar la plaza perdida".

Las Cortes fueron uno de los instrumentos que utilizaron los Reyes Católicos como una de las palancas más eficaces para gobernar la Monarquía que, con el Descubrimiento de América y su evangelización y colonización, había hecho ascender, en el orden internacional, a la España unificada por Isabel y Fernando, poniendo las bases del gran imperio hispánico.

Para terminar añadiremos que el duque de Calabria pudo recobrar Otranto, y que la muerte del sultán Mahomet II puso un parón en las aventuras bélicas de los turcos.

Ricardo Sendino González. (Cronista de la Villa)

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