Villa histórica,
monumental, escultórica y paisajística
Villa
de las Ferias
MENÚ
DE CONTENIDO
NUESTROS
ENCIERROS: Ya en los siglos XV y XVI, D.
Fernando de Antequera y principalmente los Reyes Católicos,
favorecieron continuamente el notorio protagonismo de Las
Ferias como auténtico motor de nuestro progreso.
Como herederos de aquellos antiguos mercados, hay establecido un
Plan Ferial que se repite y renueva anualmente:
Feria
de la Artesanía, Flores y Plantas, se celebran en la primavera
en la Plaza
Mayor de la Hispanidad.
Feria
del Mueble, se celebra en el mes de junio, también en el
centro de la plaza, exponiendo nuestros fabricantes lo mejor de
su artesanía.
>Feria
de Muestras de San Antonio, en torno al 13 de junio, esta Feria amplia durante cuatro días, sus actividades comerciales y
culturales.
Feria
de Productos de la Tierra, Libro infantil y Juguetes de Madera:
se celebran en el periodo otoño-invierno. Su ubicación, plaza Mayor de la Hispanidad.
Fiestas
Patronales de San Antolín:
Del 1 al 8 de septiembre se celebran las Ferias
y Fiestas de San Antolín. Es el acontecimiento
festivo más esperado en Medina del Campo y su comarca; verbenas,
celebraciones religiosas, conciertos, competiciones deportivas de
todo tipo Ya en 1.490, en plena gloria industrial de aquella Villa
de Ferias, determinados rentistas (carnicería, aceite, telas,
lanas, etc.), se veían obligados a dar de sus beneficios,
un total de once toros bravos a la vecindad para que celebrada por
las noches los "Encierros",
teniendo como vigilantes a personal adecuado sin que estos participaran
en los festejos.
Festivales
Taurinos: Son los que más expectación causan;
novilladas picadas y sin picar, rejoneo, concurso de cortes y corridas
de toros.
Nuestro
Encierros: Se llevan la palma. Testimonios documentales de los
años 1.596, 1.604, 1.629 y 1.634, así lo acreditan.
En
el libro de Santa Teresa de Jesús, "Fundaciones",
encontramos en su literatura la prueba de estos encierros de noche,
donde nos dice: "Llegamos a Medina del Campo, víspera
de Nuestra Señora de Agosto, a las doce la noche: apeémonos
en el Monasterio
de Santa Ana, por no hacer ruido; y a pié nos
fuimos a la casa. Fue harta misericordia del Señor que a
aquella hora encerraban toros, para correr al otro día, no
nos tomar alguno. Con el enbebimiento que llevábamos, no
había acuerdo de nada: más el Señor que siempre
la tiene de los que desean su servicio, nos libró, que cierto
que allá no se pretendía otra cosa".
A
partir de entonces los encierros
de Medina del Campo,
constituyen un espectáculo insustituible en cualquier festejo
o conmemoración patronal, quedando fijos estos festejos en
el San Antolín de 1.878 hasta nuestros días, del 1 al 8 de septiembre año
de la Restauración monárquica de Alfonso
XII previa abdicación de su madre Isabel
II.
El
recorrido se hacía desde la Dehesa a través del barrio
de las Tudas por el Costado del hospital de Simón Ruiz a
la Avda. de Portugal, (entonces arrabal de Salamanca) y por la calle
de Salamanca,
hoy de Gamazo hasta el Arco donde se instalaban los toriles, desde donde se soltaban a los toros
por la Plaza Mayor
de Medina, un vez instaladas las talanqueras en su alrededor
para protección de la vecindad.
A partir de 1.949, fecha en que se inauguró la Plaza
de Toros, fijándose el itinerario desde la Dehesa
de Abajo, campo a través, toros
y caballistas, hasta la embocadura de la calle de Carreras,
comienzo del recorrido urbano, pasando por la calle de Artillería y Avenida de Portugal,
hasta la Plaza
de Toros, finalizando así el recorrido de los
encierros.
Por todo el recinto
urbano se han instalado unas vallas metálicas que protegen
al público asistente.
03-10-03 - Historia del toreo.
Un repaso histórico del toreo a pie en España concluye
que, cuando los Borbones prohibieron en el siglo XVIII el alanceamiento
había en Valladolid siglos de tradición. Aunque, concluye
el autor, corren malos tiempos para los lanceros.
Historia del toreo
en Valladolid e historia del toreo a pie en España, que se
supone comenzó en el siglo XVIII, cuando la nueva casa real
de los Borbones se horrorizó del alanceamiento que practicaban
los nobles hispanos a caballo. No les gustó el deporte y
prohibieron tan tradicional entretenimiento. No estuvieron por Tordesillas,
que si no, probablemente y a estas alturas el Toro de la Vega sería
recuerdo fósil, lo mismo que nuestros parientes de Atapuerca
y su canibalismo.
>Para
la historia del toreo a pie en España los archivos vallisoletanos
presentan documentos notables. El primero de todos se refiere a
unas corridas celebradas en las fiestas de San Antolín de
Medina del Campo en el año de 1596. Corridas en las que se
lidiaron toros de la vacada de los frailes del monasterio de Valparaíso
y por las que, primera vez, tenemos noticia de un torero profesional,
es decir, de uno que cobraba por su saber hacer, puesto que entre
las anotaciones de gastos consta la siguiente: «iten da por
descargo doce reales que dio a Juan Martín, torero, por las
suertes que hizo en la plaza con los toros y la villa se les mandó
dar». Ni palabra de caballos, por lo que, teniendo en cuenta
su alto valor y que nadie los habría expuesto sin asegurar
su precio, cabe pensar que Juan Martín era un torero de a
pie.
Más
claro es otro documento de 1663 por el que el Ayuntamiento de Valladolid
contrata los servicios de un tan Pedro Morcillo, posiblemente madrileño,
para junto con una 'cuadrilla' compuesta por Pedro Nieto, de Medina
de Rioseco, y Andrés Serrano, actuar en la plaza mayor «toreyando,
haciendo suertes de a pie, poniendo banderillas a los toros, según
como lo ha hecho en otras fiestas... y en dicho día por la
tarde, además del toreo de a pie, han de dar dos lanzadas
de a pie y dos de a caballo, dándoles rocines diferentes
para cada lanzada, que sean los más altos que fuere posible,
y dicho Alonso Velarde [escribano encargado del contrato] le ha
de dar las lanzas hechas de hierro y madera y los hierros para las
banderillas y papel». Dos cosas destacan sobre las demás,
la una la práctica de la lanzada a pie, razón por
la que inevitablemente nos viene Tordesillas a la cabeza, y la otra
la puntualización relativa a los caballos, confirmadora de
que en las corridas de 1596 de Medina el toreo practicado por Juan
Martín fue de a pie.
