La reina de Castilla y Aragón, Isabel
I, la Católica, solía viajar de forma prácticamente
no interrumpida y cuando las circunstancias climatológicas
lo permitían, a través de la documentación
aportada por las "Cuentas de Gonzalo Baeza",
que iluminen y aporten datos sobre el tema. La comitiva Real
viajaba en caravanas de mulas de buena alzada y edad, propias
de la categoría Regia de sus jinetes que montaban sobre
sillas cómodas y seguras, verdadera labor de artesanía
a base de materiales caros y nobles; en ocasiones la Reina utilizó
la popular carreta "bien preparada", y a veces
en alivio del cansancio y del tiempo, y también utilizó
mucho las andas, llevadas por hombres acopladas a mulas, que
a veces eran "verdaderas obras de arte". Por
lo apuntado sabemos que en la Corte de los Reyes Católicos
existió el cargo de "tenedor de andas",
que recayó durante muchos años en Machín
de Aran, el cual, en 1496, como dato curioso, adelantaremos
que recibió doscientos mil maravedíes por este
servicio de confianza.
La Reina y su cortejo, más o menos
solemne, viajaban de día, y el "aposentador real"
con su gente se adelantaban a preparar en tiempo suficiente
los aposentamientos nocturnos; se estudiaban itinerarios para
pernoctar en pueblos y villas acomodados y populosos, pero constan
las crónicas que algunas veces humildes aldeas sirvieron
de posada a la Reina y sus acompañantes. Sin embargo,
mayor parte fueron los monasterios los que acogieron a la comitiva
real, y por ello hubo necesidad perentoria, en los grandes conventos
y monasterios de tener un sector reservado, sobre todo en los
de la Orden benedictina y también en la de los jerónimos.
De igual forma creció la necesidad de conservar bien
los palacios y las casas propiedad de la Corona, cuyas salas
y estancias principales al aposentador real dotaba de reposteros
y alfombras de la Casa Real, y a veces también de los
Tronos y escalinatas, con los mantos y armiños, coronas
y demás insignias propias de la Realeza, a fin de presidir
los actos y juicios celebrados con toda la solemnidad por los
Reyes de Castilla y Aragón, solos o cinjuntamente, por
el Rey Fernando y la Reina Isabel. Muchas veces tenía
que quedarse algún cortesano para pagar los desperfectos
ocasionados por hombres y animales en las posadas; los viajes
de la Reina constan que humildes aldeas sirvieron de posada
a la Reina y sus acompañantes, y éstos serían
aposentados conforme a las costumbres y las leyes para "echar
huéspedes".
En esta itinerancia isabelina que hacía
que la Corte de los Reyes Católicos no fuera fija, ya
que andaban por el Reino de unas ciudades y lugares a otros,
a fin de que por su presencia temiesen los insolentes y perturbadores
y pudiesen pedir justicia los temerosos y sufridos ciudadanos,
y así podemos aplicar la reflexión del rey don
Fernando el Católico, que podemos también aplicar
para la reina Doña Isabel: "No fijó su
Corte en ninguna ciudad de España, o por que no dio por
definida la monarquía, o por dictamen profundo de no
hacer cabeza una nación, y pies otra. Más que
el lugar importaba el Centro real de mando".
Podemos afirmar que la Reina Católica,
a través de su fructífero reinado, se le dio bien
la itinerancia, la misional, la franciscana, la encontradiza
con sus pueblos.
y vamos a terminar hoy estas líneas
con lo que nos dice B. Gracián, que "Isabel fue
catholica y cristianisima devota, dada a contemplación
y dedicada a Dios". Así lo afirman los testimonios
de los cronistas y de sus posteriores "laudatores"
que harían estas líneas incontables.
Las Cortes de Toledo (1480)
Para dar una nueva estructura interna a la
monarquía personificada en los Reyes Católicos,
estos convocaron en Toledo, en el año 1480, a las Cortes
de Castilla, después de aquellas de 1476 que pacificaron
el reino con la instauración de la Santa Hermandad, "único
modo de asegurar el orden en los caminos y de tonificar la vida
nacional".
Ahora, en las Cortes de Toledo de 1480, el
problema a resolver era "el de poner al día el organismo
encargado de ayudar a los Reyes eficazmente "tanto en el
Reino de Castilla y su gobierno, como en la política
exterior", es decir, actualizar el Consejo Real de Castilla,
"dando en el mismo prioridad a los Consejeros formados
en las Universidades", o lo que es lo mismo a los "letrados",
que sustituían a la alta nobleza y al alto clero. Con
ellos los Reyes Católicos (título que habían
recibido con el pleno control de este supremo órgano
de gobierno del Reino de Castilla, otrora en manos de la alta
nobleza y del alto clero.
Son solamente las dos convocatorias de las
Cortes del Reino de Castilla, porque, según los reyes,
"tenían obligaciones inexcusables con su pueblo
y que para eso habían recibido tanto poder en la tierra
por la gracia divina , también ahora se volverá
a recordar ante los procuradores representantes en las ciudades
de Castilla que esa obligación seguía vigente.
Y así se proclama expresamente en la referida convocatoria:
"A los que tenemos sus veces (de Dios) en la tierra dio
mandamiento singular a Nos, dirigida por la boca del sabio,
diciendo: Amad a la justicia los que juzgáis la tierra...".
En estas fechas (1480) tuvo lugar la toma
de Otranto por los turcos, con grave peligro para Europa y,
en general, para la Cristiandad, y por ello Isabel y Fernando
no quisieron estar al margen de tan gran amenaza y consecuentemente
a finales de aquellos años enviaron "una poderosa
flota con tropas de socorro que ayudasen al Rey de Nápoles
a recuperar la plaza perdida".
Las Cortes fueron uno de los instrumentos
que utilizaron los Reyes Católicos como una de las palancas
más eficaces para gobernar la Monarquía que, con
el Descubrimiento de América y su evangelización
y colonización, había hecho ascender, en el orden
internacional, a la España unificada por Isabel y Fernando,
poniendo las bases del gran imperio hispánico.
Para terminar añadiremos que el duque
de Calabria pudo recobrar Otranto, y que la muerte del sultán
Mahomet II puso un parón en las aventuras bélicas
de los turcos.