Villa histórica,
monumental, escultórica y paisajística
Villa
de las Ferias
08-01-11 - 500 años de imprenta.
El Museo de las Ferias de Medina del Campo conmemora, en los albores de la era digital, el medio milenio del comercio de los primeros libros impresos en la localidad vallisoleta. Antonio Sánchez del Barrio
El 10 de abril de 1511 Nicolás de Piemonte publicaba en Medina del Campo la obra de Diego Rodríguez de Almela, Valerio de las Historias Escolásticas, primer libro impreso en la villa. De este modo, el «nuevo invento» se implantaba en Medina al amparo de las más importantes Ferias Generales de la Península, manteniéndose dicha actividad durante un siglo, a lo largo del cual se publican alrededor de medio millar de títulos diferentes.
Con motivo de esta efeméride, la Fundación Museo de las Ferias ha organizado una exposición conmemorativa en la que se quiere resaltar la relevante condición de dichas ferias como uno de los más importantes focos españoles de comercio al por mayor de libros impresos en la Península, procedentes de las pioneras imprentas alemanas, francesas, centroeuropeas, italianas y españolas.
En la exposición se muestra una importante colección de libros originales de los principales centros impresores de la Europa de los siglos XV y XVI, organizados en cuatro grandes capítulos. El primero de ellos está dedicado a «Los albores del comercio del libro impreso en Castilla», mostrándose incunables —varios de ellos miniados— impresos en Nuremberg, Basilea, Venecia y Colonia. «El impulso de los libreros de Lyon» es el título que encabeza el segundo capítulo de la exposición; en él se muestran ocho libros impresos en esta ciudad francesa —desde donde se exportaban considerables remesas de libros con destino a las Ferias de Medina— y otros cuatro procedentes de las imprentas de París. El tercero de los espacios lleva por título «La Europa de los libros» y en él se aborda el comercio de importación de libros procedentes de los principales focos impresores europeos, a través de obras procedentes de los Países Bajos —de Amberes de manera especial—, Alemania —de Maguncia, Colonia y Nuremberg— e Italia —de Roma, Florencia, Milán y Venecia—, mostrando un variado repertorio de impresos encabezados por uno de los grandes libros de todos los tiempos: la Crónica de Nuremberg. En el cuarto capítulo se trata “«l comercio del libro en Castilla», especialmente el de distribución desde Medina del Campo a las ciudades universitarias de Salamanca, Valladolid y Alcalá, y también a las de Burgos, Toledo, Madrid y Sevilla, con una mención especial a las exportaciones dirigidas al Nuevo Mundo. Cierra la exposición el capítulo dedicado a «Los libros de molde de Medina del Campo», en el que se hace un recorrido por las principales tipografías medinenses mostrándose magníficos ejemplares —incluidos el primero de 1511 y el último de 1608— nacidos en las imprentas de Pedro de Castro, Diego Fernández de Córdoba, Guillermo de Millis, Francisco y Mateo del Canto, Juan Godínez de Millis, Juan Boyer y Cristóbal Lasso Vaca, entre otros, junto con documentos mercantiles muy significativos de este pionero comercio del libro impreso.
Junto a los libros expuestos, se muestra una escogida selección de obras de arte, también originales de aquellos tiempos y procedentes de las ciudades citadas, buena parte de ellas pertenecientes a la colección permanente del Museo de las Ferias. Dicha colección está formada por esculturas de grandes maestros españoles como Alonso Berruguete (de quien celebramos este año el 450 aniversario de su muerte) o Gregorio Fernández; pinturas de artistas extranjeros como Adriaen Isenbrandt, Marcellus Coffermans o Segismundo Laire; grabados de Hans Burgkmair, Franz Hogenberg, Adriaen Collaert o Thomas de Leu; tapices y relieves procedentes de los reconocidos talleres flamencos de Bruselas, Amberes o Malinas; piezas de origen alemán procedentes de Nuremberg o Colonia; y magníficas pinturas que copian obras maestras italianas. Con ellas se quiere realzar el conjunto de libros seleccionados para conmemorar esta importante efeméride.
