MANUEL
FERNÁNDEZ ÁLVAREZ:
«Isabel la Católica nos da una gran lección:
hay que mantener la unidad de España con toda ilusión
y firmeza»
TEXTO: ANTONIO ASTORGA
Isabel la Católica
nació en 1451. Dos años después cae Constantinopla
en manos del naciente imperio turco. Medio siglo más
tarde, daría la réplica a ese avance musulmán
con la conquista del reino nazarí de Granada. Isabel
alumbró el magno descubrimiento de América.
Murió hace 500 años. Su conmemoración
es uno de los grandes acontecimientos culturales de 2004
La honestidad es su profesión.
En una Salamanca
de plateresco y frío vive. «Estoy en mi rincón»,
dice, «y quisiera que me respetaran en este rincón.
Mire, soy un viejo profesor. Yo no estoy en las grandes reuniones,
en tal o cual homenaje porque el tiempo se pasa y prefiero
dedicarlo a trabajar en mi rincón, inspirándome
en esta querida Salamanca,
en este rincón maravilloso, en esta ciudad que es para
vivir». Manuel Fernández Álvarez es
un sabio de otra época. Lleva bastante más de
medio siglo trabajando en la España moderna. Posee
un gran fondo documental que ha volcado en sus grandes biografías.
Peregrinando por la Historia de España de los últimos
500 años, se encerró en El Escorial (con Felipe
II); se retiró espiritualmente al Monasterio de Yuste
(siete días, con sus noches, junto a Carlos V); desempolvó
los archivos de Simancas y Tordesillas buscando aspectos desconocidos
de una mujer acorralada (Juana la Loca) y acudió al
de Simancas para trasladar su extraordinario rigor en la espléndida
biografía sobre la Reina
Isabel la Católica. Es uno de sus libros más
emotivos, que principia con una original carta al lector:
«A quienes, en lo íntimo de sus moradas, han
abierto este libro con la esperanza de saber algo más
sobre la Reina Isabel y sobre
su época. Que se trata de un personaje importante,
lo sabéis muy bien; puede que no haya otro igual en
toda nuestra historia. Y que en su reinado ocurrieron grandes
cosas, algunas de las que invitan a las recias polémicas,
también lo sabéis perfectamente. Por eso he
de confesaros que escribí este libro con el mayor cuidado.
Pero también con gran ilusión, incluso con pasión
a veces. Pues bien: yo querría que algo de esa ilusión
y de esa pasión llegara hasta vosotros».
El rigor le obliga a estar días enteros a la búsqueda
de un dato exacto. «Hay que caminar, andar con los
textos, hay que precisar y hay momentos en los que la precisión
y el rigor te obligan a invertir mucho tiempo, pero es la
única manera de estar tranquilo porque has hecho un
trabajo honesto», comenta. El profesor Fernández
Álvarez quiere dar las gracias «a esa gran
casa editorial que es Espasa, a Espasa Fórum y a Pilar
Cortés por el maravilloso trato que han dispensado
a mis libros y a mi humilde persona». De Isabel
la Católica (de la que este año se conmemora
el quinto centenario de su muerte),
dice, debemos aprender una de sus grandes lecciones para tiempos
actuales y venideros: «Hay que mantener la unidad
de España con toda ilusión y de una manera firme».
Lo suyo es una lección de historia.
-¿Qué poderoso
aliento necesitaríamos, acercando la figura de la Reina
Isabel la Católica a la España actual, para
impedir el disparate de una fragmentación de nuestra
nación?
-España es anterior
a Isabel la Católica, pero con la Reina España
se vuelve a vertebrar. España era una realidad histórica,
pero estaba desvertebrada e Isabel la vertebra. Y esa es la
gran lección que no podemos perder ni olvidar. Sería
un paso atrás. Mire, quisiera puntualizar mi pensamiento
en la siguiente idea: en este tiempo en que hay tantas dudas,
tantos titubeos en torno al futuro de España y lo que
han de ser las Autonomías y la unidad de España,
yo creo que Isabel la Católica nos da una gran lección
de que en todo caso esa unidad de España, que a partir
de ella es un logro impresionante, debe mantenerse de una
manera firme y con toda ilusión. Verdaderamente sería
un paso atrás, imperdonable y penosísimo, perder
ese logro. La unidad de España es un logro histórico
que hemos de cuidar muy mucho de no perder, porque sería
un paso hacia atrás lamentable. Yo tengo esperanza
de que el pueblo español y los políticos de
nuestra España sepan encontrar, simplemente, el camino
para mantener esa unidad. No es tan difícil llegar
a una comprensión de los sentimientos propios y personales
de cada región y de cada Autonomía, pero sin
olvidar esa gran unidad, lo que indicó con su gran
y poderoso aliento, la gran Reina Isabel la Católica.