Del
9 de septiembre del mencionado año de 1663 hay otra escritura
más que muestra hasta qué punto las corridas de toros
se habían convertido en circo romano a finales del XVII,
acontecimiento pleno de sorpresas e innovaciones. Eran tiempos en
que los propietarios de las casas de la plaza mayor desnudaban de
tejas los tejados y los convertían provisionalmente en paraísos
y gallineros para gente de poco pelo. Aquella corrida contempló
las hazañas compartidas del sevillano Juan Ribera y del irlandés
Guillermo Marchán, quienes, por lo visto, lo mismo servían
para un toro que para un descosido: «Harán todas
las habilidades de juegos de manos, vueltas de maromas y danza en
ellas, baja y alta y todo lo demás que han hecho en esta
ciudad sin reserva alguna, y así mismo se obligan a que antes
de empezar los volatines y demás habilidades han de andar
por las calles de la dicha villa con los zancos y el tambor, según
lo han hecho en Valladolid, y el día de los toros, que se
han de correr el lunes diez, se ha de poner en medio de la plaza
una maroma y en ella hacer suertes a los toros y caso que haya capacidad
harán el vuelo en la dicha plaza».
Y
ayer he topado con un documento más del XVII, de finales,
de 1691, que aporta nuevas pistas sobre el ambiente taurino local,
que diríamos en 2003. Era 17 de mayo cuando se presentó
en la ciudad Juan de Castro, escribano de la villa de Sahagún,
provincia de León, con el propósito de deshacer los
contratos que la población había firmado anteriormente
con motivo de las festividades previstas para la canonización
de San Juan de Sahagún. Don Juan llegó y dijo que
no podía ser, «por hallarse como se halla dicha
villa con la aflicción general de la esterilidad del tiempo
por falta de aguas y haberse helado las viñas en todo el
reino, por lo cual se están haciendo rogativas, procesiones
y penitencias en todas partes para que Dios, nuestro señor,
nos socorra».
Gracias
al desastre agrícola conocemos que en Valladolid había
por aquel tiempo un diestro con cuadrilla, por cuanto una de las
tareas del escribano de Sahagún fue romper palabra con Juan
Vázquez, «con quien parece estaba ajustado que el
susodicho, con otros cuatro mozos, fuesen a la dicha villa a torear
y dar lanzadas en las corridas de toros que dicha villa tenía
determinados para el día nueve de junio que viene».
Naturalmente, Vázquez dijo que nones, que él a cobrar,
porque tenía «gastados doce reales de a ocho en
diferentes diligencias de haber buscado gente para cumplir con su
obligación».
Posiblemente
no supiese hacer más que dar lanzadas a la tordesillana,
pero ahí estaba, torero de a pie que, si levantase la cabeza,
también tendría problemas hoy para coronar su actuación.
Corren
malos tiempos para los lanceros, Vázquez.
ANASTASIO
ROJO VEGA/Profesor de Historia de la Ciencia de la Universidad de
Valladolid
30-03-06
- NOTA DE PRENSA
El
Concejal de Administración General del Ayuntamiento de Medina
del Campo, Fidel Lambás, y el Concejal de Festejos,
Felix del Barrio, mantuvieron ayer una nueva reunión con diversas
asociaciones taurinas (Asociación de Encierros, Amigos de los
Cortes, AMECA) y otras asociaciones de la villa, particulares aficionados
y un representante del Partido Socialista, Carlos Rodríguez,
para intentar cerrar la ordenanza reguladora de encierros.
Durante
el transcurso de esta reunión todos los presentes acercaron
posturas sobre como regular en especial dos temas que afectan a los
encierros; por una parte el tema del embudo, en el que todavía
hay que trabajar intensamente, y por otro el tema de los vehículos.
Según
la mayoría de los presentes el embudo es el lugar crítico
donde en la gran mayoría de las ocasiones se escapan los astados,
por eso se va a intentar llegar a un acuerdo entre todas las partes
para minimizar las posibilidades de las escapadas. Entre las opciones
propuestas destacaron dos, por una parte según la Asociación
de Caballistas (AMECA), una de las opciones sería cerrar el
embudo una vez que los astados se encontraran en su interior, de esta
manera se eliminaria en un alto porcentaje el riesgo de escape. Algunos
de los presentes fueron más críticos con esta opción
ya que consideraban que el embudo se podría convertir en una
Plaza de Toros. La segunda propuesta que se escucho en el transcurso
de la reunión fue eliminar el atalancado de madera.
Debido
a la complejidad del tema, los participantes en la Comisión
decidieron dedicar una sesión integra a este tema para conseguir
cerrarlo. El próximo jueves, 6 de abril a las 20.30 horas en
el Salón de Plenos, tendrá lugar la sesión que
decidirá cómo será el embudo de los próximos
encierros de San Antolín.
De
esta manera se pretende conseguir cerrar la nueva Ordenanza de Encierros,
que contará con el consenso de todos los miembros de la Comisión,
para tener tiempo suficiente de difundirla y darla a conocer a todo
el público.
09-08-10 - Corrida de toros, de Mariano José de Lara
Estas funciones deben su origen a los moros, y en particular,
según dice don Nicolás Fernández de Moratín,
a los de Toledo, Córdoba y Sevilla. Estos fueron los primeros
que lidiaron toros en público. Los principales moros hacían
ostentación de su valor y se ejercitaban en estas lides, mezclando
su ferocidad natural con las ideas caballerescas, que comenzaban a inundar
la Europa. El anhelo de distinguirse en bizarría delante de sus
queridas, y de recibir su corazón en premio de su arrojo, les
hizo, poner las corridas de toros al nivel de sus juegos de cañas
y de sortijas.
Los españoles sucesores de Pelayo, vencedores
de una gran parte de los reyezuelos moros que habían poseído
media España, ya reconquistada, tomaron de sus conquistadores
en un principio, compatriotas, amigos o parientes en seguida, enemigos
casi siempre, y aliados muchas veces, estas fiestas, cuya atrocidad
era entonces disculpable, pues que entretenía el valor ardiente
de los guerreros en sus suspensiones de armas para la guerra, la emulación
entre los nobles que se ocupaban en ellas, haciéndolos verdaderamente
superiores a la plebe, y acostumbraba al que había de pelear
a mirar con desprecio a un semejante suyo, cuando le era preciso combatir
con él, si acababa de aterrar a una fiera más temible.
El primer español que alanceó a caballo
un toro fue nuestro héroe, nunca vencido, el famoso Rui o Rodrigo
Díaz de Vivar, dicho el Cid, que venció batallas aún
después de su muerte. Hasta éste, sólo en las baterías
de caza habían peleado los españoles con estos hermosos
animales; y cuando el Cid alanceó el primer toro delante de los
que le acompañaban, éstos quedaron admirados de su fuerza
y de su destreza.
Sin duda, con este motivo supuso don Nicolás
Fernández de Moratín las fiestas de toros en Madrid, que
entonces era un pequeño lugar con castillo moro, dependiente
de los de Toledo, a las que hizo las hermosas quintillas que se hallan
en sus obras póstumas, impresas en Barcelona, las cuales pueden
dar una idea de las costumbres de aquellos tiempos.
Hasta entonces, las fiestas de los españoles
se reducían a las que tomaron de los moros; y en el mismo tiempo
del Cid, Alfonso VI tuvo unas fiestas públicas, reducidas a soltar
en una plaza dos cerdos. Dos ciegos, o, por mejor decir, dos hombres
vendados salían, armados de palos, y divertían al pueblo
con los muchos que se pegaban naturalmente uno a otro. Diversión
sencilla pero malsana a los lidiadores, los cuales se quedaban con el
animal si acertaban a darle.