Cuidadoso catálogo
Acompaña a la exposición un cuidado catálogo en el que participan reconocidos especialistas de la Historia del Libro que aportan interesantes novedades respecto al comercio del libro impreso en la Castilla del siglo XVI.
Julián Martín Abad escribe sobre «Los albores del comercio del libro impreso en Castilla», incidiendo en las características de los primeros incunables que se comercian en la Castilla del reinado de los Reyes Católicos. Los profesores José Manuel Ruiz Asencio, Irene Ruiz Albi y Mauricio Herrero Jiménez, tratan sobre «Las compras de libros en Medina del Campo por Hernando Colón» pasando revista a los cerca de dos centenares de libros que el hijo del Almirante adquiere en las ferias medinenses entre 1514 y 1537, considerado a éstas como el mejor de los lugares donde reunir los fardos de libros que compra incansablemente en las librerías de toda Europa, para su posterior traslado a su célebre Biblioteca Colombina de Sevilla. Gerard Morisse, uno de los mejores conocedores de la imprenta lionesa, escribe sobre el papel decisivo jugado por las ferias medinenses en el comercio de libros entre Lyon y Castilla a lo largo del siglo XVI. A continuación, el profesor Dirk Imhof aborda —con interesante documentación conservada del Museo Plantin-Moretus— la importante comercialización de libros entre los Países Bajos y Castilla, haciendo especial hincapié en las importaciones llegadas desde Amberes. Anastasio Rojo Vega dedica su artículo a la consideración de Medina del Campo como centro internacional de distribución de libros. Por su parte, Clive Griffin se centra en las relaciones comerciales de libros impresos entre la «Villa de las Ferias», Sevilla y el Nuevo Mundo durante aquella centuria y, por último, quien esto escribe hace un repaso de los principales testimonios del comercio de libros de molde en Medina del Campo, con un apunte final sobre las cerca de quinientas ediciones impresas en esta localidad entre 1511, con libro citado más arriba, y la obra de Jerónimo Castillo de Bobadilla, Política para corregidores…, en su edición de 1608, con la que se cierra el capítulo de libros impresos en las tipografías medinenses, que desaparecerán irremediablemente con el declive de las ferias.
En definitiva, una magnífica ocasión para contemplar libros y obras de arte que recuerdan –en este Quinto Centenario de sus imprentas- el papel protagonista que Medina del Campo tuvo en los primeros tiempos del comercio del libro.
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01-11-11 -
Centro de distribución de libros. ANASTASIO ROJO
En el siglo XVI, Medina del Campo fue el principal centro financiero de España. Por una serie de factores que han sido largamente comentados por numerosos autores, la localidad acabó convirtiéndose en el mejor punto de encuentro de mercaderes y en la base fundamental del Norte de España para el intercambio de los productos peninsulares e hispanoamericanos con los europeos.
Los dos principales puntos de venta de libros en la España del siglo de Oro fueron Medina del Campo y Salamanca, la primera servía de puerta de entrada a los productos de las imprentas europeas, la segunda ejercía como la mayor consumidora de textos de toda la Corona Española. Testimonio inmejorable de esto es la cita de Juan López Osorio, a comienzos del XVII, que dice: «así que se descargaba los navíos, luego por junto las traían [las mercancías] para hacer en ella [Medina del Campo] la primera venta... así de la misma manera [de] todas las ciudades y villas de Castilla la Vieja y Nueva acudían a esta villa los mercaderes más principales de ellas a comprar todo género de mercaderías.... Finalmente esta villa era plaza pública de la contratación de ferias, pagos y correspondencia de negocios con todos los mercaderes del mundo».
Plaza pública
Plaza pública de todos los mercaderes del mundo, incluidos los libreros, como bien puede verse en los registros de la biblioteca de Hernando Colón. Primero fueron libreros que llegaban a las ferias, alquilaban una casa con magazin y exponían en ella las producciones más recientes, las novedades de las imprentas de Italia, Francia, Alemania y Flandes. Siguieron mercaderes que decidieron asentarse permanentemente en la villa, buscando no solamente vender libros en la temporada de ferias, sino todo el año, organizando una red comercial sin la cual no sería posible entender ni el Siglo de Oro español, ni las Historias del Libro y de la Imprenta durante el mismo. Incluso, aunque no tenga que ver específicamente con la Llegaban tantos mercaderes a la vez, se hacían tantos negocios simultáneos, que los escribanos no daban abasto, lo cual debió atraer al primer impresor de la villa mencionada Historia del Libro, es posible que Medina del Campo sea la cuna española de los impresos comerciales. Llegaban tantos mercaderes a la vez, se hacían tantos negocios simultáneos, que los escribanos no daban abasto, lo cual debió atraer al primer impresor de la villa: un maestro que se asentó con la simple y llana intención de imprimir innumerables y repetitivas cartas de pago, de obligación, etc. como las que llenan a rebosar algunos de los protocolos notariales redactados en la población en dicha época.
