Las cortes de Ocaña
se clausuraron a principios de abril de 1469, con una exigua
participación de procuradores y sin que se conozca
con total garantía si llegó a tratarse de forma
explícita el tema de la jura de la princesa como heredera,
por lo que, si no se incluyó en el temario de las sesiones,
se estaba incumpliendo por parte del rey una de las principales
condiciones del Pacto
de Guisando y, por consiguiente, Isabel quedaba relevada
del cumplimiento de los compromisos adquiridos en el mismo.
Sea como fuere, la princesa huyó de Ocaña y
se trasladó a Ávila para conseguir más
fácilmente la dispensa papal y poder celebrar su matrimonio
con Fernando de Aragón; allí asistió
a las honras del aniversario de la muerte de su hermano Alfonso
y, posteriormente, se aposentó en Madrigal
de las Altas Torres, donde residía su madre.
En esta villa recibió
a Alonso de Palencia y a Pedro de la Caballería, portadores
de 20.000 florines de Aragón, como anticipo de la dote,
y del extraordinario collar de balajes (rubíes morados),
regalo de su prometido. A finales de agosto se encontraban
en Valladolid desde donde envió emisarios al príncipe
de Aragón para que se reuniera con ella, al mismo tiempo
que escribía a su hermano (8 de septiembre) justificando
su huida y posterior retirada a Valladolid, así como
la decisión de casarse con Fernando. Se trataba de
la ruptura de con su hermano, al que responsabilizaría
de haber incumplido el compromiso de Guisando,
ya que había tratado unilateralmente su matrimonio,
sin tener en cuenta la tradición castellana de anteponer
los intereses generales a los designios ocultos del rey.
Fernando de Aragón
llegó a Valladolid el 14 de octubre de 1469 y el matrimonio
se celebró entre los días 18 y 19, para lo que
fue necesario dar lectura por orden del arzobispo Carrillo,
representante de la iglesia en la ceremonia, de una bula falsificada
de Pío II, que se fecho en el año 1464, concediendo
la dispensa canónica, por ser primos los contrayentes,
para unirla al acta de matrimonio, ya que Paulo II se había
negado a concederla, porque el rey de Castilla no autorizaba
el matrimonio.
Todo parecía anunciar
el triunfo de Isabel: princesa de Asturias y de Aragón,
reina de Sicilia y el apoyo de la importante y poderosa corona
aragonesa. Sin embardo, el año siguiente, 1470, fue
el más duro y difícil de su camino para conseguir
la titularidad de la Corona de Castilla. El temor al enfrentamiento
con el rey hizo que se refugiara en la fortaleza de Dueñas,
bajo el amparo y protección de don Pedro de Acuña,
hermano del arzobispo Carrillo.
A lo largo del año
se produjo toda una serie de contratiempos para el joven matrimonio:
las pérdidas de Valladolid y Medina del Campo, que
reducían gravemente la zona territorial controlada
por los príncipes; el apoyo nobiliario a Enrique IV,
que repartía mercedes, títulos y privilegios
a las grandes familias; Isabel dio a luz a su primera hija,
lo que eliminaba la posibilidad de un futuro matrimonio con
Juana la Beltraneja, de haber sido varón; Enrique IV,
entre tanto, se fortalecía al acordar el matrimonio
de ésta con el duque de Guyena, hermano del rey de
Francia.
Este periodo negativo para
los futuros Reyes Católicos
culmina con los hechos de Valdelozoya; Enrique IV, acompañado
de su séquito, salió del monasterio de el Paular
dirigiéndose hacia ese valle; por su parte los Mendoza
acudieron a su encuentro desde Buitrago, dando escolta a la
reina y a su hija doña Juana; y allí el rey
manifestó públicamente que su hermana perdía
la condición de primera heredera, por contraer matrimonio
sin su consentimiento. El cardenal de Albi tomó juramento
a los reyes sobre la legitimidad de su hija Juana, a la que
declaró el rey princesa heredera, siendo jurada como
tal por los nobles y prelados, celebrándose a continuación
los esponsales por poderes de la princesa con Carlos, duque
de Guyena.
Después del pronunciamiento
de Valdelozoya, la situación de Isabel
y Fernando fue casi desesperada, ya que la mayor parte
de la nobleza estaba al lado del rey, negaba el título
de princesa heredera a Isabel y muchas e importantes ciudades
representadas en Cortes eran partidarias de doña Juana.