A pesar de esto, en el resumen historial de España
del licenciado Francisco de Cepeda, hablando del año de 1100,
dice que en él, según memorias antiguas, se corrieron
en fiestas públicas toros, y añade, ya refiriéndose
a entonces, «espectáculo sólo de España».
Y por nuestras crónicas se ve que en 1124, en que casó
Alfonso VII en Saldaña con doña Berenguela la Chica, hija
del conde de Barcelona, entre otras funciones hubo fiestas de toros.
Y en la ciudad de León, cuando el rey don Alfonso VIII casó
a su hija doña Urraca con el Rey don García de Navarra,
en cuya ocasión también se verificó la de los cerdos.
En el siglo XIII, y hacia sus mediados, después
de hechas las paces con los moros, cuando a éstos no les había
quedado más que la Bética, fue cuando nuestra nobleza,
que parecía quedar ociosa, se entregó a esta clase de
diversiones, haciendo de ellas una función nacional, con preferencia
a las cañas, sortijas, etcétera, de los moros, y a los
torneos y aventuras quijotescas, que tomaron de allende los Pirineos.
Movidos los nobles de la fama de algunos hábiles y valientes
moros, quisieron competir con Muza, con Gazul, con Malique-Alabez y
otros granadinos que se distinguían en la lid con los toros,
a cuyo objeto se proporcionaron los mejores que se hallaron en la sierra
de Ronda.
La admiración pública, la novedad, y,
sobre todo, el espíritu algún tanto feroz de aquellos
tiempos de guerra y de incivilización, contribuyeron no poco
a poner en boga esta diversión, y después dos causas principales
las acabaron de establecer: la galantería, que comenzó
a mezclarse en todas las acciones de los hombres, y el no haberse desdeñado
los reyes mismos algunas veces de dejar el cetro para empuñar
el rejoncillo. La influencia del ejemplo de éstos, como ha sucedido
siempre, arrastró la opinión general, y no hubo noble
que no quisiese imitar al monarca en el disputar los premios que la
hermosura adjudicaba por su mano al valor, o tal vez a las fuerzas de
flaqueza que sabía sacar el amor propio aun del corazón
de los más tímidos que querían aspirar al de las
bellezas de aquellos tiempos.
Como los toros era una fiesta privativa de los nobles,
le era prohibido a la plebe el entrometerse en ella hasta el toque de
desjarrete, el que sonaba después que los caballeros habían
alanceado completamente al toro. Entonces, la multitud se arrojaba a
la plaza, no de otro modo que en nuestras insoportables y brutales novilladas,
armada de palos, chuzos y venablos, y corría atropelladamente
a matar al toro como podía; pero éste, que no siempre
era del parecer de la plebe, sino que solía dar en llevar la
contraria, era causa de que en estas ocasiones ocurrían no pocas
desgracias. Y entonces, el infeliz inexperto e imprudente que tenía
la desgracia de ver la función desde las astas del animal no
debía esperar auxilio alguno de parte de la nobleza, que tenía
por vil y degradante salvar la vida de un plebeyo. Esta nobleza, bien
distinta de la que aplaudía a Terencio cuando resonaba el teatro
romano con aquel dicho del poeta: «Homo sum, nihil humani a me
alienum puto», no podía dejar la silla a no ser que perdiese
el rejón, la lanza, el guante o el sombrero, en cuyo caso no
podía volver a montar sin haber dado antes muerte a la fiera
y recobrado la prenda perdida. Cada noble solía llevar en derredor
de su caballo dos o tres chulos de a pie para distraer al toro en un
riesgo, como en el día nuestros capeadores.
El desorden que reinaba en este modo de matar al toro
fue causa de que en Roma, adonde habían adoptado los toros, pero
no la destreza de España, sucediesen muchas desgracias, contándose
en particular haber perecido en el año 1332 al furor de los toros
19 caballeros romanos y muchos plebeyos, con no pocos estropeados, lo
que fue motivo de que se prohibiesen en Italia este año, en el
pontificado de Juan XXII, al mismo tiempo que cnsoervándose sólo
en España, caminaban rápidamente a su perfección,
hasta el reinado de don Juan el II de Castilla, en que hubo muchas y
grandes fiestas de toros en Medina
del Campo en el año 1418, con motivo de su
casamiento con doña María de Aragón, celebrado
en 20 de octubre.
Poco después ya se trató de construir
algunas plazas al propósito, y se mataban los toros con la media
luna o a garrochazos, dando esta comisión a los esclavos moros,
y más adelante a los negros y mulatos.
Florián hace alusión a las fiestas de
toros en su Gonzalo de Córdoba, y supone como un episodio de
su romance que la Reina Católica da una función al ejército
acampado delante de Granada, lo que prueba lo generalizadas que estaban
ya entonces estas fiestas; pero la verdad histórica es que esta
misma Reina trató de exterminarlas, y juzgó imposible
el conseguirlo, como lo aseguró a su confesor en una carta que
le escribió desde Aragón, y que se halla inserta en el
libro que Gonzalo de Oviedo escribió de los oficios de la Casa
de Castilla.
En Madrid, a pesar de no ser todavía la corte
de los Reyes, ya se trató de construir una plaza, y se cree que
la primera estuvo situada enfrente de la casa de Medinaceli; después
se trasladó a la plazuela de Antón Martín; otra
hubo en el Soto Luzón, y últimamente, la que existe en
el día fuera de la Puerta de Alcalá, revocada en almazarrón,
cuya magnífica construcción hace honor a la España
y a la arquitectura y parece querer rivalizar con los circos romanos.
Una trabazón sin fin de tablas sin cepillar, de una solidez nada
propia para desafiar a los siglos, hace temer que este inculto maderamen
retrograde a hacer parte de la tierra de que se separó, volviendo
a tomar raíces los leños y troncos casi enteros que le
componen, y que existen cubiertos con un disimulo nada común,
o, por lo menos, que los aficionados se vuelvan un lunes a su casa con
el anfiteatro en las espaldas. Verdadera imagen de la fragilidad de
las cosas humanas.
Pero siguiendo la historia de los toros, es sabido
que el señor Carlos I les tuvo la mayor afición, y dicen
sus contemporáneos que picaba y rejoneaba los toros con gran
destreza, y en celebridad del nacimiento de su hijo el rey don Felipe
II mató un toro de una lanzada en la plaza de Valladolid.
No menos habilidad tenían, según don
Gregorio de Tapia y Salcedo, el rey don Sebastián de Portugal,
Pizarro, el conquistador del Perú; don Diego obispos de Sigüenza,
Segovia, Palencia, Cuenca, Osma, el abad de Alcalá y otros distinguidos
varones. Le presidió el ilustrísimo señor don Cristóbal
Rojas de cédula. Reinando este Soberano en el año 1565,
se juntó por su influjo un Concilio en Toledo para el remedio
de los abusos del reino, al cual asistieron los Sandoval, obispo de
Córdoba, el más antiguo de los seis que concurrieron.