Sospechosos de herejía
Concluyamos con una última referencia a sus libreros: una visita ordenada por el inquisidor Fernando de Valdés, en busca de libros religiosos que consideraba sospechosos de herejía, nos informa de que en 1551 las tiendas instaladas en Medina del Campo eran quince: las de Francisco de Aguilar, Álvaro de Castro, Juan de Espinosa, —que entre otras cosas llevaba, ya en 1536, la distribución de los libros de Nebrija—, Mateo Forniel, Francisco Gallego, Francisco García, el flamenco Adrián Gemart, Jacques Marichal, Antonio de Medina, Guillermo de Millis, Jácome de Millis —hermano del anterior y especializado en la importación de libros lyoneses—, el veneciano Stéphano Palazuolos, Domingo Sagaray, Rogel Senat y Juan María de Terranova, florentino con tiendas tanto en Medina como en Salamanca. Hombres de muy diversa procedencia que conectaban a España, por medio de Medina, con las grandes ferias del libro europeas.
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08-11-11 - Exposición Alonso de Quintanilla: la forja de un político de la Edad Media
EXPOSICIÓN “ALONSO DE QUINTANILLA. LA FORJA DE UN POLITICO DE LA EDAD MEDIA.
Archivo General de Simancas
Simancas (Valladolid)
9 de noviembre de 2011 a 31 de marzo de 2012
Desde el día 9 de noviembre, y hasta finales del próximo mes de marzo, se podrá contemplar en el Archivo General de Simancas la exposición Alonso de Quintanilla: la forja de un político de la Edad Media, organizada por el Ministerio de Cultura en colaboración con la Fundación Museo de las Ferias.
Alonso de Quintanilla fue una figura política fundamental del reinado de los Reyes Católicos, donde sobresalió en tres espacios claves del gobierno y poder: la hacienda, el ejército y el Consejo Real.
La exposición que se presenta en el Archivo General de Simancas no solo pretende destacar sus funciones y papel en un período decisivo de nuestra historia como fue el reinado de Isabel y Fernando, sino analizar cómo fue configurándose como hombre de poder en el orden social y económico un personaje político de gran calado en la convulsa segunda mitad del siglo XV, jalonada de conflictos nobiliarios y luchas civiles en los que Quintanilla participó activamente.
A través de las 32 piezas que componen la exposición, en su mayor parte documentos originales de la segunda mitad del siglo XV, se reconstruye la trayectoria y forja de este político en tres etapas que marcan hitos fundamentales en el panorama político del momento: una primera de acceso al poder durante el reinado de Enrique IV bajo la protección y patronazgo de don Juan Pacheco, marqués de Villena. Una segunda etapa, de consolidación, en la que se decanta por la opción del príncipe Alfonso de Trastámara frente a su hermanastro Enrique IV; y una tercera etapa en la que se convierte en auténtico paladín de la reina Isabel en su aspiración al trono de Castilla y en pieza fundamental en su gobierno posterior.
La muestra se hace eco de los dos escenarios en los que se desarrolla la vida de Quintanilla: sus orígenes asturianos y Medina del Campo, villa cargada de gran significación económica y política, en la que Quintanilla fija su núcleo de residencia, su espacio vital, y su referencia local en su carrera de poder.
Los documentos del Archivo General de Simancas, que como depositario de la documentación de los órganos de la administración central de la monarquía conserva un importante acervo documental de la época de los Reyes Católicos y sus antecesores, son testigos de faceta pública de Quintanilla, mientras que los conservados en la Fundación Museo de las Ferias, entre los que se encuentran los recientemente adquiridos a los herederos de la familia, reflejan la vertiente más íntima y privada del personaje.
