Villa histórica, monumental, escultórica y paisajística
Villa de las Ferias
MEDINA DEL CAMPO
(ACONTECIMIENTOS NACIONALES E INTERNACIONALES)
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La travesía hacia Europa
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Real de a ocho del reinado de Felipe II. Gabinet Numismatic de Catalunya, Barcelona. |
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Auténtica divisa internacional de pagos entre los siglos XVI y XVIII, la moneda de plata conocida como real de a ocho (o también peso, duro, patacón o piastra, en los mares del Sudeste asiático), se convirtió en la pieza más preciada de la época. Tanto que fue prestigio de su iconografía ha pasado al actual dólar norteamericano, que mantiene los motivos hispánicos de las columnas de Hércules y el lema plus ultra. Establecido en la pragmática de Medina del Campo de 1497, el real constituye la base del sistema monetario castellano de la época. Era el genuino dinero de plata, que desde 1540 fue acuñado en piezas de ocho, con valor de 272 maravedíes hasta 1566, que crecería hasta 340 maravedíes en 1652. La pereza de su composición lo convirtió en el medio de cambio ideal para los distintos reinos de Europa y con los diversos mercados extraeuropeos. Desde 1608 el Banco di Rialto de Génova operaba sólo con reales de a ocho castellanos, en un momento en que habían pacíficamente desaparecido de la circulación los escudos de oro de las cinco únicas estampas de ley garantizada (Génova, Florencia, Roma, Milán, Castilla). La difusión del real castellano fue notable y mantendría por tres siglos una hegemonía indiscutida en espacios tan diversos como Prusia, Argelia, Persia, India, China y Japón.
Los reales castellanos en Asia.
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La plata española estimuló el comercio con Asia, de donde se importaban a Europa porcelanas. Siglo XV. Museo Guimet, París. |
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Ahora bien, las ciudades italianas, inglesas u holandesas no fueron el punto final del viaje de la plata americana, como tampoco lo fueron los mercados franceses de finales del siglo XVII. En su trayecto agónico, la plata -ha escrito Felipe Ruiz Martín- hubo aún de discurrir hacia <<Oriente, necrópolis de metales preciosos>>:hacia el Extremo Oriente, el Japón de los Tokugawa y la China gobernada por la dinastía Ming. este trayecto se explica por el vaivén característicos de los flujos financieros internacionales durante la época moderna. Mientras el Celeste Imperio o el Imperio del Sol Naciente vendía a las compañías privilegiadas holandesas e inglesas productos de gran valor como las lujosas sedas de Cantón, catonadas, cera, especias y porcelanas, las compañías europeas solo encontraron como medio de intercambio adecuado la plata, acuñada en los reales castellanos, de indudable pureza. Se daba el caso de que las potencias asiáticas tenían escaso aprecio por el oro, como en China, donde <<estiman en más de su tanto la plata que el oro y dicen es la causa que el precio del oro es variable como en Italia, y que la plata está siempre en su ser y precio>>, como observaba el agustino fray Juan González de Mendoza en su Historia de las cosas más notables, ritos y costumbres del gran reino de la China (Madrid, 1586). Considerado en términos de mercancía, en el Extremo Oriente el oro resultó así subvalorado frente a la situación inversa de un Occidente saturado de plata y deficitario en piezas áureas. Este desequilibrio propició una situación en la que los asiáticos gozaron de las ventajas de un intercambio desigual y favorable hasta finales del siglo XVIII.
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Derrotero de la flota de galeones en Filipinas. Archivo General de Indias, Sevilla. |
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En esta competencia por la plata, las compañías que fueron introduciéndose en los tratos con Asia adoptaron el real como llave que abría todas las puertas, empezando por la monarquía hispánica, establecida en el archipiélago de las Filipinas desde mediados del siglo XVI. La plata americana, llagaba a Filipinas en la nao de la China o galeón de Manila -que conectaba el puerto filipino con Acapulco en Nueva España- sin acuñar o labrada en reales peruleros, servía para pagar las mercancías conducidas por los juncos chinos a los enclaves españoles de las Islas. La competencia naval de las compañías privilegiadas europeas, que comunicaban directamente los mercados de Asia y Europa sin el intermedio del rígido sistema de flotas español, redujo de manera sustancial los beneficios de este comercio para España. En todo caso, durante los siglos del dominio español, el comercio se hizo mediante el real de a ocho castellano, la moneda en que se cerraban los balances británicos, franceses y holandeses. Su preponderancia como divisa de pagos -que Donald O. Fynn y Arturo Giráldez han asimilado a la duración de la hegemonía mundial hispánica- se mantuvo hasta finales del siglo XVIII, cuando británicos y norteamericanos encontraron en el comercio del opio indio el recurso anhelado para superar ese deficitario comercio histórico entre Occidente y Oriente.
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