En este Concilio se declaró que las funciones de toros son muy
desagradables a Dios, y que si algún cristiano hiciese voto de
correr o lidiar toros no estaba obligado a cumplirlo. Prohíbe,
bajo pena de excomunión, hacer tales votos, y manda que no se
tengan estos espectáculos en días de fiesta. Lo mismo
previenen las leyes, tan celebradas, de los Teodosios, de León
y Antenio, sobre el particular, y ésta es la razón por
que se hacen en días de trabajo, para lo que se han destinado
en Madrid los lunes. Dice además expresamente que si algún
eclesiástico, contra el decoro de su estado, concurriese a los
toros, sea Ramírez de Haro, etc.; y en lo sucesivo se distinguieron
en diversas épocas en esta habilidad y tuvieron gran fama, Cea,
Velada, el duque de Maqueda, Cantillana, Oceta, Zárate, Sástago,
Riaño, el conde de Villamediana, don Gregorio Gallo, caballero
de la Orden de Santiago, quien inventó la espinillera para defensa
de la pierna, llamada por él gregoriana y en el día mona
por nuestros picadores. Picaron también con primor de vara corta,
Pueyo, Suazo, el marqués de Mondéjar y otros muchos que
hasta el reinado de Felipe V sobresalieron y que se hallan citados en
los diversos autores que han escrito de arte de torear.
El hijo y sucesor de Carlos I, Felipe II, que no pudo
heredar de su padre el valor, tampoco heredó el gusto a las fiestas
de toros. Él fue el primero que las prohibió por una castigado
como corresponde por el ordinario.
Este mismo canon se renovó con las mismas penas
en el año 1682 en el Sínodo de Toledo, que celebró
su ilustrísimo arzobispo el excelentísimo señor
don Manuel Portocarrero, cardenal de la Santa Iglesia, con el título
de Santa Sabina.
El Papa San Pío V, en su bula De salute gregis,
expedida en 1 de noviembre de 1567, prohibió y vedó, bajo
las penas de excomunión y anatema ipso facto incurrendas, a todo
príncipe el permitirlas, así como a los eclesiásticos
el asistir, privando de sepultura sagrada a los toreros que muriesen
en ellas.
Pero después, en el reinado del mismo Felipe
II, hacia los años de 1580, y en el de Felipe III, hacia los
de 1600, lograron persuadir a los Papas Gregorio XIII y Clemente VIII
que los españoles que toreaban eran muy diestros, y que el gran
peligro estaba de parte de los toros, y levantaron aquella excomunión,
quedando sólo en actividad para los eclesiásticos regulares
y los seculares de derecho común canónico, incurriendo
en pena de irregularidad con su asistencia.
Hay infinitos decretos sinodales y muchos cánones
que prohíben estas fiestas, y en uno de éstos se da al
arte de torear el nombre de malvadísima, y se compara este modo
de vivir con el de las rameras.
Felipe III gustó también de toros, pues
que se sabe que renovó y perfeccionó la plaza de Madrid
en el año 1619.
De su sucesor, Felipe IV, se dice que además
de alancear y matar los toros, quitó la vida a más de
400 jabalíes con estoque, lanzón y horquilla.
En tiempo de Carlos II se sostuvo este entusiasmo entre
la nobleza; pero a fines de su reinado, y mucho más cuando después
de su muerte, ocurrida en 1700, vino a reinar Felipe V, habiendo empezado
las guerras de Sucesión, tanto las divisiones y ocupaciones más
serias que sobrevinieron, como el poco gusto que aquel Monarca manifestó
hacia los toros, pues fue el segundo que los prohibió por Real
cédula, distrajeron completamente a la nobleza, cesando su afición
por el mismo resorte que la había fomentado; pudiéndose
aplicar a esta influencia de los gustos de los Reyes sobre sus pueblos
en España, casi como en todas partes, aquel dicho de Federico
el Grande: Quand Auguste avait bu, la Pologne étoit ivre.
Los hombres pasan extrañamente de unos extremos
de locura a otros. No había mucho que la nobleza, celosa del
alto honor de morir en las astas de un animal, no permitía que
plebeyo alguno le disputase la menor parte, e inmediatamente se desdeña
de lidiar con las fieras, al hasta el punto de declarar infame que va
a sucederle en tan arriesgada diversión. Efectivamente, desde
entonces, unos cuantos hombres infamados pueden enriquecerse con el
precio de su vida, tan vilmente alquilada a la pública diversión,
a no tener las costumbres de su calidad.
Los sucesores de Felipe V, Fernando VI y Carlos III,
a imitación de aquél y del segundo del mismo nombre, prohibieron
los toros, a menos que no se invirtiese su producto en obras pías.
Bajo este concepto, el señor rey don Carlos IV y nuestro actual
Soberano (que Dios guarde) han concedido en dos temporadas del año
cierto número de corridas con el piadoso objeto de socorrer a
aquellos vasallos desvalidos que la desgracia ha reducido a un hospital.
Pero si bien los toros han perdido su primitiva nobleza;
si bien antes eran una prueba del valor español, y ahora sólo
lo son de la barbarie y ferocidad, también han enriquecido considerablemente
estas fiestas una porción de medios que se han añadido
para hacer sufrir más al animal y a los espectadores racionales:
el uso de perros, que no tienen más crimen para morir que el
ser más débiles que el toro y que su bárbaro dueño;
el de los caballos, que no tienen más culpa que el ser fieles
hasta expirar, guardando al jinete aunque lleven las entrañas
entre las herraduras; el uso de banderillas sencillas y de fuego, y
aun la saludable costumbre de arrojar el bien intencionado pueblo a
la arena los desechos de sus meriendas, acaban de hacer de los toros
la diversión más inocente y más amena que puede
haber tenido jamás pueblo alguno civilizado.
Así es que amanece el lunes, y parece que los
habitantes de Madrid no han vivido los siete días de la semana
sino para el día en que deben precipitarse tumultuosamente en
coches, caballos, calesas y calesines, fuera de las puertas, y en que
creen que todo el tiempo es corto para llegar al circo, adonde van a
ver a un animal tan bueno como hostigado, que lidia con dos docenas
de fieras a la faz de un pueblo que tan bien sabe apreciar este heroísmo
mercenario. Allí parece que todos acuden disfrazadas de hombres,
unas a pie y otras a caballo, que se van a disputar el honor de ver
volar sus tripas por el viento a la faz de un pueblo que tan bien sabe
apreciar este heroísmo mercenario. Allí parece que todos
acuden orgullosos de manifestar que no tienen entrañas, y que
su recreo es pasear sus ojos en sangre, y ríen y aplauden al
ver los destrozos de la corrida.
Hasta la sencilla virgen, que se asusta si ve la sangre
que hizo brotar ayer la aguja de su dedo delicado; que se desmaya si
oye las estrepitosas voces de una pendencia; que empalidece al ver correr
a un insignificante ratón, tan tímido como ella, o al
mirar una inocente araña, que en su tela laboriosa de nada se
acuerda menos que de hacerla daño; la tierna casada, que en todo
ve sensibilidad, se esmeran en buscar los medios de asistir al circo,
donde no sólo no se alteran ni de oír aquel lenguaje tan
ofensivo, que debieran ignorar eternamente, y que escuchan con tan poco
rubor como los hombres que le emplean, ni se desmayan al ver vaciarse
las tripas de un cuadrúpedo noble, que se las pisa y desgarra,
sino que salen disgustadas si diez o doce caballos no han hecho patente
a sus ojos la maravillosa estructura interior del animal, y si algún
temerario no ha vengado con su sangre, derramada por la arena, la razón
y la humanidad ofendidas.