La unidad de ambas caras, la pública y la privada, nos presenta el perfil de un personaje político relevante de la segunda mitad del siglo XV que bien puede presentarse como paradigma de su tiempo.
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09-11-11 - Exposición sobre Alonso de Quintanilla en el archivo de Simancas
Permanecerá abierta al público hasta el 31 de marzo de 2012. JAVIER HERNANDO | SIMANCAS (VALLADOLID)
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El archivo de Simancas acoge la exposición de Alonso de Quintanilla / JAVIER HERNANDO |
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La exposición "Alonso de Quintanilla. La forja de un político de la Edad Media", fruto de la colaboración entre el Ministerio de Cultura, la Fundación Museo de las Ferias de Medina del Campo y el Centro de Conservación y Restauración de Bienes Culturales de la Junta
de Castilla y León, según destacó el director del Archivo, Eduardo Pedruelo, ha quedado inaugurada en la mañana de este miércoles. La muestra, que podrá verse en el Archivo de Simancas los días laborales de 10 a 14 horas y de 17 a 19 horas, con visitas guiadas a las 12.00 horas (reservas en el 983 590 003); y los fines de semana de 11 a 14 horas y de 17 a 19 horas, con visitas guiadas a las 11 y 12.30 horas, previa cita en el 902 500 493, exhibe la vida y milagros de este personaje esencial en la convulsa historia de la segunda mitad del siglo XV. Una época que estuvo marcada por las profusas disputas entre la nobleza y los conflictos civiles. Según escribió su biógrafa, la medievalista Dolores Carmen Morales, el político astur fue el que allanó el camino para que la reina Isabel escuchara los proyectos de Colón, que condujeron al posterior descubrimiento del nuevo continente.
A la inauguración de este miércoles acudieron entre otras personalidades, el director general del Libro, Archivos y Bibliotecas, Rogelio Blanco; el subdelegado del Gobierno, Cecilio Vadillo; la alcaldesa de Medina del Campo, Teresa López; el alcalde de Simancas, Miguel Rodríguez; el director de la Fundación Museo de las Ferias, Antonio Sánchez; o la directora del Archivo de la Real Chancillería de Valladolid, Cristina Emperador.
La exposición integrada por 32 piezas, principalmente documentos originales fechados en la segunda mitad del siglo XV, reflejan en tres etapas la trayectoria política de Alonso de Quintanilla. La primera relata las vicisitudes por las que pasó hasta lograr grandes cuotas de poder, bajo el reinado de Enrique IV y con la protección de Don Juan Pacheco, marqués de Villena. En la segunda parte se cuenta cómo tomó partido por el príncipe Alfonso de Trastámara frente a su hermanastro Enrique IV. Y en la última se muestra al hombre de estado como un defensor a ultranza de la reina Isabel en sus anhelos de aspirar al trono de Castilla, y en el trascendental papel que ocupó en el posterior gobierno de "La Católica".
Además se exhiben los lugares que marcaron a Alonso de Quintanilla (1420-1500): su Asturias natal y Medina del Campo. En la localidad vallisoletana fijó su residencia y su carrera política. En 1469 pasó al servicio de doña Isabel, por entonces postulante a reina, y desde el poder refundó la Santa Hermandad para poner coto a los maleantes que, por entonces, poblaban los caminos.
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10-11-11 - La trayectoria política de Alonso de Quintanilla, objeto de una exposición en el Archivo de Simancas
La muestra recoge 32 piezas, sobre todo documentos fechados en el siglo XV. JAVIER HERNANDO | SIMANCAS.