-La Reina, en su testamento,
nos lega un cierto espíritu franciscano. ¿Por
qué?
-Ese capítulo es una
forma de rendirle mi homenaje particular a la gran Reina.
Para elaborar ese apartado he manejado documentación
directa, como el testamento de Fernando, cosa que ha hecho
muy poca gente. Fui a Simancas porque comprendí que
en el testamento de Fernando tenía que haber cosas
muy interesantes sobre Isabel y lo comento de forma directa
en la obra. Después de morir, su poderoso aliento continúa.
Y el testamento es una pieza esencial porque ahí ella
se convierte en un alma franciscana. Habla de San Francisco,
que aparecía como patriarca de los pobres. Y claro
no podía olvidar a Santo Domingo. De modo que ella
ordena ser enterrada en Granada y que si la muerte le sorprendía
fuera de la ciudad, al punto fuera llevada a ella «la
qual traslación encargo a mis testamentarios que hagan
lo más presto que ser podiere».
-Isabel la Católica
tuvo sus luces y sus sombras: ¿que supone para la España
actual la conmemoración de su muerte?
-Debemos enaltecer, rememorar
y homenajear la gran figura de Isabel la Católica y
todo lo que ella supone en la historia de España, no
olvidando aquellos aspectos que a mi juicio, al menos, indudablemente
no son plausibles. Aspectos que pueden marcar o poner como
una sombra no sólo en su quehacer político sino
incluso en la Historia de España. Pienso en la Inquisición.
¡La tremenda y terrible Inquisición! La nueva
Inquisición, pero aquí el término de
novedad no va acompañado de algo bueno y mejor, sino
de algo que era como un paso atrás, incluso dentro
de lo que la Inquisición suponía en la historia
de la cultura europea. La antigua Inquisición, la Inquisición
Medieval no era tan dura, tan arbitraria, tan rigurosa como
lo fue la Inquisición impuesta por Isabel y Fernando
en la España de fines del siglo XV. Creo que eso no
se puede olvidar. Hay que recordar, entender y reconocer que
forma parte de nuestro pasado, entre otras cosas porque si
somos más tolerantes, como debemos aspirar a ser, el
ideal sería que no volvieran otros tiempos inquisitoriales.
Y, claro, en ese sentido hay que saber qué fue la Inquisición
para rechazarla frontalmente. Y para ello hay que conocer
a fondo la Inquisición impuesta por Isabel y Fernando.
-¿Quiénes fueron
los auténticos y verdaderos responsables de la Inquisición
y de la expulsión de los judíos?
-Hay un momento en el que los
documentos señalan que Isabel alude a Fernando como
el máximo responsable de la expulsión de los
judíos. ¿Qué añado yo después
de recoger ese aspecto que la documentación nos da?
Pues que no nos engañemos, que Isabel es plenamente
responsable porque en Castilla era la Reina y aquellas cosas
que ella no veía o no deseaba no iban adelante. Y aquellas
cosas que ella quería y deseaba, aunque tuviesen la
oposición de su propio marido, iban adelante. Creo
que es hacia el año 83 cuando en Fernando hay un momento
de indecisión porque entiende que es el momento justo
para orientar una política hacia el Norte (creo recordar
que es cuando se produce la muerte de Luis XI y hay una situación
de vacío de poder al Norte de los Pirineos) y que eso
puede ser una ocasión única para la Corona de
Aragón y por lo tanto para Castilla, para España.
Pero Isabel piensa, entiende, que lo que no puede hacer es
abandonar la gran empresa que es la Reconquista. Y dado que
hay una discrepancia, ella deja la Corona de Aragón
y va hacia Andalucía. Y Fernando recapacita y acaba
siguiendo a su mujer. Con lo cual quiero indicar que si Isabel
permite la Inquisición no es que se vea avasallada
por Fernando; no, no, es que asume plenamente la idea de Fernando.
Es cierto que cuando el Papa quiere recoger su anterior permiso
para la Inquisición entendiendo que aquello es una
barbaridad y que está llegando a extremos que él
pensaba que no se darían, Fernando es el que tiene
un enfrentamiento más duro con el Papa. En cambio,
Isabel le escribe una carta de un tono mucho más suave,
si se quiere, como de una gran mujer que en ese momento quiere
defender la postura no con la intransigencia de Fernando.
De manera que en ese sentido los que indican que Fernando
fue más inquisitorial, digamos, que Isabel, pues pienso
que tienen razón. Pero repito, insisto: en el Reinado
de Isabel la Católica y cuando se habla de Isabel la
Católica no se puede eludir la gran responsabilidad
que tiene en ese asunto.