El artesano irremisiblemente asiste y se divierte,
tal vez a buena cuenta de lo que piensa trabajar en la semana, pues
el resto de la anterior pagó su tributo acostumbrado la noche
del domingo en el despacho de vino de que es parroquiano, y donde acabó
de perder la poca cabeza que le quedó por la tarde de la cuajada
y baile con que celebró el paso por el Avapiés de su pacientísimo
Criador, según costumbre religiosa. Estos parcos españoles
se contentan con ser dichosos el domingo y el lunes, y reservan para
los demás días, en que ya no hay harina en casa, el trabajar
la obra y las bien cuidadas costillas de su mujer, como si quisiera
indemnizarse en su pellejo del dinero mal gastado. Bien que hay alguna
que no sabría vivir sin este desahogo, porque cree que éstas
son las pruebas de cariño más marcadas que puede dar un
marido español y cariñoso; todo es a lo que el cuerpo
se acostumbra. Una clase de entes no va a estas funciones: esa bandada
de sentimentales que han pasado el Bidasoa, que en sus aguas, como pudieran
en las del Leteo, se despojaron de todo lo español que llevaban,
y volvieron a los dos meses, haciendo ascos de su antiguo puchero, buscando
la calle en que vivieron, y no sabiendo cómo llamar a su padre;
éstos están fuera de combate, y tienen sobrada dicha con
que no les obliguen a gastar paño de Tarrasa en sus vestidos,
con que los dejen desafiarse todos los días a primera sangre,
tropezar, pisar, enderezar el lente, pegar con el látigo, insultar
y hacer reír a todo el mundo en el Prado, en el teatro, en las
concurrencias; disputar mucho sobre las óperas sin entender una
nota de música, y hablar una jerigonza de francés, italiano,
inglés y español, etc. Para éstos son insípidos
los toros, y repiten con énfasis: Función bárbara.
En estas fiestas, donde se ejercita la ternura, ¿qué
fruto no puede sacar el filólogo? ¡Qué extrañeza
de voces, que no están escritas en ninguna parte, y que forman
un nuevo idioma, no conocido si no del que frecuenta las Maravillas,
las Vistillas, el Avapiés y el Barquillo! Un idioma cuya riqueza
y caudal no se extiende más allá de una docena de palabras
expresivas y enérgicas, y que, bien fraseadas, hacen depender
su inteligencia de sola su diversa modulación. ¡Oh, pueblo
lacónico y de una penetración singular! Una sola palabra
te significa admiración, enojo, rabia, celos, engaño,
placer, novedad, venganza, etc.; ella es el requiebro que dices a tus
amadas y el insulto que profieres contra tus enemigos, etc. Y entre
tanto, existe en el globo una nación en que emplea el hombre
toda su vida en acumular voces para hacerse entender de sus semejantes,
y tal vez muere anciano sin conseguir saber su lengua. Venga a los toros
el chino, y aprenderá a decir mucho en pocas palabras de la perspicacia
de los españoles; venga todo el mundo a unas fiestas en que,
como dice Jovellanos, el crudo majo hace alarde de la insolencia; donde
el sucio chispero profiere palabras más indecentes que él
mismo; donde la desgarrada manola hace gala de la impudencia; donde
la continua gritería aturde la cabeza más bien organizada;
donde la apretura, los empujones, el calor, el polvo y el asiento incomodan
hasta sofocar, y donde se esparcen por el infestado viento los suaves
aromas del tabaco, el vino y los orines
http://www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/
lrr/12145070818921506098213/p0000001.htm#I_1_
31-08-10 - Los históricos encierros de Medina del Campo a punto de ser declarados fiesta de interés turístico nacional.
Por: Redacción
El singular traslado de toros del campo a la plaza de la localidad leonesa de Medina del Campo se remonta a más de 500 años.
La imagen tradicional que se tiene de los encierros es la de un montón de gente apretujada corriendo y sorteando una manada de toros por estrechas calles, con gritos, caídas y una velocidad infernal durante unos cientos de metros hasta llegar al ruedo. Eso es así en la mayoría de los encierros, pero no en los de Medina del Campo, al menos no sólo eso, que tienen lugar del 1 al 8 de septiembre, como punto fuerte de sus Fiestas de San Antolín, su santo patrón, y están declarados como Fiesta de Interés Turístico Regional y en breve lo será de Interés Nacional.
Aquí los toros son conducidos a la plaza como en los viejos tiempos, no en vano la referencia de estos encierros se remonta a 1490, cuando se celebraban los "juegos de cañas y lanzas" protagonizados por los caballeros hidalgos medinenses y cuando los bravos eran acompañados por caballistas cruzando las dehesas, campos y cañadas formando una estampa bucólica y tranquila.
Todo, en buena parte, sigue igual. Los corrales donde se concentran los toros están a seis kilómetros de la plaza y hasta allí llegan gente a pie y a caballo para, a las nueve en punto de la mañana, después del estallido del tercer cohete, "cuetes" dicen por aquí, presenciar y acompañar la salida de la manada camino de Medina. Tras el ímpetu de la salida, ayudándose de los bueyes, toros mansos que sirven como guía, la misión del caporal y los caballistas, garrocha en ristre, es mantener en todo momento arropada la manada hasta llegar al "embudo", lugar donde se unen el recorrido campero y el urbano, donde se junta el campo con las calles. Es una imagen idílica en la que toros, caballos y hombres forman un conjunto homogéneo y colorista, armonioso y vibrante.
A lo lejos, la iglesia Colegiata y el Castillo de la Mota parecen contemplar como testigos de excepción el recorrido del encierro que transcurre por "los pedregales", el charco "lavaculos" o los barreros.
Al llegar al comienzo de la villa, un pequeño número de caballistas pican a los toros para que estos cojan velocidad, entren en el recorrido y no se den la vuelta a las "tierras". En ocasiones anteriores, alguno lo ha hecho, sembrando un pequeño desconcierto hasta que era reconducido. Las medidas de seguridad actuales hacen que eso sea prácticamente imposible y la manada compacta entra en las calles de Medina.
Es ahora, sí, cuando el encierro vuelve a ser lo que siempre ha sido, los corredores de toros y pastores, jóvenes cortadores y expertos en conducir a los novillos, guían a los animales hasta la plaza de toros, donde una multitud de gente espera desde temprano la llegada del encierro. El recorrido es largo, y en ocasiones hay algún novillo que se queda rezagado por alguna de las calles del encierro, por el cansancio acumulado, o simplemente porque los vecinos que están apostados en las talanqueras llaman su atención.
La llegada a la plaza, tras una hora por el campo y media hora en el recorrido urbano, es celebrada por una multitud entusiasta que previamente ya ha cumplido con todos los ritos: un buen desayuno en el puesto de churros de la feria con chocolate calentito, las imprescindibles sopas de ajo que preparan con esmero "los amigos de las sopas de ajo" en su sede de la calle Carreras, disfrutar el ambiente escuchando las cornetas y tambores de los "pasacalles". Y dentro de coso, cuando aparecen los astados, los más atrevidos practican las capeas y los "cortes", una tradición que ha llegado a convocar concursos entre los más expertos.
