La
Plaza
Mayor ha sido el escenario natural del mercado ferial de Medina
de los siglos XIX y XX. Es sabido que, aprovechando la mejora de las
comunicaciones por ferrocarril y por carretera en el último tercio
del siglo XIX, se potencia la creación de varios encuentros mercantiles
de carácter agropecuario y ámbito comarcal, que se inicia
en 1870 con la instauración del mercado dominical, al que suceden
-teniendo muy presente el comienzo y final del calendario tradicional
agrario- la feria mayor de San Antolín en 1873, primero de
seis días y desde 1878 de los ocho actuales, y de la "feria
chica" de San Antonio en 1877, con una duración de tres
días.
Durante
esos días de feria y mercado, la Plaza
Mayor de medina ofrecía una gran vitalidad que rememoraba,
aunque fuera pálidamente, aquellas otras ferias que convirtieron
a medina en el centro más importante de contratación de
su época: carretas llenas de canastos de grano, hortalizas y
frutas cobijadas en serones, largas hileras de piezas cerámicas
de todos os tamaños y hechuras,
incluso los más
variados productos colgados de cuerdas entre los pies derechos de los
soportales, como recuerda una curiosísima gacetilla publicada
en el semanario local "El Medinense", en junio de 1889,
que recogía un sucedido de ciertos aires "lazarillos":
"Quienes serán los que[
] cuelgan los utensilios
de su comercio estorbando el caso á los transeúntes, y
dando ocasión á incidentes como el ocurrido días
atrás a un pobre ciego, á quién guiaba un niño,
quien haciéndole inadvertidamente pasar por debajo de uno de
esos colgajos logró se escasquetara el infeliz ciego un bozal,
del que no acertó a desenredarse en un gran rato, siendo ocasión
de risa para los espectadores".
La
feria agropecuaria de septiembre, dedicada a San Antolín, derivará
con el tiempo en fiestas patronales; la de junio de San Antonio, conservará
durante un largo tiempo su carácter ferial, y más concretamente
ganadero, no faltando, sin embargo, festejos populares como los que
se encuentra el escritor portugués Joaquim Pedro de Oliveira
Martins en 1893; así los describe en su obra "Partas Peninsulares":
Era un domingo el día que pasé por Medina
y fiesta de San Antonio. En la Plaza
Mayor [
] invariablemente rodeada de arcadas en donde se ven
los mejores comercios de la localidad, apiñábase en ese
día una multitud pintoresca y alegre [
] en los diferentes
bailes populares danzaban al son de los tamborileros [
] las chicas
y chicos danzaban "las habas verdes" y "el
fandango" al precio de una perra chica por pareja al tamborilero.
Por otro lado se veían mujeres tocando el pandero y marcando
el zapateado de la "charrada o tarada" e indígenas
de Sayazo y Carbajales. Las de la panderetas danzaban también
levantando los brazos en alto sonando las castañuelas, avanzando
y marcando para que las parejas se junten y se separen, rematando la
danza con fuertes palmadas y gritos estridentes[
]
Reportaje
fotográfico