La
asamblea de Medina del Campo
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Remate del báculo
de Benedicto XIII, el -papa luna-. Hacia 1394.1417.
Museo Arqueológico Nacional, Madrid
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Finalmente se decidió
convocar una asamblea con objeto de que los participantes en la
misma analizaran la situación existente y propusieran la
decisión que juzgaran más conveniente. El rey de Castilla,
Juan I, según informa el cronista Pero López de Ayala,
ordenó la celebración de esta asamblea porque "se
quería informar de todo este fecho, porque él, más
sin peligro de su ánima, pudiera saber quál parte
ternía". Dicha asamblea, a la que denominó, no
sin cierto tono de ironía, "cónclave", se
acordó realizar en la villa de Medina del Campo. A la misma,
cuya inauguración solemne tuvo lugar el día 23 de
noviembre del año 1380, acudieron, al decir de López
de Ayala, "todos los perlados e letrados de su regno",
así como delegación de ambos pontífices. "Obispos,
abades, religiosos de nota, eclesiásticos con buenos estudios
de teología y Cánones" fueron los reunidos en
la citada asamblea, al decir de Luis Suárez Fernández,
(en su libro Juan I. 1379-1390). Entre los asistentes había
también embajadores de Francia, así como el obispo
de Pamplona. El discurso inaugural corrió a cargo del eclesiástico
Pedro de Luna. ¿Cabe deducir de ello que había una
postura previa a favor del pontífice de Aviñón?.
Es cierto que a continuación intervinieron los defensores
de ambas posturas, la urbanista y la eclesiástica, abriéndose
un amplio debate entre los presentes. También se leyó
el informe, bastante desalentador, que habían elaborado,
tras su viaje por tierras europeas, Rodrigo Bernardo y Fernando
de Illescas. Al final se redactó un documento que contenía
una serie de proposiciones, sobre las cuales se invitó a
pronunciares a un total de treinta y cuatro eclesiásticos,
previamente seleccionados, presentes todos ellos en la citada asamblea.
La respuesta fue favorable, de forma abrumadora, al pontífice
de Aviñón Clemente VII.
Al fin y al cabo
la resolución adoptada coincidía con la alianza política
y militar que Castilla mantenía con Francia, desde el tratado
de Toledo de 1368. Hay que tener en cuenta, por otra parte, que
Portugal había reconocido a Urbano VI, lo que empujaba a
Castilla a fortalecer su acercamiento a los franceses. Aun así,
la declaración formal, por parte de Juan I, de la obediencia
al pontífice de Avión se efectuó unos meses
después, en concreto el 19 de mayo del año 1381, en
una solemne ceremonia que se desarrolló en la catedral vieja
de Salamanca. El texto, que recoge los principales eventos en relación
con el cisma desde 1378 hasta la asamblea de Medina del Campo y
que fue leído desde el altar mayor, fue redactado en latín,
pero de él ofrece una versión en castellano, Pero
López de Ayala en su Crónica de Juan I. En
su conclusión afirmaba que Urbano VI era un intruso y Clemente
VII legítimo. Unos días más tarde, el 23 de
mayo, esa decisión era comunicada oficialmente a todo el
reino, en su texto, más breve, en lengua romance.