-¿Cuáles son
los puntos esenciales que nos permiten pensar en Isabel como
un gran personaje?
-Isabel es una de las grandes
de la Historia de todos los tiempos, no sólo de España.
Una madre, una gran Reina y un gran personaje, en definitiva,
de nuestra Historia. Isabel es un personaje valiente, que
toma decisiones muy modernas como las podría tomar
un personaje femenino de nuestros días. Como en el
caso de la boda, cuando tiene todo en contra para casarse
con Fernando. De momento, lo que hay en juego es una pasión
política. Ella piensa que si quiere alcanzar ese protagonismo
en la Historia que cree y puede tener es al lado a Fernando
y no siendo la reina consorte en Lisboa del rey Alfonso el
portugués. Eso lo vio tan claro, pero tuvo que vencer
tantas y tantas dificultades...
-¿Qué otras lecciones
nos lega Isabel la Católica?
-Junto a la anterior, otra
y admirable es esa idea suya de que la Reconquista tiene que
terminarse de una vez por todas. Aquella serie de pequeñas
luchas, de guerra de fronteras que parecían interminables
y que ningún rey anterior era capaz de asumir como
el esfuerzo pleno porque era una tarea tremenda, durísima,
evidentemente, que a todos les echaba atrás; les hacía
pensar que no valía la pena tanto esfuerzo porque aquello
era imposible. La verdad es que el Reino Nazarí de
Granada parecía inexpugnable para aquellos tiempos.
Sin embargo, Isabel decide que esa es su gran tarea, que lo
tiene pensada incluso antes de su boda. Es decir, es algo
que se negocia en el matrimonio con Fernando, quien tiene
que asumir esa tarea de hacer, de los dos, la gran empresa
de su Reinado la Conquista de Granada. Pero lo que yo creo
que da la nota de grandeza de ánimo es cuando ese personaje
se encuentra con algo inesperado, algo importante que puede
ser único, pero que no está claro y donde otros
dudan, ellos, y ella, aciertan. Eso es lo que hace grande
a las personas. Yo he manejado documentación suficiente
(si la han descubierto otros, lo digo; lo que no hago es la
infamia como hacen otros colegas míos sobre documentación
trabajada por mí en el sentido de manejarla y no citarme)
y está ahí. Lo que sería realmente penoso
es que negara, escondiera, olvidara u omitiera esa documentación
porque yo no la haya descubierto. No, esa documentación
es para los historiadores. La honestidad es mi profesión.
Ahora, este caso que voy a citar es una documentación
manejada por mí en el caso que se demuestra que Fernando
el Católico no había intuido ni remotamente
lo que iba a pasar apoyando a Colón.
Porque lo dice él mismo en un documento con una sinceridad
clara y meridiana: reconoce que él no podía
ni sospechar que aquello era la realidad. En cambio, Isabel
manda al mensajero y acepta todo lo que Colón
ha pedido.
-Isabel no nació para
reinar, pero ¿tuvo sus oportunidades y las aprovechó?
-No vamos a entrar en un debate sobre vituperios a la Reina
porque no era la heredera legítima. Bueno, sobre los
derechos legítimos, qué duda cabe, en principio
hay que pensar en Juana, la hija de Enrique IV. Pero si Enrique
IV es el primero que pone en duda los derechos de su hija
(parece que tiene él mismo dudas sobre su hija) pues,
como es natural, Isabel no iba a perder la oportunidad. Es
posible que no naciera para Reina, pero supo demostrar que
sí que había nacido para reinar. Ella les decía
a sus contemporáneos: «Dadme una oportunidad
y váis a ver hasta qué punto voy a merecer esa
oportunidad».
- ¿Hazañas tan
increíbles como el final de la Reconquista o el sueño
de un nuevo Mundo fueron posibles gracias a ese «poderoso
aliento» de la Reina?
-Que ella supiera sacar de
Fernando todo lo que Fernando pudiera dar de sí es
algo muy importante. Me viene a la memoria ahora aquel enfrentamiento
entre Fernando e Isabel cuando, en la primera acción
en torno a Toro, el ejército casi medieval de mesnadas
señorial fracasa, regresa y se produce el tremendo
enfado de Isabel. Él se encorajina. Fernando el Católico
que es un capitán indeciso todavía, que fracasó
en la primera empresa ante los portugueses en Toro en el año
75, le dice a ella que una batalla no es la gran derrota.