Raigambre popular
"Los encierros y las celebraciones taurinas populares han marcado históricamente desde un punto de vista social a Medina del Campo -recuerda su alcalde, Crescencio Martín, en su convocatoria de este año, y también en el diseño urbanístico y funcional de nuestras calles y plazas. Buen ejemplo de ello es la construcción de grandes balconadas en la Plaza Mayor de la Hispanidad durante el siglo XVIII, y la construcción a mediados del siglo XX del Coso del Arrabal, plaza de todos con una capacidad cercana a las 10.000 personas, claramente sobredimensionada para la celebración de otros festejos taurinos, pero necesaria para dar cabida al público participante en el último tramo de los recuperados Encierros Tradicionales."
Los encierros y las Fiestas de San Antolín, uno de los puntos clave en el calendario cultural medinense, representan un excelente reclamo turístico y fueron reconocidas como Fiestas de Interés Turístico Regional desde 2002 y ahora son serias candidatas a ser declaradas de Interés Turístico Nacional. "Hoy Medina del Campo -añade el alcalde Martín- es una ciudad empeñada en aprovechar y poner en valor sus importantes recursos turísticos y apoyándose en la complementariedad que ofrece su excelente localización geográfica, infraestructuras y equipamientos, así como su consolidada oferta comercial, encuentra en el Patrimonio y en la Cultura dos de sus bazas más importantes para la consolidación de la Villa de las Ferias como uno de los destinos turísticos a tener en cuenta por los amantes del turismo de interior. Tradición y participación popular se unen en uno de los festejos taurinos populares más seguros y respetuosos con toros y caballos de Castilla y León, con normativas, ordenanzas y equipamientos de seguridad ejemplo y modelo para otras muchas localidades de España."
Texto: Enrique Sancho
Más información: www.encierrosmedina.es, www.medinadelcampo.es
02-09-11 - Bitácora de un corredor de encierros
Municipio de la provincia de Valladolid, en la Comunidad Autónoma de Castilla y León (España), situado a unos 50 kilómetros de su capital en dirección suroeste.
Tras la reconquista cristiana del valle del Duero, ya se apreció en dicho territorio que los juegos de toros tenían predicamento. Una afición que pareciera ser producto de una huella genética que hubiese dejado el pueblo vaceo en los habitantes del que fue su área de asentamiento, y que no se difuminó tras los muchos siglos de dominación romana y musulmana.
Medina del Campo cuenta con documentación que atestigua la afición de correr toros por sus habitantes desde el año 1490. Al margen de la antigüedad de los documentos en los que se hace referencia a juegos de toros medievales en distintas localidades de nuestra geografía, hay que convenir que este tipo de tradiciones siempre tiene un poso que obliga a retroceder en el tiempo para pensar en su posible origen. Y, lo que es más importante, nos indica que en todas esas localidades, y por supuesto en Medina del Campo, los encierros forman parte de su cultura más ancestral.
HISTORIA
Los primeros vestigios de población humana en el término de Medina del Campo se remontan a la Edad del Hierro. No obstante, no hay testimonios de asentamientos estables hasta las épocas de las dominaciones romana y árabe. De tiempos de los romanos se han localizado restos arqueológicos en la loma denominada “Las Peñas”, y de la cultura árabe deviene el nombre “Medina”.
La primera referencia documental de la población es una carta de donación del año 1107, cuando era una plaza en la margen derecha del río Zapardiel, donde en la actualidad se alza el castillo, y que había sido recién repoblada por mandato del rey Alfonso VI.
El auge y desarrollo que adquirió Medina del Campo en las últimas fases de la Edad Media se vieron corroborados por Fernando IV al convocar las Cortes en la localidad. Aquella fue sólo la primera vez, pues las convocatorias se volverían a repetir a lo largo de los siglos XIV y XV. Pero la época de mayor esplendor y trascendencia, incluso internacional, llegó durante los siglos XV y XVI, con el asentamiento en Medina del Campo de las Ferias Generales del Reino. Y es que, como suele ocurrir en todo centro donde circula la riqueza monetaria, fue por entonces cuando la Villa tuvo una vida más intensa, y cuando se erigieron la mayor parte de las importantes construcciones religiosas, militares y civiles de la Villa.
El traslado definitivo de la Corte a Madrid supuso un duro golpe para Medina del Campo, pues aquella decisión real supuso que también se desplazase de la localidad la actividad comercial y financiera, perdiendo su condición de plaza de referencia.
Así, desde el siglo XVII hasta mediados del siglo XIX, y según fue perdiendo vitalidad mercantil, Medina del Campo fue sufriendo un languidecimiento progresivo en todos los niveles sociales. Ese proceso negativo se invirtió con la llegada del ferrocarril y los distintos proyectos gubernamentales que hicieron de la localidad un nudo de comunicaciones terrestres, tanto por ferrocarril como por carretera. A la agricultura se sumaron la industria y el sector servicios como motores económicos, y Medina del Campo volvió a entrar en una fase de crecimiento que la ha llevado a ser considerada la población más importante de la provincia Valladolid, al margen de su capital.
Además, la promoción del patrimonio monumental de la Villa a raíz de la declaración de su casco histórico como conjunto histórico artístico en 1978, así como la apertura de museos y centros culturales, han contribuido para que Medina del Campo se haya convertido en las últimas décadas en un referente para el turismo que fluye por la comunidad autónoma de Castilla y León.
MONUMENTOS
El monumento más emblemático de Medina del Campo es su fortaleza: el Castillo de La Mota, erigido en el cerro que también fue asiento de la localidad primitiva.
Su construcción parte de los lienzos de una fortaleza del siglo XII y se prolonga hasta el siglo XV, bajo el mandato de los Reyes Católicos. Es de planta trapezoidal, posee una muralla exterior reforzada por torres circulares y, además, una segunda muralla interior que protege el recinto donde se encuentran sus más importantes dependencias. El elemento más llamativo de este monumento es su impresionante torre del homenaje, la más alta de Castilla, con cinco pisos y una altura cercana a los cuarenta metros.
Para una mayor información, podéis pulsar en el enlace que aquí os facilito.
RECORRIDOS
Turismo. La inmensa Plaza Mayor de Medina del Campo es testimonio vivo de las ferias que se celebraron en la localidad durante los siglos XV y XVI. Sin salir de ella podemos contemplar una serie de edificios que son representativos de tres poderes tradicionales: el de la Corona, con el Palacio Real; el municipal, con la Casa Consistorial; y el eclesiástico, con la Colegiata de San Antolín. Además, también en la Plaza Mayor de se encuentra la Oficina de Turismo, donde se puede obtener toda la información necesaria.
Naturaleza. En la Ley de Espacios Naturales de Castilla y León se establece un catálogo de Zonas Húmedas de Interés Especial en la provincia de Valladolid. Entre ellas, tres humedales se encuentran en el término municipal de Medina del Campo: Lagunas Reales 2, Lagunas Reales 1 y Lagunas de Medina del Campo, cuya visita nos permitirá disfrutar de aves como la avutarda, una especie que está incluida en la categoría de Vulnerable para España pero que cuenta con una gran población en Castilla y León.