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Un momento de la inauguración. :: J. HERNANDO |
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El Archivo General de Simancas acoge hasta el 31 de marzo de 2012 la exposición «Alonso de Quintanilla. La forja de un político de la Edad Media» fruto del trabajo en equipo entre el Ministerio de Cultura, la Fundación Museo de las Ferias de Medina del Campo y el Centro de Conservación y Restauración de Bienes Culturales de la Junta
de Castilla y León, según destacó el director del Archivo, Eduardo Pedruelo. La muestra da a conocer la vida y milagros de este personaje, que llegó a ser Contador Mayor de las cuentas de los Reyes Católicos, esencial para el devenir de la convulsa historia de la segunda mitad del siglo XV, época marcada por las profusas disputas entre la nobleza y los conflictos civiles. La medievalista Dolores Carmen Morales escribió la última biografía del político astur en 1993, del que dice fue el que allanó el camino para que la reina Isabel escuchara los proyectos de Colón, que condujeron al posterior descubrimiento del nuevo continente. A la inauguración, ayer, acudieron entre otras personalidades, el director general del Libro, Archivos y Bibliotecas, Rogelio Blanco; el subdelegado del Gobierno, Cecilio Vadillo; la alcaldesa de Medina del Campo, Teresa López; el alcalde de Simancas, Miguel Rodríguez; el director de la Fundación Museo de las Ferias, Antonio Sánchez; o la directora del Archivo de la Real Chancillería de Valladolid, Cristina Emperador.
La exposición integrada por 32 piezas, principalmente documentos originales fechados en la segunda mitad del siglo XV, reflejan en tres etapas la trayectoria política de Alonso de Quintanilla. La primera relata las vicisitudes por las que pasó hasta lograr grandes cuotas de poder, bajo el reinado de Enrique IV y con la protección de Don Juan Pacheco, marqués de Villena. En la segunda parte se cuenta cómo tomó partido por el príncipe Alfonso de Trastámara frente a su hermanastro Enrique IV. Y en la última se muestra al hombre de estado como un defensor a ultranza de la reina Isabel en sus anhelos de aspirar al trono de Castilla, y en el trascendental papel que ocupó en el posterior gobierno de «La Católica».
Además se exhiben los lugares que marcaron a Alonso de Quintanilla (1420-1500): su Asturias natal y Medina del Campo. En la localidad vallisoletana fijó su residencia y su carrera política. En 1469 pasó al servicio de doña Isabel, por entonces postulante a reina, y desde el poder refundó la Santa Hermandad para poner coto a los maleantes que, por entonces, poblaban los caminos.
La vertiente pública de Quintanilla se recoge en varios documentos depositados en el Archivo de Simancas, mientras que los de su vida más íntima se conservan en la Fundación Museo de las Ferias, algunos adquiridos recientemente. La exposición estará abierta al público los días laborales de 10 a 14 horas y de 17 a 19 horas, con visitas guiadas a las 12:00 horas (reservas en el 983 590 003); y los fines de semana de 11 a 14 horas y de 17 a 19 horas, con visitas guiadas a las 11 y 12:30 horas, previa cita en el 902 500 493.
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10-11-11 - Medina expone una parte de su historia en una muestra del Archivo de Simancas
Simancas acoge hasta el próximo 31 de marzo la exposición ‘Alonso de Quintanilla: la forja de un político de la Edad Media’. ELDIADEVALLADOLID.COM
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Inauguración de la exposición en el Archivo General de Simancas, con la alcaldesa de Medina, Teresa López. ELDIADEVALLADOLID.COM
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El Archivo General de Simancas acoge desde hoy y hasta el próximo 31 de marzo la exposición ‘Alonso de Quintanilla: la forja de un político de la Edad Media’, organizada por el Ministerio de Cultura en colaboración con la Fundación Museo de las Ferias, de Medina del Campo, que ha sido inaugurada esta mañana por el director general del Libro, Archivos y Bibliotecas, Rogelio Blanco, en un acto en el que estuvo presente el subdelegado del Gobierno en Valladolid, Cecilio Vadillo y la alcaldesa de Medina del Campo, Teresa López.
La exposición glosa la vida de Alonso de Quintanilla, una figura política fundamental del reinado de los Reyes Católicos, donde sobresalió en tres espacios claves del gobierno y poder: la hacienda, el ejército y el Consejo Real.
La muestra que se presenta en el Archivo General de Simancas no solo pretende destacar sus funciones y papel en un período decisivo de nuestra historia como fue el reinado de Isabel y Fernando, sino analizar cómo fue configurándose como hombre de poder en el orden social y económico un personaje político de gran calado en la convulsa segunda mitad del siglo XV, jalonada de conflictos nobiliarios y luchas civiles en los que Quintanilla participó activamente.
