Los
gitanos ante la Inquisición
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Una gitana lee la
buenaventura. Gravado del siglo XVII
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El Tribunal del Santo
Oficio también se ocupó de la disidencia gitana, sobre
todo en Andalucía, que era, junto con Castilla la Vieja y Valencia,
donde había una mayor concentración de población
gitana.
Los delitos más
perseguidos estaban relacionados con las prácticas supersticiosas
o la hechicería, las blasfemias y las proposiciones heréticas.
Sin embargo, el procesamiento de los gitanos resultaba dificultoso por
su movilidad, lo que ocasionaba verdaderos problemas al Tribunal de
la Inquisición. Se les procesaba, sobre todo, por delitos mínimos,
que no suponían una transgresión de la fe sino simples
desviaciones de conducta, relacionadas con la moral y las costumbres.
Se trataba casi siempre de engaños y supercherías que
constituían para los gitanos, y en especial para las mujeres,
un modo de ganarse la vida. La hechicería solía castigarse
con el destierro, posiblemente para apartar a la víctima de la
influencia de la hechicería, mientras que la superstición
se castigaba con azote, entre cincuenta y doscientos, según el
delito si se producía reincidencia. Las blasfemias de las que
eran acusados los gitanos tampoco parecen ser, el tenor de la documentación,
ofensas graves a la religión, sino más bien modos de hablar,
exabruptos en un momento determinado o desahogos. Y en cuanto a la bigamia,
no fue de los delitos más frecuentes entre los gitanos, sino
más bien al contrario.