Es como entrar en una excavación arqueológica, en el esqueleto de una gran ballena o en un escenario postapocalíptico. El antiguo edificio de la Delegación de Hacienda en la Plaza de Madrid, sometido a una rehabilitación integral para vivir una segunda vida, ha sido ya desnudado, vaciado y hasta destruido por dentro. Ocho meses después de comenzada la obra, que tiene un plazo de ejecución de treinta, las tareas de demolición han concluido y obreros y técnicos se adentran en la segunda fase, la de reconstrucción.
Así será el edificio de Hacienda en Valladolid
La obra ha superado sin contratiempos todos los retos planteados hasta ahora, incluidos dos de los problemas más recurrentes en cualquier trabajo que se realiza en el centro de la capital vallisoletana. El cauce subterráneo del Esgueva discurre canalizado por la calle Dos de Mayo, uno de los laterales del edificio, sin que se hayan encontrado filtraciones. Tampoco han aparecido restos arqueológicos, una complicación que suele afectar a los plazos de finalización.
Cuando se reabra al público, una de los detalles que más llamarán la atención a quienes recuerden haberlo visitado en los tiempos en que era la sede de Hacienda es el diseño de las plantas. Antes, la planta baja era en realidad una primera planta, ya que en el mismo hall había unas escaleras. La futura entrada estará a pie de calle y una vez se acceda al patio central habrá un salón de actos o auditorio con capacidad para 150 personas.
«La estructura no se puede cambiar, así que la obra consiste en respetar el original y reforzarlo», explica Juan Represa, arquitecto del servicio de Infraestructuras de la Junta. «La configuración será la misma, con sótano, planta baja y cuatro alturas, y además de la fachada se han mantenido el claustro con sus columnas así como la balaustrada».
Sí hay algo que ha desaparecido y no volverá. El edificio tenía, por obligación y costumbre de su uso anterior, dos viviendas en la última planta: la del delegado especial de la Agencia Tributaria y la del conserje.
Lo difícil
«La demolición, la parte en que el edificio se queda reducido a su estructura más elemental para volver a cimentar, es el momento más delicado», señala David González, jefe de la obra que está llevando a cabo la Constructora San José. El arquitecto apunta otro detalle: «No puedes correr, todo se ha ido haciendo por partes, con decisiones tomadas muchas veces sobre la marcha, según lo que te vas encontrando . Porque, claro está, no hay nadie que te pueda contar cómo fue construido y apenas había tampoco documentación técnica».
«A partir de ahora, que entramos en la fase de construir el nuevo interior y el trabajo consiste en ir añadiendo elementos, esperamos que todo sea más sencillo», comenta González. Para la demolición se han utilizado tres métodos, dependiendo de la zona y los materiales: retro excavadoras, robots dirigidos a distancia y la mano del hombre.
Además de la fachada, la obra respeta la columnata y la balaustrada del interior
El edificio original es obra del arquitecto Manuel Cuadrillero Sáez (su firma figura junto a la puerta principal) y fue inaugurado en 1933. Sobrevivió, así pues, a los estragos de la Guerra Civil (con daños y reformas), en unos tiempos en los que las costumbres eran menos exigentes que en la actualidad. El exterior, de cuatro alturas, es de estilo modernista y aspecto austero, con algunos elementos ornamentales en la fachada y un frontón coronado por un reloj.
«Antes, debido a la ausencia de muchos de los requerimientos y exigencias actuales, la construcción tenía un aspecto más esbelto, sobre todo por la utilización de hormigones de menor resistencia –señala Represa–. Pero eso no quiere decir que fuera de peor calidad, como lo demuestra todo el tiempo que ha estado en uso y cómo lo hemos encontrado casi cien años después de su construcción». No duda en calificarlo de «proeza» y de reconocer su «admiración por los procesos y la manera en que se construía» en unos tiempos en los que el uso de la mano de obra era intensivo y los materiales, peores. Al revés que ahora.
En su Guía de Arquitectura de Valladolid, Juan Carlos Arnuncio lo define como un «edificio ecléctico» que incluso en la primera mitad del siglo XX resultaba «anacrónico». «El interior lo conforma un gran patio de operaciones con pretendido aire neoplateresco, con dos pisos con columnas y cubierto con un gran lucernario plano decorado con un escudo de España». Precisamente esta vidriera ha sido retirada para someterla a una restauración y volverá a ocupar su lugar.
De Medina del Campo
Cuadrillero, nacido en Medina del Campo en 1881, era hijo del maestro municipal de obras Ricardo Cuadrillero, considerado el 'diseñador' a finales del siglo XIX del centro histórico de la villa de las ferias. Otras construcciones con la rúbrica de Cuadrillero en Valladolid son el ecléctico edificio del antiguo Banco Castellano (sede del BBVA en Duque de la Victoria), el de la esquina de la Calle Santiago con la Plaza Mayor, el de Santa María con Menéndez Pelayo, con aire andaluz y actualmente en restauración, o algunas viviendas en la calle Miguel Íscar y en López Gómez. Los autores de la rehabilitación de Hacienda son los madrileños José Manuel Barrio y Gonzalo Cabanillas.
La Agencia Tributaria abandonó el edificio en 2014 y ocho años más tarde, en 2022, la Administración Central lo traspasó a la Junta, que ubicará allí diversos servicios repartidos ahora por locales alquilados en la capital vallisoletana. Está previsto que se trasladen allí hasta 300 funcionarios.
La Administración autonómica tiene 22 oficinas repartidas por la capital y con el traslado a los 7.200 metros cuadrados del edificio de la Plaza de Madrid, la Junta prevé un ahorro anual de 720.000 euros. Aunque todavía no se ha determinado qué servicios concretos se ubicarán allí, lo que es seguro es que tendrá uso administrativo general para agrupar organismos y unidades funcionales dispersas.
El coste de la obra asciende a 14,08 millones de euros, de los que más de seis corren a cuenta de los fondos NextGeneration de la UniónEuropea, con aportaciones también del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia y del Programa de Impulso a la Rehabilitación de Edificios Públicos. La obra se extenderá hasta finales de marzo de 2025 y una vez rehabilitado tendrá un consumo de energía prácticamente nulo.
Las actuaciones previstas incluyen refuerzos de la estructura, reacondicionamiento de espacios administrativos interiores, dotación de instalaciones y equipamientos tecnológicos, medidas de eficiencia energética, mejora de las condiciones de aislamiento, etc. «que puedan hacer calificar al edificio terminado y ocupado como avanzado en términos tanto medioambientales, tecnológicos, constructivos y ergonómicos», según explican desde la Consejería de Economía y Hacienda.