A través de las 32 piezas que componen la exposición, en su mayor parte documentos originales de la segunda mitad del siglo XV, se reconstruye la trayectoria y forja de este político en tres etapas que marcan hitos fundamentales en el panorama político del momento: una primera de acceso al poder durante el reinado de Enrique IV bajo la protección y patronazgo de don Juan Pacheco, marqués de Villena. Una segunda etapa, de consolidación, en la que se decanta por la opción del príncipe Alfonso de Trastámara frente a su hermanastro Enrique IV; y una tercera etapa en la que se convierte en auténtico paladín de la reina Isabel en su aspiración al trono de Castilla y en pieza fundamental en su gobierno posterior.
Con esta exposición Medina del Campo, a través de la Fundación Museo de las Ferias, da a conocer su historia fuera de las fronteras de la villa, llegando al lugar que alberga el Archivo General de Simancas.
La exposición es fruto de la labor de investigación, identificación, adquisición, restauración y edición de un fondo documental inédito que se remonta al año 1999 cuando se tiene noticia de la existencia del fondo documental de Alonso Quintanilla.
Para la presente ocasión se han seleccionado media docena de documentos que ilustran la vida privada del Contador en Medina del Campo: cartas de compraventa de sus primeras adquisiciones de propiedades en la villa, un testimonio de la protección que ejercen los Reyes con su persona, el árbol genealógico del linaje de Quintanilla, compuesto en 1715 ante los litigios habidos en la sucesión del primer Conde de este nombre (el Condado de Quintanilla es creado por Felipe V en 1709); su testamento y codicilo originales, textos que son fundamentales para entender el destino de la hacienda reunida por uno de los más importantes personajes de su época. Asimismo, se muestran la carta de compraventa y varios elementos constructivos -canes pintados y tabicas heráldicas- de la Casona originariamente denominada de los Ribera, monumental edificio que, a la postre, se convertirá en las Casas Principales del Mayorazgo de Quintanilla y único testimonio material que ha llegado a nuestros días en su villa de adopción de este personaje fundamental del reinado de los Reyes Católicos, aún pendiente de descubrir.
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29-07-15 - La misteriosa muerte de Alfonso «El Inocente» que llevó a Isabel «La Católica» al trono.
Descartada la peste en recientes investigaciones, la hipótesis del envenenamiento cobra protagonismo. Rodeado de sus partidarios, el joven Rey comió una trucha y de forma repentina empezó a sufrir altas fiebres. Falleció pocos días después para beneficio de sus dos hermanos y del intrigante Juan Pacheco
CÉSAR CERVERA / MADRID
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Alfonso de Trastámara es recordado, sobre todo, por su participación en la Farsa de Ávila, donde fue coronado a los 11 años de edad como Rey por un grupo de nobles que llevaron el desafío al débil Enrique IV «El Impotente» a la categoría de rebelión. Durante varios años se dio la inusual situación en Castilla de que hubo dos reyes y dos cortes, hasta que el adolescente falleció de forma súbita a causa supuestamente de la peste. Sin embargo, el veneno era una sustancia demasiado habitual en las cortes renacentistas como para descartar su presencia en la muerte del joven Infante. Y lo que siempre perteneció al campo de la especulación, lo confirmaron hace pocos años investigaciones científicas que descartan definitivamente cualquier rastro del bacilo de la peste en sus restos mortales.
Hijo de Juan II de Castilla e Isabel de Portugal, Alfonso de Trastámara fue conocido como «El Inocente» por estimársele un títere en manos de una nobleza fuera de control que solo pretendía sacar el máximo rédito de la debilidad de su hermanastro, Enrique IV, a costa de la credulidad del joven. Aunque ambos eran hijos de Juan II, contaban con diferentes madres y Enrique IV siempre se mostró receloso con los hijos del segundo matrimonio de su padre. TantoIsabel «La Católica» como Alfonso vivieron una infancia complicada, apartados de la Corte en compañía de su madre, quien sufría un proceso de demencia. Solo cuando una parte de la nobleza vislumbró la posibilidad de usar a ambos hermanos contra Enrique IV, éste ordenó traerlos al Alcázar de Segovia, que hacía las veces de residencia regia, para mantenerlos bajo vigilancia. Las dudas sobre la paternidad de la única heredera del Rey, Juana –conocida como «la Beltraneja» porque se acusaba a Beltrán de la Cueva de ser su auténtico padre–, llevó a numerosos nobles, encabezados por Juan Pacheco y su hermano Pedro Girón, a declarar que Isabel y Alfonso eran los sucesores legítimos de la Corona de Castilla.
