Una de las
principales cláusulas del convenio
de Guisaldo se refería al matrimonio de Isabel,
importante tanto para la política nacional como para
la internacional, ya que Aragón, Francia, Inglaterra
y Portugal estaban interesados en estrechas lazos de amistas
y alianza con Castilla. Cuatro eran los candidatos: Fernando,
príncipe de Aragón, y rey de Sicilia; Alfonso
V, rey de Portugal; Carlos, duque de Berry y de Guyena,
hermano de Luis XI rey de Francia; y un hermano de Eduardo
IV, rey de Inglaterra, pero los dos últimos apenas
contaban.
El partido del rey de Portugal
contaba con el apoyo de Enrique IV y del maestre de Santiago.
Se proyectaba un doble enlace: Alfonso V con la princesa Isabel,
y la infanta Juana con el príncipe Juan, heredero del
trono portugués, pero este matrimonio no era del agrado
de Isabel ni del pueblo.
Desde noviembre de 1468, Pierres
de Peralta, embajador de Juan II de Aragón en Castilla,
estrechó relación con los más firmes
apoyos de la princesa: el arzobispo Carrillo, Gonzalo Chacón,
Gutiérrez de Cárdenas y Gómez Manrique,
para mostrar las muchas ventajas de la boda de Isabel con
el príncipe Aragonés. A principios de 1469,
la heredera castellana se decidió en favor de Fernando.
Inmediatamente, Gómez
Manrique y Pierres de Peralta se dirigieron a Cervera, donde
estaba el príncipe aragonés, y el día
5 de marzo se firmaron las capitulaciones matrimoniales definitivas.
Fernando se comprometió
a respetar los fueros de las ciudades y la libertar eclesiástica
en la administración de justicia. Admitía que
todos los documentos de concesión de mercedes, privilegios
y nombramientos de cargos públicos, que deberían
recaer en castellanos y naturales de los reinos, tenían
que ser firmados también por Isabel. Debía,
residir en Castilla, no pudiendo salir fuera del reino sin
consentimiento de su esposa. Concedería una dote a
su mujer, además de la que correspondía a las
reinas de Aragón (las ciudades de Borja, Magallón,
Elche, Crevillente y la Cámara de la reina en Sicilia),
100.000 florines de oro y 4.000 lanzas si fueran necesarias
para defender los derechos de Isabel en Castilla.