Y Fernando se convierte en el Rey soldado. Antes de Carlos
V en la Historia de España de la Edad Moderna, Fernando
el Católico es el Rey Soldado. Fernando es el gran
personaje que al lado de Isabel forma un matrimonio político
en el sentido de que es como una unión espléndida
porque los dos se ayudan y parece que esa ayuda les permite
multiplicar sus esfuerzos. Que dos personajes de ese nivel
sintonicen de esa forma tan marcada es lo que se va a convertir
en una especie de milagro político. El mundo de aquella
época estaba asombrado; Europa estaba maravillada,
con Fernando y con Isabel. Como años después
dirá Baltasar Castiglione en «El cortesano»,
jamás hubo personajes como Fernando e Isabel. «Porque
incluso muerta parece que sigue todavía animando, estimulando
e incitando a los españoles a seguir haciendo grandes
cosas. Lo mismo que las naves con sus velas al viento: aunque
cese el viento, las naves siguen moviéndose».
Esa frase nos viene a resumir bien lo que fue para su tiempo
una figura como Isabel la Católica.
-¿España no la
ha olvidado?
-Me gustaría utilizar
verbos como rememorar, recordar u homenajear.
Si hablamos de reivindicar habría que reconocer que
se habría caído en el gran pecado de olvidar
a Isabel y yo no quiero ni pensarlo. Pienso más bien
que Isabel la Católica es la gran figura de la Historia
de España, que no hay personaje en nuestra Historia
comparable a ella y que quizás no haya en la Historia
de Europa una mujer similar (aunque ahí están
Isabel de Inglaterra o Catalina de Rusia), pero en todo caso
estamos ante un gran personaje de la Historia de España.
Es muy hermoso y alentador que los españoles la recordemos
en este año, que es el año de la conmemoración
del quinto centenario de su muerte, que ha pasado medio
milenio, pero no en vano. Que ahí está el poderoso
aliento de la gran Reina para seguir inspirándonos
en un proyecto común para España.
-¿Qué opina un
historiador del disparate de la fragmentación de España?
-Eso es un dolor. La única
duda que le puede entrar a una parte de España es si
se intenta una distinta vertebración para no caer en
la fragmentación. Es decir, a veces uno piensa: los
hombres que vieron que Cuba se iba desgajando, ¿no
tuvieron a tiempo la oportunidad de encontrar algún
sistema para que Cuba se mantuviera enlazada en el cuerpo
de aquella nación? Yo no soy un político y tampoco
tengo toda la información del mundo. Entonces, no me
atrevo a hacer un juicio político porque no estoy en
condiciones de hacerlo. No sería honesto. Pero, vamos,
yo no creo que Maragall quiera la desvertebración de
España. Ahora, es jugar con fuego y quizás exista
ese peligro.
-¿Qué opina del
Plan Ibarretxe como órdago de las instituciones vascas
al Estado?
-A mi entender esa tesis engañosa
se podría distinguir claramente de la tesis de Maragall.
Bueno, Arzalluz lo ha dicho más de una vez: en el fondo
él está aspirando a un País Vasco separado
de España. Es un dolor para los que amamos el País
Vasco.
-Declaraba Eduardo García
de Enterría, el pasado domingo en ABC, que «los
nacionalistas aceptaron y fueron artíficies del pacto
constitucional, en el que se dice que España es indivisible
y lo demás son Comunidades Autónomas»...
-Sí, pero da la impresión
de que ahora no quieren acordarse de esto.
-¿El nacionalismo es
una ideología del XIX que está en crisis?
-El nacionalismo agresivo de
grandes naciones como Alemania, Francia, Inglaterra llevó
a Europa a una guerra civil tremenda durante siglos y siglos,
como la guerra de los treinta años, la primera guerra
mundial o la guerra franco-alemana de 1870. Fueron guerras
civiles de Europa: ese es el fruto del nacionalismo exacerbado,
agresivo y eso lo estamos superando ahora. Y ¡cómo
vamos a caer ahora en los pequeños nacionalismos dentro
de una nación! cuando esa nación trata de abrir
sus fronteras para convertirse en una gran Europa. Lo que
queremos ser es europeos. Por ejemplo, a mí me llenó
de orgullo que un determinado momento la Embajada de los Países
Bajos quisiera recordar, venerar y homenajear a una figura
como la del Príncipe de Orange y me encomendaran pronunciar
la conferencia. Y allí hice la gran alabanza de aquél
gran europeo, porque yo me sentía europeo con él.
Es decir, no era el español que pensaba que Felipe
II era un gran Rey y Orange un traidor. No, yo al contrario,
veía que Felipe II había sido un rey que se
había confundido lamentablemente y sangrientamente
en el caso de los Países Bajos y que el Príncipe
Orange era una gran figura, no solamente de Holanda sino de
Europa. Porque yo me siento europeo. Hemos roto ya esas barreras
cuando de pronto nos encontramos con que nos las quieren imponer
dentro de nuestro país; esto no tiene sentido.