Rey de una de las dos Castillas
En mayo de 1464, el desafío de la nobleza se materializó en la Liga en Alcalá de Henares. En una nueva muestra de su falta de carácter, el Rey cedió a las exigencias de la Liga y se avino a negociar: Alfonso fue entregado a Juan Pacheco para que recibiera una educación regia y fue jurado como heredero el 30 de noviembre con la condición de que se casase con Juana «La Beltraneja». Sin embargo, tras la sentencia arbitral de Medina del Campo, Enrique se negó a aceptar las medidas previamente asumidas y, en consecuencia, los nobles rebeldes celebraron el 5 de junio en Ávila un acto simbólico para coronar Rey a Alfonso y despojar de todas las dignidades reales a su hermanastro.
La farsa de Ávila escenificó el punto de no retorno en el pulso a la Corona. Fue construido un cadalso de madera, situado fuera del recinto amurallado de Ávila, donde se depositó un muñeco, relleno de paja y lana, con su correspondiente corona y cetro. A continuación, los nobles congregados despojaron al pelele de Enrique las distinciones regias: el arzobispo de Toledo le quitó la corona (símbolo de la dignidad real),Juan Pacheco le despojó del cetro (símbolo de la administración de justicia), y el conde de Plasencia le arrebató la espada (símbolo de la defensa del reino). Finalmente, otro de los cabecillas de la rebelión, el Conde de Benavente, derribó y pisoteó el muñeco del Rey al grito de: «¡A tierra puto!».
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ABC. Ilustración moderna de la Farsa de Ávila |
Tras la humillación al pelele de Enrique IV y de leer una larga lista de insultos y agravios contra él, Alfonso «El Inocente», de 11 años de edad, fue proclamado Rey de Castilla entre el clamor habitual de las entronizaciones castellanas: «¡Castilla, Castilla por el Rey don Alfonso!». La proclamación del nuevo Rey dividió a la nobleza en dos bandos aparentemente irreconciliables: los que apoyaban la insurrección (además de los ya citados, el duque de Medina Sidonia y la familia de los Enríquez) y los fieles al Monarca legítimo (donde destacaba la familia Mendoza y el ambicioso Primer Duque de Alba). Durante tres años se dio la situación en Castilla de la coexistencia de dos reyes con sus respectivas cortes y con las ciudades divididas en su afiliación. La situación creada por la Farsa de Ávila, mucho más cruenta si cabe que los sucesos del reinado de Juan II, se mantuvo vigente, entre treguas y enfrentamientos, hasta la celebración de la segunda batalla de Olmedo (1467) y, sobre todo, la muerte del Rey Alfonso (1468), supuestamente envenenado, tras lo cual los cabecillas de la insurrección, principalmente Juan Pacheco, no tuvieron reparos en trabajar a favor de corriente y volver a mostrar lealtad al Rey Enrique.
Alfonso murió el 5 de julio de 1468 a causa supuestamente de la peste bubónica en el pueblo de Cardeñosa (Ávila), donde se dirigía al frente de su ejército para conquistar la plaza fuerte de Toledo, que acababa de ocupar Enrique. Tras su llegada al pueblo abulense, el Rey Alfonso cenó una trucha en una posada local a raíz de lo cual pasó varios días en la cama con fiebres elevadas hasta su muerte. Los síntomas registrados, además de las fiebres, fueron la pérdida del habla y la conciencia e insensibilidad al dolor. Las especulaciones sobre su posible envenenamiento prendieron casi al momento por toda Castilla. La anomalía de que hubiera dos reyes en Castilla solo podía acabar con la muerte de uno de ellos, haciendo muy tentador que alguien deslizara veneno en la comida del joven.