FIESTAS DE SAN ANTOLÍN
El origen de los festejos con toros en Medina del Campo se remonta, cuando menos, a la Edad Media. Desde 1490 se encuentran documentadas en la Villa varias modalidades de “correr toros”: ensogados, embolados, encohetados, alanceados y en encierro. De todas ellas, y como es evidente, fue el encierro la que adquirió arraigo a lo largo de los tiempos.
Los tradicionales encierros de Medina del Campo han ido experimentando una lógica evolución histórica, hasta quedar configurados hacia la mitad del siglo XX con las tres fases que hoy conocemos: a caballo, conduciendo las reses por campo abierto hasta el embudo de entrada a la localidad; a pie, por un recorrido urbano; y la posterior capea en la plaza de toros.
Para el presente año 2011, en el que los tradicionales encierros de Medina del Campo estrenan la trascendental declaración de Fiesta de Interés Turístico Nacional, se han programado cinco días de encierro: 2, 3, 4, 6 y 8 de septiembre.
Medina del Campo aguarda durante todo el año la llegada de las Fiestas de San Antolín y, de manera muy especial, los días de su encierro. Un festejo que atrae también a caballistas y corredores de toda la comarca, de la región e, incluso, de otras comunidades autónomas. Pues bien:
Hoy es el día. Hoy se celebrará el primer encierro del 2011 en Medina del Campo.
Lagun
NOTA: Con mi bitácora no tengo fines lucrativos, por lo que solicito a los propietarios de los derechos de autor de las imágenes publicadas que me permitan mantenerlas en esta entrada.
09-09-11 - Los encierros de Medina del Campo, declarados Fiesta de Interés Turístico Nacional.
PATRICIA GONZÁLEZ | MEDINA DEL CAMPO.
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Mesquida entega el diploma a la alcaldesa de la villa, Teresa López Martín. :: FRAN JIMÉNEZ |
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Al finalizar la última suelta tradicional al estilo de la villa el director general de Turismo y Comercio Interior, Joan Mesquida, entregó a la alcaldesa de la localidad, Teresa López Martín, el diploma que acredita que los encierros medinenses son una fiesta de interés turístico nacional.
Durante el acto de entrega Mesquida destacó que "de los 8.000 municipios que hay en España, cada uno con varias fiestas, sólo 118 de las mismas han sido declaradas como de interés turístico nacional por lo que Medina puede sentirse una privilegiada, ya que es de las pocas localidades en España que pueden presumir de tener dos fiestas en este apartado (haciendo referencia a la Semana Santa), lo cual se revaloriza más si tenemos en cuenta que la Semana Santa se halla a la espera de recibir la declaración de interés turístico internacional». Una vez declarados Fiesta de Interés Turístico Nacional los encierros de la villa de las ferias serán promocionados a través de TurEspaña y en las 33 oficinas de turismo que España tiene en Singapur, Tokio, Chicago o Los Ángeles.
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Ddiploma |
Mesquida agradeció a Medina del Campo «que contribuyan a hacer de España un turismo cada vez más sólido» no sólo a través de sus encierros «cuyos primeros antecedentes históricos datan del siglo XV», sino que además «su centro cuenta con la declaración de conjunto histórico-artístico desde 1978».
Por último, la alcaldesa agradeció «a las asociaciones, por aunar esfuerzo para conseguir este título, y a toda la corporación municipal ya que fue el anterior gobierno del PP el que inició los trámites para obtener la declaración».
14-09-11 - Los Encierros Tradicionales de Medina del Campo, Fiesta de Interés Turístico Nacional
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El Castillo de Mota es emblema turístico de Medina del Campo. |
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La localidad vallisoletana de Medina del Campo suma una nueva Fiesta de Interés Turístico Nacional, sus Encierros Tradicionales. Hasta ahora la única de sus manifestaciones culturales que contaba con esta declaración era la Semana Santa. En el conjunto de Castilla y León hay 13 fiestas catalogadas de Interés Turístico Nacional y 5 de Interés Internacional.
El secretario general de Turismo y Comercio Interior, Joan Mesquida, ha sido el encargado de entregar personalmente a la alcaldesa de Medina del Campo, Teresa López Martín, el diploma que reconoce a los Encierros Tradicionales como nueva Fiesta de Interés Turístico Nacional. Esta celebración ya contaba con el reconocimiento de Fiesta de Interés Turístico de Castilla y León desde 2002.
La nueva declaración viene a reconocer el esfuerzo y la dedicación de los promotores de la fiesta y de todos aquellos que participan en ella, además de poner de manifiesto la apuesta de Medina del Campo por su patrimonio intangible. Asimismo, contribuye a su diferenciación a través de la tradición, la cultura y la herencia histórica de la ciudad, esperándose que favorezca su posicionamiento tanto en el mercado nacional como en los internacionales.
Para ello, los encierros de Medina del Campo se darán a conocer a través del portal de promoción turística de España, www.spain.info, que recibe al año más de 8 millones de visitas, y también a través de las 33 Oficinas de Turismo con las que Turespaña promociona España como destino turístico en todo el mundo.
10-08-15- Medina comienza la promoción internacional de sus encierros tradicionales
Medina del Campo comienza en este año la promoción internacional de los Encierros Tradicionales como ya se anunciaba el pasado mes de junio con motivo de la Feria de Espectáculos Taurinos Tradicionales cuando se editaba el primer cartel sobre los tradicionales encierros de Medina del Campo en inglés y francés, el cual junto al monográfico sobre dicha celebración taurina será remitido, tanto en español, inglés e igualmente en francés, a colectivos, asociaciones, touroperadores y agencias de viajes, oficinas de turismo en España y en el extranjero
Francia, Estados Unidos, Portugal, Brasil y Australia son algunos de los estados que recibirán la información al respecto de los encierros tradicionales de Medina del Campo (fechados en su antigüedad en 1490 dentro de las líneas de promoción internacional que el Ayuntamiento medinense, a través de la concejalía de turismo, pretende realizar para la posible futura declaración de interés turístico internacional de este festejo. “Queremos que sea un referente no solo para las fiestas de san antolin sino también para el resto del año”, manifestó el concejal de Participación Ciudadana, Festejos, Turismo y Ferias, José María Magro quién aclaró que “se trata de una promoción digital a través del correo electrónico y de la consiguiente edición de material turístico en idiomas”
El momento para comenzar dicha promoción se hace cercana al 15 de Agosto cuando en la villa de las ferias se corrían novillos, siendo este hecho recogido por Santa Teresa de Jesús en su libro de “Fundaciones”, recordando la santa andariega su encuentro con los toros que se iban a correr al día siguiente a su llegada a la villa para fundar su segunda fundación en la madrugada del 15 de agosto
Los encierros tradicionales, declarados Fiesta de Interés Turístico Regional en 2002 y Fiesta de Interés Turístico Nacional en 2011, se celebran en los primeros días de septiembre durante las fiestas patronales de San Antolín, en 2015 los días 2, 4, 5, 6 y 8 de septiembre, a los que se suma uno adicional en la tarde del 3 de septiembre conmemorativo del V Centenario del Nacimiento de Santa Teresa de Jesús.
El mensaje está listo para enviarse con los siguientes datos adjuntos:
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Monografico Encierros2015 ESPAÑOL.pdf
Monografico Encierros 2015FRANCES.pdf
Monografico Encierros 2015INGLES.pdf
Nota de Prensa. Los Encierros internacionales.docx
07-10-15 - Rutas turísticas: Los históricos encierros de Medina del Campo.
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Rutas turísticas: Los históricos encierros de Medina del Campo |
Una de las tradiciones más arraigadas en España son los encierros y aunque los Sanfermines de Pamplona son los más conocidos y populares en el mundo entero, gracias al escritor norteamericano Ernest Hemingway, entre los más antiguos están los de Medina del Campo con más de quinientos años de historia.
Los encierros se suelen celebrar en Medina del Campo los cuatro primeros días pares del mes de septiembre (o sea, 2, 4, 6 y 8), como el plato fuerte de las Fiestas de San Antolín, patrón de la ciudad, y son ya reconocidos por su Interés Turístico Nacional. No obstante, el Ayuntamiento de Medina aspira que su valor histórico y cultural sobrepase sus fronteras y que sean reconocidos de Interés Internacional, no sólo por su colorido y encanto sino por su historia, ya que datan del año 1490.
Los encierros nacieron de la necesidad de conducir los toros desde las dehesas hasta las plazas mayores donde iban a ser lanceados por los antiguos caballeros en los tradicionales “juegos de cañas y lanzas” que se celebraban tanto en Medina del Campo como en muchísimas localidades en la época medieval. Cuando ya nació la corrida de toros, como lo conocemos hoy, en la segunda mitad del siglo XVIII, seguía la necesidad de llevar las reses desde el campo, arropadas por caballos y bueyes hasta el centro de la ciudad, donde solían celebrar estos festejos hasta que se construyeron los primeros cosos fijos.
En Medina del Campo se conserva la costumbre de acompañar a los toros a caballo de un cercado situado a unos 6 kms de la ciudad por campo abierto y hoy en día constituye un bello espectáculo ver más de 300 caballistas arropar a los toros y bueyes hasta las calles asfaltadas de Medina, donde empieza ya lo que ellos llaman el “encierro urbano”. A partir de este punto, entre las talanqueras provisionales, los mozos y no tan mozos y hasta mozas pueden correr por las calles hasta llegar al bello Coso del Arrabal, que fue construido en Medina a mediados del siglo XX con una capacidad para 10.000 espectadores. Cuando los toros están recogidos en los corrales de la plaza, se sueltan unas reses para los recortadores y para todos los que quieren y se atreven a ponerse delante.
¿Por qué la gente corre los encierros (y tristemente ésta ha sido una temporada muy trágica para los encierros en general en España)? Se puede contestar como los alpinistas cuando se les pregunta por qué arriesgan sus vidas para subir a las cimas del Himalaya. Su sencilla respuesta siempre ha sido: “¡Porque están allí!”. Pues, los mozos corren porque existe el toro bravo y porque quieren experimentar esa descarga de adrenalina y sentirse “un poco torero”.
La emoción del encierro termina con un buen desayuno de chocolate y churros o con algo más consistente como una rica sopa de ajo, mientras que las calles se llenan de cornetas y tambores que tocan los típicos “pasacalles”.
Miren si es tradicional el encierro en Medina del Campo que la propia Santa Teresa de Jesús, que fundó su segundo convento en este pueblo en 1567, (donde se conserva la celda en la que vivió un tiempo), se refirió a ellos en su obra “Fundaciones”: "Llegamos a Medina del Campo, víspera de Nuestra Señora de Agosto, a las doce de la noche; apeámonos en el monasterio de Sta. Ana, por no hacer ruido; y a pie nos fuimos a la casa. Fue harta misericordia del Señor que aquella hora encerraban toros, para correr el otro día, no nos topar alguno”.
Otros motivos para visitar Medina del Campo
Debemos decir que las fiestas de San Antolín no constituyen el único motivo para acercarse a la bella localidad de Medina. Es un pueblo precioso, bien conservado y con larga historia, que invita a perderse por sus calles y disfrutar de sus monumentos y edificios antiguos. Para empezar: El imponente Castillo de la Mota, cuyos orígenes se sitúan en la Prehistoria, con yacimientos de la Edad de Hierro. Fue la primera fortaleza de artillería renacentista en Europa y entre sus muchos ocupantes fueron Juan II de Castilla y su hijo Enrique IV, que construyeron el recinto interior y la Torre de Homenaje, y los Reyes Católicos que mandaron edificar la barrera defensiva. Aunque se ha destinado a diversos usos a lo largo de su vida, como prisión real, archivo, hospital de guerra, escuela…, hoy se reserva solo para visitas turísticas. El Monasterio de las Carmelitas Descalzas de San José, que fue fundado por Santa Teresa el 15 de agosto de 1567, y donde en interesante visita guiada se puede conocer la iglesia del siglo XVII, el museo con sus reliquias, los aposentos de las madres carmelitas y la celda de Santa Teresa; la Capilla de San Juan de la Cruz del siglo XVI donde el Santo profesó como carmelita y dijo su primera misa; el Palacio Real Testamentario, donde la Reina Católica dictó su testamento y murió el 26 de noviembre de 1504; la Iglesia Colegiata de San Antolín; la Casa Blanca; el Palacio de los Dueñas; la Plaza Mayor con sus balconadas..., y para un buen tentempié, el Mercado de las Reales Carnicerías, que abrió sus puertas en 1562 y es el Mercado de Abastos más antiguo de España.
Con excelentes comunicaciones incluyendo el tren ALVIA que hace el recorrido en una hora -y cuando llegue el AVE, se reducirá la duración del viaje a la mitad-, Medina es asimismo un excelente exponente de la buena cocina local: sopa castellana, pochas, cordero y cochinillo asado, secreto, perdiz, codorniz, morcilla, embutidos, y un largo etcétera. Además hay que señalar que está situada en plena Ruta de los Vinos de Rueda. Una recomendación para disfrutar de todos estos manjares es el Restaurante GLORIA situado bajo los portales de la misma Plaza Mayor.
Y entre la diversa oferta hotelera, destaca por encima de todo el magnífico Balneario de las Salinas, a pocos kilómetros de la ciudad, un remanso de paz donde se puede disfrutar de todas las comodidades modernas en un edificio con aires decimonónicos, y dotado con un gran spa donde gozar de un buen rato de descanso y relax. Sus aguas minerales están especialmente recomendadas desde el siglo XVII, para tratar a dermatitis, artrosis, dolores óseos-musculares, procesos inflamatorios, ansiedad, etc. El primer Gran Hotel del Balneario de Las Salinas fue construido en el lugar en 1891, pero como sufrió grandes vicisitudes a lo largo de su existencia, el actual recinto fue renovado en 1989 por última vez, y conserva solo la fachada principal y trasera de la construcción original.
Hay que señalar también que Medina es uno de estos pueblos que hay en España que es como una joya desconocida. Tiene declaradas como fiestas de interés turístico su magnífica Semana Santa y también su Feria Renacentista que se celebra en el mes de agosto. Ahora el Ayuntamiento quiere resaltar el gran valor de sus recursos turísticos, su excelente situación geográfica, sus magníficas infraestructuras y añadir un motivo más para visitarlo: sus antiguos encierros, genuinos en la cultura española, que vive plenamente el pueblo entero y que quiere compartir con toda la gente que acude porque nadie es forastero en Medina del Campo.
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