Juan Pacheco, el principal sospechoso
La hipótesis del veneno pasó a la categoría de probable con un estudio publicado en 2013 por el profesor de Antropología Física de la Universidad de León Luis Caro Dobón y la historiadora y profesora de la Uned María Dolores Carmen Morales Muñiz en la revista de genealogía, nobleza y armas «Hidalguía». Según acreditan tres análisis practicados sobre sus restos, Alfonso «El Inocente» no pudo padecer la peste, como parecía apuntar sus síntomas, al no haberse hallado en su cuerpo la presencia de Yersina pestis, el bacilo de esta enfermedad. Asimismo, los autores de la investigación señalan lo improbable de que el Monarca falleciera de una enfermedad que había registrado su gran epicentro un siglo atrás, en 1347, y menos en un emplazamiento temporal –el campamento militar donde vivía en esos momentos–, donde no era tan frecuente encontrar madrigueras de ratas negras (las que transportaban la pulga infectada con el bacilo) como lo era en ciudades y poblaciones más grandes.
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ABC. Retrato de Isabel «La Católica»
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Descartada la peste, los autores del estudio se atreven a apuntar al envenenamiento como causa para explicar una muerte tan súbita. A falta de vómitos y diarreas en las descripciones de las fuentes documentales, los investigadores estimaban la utilización de un veneno de tipo vegetal suministrado por alguno de sus partidarios. El máximo sospechoso sería Juan Pacheco, el hacedor de reyes, que posteriormente no tuvo problemas en volver a servir bajo el mando de Enrique IV y estuvo presente, según el cronista Palencia, en la fatídica cena, donde siguió comiendo con «gran aparato» mientras el resto de los que rodeaban al Rey se quedaron desolados. Pacheco, no obstante, había obtenido en fechas cercanas la titularidad del Maestrazgo de Santiago, que, en caso de que Alfonso se reconciliara con su hermanastro y fuera nombrado Príncipe heredero, volvería a manos del joven. Su repentina muerte le resultó muy provechosa.
La muerte de Alfonso «El Inocente» favoreció de forma clara a los intereses de Pacheco, al propio Enrique IV, que vio terminado el conflicto, e incluso a Isabel «La Católica». La futura Reina de Castilla ocupó el puesto de su hermano como heredero legítimo de Enrique en una ceremonia celebrada en los Toros de Guisando, el 19 de septiembre de 1468, conocida como la Concordia de Guisando. Isabel se constituyó así como heredera a la Corona por delante de Juana, su sobrina y ahijada de bautismo, aunque se negó a declararse Reina mientras su hermano viviera. A la muerte del Rey, no en vano, la ambigüedad en las instrucciones del Soberano causaron un conflicto sucesorio. El principal valedor de Juana «La Beltraneja» fue el Rey de Portugal, lo cual elevó la disputa a la categoría de guerra internacional e impulsó a la mayoría de la nobleza castellana a unirse a Isabel contra la amenaza extranjera.
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ABC. Ilustración moderna de la Farsa de Ávila
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Pese al sincero cariño entre los dos hermanos advertido por los cronistas, las ventajas adquiridas por Isabel a la muerte de su hermano pequeño no pasaron inadvertidas para los ojos más conspiradores. Hay quien ha visto en la decisión de la joven, que se encontraba en ese tiempo residiendo en Arévalo con su madre, de acompañar a su hermano en la campaña donde finalmente perdió la vida un motivo de sospecha para implicarla en el envenenamiento. Su papel no era relevante en este momento en un contexto militar, pero no resulta extraña su presencia, ni es una causa suficiente para acusarla del crimen o afirmar que pudo estar enterada. Algo parecido a lo que ocurrió en 1474 con la muerte de Enrique IV, quien falleció en medio de rumores de un posible envenenamiento a manos de su hermana Isabel y de su marido, Fernando de Aragón. El germen de los rumores estaba en que a principios del año en el que murió el Soberano, éste había caído enfermo durante la ronda de negociaciones con Isabel para pactar por enésima vez los términos de su sucesión. Y siendo fieles a la verdad, nunca fue necesario el veneno para justificar los achaques de Enrique, que durante toda su vida mostró una interminable lista de dolencias.
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